domingo, 27 de julio de 2008

Cáritas pide al Foro Económico Mundial combatir la pobreza

header_original_modBusca reactivar el impulso para alcanzar los Objetivos de Desarrollo del Milenio

CIUDAD DEL VATICANO, domingo, 20 enero 2008 (ZENIT.org).- La secretaria general de Caritas Internationalis, Lesley-Anne Knight, pedirá un renovado compromiso para afrontar la pobreza a los más poderosos líderes políticos y económicos del mundo, cuando asista al Foro Económico Mundial (FEM) de Davos, en Suiza.

La Secretaria General de la Confederación Caritas, que cuenta con 162 organizaciones católicas para la beneficencia, dice que en la reunión de Davos, que comienza el próximo miércoles 23 de enero, su objetivo principal será reactivar el impulso para alcanzar los Objetivos de Desarrollo del Milenio (ODM).

Los ODM que son las metas para combatir la pobreza prefijadas por los estados miembros de la ONU, concordadas para lograrlas antes de 2015. Para Caritas, no se alcanzarán la mayoría de esos objetivos, en parte debido a las promesas no mantenidas en cuanto a la financiación, por parte de algunas de las naciones más ricas del mundo

El FEM anual reúne a líderes económicos del mundo, de la política, y a jefes de Estado, junto con artistas, estudiosos, líderes religiosos y otros representantes de la sociedad civil. Será la primera vez que un secretario general de Caritas Internationalis, en este caso una secretaria, asista al FEM.

Caritas considera importante comprometer a los políticos sobre temas como el cambio climático, la pobreza, el desarrollo, la gobernanza mundial, la emigración, el diálogo interreligioso y la consolidación de la paz.

Como dice la señora Knight: «Es una gran ocasión para asegurarnos de que los más pobres del mundo no sean olvidados, cuando los líderes económicos y políticos del mundo planifican nuestros futuros».

«Espero que entre los participantes haya un auténtico deseo de afrontar la desigualdad --añade la secretaria general de Cáritas--. Yo aprovecharé todas las oportunidades que se me presenten para exhortar a los líderes del mundo, sobre todo a aquellos de las naciones más ricas, para que respeten sus compromisos y podamos alcanzar los Objetivos de Desarrollo del Milenio».

El lema del Foro de este año es «El poder de la innovación colaboradora». En este contexto, la señora Knight se dice «convencida de que tenemos que estudiar la manera en que Caritas puede colaborar con innovación, aprovechando la pericia y buena voluntad existentes en la comunidad del FEM».

Las organizaciones que forman parte de Caritas también participarán, en diferentes partes del mundo, en actos convocados con motivo del Foro Social Mundial, que ofrece un espacio de debate sobre las alternativas posibles en el desarrollo sostenible.



lunes, 21 de julio de 2008

La Compañía de Jesús


La Compañía de Jesús (Societas Jesu, S.J.) es una orden religiosa de la Iglesia Católica Romana fundada por Ignacio de Loyola y otros nueve compañeros en 1540. Con cerca de 20.000 miembros, sacerdotes, estudiantes y hermanos, es la mayor orden de esa Iglesia hoy en día. Su formación dura más de 12 años;incluye estudios de Humanidades, Filosofía y Teología; además, los jesuitas en formación realizan tres años de "prácticas" (período de magisterio, regency en inglés) en colegios o en otros ámbitos (trabajo parroquial, social, medios de comunicación, etc). El estudio a fondo de idiomas, disciplinas sagradas y "profanas", antes o después de su ordenación sacerdotal, ha hecho de los miembros de la SJ, durante casi cinco siglos, los líderes intelectuales del catolicismo.

Los jesuitas profesan los tres votos normales de la vida religiosa (obediencia, pobreza y castidad) además de un voto extra de obediencia al Papa, circa misiones. La educación, la reflexión teológica, las misiones y desde el siglo XX el apostolado social figuran entre las actividades usuales de sus miembros.

La Compañía de Jesús ha sido una organización que ha vivido entre la alabanza y la crítica, siempre en la polémica. Su lealtad incondicional al Papa les ha colocado en más de un conflicto: con la Inglaterra isabelina, frente al absolutismo español y del Rey Sol, con la Alemania de Bismarck, de donde fueron expulsados (durante el Kulturkämpf) y con los gobiernos liberales de diversos países en América y Europa, que también los persiguieron. Asimismo los regímenes comunistas de Europa Oriental y de China limitaron ampliamente su actividad a partir de 1945.

La espiritualidad de la Compañía de Jesús se fundamenta en el libro de los Ejercicios Espirituales, escritos por su Fundador. Se trata de uno de los clásicos de la espiritualidad católica. Esta espiritualidad también se caracteriza por la devoción a la Virgen María y a la persona de Cristo.

El cuarto voto compromete a los jesuitas a una especial fidelidad hacia la Santa Sede, estando dispuestos a ir adonde el Romano Pontífice considere necesario para el bien de la Iglesia Universal. La Fórmula del Instituto (aprobada por Julio III en 1540), su documento fundamental, dice: "servir siempre al Señor y a la Iglesia su Esposa, bajo el Romano Pontífice, Vicario de Cristo en la Tierra."

La Compañía de Jesús desarrolló una actividad decisiva durante la Contrarreforma, sobre todo en los años inmediatamente posteriores al Concilio de Trento; reconquistaron para el catolicismo regiones protestantes como Baviera en el sur de Alemania, Hungría, Austria, Bélgica y el sur de Holanda. Su presencia en la educación occidental y en las misiones en Asia, África y América ha sido muy activa. Ha contado entre sus filas a una larga serie de santos, teólogos, científicos, artistas y humanistas: San Francisco Javier, Matteo Ricci, Francisco Suárez, Gabriel Vázquez, Luis de Molina, Christopher Clavius, San Pedro Claver, Eusebio Kino, Karl Rahner, Teilhard de Chardin, Bernard Lonergan, Carlo Maria Martini, Ignacio Ellacuría, Alberto Hurtado....

Capítulos notables de su historia han sido el origen y desarrollo de sus célebres Colegios y Universidades en Europa, la actividad misionera en la India, China y Japón, las reducciones del Paraguay, la exploración y evangelización del Canadá, del Mississippi y del Marañón, los conflictos teológicos con los protestantes y los jansenistas, su confrontación con la Ilustración, su supresión (1773) y su restauración (1814). En 1965 llegaron a su máxima expansión numérica: 36.000 jesuitas en más de un centenar de unidades administrativas (provincias y misiones). Los últimos dos Superiores Generales han sido Pedro Arrupe (español, 1965-1983) y Peter Hans Kolvenbach (neerlandés, 1983-2008, año en que presentará su renuncia por motivos de edad). El 7 de enero de 2008 se reunirá su Congregación General 35, que elegirá nuevo General y legislará sobre aspectos de la misión y carisma de la Orden.

Orígenes:

En septiembre de 1529, Ignacio de Loyola, un noble vasco que combatió en la guerras contra Francia y Navarra defendiendo la causa de Carlos I, había optado por dedicarse a "servir a las almas". Decidido a estudiar para cumplir mejor su propósito, se incorpora al Colegio de Santa Bárbara -dependiente de la U. de París- y comparte cuarto con Pedro Fabro y Francisco Javier, saboyano y navarro, respectivamente. Los tres se convirtieron en amigos inseparables. Ignacio realizaba entre sus condiscípulos una discreta actividad evangelizadora, sobre todo dando Ejercicios Espirituales, un método ascético desarrollado por él mismo. En 1533 llegaron a París Diego Laínez, Alfonso Salmerón, Nicolás de Bobadilla y Simão Rodrigues, que se unieron al grupo de Ignacio. El 15 de agosto de 1534, fiesta de la Asunción de la Virgen, los siete se dirigieron a la capilla de los Mártires, en la colina de Montmartre, donde pronunciaron sus votos y nació la Compañía de Jesús como un grupo de amigos con un ideal común. El 27 de septiembre de 1540, el Papa Pablo III reconoció la orden y firmó la bula de confirmación conocida por sus primeras palabras:Regimini militantis Ecclesiae.

Después de los votos de Montmartre se incorporaron al núcleo inicial tres jóvenes franceses, "reclutados" por Fabro: Claudio Jayo, Nicolas Coduri y Pascasio Broet. Los diez se encontraron en Venecia y peregrinaron y misionaron el norte de Italia a la espera de embarcarse hacia Jerusalén, pero la guerra entre Venecia y el Imperio Otomano lo impidió.

A partir de la aprobación papal comenzó un proceso de expansión numérica y de misiones encomendadas: fundación de Colegios, reforma de monasterios, participación en el Concilio de Trento, diálogo con los protestantes... Los primeros compañeros se dispersaron: Rodríguez fue a Portugal, Javier a Oriente, Fabro recorrió media Europa predicando y dando Ejercicios Espirituales... Entre 1540 y 1550 se unieron a la Orden notables personajes para su posterior desarrollo: Jerónimo Nadal, Francisco de Borja -duque de Gandía-, Pedro Canisio -notable teólogo- y Juan de Polanco, secretario de Ignacio. En 1556, cuando murió el Fundador, eran 1000 compañeros. El segundo General fue Diego Laínez.

El nombre de "jesuitas" :

A los miembros de esta Orden se les llamó casi desde sus inicios, "jesuitas". El nombre se empezó a utilizar en Alemania (como le hizo notar San Pedro Canisio a San Ignacio alrededor de 1550) y luego se extendió al resto de Europa. Ignacio de Loyola leyó durante su convalecencia en 1526 muchos libros piadosos, entre ellos la "Vida de Cristo" de Ludolfo de Sajonia, que estaba traducido por el franciscano fray Ambrosio Montesino. Ignacio de Loyola llegó a un capítulo que dice así:

¡Jesús, Jesús, cuánto dice un nombre! Este nombre de Cristo es nombre de gracia; mas este nombre de Jesús es nombre de gloria. Por la gracia del bautismo se toma el nombre de cristiano y de la misma manera en la gloria celestial serán llamados los santos, jesuitas, que quiere decir salvados por la virtud del Salvador.

Sin embargo, el término "jesuita", que data del siglo XV y se refiere a alguien que usa demasiado o se apropia del nombre de Jesús, a veces con fines no muy rectos, nunca fue usado por Ignacio. Las Constituciones de la SJ hablan de "los de la Compañía", y la Santa Sede, hasta los años 70, siempre habló de "los religiosos de la Compañía de Jesús". El apelativo "jesuita" inicialmente les fue aplicado a los miembros de la Compañía de modo despectivo, pero con el paso del tiempo fue incorporado benignamente por los miembros y amigos de la Compañía. En Inglaterra solía aludirse a la Compañía como "la Sociedad", debido a su mismo nombre (Societas Jesu).

El lema que usan los jesuitas es Ad maiorem Dei gloriam, también conocida por su abreviatura AMDG. En latín significa literalmente: «A la mayor gloria de Dios»

Las siglas IHS, tradicional monograma de la palabra Jesús (también simplemente IH), como XP lo es de Cristo, fue adoptado en su sello por Ignacio de Loyola, con lo que devino en símbolo de la Compañía. 1

La educación : Los jesuitas han fundado importantes centros educativos en todos los continentes; en el año 1640 contaban ya con 500 centros de estudios superiores repartidos por Europa y América. La cifra fue aumentando a lo largo del siglo siguiente, hasta alcanzar la más importante red educativa de la época: más de 800 colegios y universidades al momento de su supresión.

Son muy reconocidos aún los métodos que emplean los jesuitas en materia de educación, que básicamente se fundamentan desde 1599 en la Ratio Studiorum y en la IV Parte de las Constituciones de la Compañía de Jesús. Desde 1986 han actualizado sus métodos y paradigmas educativos.

Algunos antiguos alumnos de centros jesuitas que se pueden destacar son: Descartes, Voltaire, Cervantes, Quevedo, San Francisco de Sales, José Ortega y Gasset, Antoine de Saint-Exupery, Charles de Gaulle, Paulo Coelho, Alfred Hitchcock, Fidel Castro, Bill Clinton, James Joyce y el Subcomandante Marcos. Sin lugar a dudas se trata de una lista muy heterogénea...

Supresión de la Compañía:

Los gobiernos ilustrados de la Europa del siglo XVIII se propusieron acabar con la Compañía de Jesús. Su defensa incondicional del Papado, su actividad intelectual y los enemigos que se habían ganado (jansenistas, filósofos, e incluso ciertos clérigos en Roma) les pusieron en ese trance. El primer país en expulsarlos fue Portugal. El ministro Carvalho, marqués de Pombal, fue su principal adversario: encerró en el calabozo a 180 jesuitas en Lisboa y expulsó al resto. En 1763, Luis XV de Francia los acusó de malversación de fondos debido a la quiebra del P. Lavalette en Martinica. El Parlamento de París condenó las Constituciones y el Rey decretó la disolución de la Orden en sus dominios.

Más tarde, los jesuitas fueron expulsados de los territorios de la corona española a través de la Pragmática Sanción de 1767 dictada por Carlos III el 2 de abril de 1767. Fueron expulsados los miembros de la SJ de todos los dominios de la corona de España; contabilizando los de Ultramar eran cerca de 6.000. Al mismo tiempo, se decretaba la incautación del valioso patrimonio que la Compañía de Jesús tenía en estos reinos (haciendas, edificios, bibliotecas, pero no se encontró el supuesto "tesoro" en efectivo que se esperaba). Los hijos de San Ignacio tuvieron que dejar el trabajo que realizaban en sus obras educativas (que supuso un duro golpe para la formación de la juventud en América Hispana) y sus misiones entre indígenas, como las famosas Reducciones guaraníes.

Hacia 1773, el Papa Clemente XIV enfrentó fuertes presiones de los reyes de Francia, España, Portugal y de las dos Sicilias quienes, por distintas razones, le exigían que se suprimiera a la Compañía. El Papa cedió y mediante el breve Dominus ac Redemptor suprimió a la Compañía de Jesús. Los jesuitas se convirtieron al clero secular y los escolares y hermanos coadjutores quedaron libres de sus votos. El Padre General, Lorenzo Ricci, y su Consejo de Asistentes fueron apresados y encerrados en el Castillo Sant'Angelo (Roma) sin juicio alguno.

Sin embargo, en Rusia, Polonia, en Prusia y en Inglaterra el edicto de supresión no fue observado por los monarcas. Muchos jesuitas de toda Europa aceptaron la oferta de refugio hecha por la zarina Catalina la Grande, quien esperaba continuar así, con el apoyo intelectual de la Compañía, la obra de modernización iniciada por Pedro el Grande.

En 1789 —el mismo año en que la Constitución de Estados Unidos entró en vigor y en el que se inició la Revolución Francesa— fue fundada la universidad católica más antigua de Estados Unidos por ex jesuitas, la Universidad de Georgetown, en Washington D.C. Posteriormente la universidad sería integrada a la Compañía.

Restauración:

Cuarenta años después, en medio de los efectos causados por la Revolución Francesa, las guerras napoleónicas y las guerras de independencia de los territorios americanos del imperio español, el Papa Pío VIII decidió restaurar a la Compañía. De hecho, los jesuitas habían sobrevivido en Rusia -unos cuantos centenares- protegidos por la zarina Catalina II. La restauración universal era vista como una posible respuesta a las presiones generadas por quienes eran vistos en ese entonces como los enemigos de la Iglesia, especialmente la masonería, condenada por el catolicismo. Poco tiempo después de la restauración, el Zar expulsa a los jesuitas de Rusia. Los Generales (Fortis, Roothaan y Beckx) vuelven a instalarse en Roma después de un paréntesis de 40 años.

De 1814 hasta el Concilio Vaticano II (en los años 1960) la SJ es asociada con corrientes conservadoras y elitistas. La Orden es identificada con un incondicional apoyo hacia la autoridad del Papa y como tal expulsada de Italia, Francia, España, Nicaragua, Colombia, Ecuador, Alemania...

El resurgimiento italiano, es decir,la unificación de la península bajo la égida de la Casa de Saboya, acarreó complicaciones al Papado y a la Compañía. El conde de Cavour, primer ministro del Rey Víctor Manuel, era francamente liberal y, por ende, anticlerical. En 1870 surge la cuestión romana cuando los ejércitos piamonteses ocupan Roma y el Papa se declara prisionero en el Vaticano. La situación política posterior en Italia, obligó al Padre General Luis Martín a abandonar Roma y a gobernar desde Fiésole. A pesar de estas expulsiones y conflictos, el número de jesuitas va ascendiendo lentamente. Cuando los jesuitas alemanes fueron expulsados por Otto von Bismarck, cientos de ellos se trasladaron a Norteamérica y colaboraron en la evangelización del interior de los Estados Unidos.

Siglo XX:

A inicios del siglo XX el P. General es el alemán Franz Xaver Wernz y los jesuitas alrededor de 15.000. Durante la Primera Guerra Mundial asume el generalato el polaco Wladimir Ledóchowski. Ledochowski, un excelente líder y administrador con quien la Orden se desarrolla vigorosamente en sus tradicionales frentes: educación y misiones. Hacia el final de los años 30, los jesuitas de Estados Unidos sobrepasan a los españoles en número, formando el grupo regional más grande (más de 8.000 jesuitas). Por decreto de 23 de enero de 1932 la Segunda República Española disuelve la compañía de Jesús en España y se incauta de todos sus bienes. Tras la derrota de los republicanos en la Guerra Civil Española, se decreta el 3 de mayo de 1938, la derogación del Decreto de 23 de enero de 1932 sobre disolución de la Compañía de Jesús e incautación de sus bienes y en su virtud, la Compañía de Jesús vuelve a adquirir plena personalidad jurídica y podrá libremente realizar todos los fines propios de su Instituto, quedando, en cuanto a lo patrimonial, en la situación en que se hallaba con anterioridad a la Constitución de 1931. (B.O.E., 7 mayo 1938, p.7162s).

A finales de la Segunda Guerra Mundial emergen enormes figuras intelectuales en la Compañía como:

• el arqueólogo francés y místico Pierre Teilhard de Chardin,

• el canadiense Bernard Lonergan, (filósofo, autor de notables trabajos en Epistemología)

• y el teólogo John Courtney Murray, quien amplía las fronteras de la ortodoxia católica.

Hacia fines de los años 50, Teilhard y Murray son cuestionados por Roma. El evolucionismo de Teilhard es visto como peligroso; en tanto, la posición favorable de Murray hacia el ecumenismo y la pluralidad política hace que el Vaticano también lo censure. El General Jean Baptiste Janssens (belga) es obligado a callar a Teilhard. Durante el gobierno del Padre Janssens se desarrolla con fuerza un nuevo apostolado jesuítico: el trabajo social. Pioneros de esta nueva manifestación del carisma ignaciano son San José María Rubio (español) y San Alberto Hurtado (chileno).

El Concilio Vaticano II abre un nuevo capítulo en la relación de la Compañía con Roma. La promulgación del decreto del concilio sobre libertad religiosa reivindica al Padre Murray. La figura del jesuita Karl Rahner cobra especial relevancia en el mundo teológico. Al mismo tiempo, la Orden llega a su máxima expansión numérica (36.000 jesuitas). Pero se acerca la hora de la crisis... y el cambio.

En 1965, el viceprovincial de Japón, el vasco Pedro Arrupe es elegido General, dándose durante su generalato un giro en la línea de gobierno de la Compañía. Se pone gran énfasis en los temas de promoción de la justicia social e inculturación del Evangelio. Pero los cambios en el mundo y en la Iglesia son acelerados y comienza la disminución de vocaciones. Es más: alrededor de 8.000 jesuitas dejan la Orden. Arrupe es acusado por sectores tradicionales de ser muy "permisivo"; otros lo ven como un profeta de la nueva evangelización. La Congregación General de 1975 (la No. 32) respalda al General y proclama la nueva forma de entender la misión de la SJ: FE y JUSTICIA.

Situación actual:

Algunos hechos no hablan de una buena situación para la Compañia. División tolerada de facto en una orden A y otra orden B (tradicionalistas versus progresistas) y dificultades para responder a los grandes retos del momento son los hitos fundamentales de la crisis, que algunos consideran la mayor vivida en toda la historia, superior en gravedad a las supresiones y persecuciones violentas.

La situación ha llevado a que el general de la orden, Peter Hans Kolvenbach, anunciase su dimisión en carta a todos los jesuitas del mundo por motivos de conciencia (lo que sucede por primera vez en la historia de los jesuitas y de las órdenes religiosas)y porque "hay una situación muy difícil en el cuerpo jesuitico" ya prevista por el fundador, san Ignacio, que exige la "llamada a capítulo". Kolvenbach, ha convocado Congregación General, la 35, de modo que coincida con sus 80 años (plazo dimisionario) y al mismo tiempo dé tiempo para su preparación, que augura una reforma histórica de la Orden, prácticamente una refundación.

Los precedentes de la actual situación datan desde mediados de los años 1950 cuando comenzaron a disminuir las vocaciones en Europa, lo cual ocasiona grandes problemas; más adelante ocurre lo mismo en Estados Unidos. Tras el Concilio, la identidad sacerdotal es cuestionada por diversas razones, en el contexto de renovación y apertura de la Iglesia, Más de 6000 jesuitas salen de la Compañía (el cambio de estado de sacerdotes y religiosos afectó a toda la Iglesia). Treinta años después del Concilio, el número de jesuitas ha caído por debajo de los 20.000 habiendo perdido 15.000 religiosos. Y a la par de la caída en vocaciones, la edad promedio ha aumentado. Y a la par del descenso vocacional -excepto en la India- la edad promedio ha aumentado. El Times de Londres constata la precaria situación de la Compañía en el Reino Unido:

.. Con 900 miembros en 1939... en 2005 había 230 jesuitas en la provincia británica; además, dentro de cinco años no habrá más de 70 menores de 75 años, y de éstos, la mayoría serán mayores de 60. Un solo novicio está ahora educándose en la provincia británica...

El P. General de la Orden, Peter-Hans Kolvenbach, anunció en 2006 su intención de dimitir a los Provinciales y su convocatoria a la Congregación General 35, una reunión que se celebra después de la muerte del Prepósito o cuando éste, en acuerdo con sus Asistentes y con el beneplácito del Papa, cree que es necesario para tratar asuntos importantes de los S.J. Kolvenbach escribió que se reúnen las condiciones previstas por el Fundador, San Ignacio, que exigen la "llamada a capítulo". En 2008, Kolvenbach cumplirá 80 años de edad. La legislación actual de la Orden, aprobada por la Iglesia, le permite al General dimitir cuando su salud no es óptima o su edad muy avanzada. El primer General Jesuita en dimitir gracias a esta legislación fue Pedro Arrupe.

La innovación jesuita no siempre ha caído bien en una Roma conservadora. Y muchas veces el poder Papal ha sido más que retórico. En 1981, cuando Pedro Arrupe quedó paralizado por una embolia, el Papa nombró un Delegado Pontificio en el gobierno de la Orden, Padre Paolo Dezza. De hecho, esa figura no está presente en la legislación jesuítica, por lo que fue una medida extraordinaria de Juan Pablo II. La respuesta de la Compañía a esta medida fue ejemplar, salvo algunas voces críticas (carta de Rahner y otros teòlogos al Papa). Pero todos los observadores serios reconocieron que la transición se hizo en un ambiente de paz. En 1983, cuando por fin se reunió la Congregación General 33, el lingüista neerlandés Peter-Hans Kolvenbach fue electo como P. General. Desde entonces la Compañía ha modificado ciertas estructuras de gobierno, ha renovado su apostolado educativo, ha arriesgado por abrir otros nuevos -trabajo con refugiados y migrantes, nuevos centros sociales-. En él último cuarto de siglo el número de miembros ha disminuido de 26.000 a menos de 20.000, lo cual ha motivado la unificación de algunas Provincias y el cierre de obras o traspaso de la dirección de algunas a seglares, entre otras consecuencias.

En la actualidad hay 19.800 jesuitas en el mundo de los cuales 14.000 son sacerdotes, 1900 hermanos y 4.000 son escolares (religiosos en etapa de formación), presentes en 127 países. Los centros universitarios que tiene la Compañía de Jesús son 56 universidades y escuelas politécnicas en 19 países, y casi 400.000 alumnos.

Además de facultades de teología y filosofía en los cinco continentes para la formación del clero y de los mismos jesuitas.

Otras obras son: Radio Vaticana, Observatorio Astronómico Vaticano, las Escuelas Profesionales de la Sagrada Familia (España), el Movimiento de Educación Popular "Fe y Alegría" (en América Latina), Hogar de Cristo (obra social presente en Chile, Perú y Ecuador), Servicio Jesuita a Refugiados, fundado por su anterior General, Pedro Arrupe, centenares de parroquias y centros sociales, además de muchos colegios centenarios en América y Europa. Además son asesores de una institución laical de derecho pontificio: las Comunidades de Vida Cristiana - CVX.

Tras obtener de Benedicto XVI la autorización para convocar la CG 35 la Compañía y su General han iniciado el proceso para nombrar a los delegados que asistirán a Roma en enero de 2008. Se prevé que la asamblea enfrentará los retos que significan su decreciente número de miembros, su relación con los laicos y la globalización.

Actitudes sociales:

La Compañía de Jesús ha cambiado mucho a lo largo de los siglos. A inicios del siglo XXI es un mosaico de diferentes identidades, desde las más conservadoras, como la del jesuita francés Tony Anatrella, que escribió el argumento vaticano en contra de la ordenación de sacerdotes homosexuales en la reciente Instrucción de Benedicto XVI, hasta las más progresistas, como las de algunos jesuitas mexicanos, cercanos a grupos de extrema izquierda como el EZLN, o la APPO. Otro ejemplo de estas últimas posiciones fue la Teología de la liberación desarrollada por algunos jesuitas, entre otros sacerdotes y religiosos, en América Latina durante los años 1960 y 70. El hecho de tomar partido con los oprimidos ha sido a veces peligroso para los jesuitas. En 1989, el jesuita Ignacio Ellacuría y otros cinco religiosos de la Compañía, fueron asesinados por la Fuerza Armada de El Salvador, luego de años de intensa actividad en defensa de los derechos humanos en ese país. En 1997, un jesuita fue golpeado en la India por trabajar con "los intocables", la casta social más baja. Otro jesuita indio fue asesinado a tiros en el 2000. Varios han muerto en guerras civiles en África y el sudeste de Asia, realizando acciones de ayuda social. La Compañía de Jesús tiene fuertes debates internos, signo visto como fortaleza o debilidad dependiendo de los criterios.

En esta línea, el 6 de mayo de 2005 se hizo público el retiro de Thomas Reese, S.J., como editor de América, la prestigiosa revista jesuita de Estados Unidos. La Congregación para la Doctrina de la Fe pidió a la Compañía de Jesús su remoción argumentando que su línea editorial ponía en duda el magisterio de la Iglesia. Y, en marzo de 2007 la Congregación para la Doctrina de la Fe condenó la obra del teólogo salvadoreño, de origen español, Jon Sobrino, uno de los padres de la Teología de la Liberación, porque «sus proposiciones no están en conformidad con la doctrina de la Iglesia», «La medida no puede ser interpretada como una sanción o condena» del teólogo, explicó el portavoz del Vaticano, el sacerdote Federico Lombardi, jesuita como Sobrino, pero sí es un duro golpe para esta teología que sostienen los jesuitas en Latinoamérica.

Superior General de la Compañía de Jesús:

Estructura del gobierno de la Compañía: Todo jesuita que ingresa en la Orden depende del Superior General. Para facilitar el gobierno, la Orden está dividida en sectores geográficos o lingüísticos llamados asistencias (actualmente son ocho) y, dentro de cada una de ellas, en Provincias que suman un total de 85. La autoridad en la Orden la tiene el Superior General que es elegido por la Congregación General ordinaria, en caso de fallecimiento o incapacidad de su predecesor. El gobierno del Superior General es vitalicio. Sin embargo, puede renunciar a su cargo, si una causa grave le inhabilita definitivamente para sus tareas de gobierno. En otros casos, como enfermedad o edad avanzada, el General puede nombrarse un Vicario Coadjutor


martes, 15 de julio de 2008

Habla el fundador de la Familia Sodálite




Fuente: Zenit.org
Autor: . Familia Sodálite, conjunto de personas y obras que comparten la espiritualidad del Sodalicio de Vida Cristiana http://www.familiasodalite.org/ --


¿Podría explicar esta nueva realidad eclesial que se conoce como la Familia Sodálite?


--Luis Fernando Figari: La Familia Sodálite surge en torno al Sodalitium Christianae Vitae, institución que tras un proceso de maduración eclesial y de discernimiento de su forma canónica fue aprobado por el Siervo de Dios Juan Pablo II el 8 de julio de 1997 como Sociedad de Vida Apostólica de Derecho Pontificio. Desde sus orígenes en 1971, el Sodalitium surge en el cauce del Concilio Vaticano II. Se ve fascinado por la difusión conciliar del laico y su misión como bautizado. La inspiración de la comunidad cristiana primitiva impulsa a formar comunidades de vida cristiana en el mundo en las que estén representadas en vital armonía los diferentes estados de vida y características vocacionales. La idea de la cooperación entre laicos y sacerdotes, apoyándose mutuamente al servir a la misión de la Iglesia surge como un impulso para comprometerse en la renovación de la vida cristiana y en la transformación del mundo según el Plan de Dios. En torno al Sodalitium, ya desde la década de los años ’70, fueron surgiendo varias agrupaciones y asociaciones que aunque tienen su mismo carisma son distintas entre sí. Así, por ejemplo, el Movimiento de Vida Cristiana, que nacido en 1985 desde 1994 cuenta con el reconocimiento pontificio. Hay dos asociaciones de mujeres consagradas que se orientan a ser sociedades de vida apostólica. Existen otras asociaciones, entidades de servicio solidario y cultural, y millares de personas que a título personal participan de la espiritualidad sodálite y se encuentran identificadas con esta familia espiritual. Entre todas ellas la más extendida —alcanza ya los cinco continentes— y también la más numerosa —cuenta con decenas de millares de adherentes— es el Movimiento de Vida Cristiana. Todas estas realidades eclesiales se incluyen en la Familia Sodálite.


--No es común que un laico sea el fundador de un movimiento eclesial que incluye sacerdotes, religiosas y laicos consagrados.


--Luis Fernando Figari: En realidad no es tampoco tan extraño. Pensemos en San Francisco de Asís, al fundar él era laico. También podemos pensar en el laico Juan Ciudad Duarte, más conocido como San Juan de Dios, fundador de la Orden Hospitalaria de San Juan de Dios, integrada por laicos y sacerdotes. Igualmente se puede recordar a Concepción Cabrera de Armida, fundadora de los Misioneros del Espíritu Santo. No han sido pocos los laicos que el Señor ha invitado a fundar formas de vida asociada en su Iglesia. Eso se puede ver hasta nuestros días en Pierre Goursat, Chiara Lubic, Kiko Argüello, Jean Vanier y algunos otros más en la línea de los movimientos y nuevas asociaciones. Todos ellos son laicos. Pienso que se trata de un carisma, y como tal una merced gratuita que Dios da y que la persona que la recibe, respondiendo desde su libertad, se ve convertida por puro don en el fundador o impulsor de un movimiento eclesial, de una sociedad de vida apostólica o de una congregación, o de varias juntas.


--¿Qué lo impulsó a fundar una sociedad de vida apostólica, un movimiento eclesial, y dos sociedades de mujeres consagradas?


--Luis Fernando Figari: Adelantemos la respuesta: ¡Dios! Sí, precisamente Él es quien suscitó un proceso de búsqueda sobre el sentido de mi propia vida y sobre la consciencia de que era urgentísimo construir una sociedad más justa, más respetuosa de la dignidad y los derechos humanos, más fraterna y pacífica. Fue un proceso intenso, iluminado por la fe, que fue haciéndose vida y me fue llevando a la convicción de que la clave de todo cambio está en el ser humano. Y la única fuerza que puede producir ese cambio en la persona es la fe. La gracia de Dios y el auxilio de Santa María avivan un ardor interior, un fuego vivo que a veces describo como alimentado por el óleo del Espíritu Santo, que me va conduciendo a interiorizar este horizonte y volcarlo a la acción. Así fue naciendo la idea de asociar a otras personas para el gran sueño de vivir la reconciliación traída por Jesús y de hacerse servidores de la Palabra para anunciar a todos que los espejismos y sucedáneos que tanto abundan no son la solución, sino que ella sólo está en el Señor Jesús. Así las circunstancias se fueron presentando como condiciones para vivir una vida cristiana y para irradiar la fe a un mundo en cambios acelerados que parecía perder el rumbo. Más que con unos planes claros el Sodalitium Christianae Vitae fue surgiendo y perfilándose bajo el soplo del Espíritu. Ya desde los primeros años, al ver los frutos, quedaba clarísima la desproporción entre ellos y el pobre vaso de barro que se veía urgido a emprender tan grande compromiso. Precisamente así la luz de Dios brillaba con mayor nitidez mostrando que esos frutos y cuanto ocurría venían de Él. Desde el inicio la cercanía y acompañamiento de varios Sucesores de los Apóstoles fue motivo de mayor ardor en el compromiso por adherirse a la fe, llevarla al corazón y plasmarla en la acción cooperando con la amorosa gracia que el Espíritu derrama en los corazones, buscando en todo responder al divino Plan. Hoy con inmensa gratitud a Dios el mínimo Sodalitium está sirviendo en la misión de la Iglesia en numerosos países. El Movimiento nace tras una intensa experiencia espiritual tenida en Roma con ocasión del Jubileo de los Jóvenes en 1984. Percibí un impulso interior que me llevaba a la convicción de que para encaminar a esa familia que se empezaba a formar en torno al Sodalitium sería maravilloso, si así lo tenía Dios en su Plan, un movimiento eclesial. Tras un proceso de oración y discernimiento nacía en 1985 el Movimiento de Vida Cristiana. Las dos fundaciones de vida consagrada femenina tuvieron que esperar, como todo, los ritmos de Dios. Pues de eso se trata, ya que la iniciativa siempre viene de Él. El primer ensayo de vida femenina consagrada fue en 1975, pero no dio resultado. Tras sendos procesos de oración y discernimiento, que duraron algunos años, nació la Fraternidad Mariana de la Reconciliación, aprobada arquidiocesanamente en Lima en 1991, y luego, ante nuevos signos, las Siervas del Plan de Dios, aprobadas también arquidiocesanamente en 1998. Ambas vienen creciendo en forma sostenida, lo que lleva a exclamar desde un corazón agradecido: ¡Alabado sea Jesucristo!


--En poco tiempo ha tenido una gran extensión por todo el mundo, sobre todo por América Latina. ¿A qué atribuye el crecimiento del Movimiento de Vida Cristiana?


--Luis Fernando Figari: Creo que hay una gran hambre de Dios que requiere ser atendido. Hoy vivimos una dolorosa crisis en la identidad de hijos de la Iglesia. El Papa Benedicto XVI hace poco en tierras de América Latina ha señalado la existencia de un cierto debilitamiento en la pertenencia a la Iglesia. Una veintena de años atrás en Perú, el Siervo de Dios Juan Pablo II había advertido algo semejante, así como lo hizo en otros lugares. Son muchos los factores socio culturales que piden una mayor coherencia en el conocimiento de la fe, en la vida de la fe, en la celebración de la fe. Al mismo tiempo la adhesión existencial a Jesús, a sus enseñanzas y el amor a la Iglesia van parejos con la preocupación de construir una sociedad más justa, fraterna y reconciliada, desde la única perspectiva que la podrá hacer posible, la reconciliación con Dios y con uno mismo. Sólo desde esa dimensión se producirá un cambio que centrado en el amor y la solidaridad lleve un dinamismo reconciliador que edifique un mundo más justo y pacífico. Esa visión y ese compromiso forman parte de la cosmovisión y acción de los integrantes del Movimiento de Vida Cristiana. Esa perspectiva dirigida al ser humano total está enraizada en la vida del Movimiento, pero su crecimiento no creo que se pueda atribuir a ello, ni al método pedagógico con que se vive el itinerario de fe, ni al sentido de comunión y fraternidad, sino tal vez a la invitación a que cada quien tome responsabilidad de la propia libertad, de acuerdo a su dignidad de persona humana. ¿Quizá por allí hay una clave? En corazones así dispuestos la gracia amorosa que el Espíritu derrama encuentra una cooperación efectiva. En última instancia toda bondad, todo bien viene de Dios.


--Hay quienes afirman que el lenguaje de la Iglesia no llega a la juventud. Desde la experiencia Sodálite, ¿cómo respondería usted a esta objeción?


--Luis Fernando Figari: El Papa Juan Pablo II y ahora el Papa Benedicto XVI han impulsado el proceso de Nueva Evangelización. Éste permite que las verdades de la fe de siempre sean presentadas de una manera existencial que ayude a mejor comprenderlas y a abrirse a la gracia para vivirlas día a día dando gloria a Dios. Quien llama al interior de la persona es el Señor Jesús y lo hace desde su misión y la fascinación que su misterio produce. Quien realmente se encuentra con Él experimenta la avasalladora atracción de la Verdad. Tal encuentro con Él mueve tanto a la adhesión afectiva como a la de la verdad que su Persona revela. Y es que el Señor Jesús apela a la mente con la Verdad, cuya belleza despierta la emoción, e invita a recorrer su sendero buscando hacer el bien, «como Él pasó haciendo el bien». En el encuentro sin miedos con Jesús la razón se enciende y los sentimientos se avivan superando las rupturas y las tensiones que agobian a la persona pues Él, que es el Reconciliador, ofrece al ser humano la respuesta reconciliadora a todas las rupturas, abriendo el camino de la armonía de la razón y el afecto, así como recuperando el horizonte trascendente de la existencia. El corazón del mensaje de la Iglesia es el Señor Jesús, y Él es «el mismo ayer, hoy y siempre». Es a Él a quien buscan los jóvenes, aún si algunos se ciegan ante su luz, otros tropiezan en las tinieblas del mundo, otros se dejan fascinar por sucedáneos. Pero millones de millones le abren su corazón. ¿Nos hemos acaso olvidado de esos dos millones de jóvenes en Tor Vergata? ¿O acaso no percibimos la búsqueda interior de la inmensa multitud de jóvenes reunidos en la última Jornada Mundial de la Juventud, en Alemania? Hay un sentido de aventura y de búsqueda de la verdad, de ansia de infinito, de nostalgia de reconciliación que está metido en lo profundo del joven. Cuando se tocan esas fibras interiores los jóvenes responden ansiando ser y vivir en autenticidad, escuchando lo hondo de su corazón. Se requiere intrepidez y dejar de lado el miedo. Por algo desde el Magisterio se viene repitiendo aquel «¡no tengáis miedo!», en vivo eco de Jesús. Los jóvenes que vencen el temor pueden vivir la audacia de la gran aventura del encuentro de amistad con el Señor Jesús. ¡Y de hecho muchos lo hacen!


--¿Qué papel considera que tienen los movimientos eclesiales hoy dentro de la Iglesia?


--Luis Fernando Figari: Ayer como hoy creo que es fundamental. Históricamente los movimientos han sido dones del Espíritu Santo en la vida de la Iglesia. Por ejemplo, el Cardenal Joseph Ratzinger al analizar históricamente la realidad de los movimientos señalaba que ya en el siglo III, en el monacato, se podían identificar las características de un movimiento. Decía que «sin ninguna dificultad se puede definir el monaquismo como un ‘movimiento’». Estoy convencido que han habido muchas oleadas de «movimientos» a lo largo de la historia de la Iglesia. Es una de las maneras en que el Espíritu vitaliza al Pueblo de Dios. Hoy aparece una nueva floración de ellos. Maravilla el surgimiento de movimientos con características y formas tan diversas, con estilos distintos, respondiendo a diversas necesidades pero vinculados sólidamente a la comunión eclesial. El gran don del Espíritu que se expresa en los movimientos eclesiales que nacen en el hoy de nuestra historia, en el cauce del Concilio Vaticano II, ha sido puesto espléndidamente de relieve por el Magisterio del Papa Juan Pablo II y del Papa Benedicto XVI. Esas oleadas de expresiones asociativas eclesiales que llamamos movimientos son respuestas del Espíritu Santo ante los desafíos y nuevas situaciones con las cuales se va encontrando la Iglesia en su historia. Hoy, especialmente vinculados a la Sede de Pedro y al mismo tiempo en comunión con los obispos locales, los movimientos eclesiales van enriqueciendo la realidad del Pueblo de Dios con los carismas que reciben del Espíritu Santo. Se habla mucho de la vitalidad de los movimientos y surge el asombro por el impulso espiritual y la radicalidad evangélica que aportan a las Iglesias particulares. Ello constituye un don para la misión apostólica y una responsabilidad para los integrantes de los movimientos eclesiales de responder al impulso recibido del Espíritu y expresar la fidelidad a la fe de la Iglesia, buscando siempre vivir con coherencia cristiana la vida diaria.


--Cuáles son los nuevos desafíos que aparecen ante la juventud al comenzar el siglo XXI?


--Luis Fernando Figari: Hay numerosas crisis que debilitan la fe, especialmente de aquellos que menos formados están en ella. El secularismo, el racionalismo, el agnosticismo funcional, el hedonismo, la desconfianza epistemológica, la desvalorización del intelecto, reduccionismos de todo tipo y otras tendencias e ideologías ampliamente difundidas hoy son como un humus negativo cultural en el que la persona se debate sin dejar de aspirar a superar esas trampas para ser aquello que desde su interior aspira a ser. Hay una dimisión generalizada de lo humano, de la dignidad de la persona. Este clima adverso podría sintetizarse en tres crisis: del pensamiento, de los deseos y de la acción. La juventud, en general, las sufre muy fuertemente por ser más proclive a caer en el subjetivismo, fomentado por los medios. Por ello el anuncio de la fe debe ser integral y responder a esas tres áreas críticas. Frente a toda la problematicidad en torno a la verdad y el subjetivismo, es necesario anunciar con claridad a Aquel que es «la Verdad», ayudando a que el conocimiento de Jesús vaya parejo con sus enseñanzas, la fe que custodia la Iglesia. Ante una confusión entre «me gusta» por tanto es bueno, «no me gusta» por tanto es malo, ante la crisis de valores y de deseos, ofrecer el Camino del Señor, de Aquel que pasó haciendo el bien y que asume situaciones duras y que producen sufrimiento por causa de valores auténticos y mayores. Hay que ayudar al joven a que comprenda que sus deseos no son la norma, que en ocasiones de hecho desea cosas que son malas. Cuando el Papa Juan Pablo II hablaba del «pecado como un acto suicida», implicaba que hay deseos que son mortales. Se trata de presentar el sentido y la importancia del bien en el camino a la felicidad. Hay el peligro de actuar mal, ante el cual es importante presentar el valor del recto actuar. La prudencia y la caridad no son ajenas a un recto ejercicio de la acción. Incluso en este mundo en rápido cambio se puede hablar de una espiritualidad de la acción que se exprese en la caridad que es la fuerza capaz de cambiar al hombre y al mundo. No es por nada que se dice que «sólo los santos cambiarán el mundo». Y hay que recordar que todo bautizado está llamado a ser santo.


--¿Cuál es la respuesta que da el Movimiento de Vida Cristiana frente a los nuevos problemas que se plantean en la sociedad y en la Iglesia?


--Luis Fernando Figari: En verdad contestar a eso llevaría mucho tiempo. Pero algo se puede decir. Ante todo la convicción de que sin Dios ni el hombre ni la sociedad pueden alcanzar sus metas. La respuesta del Movimiento nace de la fe y de la adhesión, afectiva y efectiva a la Iglesia. Hoy que tantas cosas son puestas en cuestión se tiene la firme convicción de que la fe y la activa vida eclesial constituyen la clave para la realización de la persona humana y para hallar respuestas a las dificultades que se presentan en la vida económica, social, cultural. Abundan los diagnósticos sobre la situación. ¡Hay catálogos de distintos diagnósticos! Lo que no se puede negar es que se está viviendo en un tiempo en el que impera la cultura de muerte, la dimisión de lo humano. Nosotros mismos hemos impulsado reflexiones sobre los desafíos y soluciones posibles. En marzo de este año se realizó un importante Congreso-Seminario con destacados participantes de diversos países de América Latina. El resultado fue de la mayor importancia y serenidad. Se constató que hay problemas de siempre que deben ser atendidos, y que hay nuevos problemas que igualmente requieren atención. Esto es un hecho, como lo es que la raíz de todos ellos es la ruptura con Dios, consigo mismo, con los demás, con el cosmos introducida por el pecado original y acrecentada por los pecados personales. ¡El problema fundamental es espiritual! Los demás problemas reales, y que deben ser atendidos, son secuelas de esa problemática espiritual. La historia lo prueba fehacientemente. Los fracasos de tantos programas, ideologías, gobiernos jalonan trágicamente la historia. Son muchos los que por las urgencias descuidan lo esencial y necesario. Es fundamental ir a lo esencial. A partir de esa perspectiva se puede ir ensayando respuestas a los demás problemas. Es como tener una brújula. Con ella se marcan las coordenadas básicas y se puede establecer una ruta. Sin ella se dan vueltas en círculo. Hoy parece que se dan demasiadas vueltas en círculo. A poco más de tres años de la fundación del Movimiento, el Papa Juan Pablo II planteó un camino sumamente sugerente: ¡Hambre de Dios, sí! pero ¡hambre de pan, no! «Veo que aquí hay hambre de Dios, hambre que constituye una verdadera riqueza, la riqueza de los pobres que no se debe perder con ningún programa». Y añadía: «Hay aquí hambre de pan. Por eso el Señor nos ha enseñado a rezar: ‘El pan nuestro de cada día dánosle hoy’. Hay que hacer todo lo posible para llevar ese pan de cada día a los hambrientos». Son las coordenadas que hablan de un programa integral que va al encuentro de las necesidades del ser humano concreto. ¡De eso se trata! El Papa Benedicto en su primer viaje a América Latina se ha movido dentro de esas coordenadas orientando al Pueblo de Dios de esas tierras ante los problemas que se plantean en la Iglesia y en la sociedad. «El motivo principal de mi viaje tiene un alcance latinoamericano y un carácter esencialmente religioso», dijo desde el principio. Sus enseñanzas son extensas y de sabia prudencia. No se puede intentar resumirlas en una entrevista, pero no deja de llamar la atención su reiterada invitación a implementar una intensa evangelización que emplee el Catecismo de la Iglesia, y el recurso en la caridad social a la Enseñanza social de la Iglesia. En esa línea el Movimiento de Vida Cristiana ha venido desarrollando sus actividades, buscando atender activamente al hambre de Dios, así como solidaria y fraternamente al hambre de pan, hambre de salud, hambre de techo, hambre de vestido, hambre de convivencia social reconciliada, de estructuras que respondan a la dignidad y derechos del ser humano según el divino Plan. Siendo lo fundamental la evangelización propiamente tal, el anuncio del Señor Jesús y su Reino, ante la descristianización creciente de nuestros tiempos, tampoco se debe dejar de recordar que el seguimiento de Cristo tiene consecuencias en la vida social que deben ser implementadas.

domingo, 6 de julio de 2008

Claves para el desarrollo justo y sostenible, según el Papa

Advierte que la globalización no es sinónimo de orden mundial

CIUDAD DEL VATICANO, domingo, 6 enero 2008 (ZENIT.org).-
Para «preferir el bien común de todos al lujo de pocos y a la miseria de muchos» se necesita «una gran esperanza», alerta Benedicto XVI.

La solemnidad de la Epifanía -celebración de «Cristo, Luz del mundo, y su manifestación a las gentes»--, con la adoración de los Magos de Oriente al Mesías en Belén, expresa la extensión de la bendición de Dios «a todos los pueblos», «a la Iglesia universal» «que acoge en su seno a toda la humanidad», expresó el Papa en su homilía, en la Santa Misa que presidió este domingo en la Basílica Vaticana.

En su mirada a la humanidad, el Santo Padre quiso aludir al fenómeno de la globalización, que en absoluto es «sinónimo de orden mundial».

Y es que «los conflictos por la supremacía económica y el acaparamiento de los recursos energéticos, hídricos y de las materias primas hacen difícil la labor de cuantos, en todo nivel, se esfuerzan por construir un mundo justo y solidario», lamentó.

Por eso «existe la necesidad de una esperanza mayor, que permita preferir el bien común de todos al lujo de pocos y a la miseria de muchos», y tal esperaza «sólo puede ser Dios», confirmó.

Pero «no un dios cualquiera» --insistió, remitiéndose a su reciente Encíclica «Spe salvi»--, sino «el Dios que tiene un rostro humano», esto es, «el Dios que se ha manifestado en el Niño de Belén y en el Crucificado-Resucitado».

Es la certeza de una «gran esperanza» aquello que permite «perseverar en la sobriedad» --indicó--; al contrario, la carencia de la «verdadera esperanza» conduce a buscar la felicidad «en la ebriedad, en lo superfluo, en los excesos», lleva a la ruina de uno mismo y del mundo.

Por eso, según el Papa, «la moderación no es sólo una regla ascética, sino también un camino de salvación para la humanidad».

«Ya es evidente que sólo adoptando un estilo de vida sobrio, acompañado del serio compromiso por una equitativa distribución de las riquezas, será posible establecer un orden de desarrollo justo y sostenible», subrayó en su homilía ante cardenales, obispos, miembros del cuerpo diplomático y fieles.

De aquí también la necesidad de personas «que alimenten una gran esperanza y posean por eso mucha valentía», reconoció.

Y ello a ejemplo de los Magos, quienes, como recordó Benedicto XVI, «emprendieron un viaje siguiendo una estrella y supieron arrodillarse ante un Niño y ofrecerle sus preciosos dones».

«Todos necesitamos de este valor, anclado en una sólida esperanza», concluyó, implorándolo por intercesión de la Virgen María.

Por Marta Lago