domingo, 29 de diciembre de 2019

¿Qué hacer cuando llega la aridez espiritual?

La única salida es cerrar los ojos y darle las manos a Jesús para ser guiados por él

Por: Felipe Aquino | Fuente: Cançao nova




Muchas veces podemos pasar por algún período de aridez espiritual, es decir, no tenemos ganas de rezar, se hace difícil ir a Misa, rezar el Rosario se hace pesado, etc. Incluso recibir la Sagrada Comunión se vuelve un sacrificio ante las dudas que pueden alcanzar nuestra alma. Hasta parece que el cielo desapareció.


¿Cómo vencer este estado espiritual en el cual parece que Dios está lejos y que nos falta fe?

 
Primero, es necesario verificar que esta situación no sea tibieza, esto se debería a nosotros mismos, nuestra culpa por no perseverar en el cuidado de la vida espiritual, y sobre todo, verificar que no haya pecados graves en nuestra alma, que puedan estar ahuyentando de la misma, la gracia de Dios.
 
Si no hay pecados en el alma, entonces, es necesario ante todo, calma, paciencia y perseverancia en los ejercicios espirituales: oración, vida sacramental, caridad, penitencia, etc. Aun sin ganas o sin gusto, sin sabor, continuar, sin parar los ejercicios espirituales jamás.

A veces, Dios permite estas pruebas para que aprendamos a “buscar más al Dios de las consolaciones que a las consolaciones de Dios”, como dice un santo. San Juan de la Cruz, místico que vivió tanto lo que dio en llamar de “noche oscura”, afirmó que “el progreso de una persona es mayor cuando la misma camina a oscuras y sin saber”

Muchas veces, nos deleitamos en las oraciones más sabrosas, llenas de fervor sensible,
como los niños, cuando comen dulces; pero cuando se viene la lucha, abandonamos la oración.


Veamos lo que dice el Apóstol:
 
“Habéis echado en olvido la exhortación que como a hijos se os dirige: Hijo mío, no menosprecies la corrección del Señor; ni te desanimes al ser reprendido por él. Pues a quien ama el Señor, le corrige; y azota a todos los hijos que acoge. Sufrís para corrección vuestra. 

Como a hijos os trata Dios, y ¿qué hijo hay a quien su padre no corrige? Más si quedáis sin corrección, cosa que todos reciben, señal de que sois bastardos y no hijos. Además, teníamos a nuestros padres según la carne, que nos corregían, y les respetábamos. ¿No nos someteremos mejor al Padre de los espíritus para vivir? ¡Eso que ellos nos corregían según sus luces y para poco tiempo!; mas él, para provecho nuestro, en orden a hacernos partícipes de su santidad”. (Hb 12,5-10)


Dios nos quiere santos, y también algunas veces, es por las pruebas y la aridez espiritual que Él arranca las hierbas dañinas del jardín de nuestras almas. ¡Coraje, alma querida de Dios! Jesús dijo que Él es la vid verdadera y su Padre, el buen agricultor, que podará todo ramo bueno que dé frutos, para que produzca aun más. (cf. Jn 15,1-2).


No podemos desear sólo el azúcar del pan y renegar del pan del sacrificio. A veces, la meditación es difícil, la oración es penosa, distraída, surgen las noches y las tinieblas. En esos momentos, es necesario el silencio, la paciencia, el abandono. El esposo ha de volver pronto… dentro de poco llegará la aurora y los fantasmas desaparecerán.


Cuanto más oscura se ponga la noche, más nos acercamos a la aurora. Dios sabe lo que estamos viviendo, ¡Alabado sea su santo Nombre! Llegó la hora de abandonarnos en sus manos paternas.


Ante las tribulaciones, algunos sienten el corazón como que de hielo, no sienten más amor por Jesús, pierden la piedad, se sienten condenados. ¡Qué desoladora confusión espiritual!
 
En momentos como estos, la única salida es cerrar los ojos y darle las manos a Jesús para ser guiados por Él en la fe; ¡confianza y abandono mi hermano! Sólo el Señor sabe el camino para salir de este matorral cerrado y oscuro.
Dios nos prepara para la contemplación por las pruebas pasivas, así nos enseñan los santos. Él las produce y al alma sólo le resta aceptarlas. Es el duro camino de los que quieren la perfección. Él está purificando el alma, el Cirujano Celestial está operando el alma.
 
San Juan de la Cruz habla de la famosa “noche de los sentidos”, llena de aridez y de pruebas, un verdadero martirio para el alma. Según el santo doctor, es Jesús quien llama al alma a caminar con Él por el desierto, aun quemándonos los pies y quemados por el sol, para santificarnos.


Calma, alma querida de Dios, ¡Él permite esto porque te ama mucho! El buen fuego no es el de pajas, alto, bonito, pero rápido, que enseguida se apaga, sino que es el fuego bajo el que llega hasta la leña gruesa y permanece por mucho tiempo. El fuego de paja es sólo para comenzar.
 

Es esto lo que ocurre, no te asustes, no te preocupes si es que el gusto por rezar desapareció y se volvió ahora un sacrificio penoso. La fe no es un sentimiento y mucho menos sentimentalismo; fe es la adhesión, con la mente, a Dios, a sus verdades y a sus determinaciones.
 

No te preocupes por “sentir” o no fe o devoción; sólo vívelas. Ve a Misa, al grupo de oración, reza el Rosario, con o sin ganas, con o sin sabor, con o sin sentimientos. De esta forma tendremos aun más méritos ante Dios.

miércoles, 25 de diciembre de 2019

NAVIDADAD 2019











¿Qué es la Navidad?

La Iglesia en su misión de ir por el mundo llevando la Buena Nueva ha querido dedicar un tiempo a profundizar, contemplar y asimilar el Misterio de la Encarnación del Hijo de Dios; a este tiempo lo conocemos como Navidad.

Cerca de la antigua fiesta judía de las luces y buscando dar un sentido cristiano a las celebraciones paganas del solsticio de invierno, la Iglesia aprovechó el momento para celebrar la Navidad.

En este tiempo los cristianos por medio del Adviento se preparan para recibir a Cristo,"luz del mundo" (Jn 8, 12) en sus almas, rectificando sus vidas y renovando el compromiso de seguirlo.

Durante el Tiempo de Navidad al igual que en el Triduo Pascual de la semana Santa celebramos la redención del hombre gracias a la presencia y entrega de Dios; pero a diferencia del Triduo Pascual en el que recordamos la pasión y muerte del Salvador, en la Navidad recordamos que Dios se hizo hombre y habitó entre nosotros.

 Así como el sol despeja las tinieblas durante el alba, la presencia de Cristo irrumpe en las tinieblas del pecado, el mundo, el demonio y de la carne para mostrarnos el camino a seguir.

Con su luz nos muestra la verdad de nuestra existencia. Cristo mismo es la vida que renueva la naturaleza caída del hombre y de la naturaleza.

 La Navidad celebra esa presencia renovadora de Cristo que viene a salvar al mundo.

 La Iglesia en su papel de madre y maestra por medio de una serie de fiestas busca concientizar al hombre de este hecho tan importante para la salvación de sus hijos.

 Por ello, es necesario que todos los feligreses vivamos con recto sentido la riqueza de la vivencia real y profunda de la Navidad.

 Por último, es necesario recordar que durante la Navidad celebramos en tres días consecutivos, 26, 27 y 28 de diciembre, tres fiestas que nos hacen presente la entrega total al Señor: San Esteban, mártir que representa a aquellos que murieron por Cristo voluntariamente. San Juan Evangelista, que representa aquellos que estuvieron dispuestos a morir por Cristo pero no los mataron.

 San Juan fue el único Apóstol que se arriesgó a estar con La Virgen al pie de la cruz.


 Los Santos Inocentes que representan a aquellos que murieron por Cristo sin saberlo.

sábado, 21 de diciembre de 2019

6 regalos espirituales que todos podemos pedirle a Dios esta Navidad

Reservemos un momento de oración para pedirle a Dios estos seis regalos espirituales

Por: Nory Camargo | Fuente: Catholic-link.com



Todos sabemos que los regalos indudablemente hacen parte de esta época navideña.

 Empezamos a pensar qué regalarle a nuestros amigos o familiares, realizamos dolorosas caminatas por los centros comerciales y aguantamos filas eternas para pagar y empacar regalos.
 
Recuerdo que cuando era pequeña le escuché decir a mis padres que a ellos nos les importaba no recibir nada, ningún regalo. Que lo importante era tener a la familia reunida, gozar de buena salud y contar con la dicha de compartir con los que más queríamos. Lo que decían me parecía inconcebible, absurdo y doloroso. ¿Cómo alguien podía decir semejante cosa? Como diría mi abuelo, «semejante barbaridad»


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¿De qué se trataba entonces la Navidad si no era de regalos? 

La angustia por ese comentario fue tal, que lloré a escondidas (solo un poquito), al pensar que un día ninguno de los regalos que estaría debajo del árbol, llevaría mi nombre. Pero entonces pasaron los años y comprendí que mis padres tenían razón. Las experiencias de la vida me enseñaron que los regalos materiales no se comparan con los regalos espirituales, o más bien, con aquellos que no son tangibles, los que no puede comprar ni el hombre más multimillonario del planeta.
 
Estos son algunos regalos que el dinero no compra, y que todos deberíamos pedir esta y todas las Navidades que Dios nos conceda:

1. Amor

 

¿Amor? ¡Ay Nory pero que cursi eres! Resulta que últimamente he pensado mucho en esa frase que dice «Dios es amor». Hace unos años no la entendía muy bien, me parecía un argumento pobre o una respuesta floja que la gente daba cuando no sabía qué más responder. Pero lo que sucede es que he comprobado, que efectivamente el amor lo transforma todo.


Es increíble ser testigo de lo que puede llegar a hacer el amor, cuando amamos a otros y nos dejamos amar ¡cómo nos cambia la vida! Pidámosle esta Navidad a Dios, que nos regale amor, toneladas de amor. Amor propio, amor en nuestra familia, amor para nuestros hijos, amor por nuestra pareja y también, para los que nos hacen la vida un poco difícil.

2. Alegría

 

Qué pereza estar con alguien que no tira ni media sonrisa, que se vive quejando de todo o que para rematar, lo único que hace es estar de mal genio. Es cierto que la vida nos da golpes duros y que no todo puede ser felicidad. Per no dejemos que los problemas o los obstáculos nos arrebaten la alegría.

Irradiarla nos permite construir hermosos recuerdos con los demás, nos permite también contigiarla y permitirle saber a los que nos rodean, que vale la pena esforzarse por no dejársela quitar. Si la hemos perdido, pidámosle a Dios la gracia de tenerla de vuelta, y si nos caracterizamos por ser personas alegres, que el don se nos multiplique por 100.

3. Esperanza

 

Este sí que podría llegar a ser un regalazo. Porque nos hace falta y por montones, la esperanza nos permite ser como esa vela caprichosa del pastel a la que soplan, y tras unos breves segundos, se vuelve a prender. Nos permite ver la vida con ilusión y optimismo, aunque el panorama sea desalentador y oscuro. «Si ayudo a una sola persona a tener esperanza, no habré vivido en vano» (Martin Luther King).

4. Fe

 

Creo que la fe, aunque muchas veces flaquee, está dentro todos los seres humanos. Sin importar la religión. La fe es esa fuerza sobrenatural a la que nos aferramos cuando todo parece ir en contra. Brota desde lo más profundo de nuestro ser sin que podamos controlarla o detenerla, y ha sido plantada como una pequeña semilla en el corazón de todos, desde el vientre materno.

La fe es íntima amiga de la esperanza y es la que nos permite esperar, esperar en el amor de Dios. Es la que nos hace desear que las cosas salgan bien. Pidámosle a Dios que nunca se nos agote la fe, sin importar el dolor o lo terrible que puedan llegar a ser las circunstancias.

5. Caridad

 

Este regalo puede cambiarnos la vida. La caridad va de la mano con el servicio y la entrega desinteresada hacia los demás. En ocasiones se tiende a pensar que la caridad está únicamente relacionada con las personas necesitadas, pero resulta que la pobreza no solamente puede ser material, sino espiritual.
 
Me atrevería a decir que los niveles de pobreza espiritual superan los de la material. La caridad no debería estar disfrazada de superficialidad, debe surgir del corazón de forma genuina. Pidámosle a Dios que esta Navidad, nos otorgue el regalo de la caridad.

 «La fe, la esperanza y la caridad son como tres estrellas que se encienden en el cielo de nuestra vida espiritual para guiarnos hacia Dios. Son las virtudes «teologales» por excelencia: nos ponen en comunión con Dios y nos conducen a Él». (San Juan Pablo II)

6. Perdón

 

Este si que nos cuesta. Tal vez llevamos años lastimados, guardando rencor, arañando recuerdos que nos hieren el alma. El perdón es uno de los regalos más maravillosos que podemos experimentar, perdonarnos a nosotros mismos, aceptar el perdón de otros y tener la valentía de perdonar al que nos ha causado tanto dolor, es un acto divino de misericordia. Que además nos quita un peso enorme de encima, nos deja livianos, nos permite respirar profundo y elimina ese horrible sentimiento que nos oscurece de a poco. 


Pidámosle a Dios el regalo del perdón, para esta Navidad.

 Los regalos espirituales que podemos pedirle esta Navidad a Dios, pueden llegar a convertirse en una enorme lista, incluso más grande que la de los regalos que esperamos debajo del árbol. Cada uno sabe qué necesita más en esta época.

 Y aunque los regalos físicos forman parte de la tradición, nos hacen sentir queridos y especiales, y nos permiten demostrarle de cierto modo a nuestros familiares cuánto los amamos. Reservemos un momento de oración para pedirle a Dios estos seis regalos espirituales, que sin duda nos serán otorgados si los pedimos con la firme convicción, de que con ellos seremos mejores hijos de Dios.

Este artículo fue publicado originalmente por nuestros aliados y amigos: Ir al artículo en Catholic-link.com

sábado, 14 de diciembre de 2019

Economía sanitaria y atención a los enfermos

Humanizar la atención a los enfermos será de gran beneficio para todos.

Por: P. Fernando Pascual, LC | Fuente: Catholic.net



Hablar de economía sanitaria exige un buen nivel de competencia, pero casi todos podemos constatar, desde la experiencia de la gente, cómo afecta a la vida de las personas.
Porque según se organice la administración pública de un modo o de otro respecto de los gastos médicos, será posible recibir una mejor atención sanitaria, o encontrarse con la triste sorpresa de que no hay ni medicinas ni camas de hospital para uno mismo o para algún familiar o conocido.
Por lo mismo, la atención a la economía sanitaria afecta a todos. Si las autoridades organizan modos eficaces de usar los recursos, si saben obtener fondos sin graves daños a la sociedad, si tienen ante los ojos las necesidades concretas de la gente, habrá mejoras que beneficiarán a muchos.
No a todos, hay que decirlo, pues los recursos son siempre limitados. Por más dinero que se invierta en hospitales, en investigación, en universidades, nunca habrá suficientes atenciones para todos, especialmente en casos de enfermedades raras que exigen muchos recursos para pocas personas.
Reconocer el límite de los recursos (materiales y humanos) no significa abandonar a algunos a su suerte. No se podrá ofrecer lo mejor para todos, pero casi siempre será posible facilitar el acceso a apoyos que alivien el sufrimiento de aquellos enfermos para los que no existan tratamientos curativos.

En un mundo donde existe el peligro de caer en el eficientismo y en la obsesión por hacer que cuadren las cuentas (y hay que hacer que cuadren), todo lo que promovamos para humanizar la atención a los enfermos será de gran beneficio para todos.
La economía sanitaria, ciertamente, no enseña con qué cariño atender a un enfermo que no se vale por sí mismo, pero sí debe estar atenta para que se invierta en curas paliativas y en formación especialística que permita a casi todos el acceso a tratamientos que alivien y acompañen a quienes necesitan más cuidados.
Con buenos administradores y con gobernantes atentos a las necesidades sanitarias de la gente, los operadores sanitarios tendrán a su mano recursos y apoyos que emplearán, así lo esperamos, para el mejor bien de los pacientes, sobre todo de aquellos más necesitados de atenciones médicas y de afecto terapéutico.

domingo, 8 de diciembre de 2019

INMACULADA CONCEPCIÓN 8 diciembre 2019




Inmaculada Concepción "Declaramos, pronunciamos y definimos que la doctrina que sostiene que la Santísima Virgen María, en el primer instante de su concepción, fue por singular gracia y privilegio de Dios omnipotente en previsión de los méritos de Cristo Jesús, Salvador del género humano, preservada inmune de toda mancha de culpa original, ha sido revelada por Dios, por tanto, debe ser firme y constantemente creída por todos los fieles. "Dogma proclamado por el Papa Pío IX, el 8 de diciembre de 1854, en la Bula Ineffabilis Deus.