domingo, 29 de junio de 2008

La familia, «principal “agencia” de paz», según Benedicto XVI


Quien daña a la familia daña la paz, advierte


CIUDAD DEL VATICANO, martes, 1 enero 2008 (ZENIT.org).-

Benedicto XVI explicó en la Jornada Mundial de la Paz que el lenguaje de la paz se aprende en familia, de modo que quien daña a la familia daña también a la paz.


El Papa comenzó el primer día del año con una solemne celebración eucarística, en la Basílica de San Pedro, en la solemnidad de María, Madre de Dios, invocando la paz sobre las familias y sobre el mundo entero.
Después, al rezar el Ángelus junto a varios miles de peregrinos congregados en la plaza de San Pedro, comentó el tema de la Jornada de este año: «Familia humana, comunidad de paz».
«El mismo amor que edifica y mantiene unida a la familia, célula vital de la sociedad, favorece esas relaciones de solidaridad y de colaboración entre los pueblos de la tierra, que son propias de los miembros de la única familia humana», explicó el obispo de Roma.

«Quien obstaculiza la institución familiar, aunque sea inconscientemente --dijo citando el Mensaje para la Jornada de la Paz--, hace que la paz de toda la comunidad, nacional e internacional, sea frágil, porque debilita lo que, de hecho, es la principal "agencia" de paz».

«No vivimos unos al lado de otros por casualidad --advirtió--; todos estamos recorriendo un mismo camino como hombres y, por tanto, como hermanos y hermanas».

Por este motivo, subrayó, «es verdaderamente importante que cada quien se asuma su responsabilidad ante Dios y que reconozca en Él el manantial originario de la existencia propia y el de la de los demás».

«De esta conciencia mana un compromiso para hacer de la humanidad una auténtica comunidad de paz, regida por una ley común, que ayude a la libertad a ser realmente ella misma..., y que proteja al débil del abuso del más fuerte», propuso.

Al comenzar el año 2008, en el que se celebra «el sexagésimo aniversario de la Declaración Universal de los Derechos del Hombre», el Papa invitó a la comunidad internacional, «a emprender un camino de auténtica solidaridad y de paz estable».

domingo, 22 de junio de 2008

Nicholas Sarkozy: La laicidad no tiene derecho de desgajar las raíces cristianas


Histórico discurso en la basílica de San Juan de Letrán

ROMA, jueves, 20 diciembre 2007 (ZENIT.org).-

El presidente de Francia, Nicholas Sarkozy, pronunció un histórico discurso este jueves en Roma en el que presentó una visión de la «laicidad positiva», que no tiene derecho de cortar las raíces cristianas de su país.
El jefe de Estado ofreció un amplio análisis de su visión sobre la religión en el discurso que pronunció tras tomar posesión oficialmente del título de «canónigo de honor» de la Basílica de San Juan de Letrán, pronunciado en la Sala de la Conciliación del palacio contiguo a la catedral del Papa.
El presidente, después de haber sido recibido por el Papa en el Vaticano, explicó que «ya nadie contesta que el régimen francés de la laicidad es hoy una garantía de libertad: libertad de creer o de no creer, libertad de practicar una religión y libertad de cambiar, libertad de no ser herido en su conciencia por prácticas ostensibles, libertad para los padres de dar a los hijos una educación conforme a sus creencias, libertad de no ser discriminado por la administración en función de su creencia».
«Francia ha cambiado mucho --reconoció Sarkozy, quien ha escrito el libro «La República, las religiones, la esperanza»--. Los franceses tienen convicciones más diferentes que antes. Ahora la laicidad se presenta como una necesidad y una oportunidad».
Dejando claro esto, dijo, «la laicidad no debería ser la negación del pasado. No tiene el poder de desgajar a Francia de sus raíces cristianas. Ha tratado de hacerlo. No hubiera debido».
«Como Benedicto XVI, considero que una nación que ignora la herencia ética, espiritual, religiosa de su historia comete un crimen contra su cultura, contra el conjunto de su historia, de patrimonio, de arte y de tradiciones populares que impregna tan profunda manera de vivir y pensar».
«Arrancar la raíz es perder el sentido, es debilitar el cimiento de la identidad nacional, y secar aún más las relaciones sociales que tanta necesidad tienen de símbolos de memoria».
«Por este motivo, tenemos que tener juntos los dos extremos de la cadena: asumir las raíces cristianas de Francia, es más valorarlas, defendiendo la laicidad finalmente llegada a madurez. Este es el paso que he querido dar esta tarde en San Juan de Letrán».
Por este motivo, dijo, «hago un llamamiento a una laicidad positiva, es decir, una laicidad que velando por la libertad de pensamiento, de creer o no creer, no considera las religiones como un peligro, sino como una ventaja».
El título de «canónigo de honor» de la Basílica de San Juan de Letrán fue atribuido por los Papas a los reyes de Francia desde tiempos de Enrique IV, en 1593.
Por Jesús Colina

domingo, 15 de junio de 2008

Reacción vaticana a la moratoria de la pena de muerte aprobada en la ONU



La Santa Sede, satisfecha pero reitera la preocupación por el nascituro


CIUDAD DEL VATICANO, jueves, 20 diciembre 2007 (ZENIT.org).-


La aprobación con una neta mayoría, el pasado 18 de diciembre, en la Asamblea General de Naciones Unidas, que se celebra en Nueva York, de una moratoria universal de la pena de muerte, deja un sabor agridulce en esferas vaticanas.
Por una parte, la resolución de moratoria ciertamente tiene un valor moral y decisiones de este tipo han hecho avanzar el mapa de la vida al disminuir los países que aplican de hecho la pena capital, aunque la conserven en sus legislaciones.


Pero, por otra, queda otra asignatura pendiente en las decisiones de la ONU: preservar con la misma fuerza de convicción la vida del nascituro. Así lo ha subrayado el arzobispo Celestino Migliore, observador vaticano ante Naciones Unidas, a raíz de la histórica resolución.


Esta resolución se aprobó con 104 votos a favor, 54 contrarios y 29 abstenciones en la asamblea general. Cuando fue aprobada en comisión, recibió 99 votos favorables, 52 contrarios y 33 abstenciones.


La moratoria, sin embargo, tiene más peso político y simbólico que fuerza vinculante ya que es una invitación de la ONU a aquellos países, de entre los 192, que la integran y que conservan en su ordenamiento jurídico la pena capital, a respetar algunas convenciones internacionales y a suspender las ejecuciones.


Liderando el grupo de los países contrarios a la moratoria, en los debates en el Palacio de Cristal, sede de la ONU en Nueva York, estaban Egipto, Singapur, Barbados y países caribeños. A ellos se unen Estados Unidos, China, India, Japón, Libia e Irán, aunque en los últimos diez años nada menos que 50 países han renunciado al uso de la pena capital como instrumento de justicia.


Los países decididos a conservar la pena capital están en neta minoría y entre ellos descuellan por el número de ejecuciones China, Irán, Pakistán, Irak, Sudán y Estados Unidos.


En declaraciones retomadas por el diario vaticano «L'Osservatore Romano» hoy 20 de diciembre, el arzobispo Celestino Migliore, saludó la decisión de la asamblea general como «un premio a la paciente obra diplomática de Italia che ha desempeñado un papel importante, con una opción inteligente, porque ha logrado implicar a todo el mundo, no sólo a Europa».


El arzobispo Migliore subrayó la satisfacción de la Santa Sede y su aplauso a Italia «país exitoso en su empeño a escala global, fundado en un trabajo en equipo y la búsqueda de un consenso ampliado, que ha permitido dar en la diana del resultado esperado, y además con un número de votos confortador, positivo».


Ahora se puede hablar de «una maduración en el sentido de la importancia del valor de la vida», añade Migliore, y recuerda el repetido esfuerzo de la Santa Sede «en el intento de abrir un debate más amplio» sobre el tema de la vida.


«Hemos insistido mucho y seguimos haciéndolo para que el tema de la pena de muerte se inscriba en un marco más amplio, de promoción y defensa de la vida en todas sus fases, en todos sus momentos, desde la concepción hasta su término natural», añade.


«Creo --concluye el observador vaticano-- que esta maduración debe progresar todavía y dar pasos importantes en una visión del hombre que contemple todos sus aspectos y todas sus etapas».


Por otra parte, según el cardenal Martino, presidente de los pontificios consejos Justicia y Paz y para la Pastoral de los Migrantes e Itinerantes es «un momento ciertamente significativo pero no concluye lo que es de todos modos una lucha por la civilización».


Martino, que representó a la Santa Sede ante la ONU durante dieciséis años, añade que tenemos que ver si quienes han votado en contra de aplicar la pena de muerte se abstendrán de practicarla. Sobre ello tengo muchos temores».


«Además --observa--, se abstuvieron 29 países, por consideraciones a mi entender más de geopolítica y de alianzas que centradas en la cuestión».


«No sólo, por tanto, no hay un consenso general sino, como sucede a menudo, intereses específicos y contingentes amenazan con prevalecer sobre visiones ideales, políticas de corto alcance se imponen sobre políticas "elevadas", en el sentido propio y noble del término política», añade.


El purpurado subraya el empeño de la Iglesia en esta dirección y la obra de sensibilización a nivel internacional de la Comunidad de San Egidio, así como la «constante acción educativa, de apoyo y de testimonio» de muchas otras iniciativas católicas que se baten continuamente por «servir al hombre» y «tutelar los derechos humanos, a partir del primero de ellos, el derecho a la vida».


En este sentido, dijo que en el mundo hay todavía «muchos países que se definen estados de derecho» pero que «luego en sus legislaciones discriminan fuertemente justo al más débil y sin defensa: el nascituro».(1)


«Hay que subrayar que se da una especie de esquizofrenia en quienes reconocen al nascituro derechos específicos --en materia hereditaria y otros-- y luego le niegan el derecho principal, el de vivir», concluye.


En los próximos meses, corresponde al secretario general de la ONU, Ban Ki moon, redactar un informe sobre el respeto a la moratoria, a presentar en 2008 a la Asamblea General.


A la pregunta de si este puede ser un primer paso hacia la abolición definitiva de la pena de muerte, el arzobispo Migliore respondió a los micrófonos de «Radio Vaticano» que «obviamente estas son decisiones que serán luego maduradas en los diversos contextos nacionales que, por cultura, divergen».


«Ciertamente esta resolución lanza una señal muy importante y será un punto de referencia en los debates nacionales, en los parlamentos y entre los legisladores que, cada vez más, cuando se trata de legislar miran a las indicaciones y orientaciones de Naciones Unidas», concluye.


(1)nascituro: persona en gestación

domingo, 8 de junio de 2008

En el matrimonio, ¿jugamos en el mismo equipo?

En el matrimonio, ¿jugamos en el mismo equipo?
Fuente: El Anillo es para siempre
Autor: P. Ángel Espinosa de los Monteros

II:¿Qué fue lo que prometimos? “Prometo serte fiel”. Lo importante es saber traducir ese “prometo serte fiel”. No nos referíamos solamente a la fidelidad en cuanto a que nunca comenzaríamos una relación sentimental, seria o superficial con otra persona, por un momento o para toda la vida.
Significa muchísimo más. Prometo llevar bien puesta la camiseta del equipo, tirar en la misma dirección y defender nuestra portería. Lo nuestro. A veces me he topado con un hombre o una mujer, que sólo viendo cómo se comporta con la persona a quien dice que ama, me dan ganas de preguntarle: ¿tú, para dónde tiras?
Si los dos tuvieran puesta la camiseta del mismo color y “se pasaran el balón”, meterían goles, alcanzarían metas, jugarían en equipo y así harían la vida más simple y tendrían la felicidad más a la mano.
Pero uno parece ser delantero de un equipo y el otro defensa del contrario: se estorban en las jugadas, se cometen frecuentes faltas, se ignoran. Algunos parecen estar buscando la tarjeta roja ¡después de haber visto no una sino mil veces la amarilla!
Esto no debe suceder en el matrimonio. “Amarse no es mirarse uno al otro, sino mirar en la misma dirección”. Tirar en la misma dirección. Amarse es tener una meta común y unos mismos ideales, y eso debe reflejarse en los acontecimientos de la vida diaria.
Amarse es mirarse uno al otro con comprensión, respeto y con capacidad incluso de diferir. “Prometo no bajarme del burro”. Te explico de qué se trata: en mis años de estudiante, paseaba en una ocasión por un pueblo de Santander, en el norte de España, y me encontré a un pastor con quien entablé una conversación debajo de un cobertizo, pues llovía a cántaros. La recuerdo como una charla muy interesante.
En un determinado momento le pregunté cuántos años tenía de casado, a lo que respondió: -“¿Cómo ve, Padre? Tenemos treinta años de casados y no nos hemos bajado del burro”.
La expresión realmente me encantó. Si él hubiese dicho, “no nos hemos bajado del tren... o del caballo”, hubiese sido diverso. El caballo sugiere libertad, velocidad, crines al viento...
En cambio dijo: “no nos hemos bajado del burro”. En el burro, como en el matrimonio, a veces se va hacia adelante, a veces hacia atrás, a veces rebuznando… a veces, el animal, -me refiero al burro- como que no se mueve. Así es en el matrimonio.
A veces para atrás, a veces para adelante, a veces rebuznando... pero siempre los dos en el burro. ¿Qué importa por dónde y cuánto haya costado mientras hayan ido juntos, en la misma dirección, apoyándose, acompañándose, amándose?

“Prometo buscar tu realización, tu felicidad”. Si prometiste serle fiel, te comprometiste a buscar su felicidad, ya que la fidelidad no puede reducirse a no fallarle en el sentido de nunca enamorarte de otra persona.
Eso es más que nada una obligación, un requisito y algo que deberían dar por supuesto. “Prometo serte fiel”, es llenar las expectativas que tenían el uno sobre el otro cuando eran novios.
“Desde que nos vimos y pensamos en unirnos para toda la vida, pensamos que juntos seríamos felices y desparramaríamos esa felicidad en nuestros hijos.
Si queremos sernos fieles, tenemos que hacer realidad ese sueño que tuvimos desde el inicio”.
No voy a olvidar jamás esa escena de la película “Los puentes de Madison” en la que ya casi al final de la vida, el marido, muriendo en la cama, llama a sus esposa y le dice más o menos lo siguiente: -“Fanny, yo sé que tenías tus propios sueños e ilusiones en la vida, perdóname por no haberlas hecho realidad”.
La mujer simplemente lo besó en la frente e hizo un gesto de resignación.
Es tan fácil hacer felices a los demás cuando uno se lo propone, que sinceramente, honestamente, para no lograrlo, se necesita ser de verdad egoísta.
Cuando prometieron ser fieles, entre otras cosas, prometieron buscar con tesón la felicidad del otro, pues la fidelidad no es sólo cuidar que no haya engaños, sino que apunta a todo un proyecto de vida.
De hecho, y aunque no es el ideal, hay matrimonios en los que, uno de los dos, por descuido, ha caído en una infidelidad. Pero como siempre ha buscado hacer feliz al cónyuge, este error -por más grave que sea- no es más que una mancha en una pared llena de luz.
Desde luego que no es el caso de la persona descuidada, sensual, irresponsable, que frecuenta ambientes inconvenientes y que trata con personas del sexo opuesto sin ningún pudor y sin respeto.
En una persona así, la caída siempre será inminente e injustificada. El derrumbe comenzó desde que se descuidó en su conducta ordinaria. “Prometo serte fiel” es también cuidar el corazón.
No permitir que nada ni nadie le robe la paz inicial.
Prometieron luchar especialmente cuando les vinieran a la cabeza “ideas rubias”.

La fidelidad no es no meterse con otra persona, sino sobre todo cuidar el corazón. Hay mucha gente que quizá jamás concretará una infidelidad conyugal, sin embargo vive en una continua deslealtad al no cuidar el corazón de cualquier amor que no sea su único y verdadero amor.
“Prometo serte fiel”, es decir, también, “prometo hablar bien de ti”. “Lo que tenga que decirte, te lo diré a ti, para ayudarte, con amor y por amor.
No se lo diré a mi mamá ni a mis hijos, menos a mis amigas en un desayuno. Prometo hacer crecer tu fama dentro de lo más íntimo que tenemos que son nuestros hijos, padres, hermanos y también nuestros amigos.
“Me esforzaré para que ellos siempre tengan una buena imagen de ti. Sólo escucharán cosas positivas acerca de quién y cómo eres tú.
Estarán orgullosos de nosotros”. Finalmente, “prometo serte fiel”, ahora sí, significa “que no te cambiaré por nadie.
No te quiero para un amor intermitente u ocasional, ni como un amor de paso”. Estas promesas que hicieron, además tienen dos especificaciones que deben considerar como muy importantes y darles su sentido propio, porque de verdad, parece que no todos las han entendido.
Cuando se da una infidelidad en el matrimonio por parte de quien sea, y el cónyuge decide que “esto es lo único que no está dispuesto a perdonar”, y que “ahora sí se acabó todo”, es simplemente porque no ha entendido qué fue lo que prometió.
¿Cuáles son esas dos especificaciones?
1a En lo próspero y en lo adverso. Hay quienes creen que lo próspero es tener dinero mientras lo adverso se identifica con todo tipo de carencias económicas. Muchas parejas tienen los recursos necesarios para vivir felices y sin embargo no alcanzan la felicidad porque ésta se compone de muchos otros factores que ellos no han logrado completar. Lo próspero es efectivamente cuando todo va bien.

Como se suele decir: “viento en popa”. Hay algo de dinero, tienen su propia casa, no hay grandes intromisiones de la suegra, siguen teniendo más o menos las mismas aficiones y casi idénticos gustos, no se han desgastado con el tiempo, hay armonía, diálogo, intimidad… ¡Ah, lo próspero! ¿Por qué no todo en la vida es crecer? ¿Por qué no todo en este mundo camina hacia adelante sin más complicaciones? La respuesta es muy sencilla: los problemas y las dificultades existen desde que aparecieron hombre y mujer sobre la tierra, y esta vida simplemente no sería la misma si quisiéramos quitarle esta contrapartida de la dificultad. Además no siempre está en nuestras manos evitar algunas dificultades que se van suscitando en el camino, pues muchas de ellas nos las imponen la sociedad, la cultura, el entorno en el que nos movemos…
Pero es interesante que sepan partir de este presupuesto cuando piensan ya en el matrimonio y cuando están por emitir estas promesas que los comprometen para siempre.
Cabe añadir que en el matrimonio, los problemas son una oportunidad maravillosa de crecimiento. Este debe ser un camino de crecimiento, y para eso necesitan aprovechar todas las oportunidades. En el matrimonio, lo adverso puede ser: dificultades en el campo económico, la pérdida del trabajo o el fracaso rotundo en el negocio, la intromisión indeseada de algún familiar político en el propio hogar, la llegada de los niños quizá demasiado rápida, la enfermedad de uno de ellos que acusa gravedad…
Y, ¿por qué no? el hecho mismo de que el amor que sentían el uno por el otro ya no sea como era en el noviazgo, o al inicio del matrimonio.

2a En la salud y en la enfermedad. “Prometo que en la salud, te aplaudiré, te proyectaré, te acompañaré y apostaré por ti.
No estaré celoso de tus triunfos, ni permitiré que me afecte el que tú seas más que yo a los ojos de los demás”. En la enfermedad, prometes que estarás a su lado.

Pero cuando prometiste esto, no te referías a enfermedades que se arreglan con un suero ni aun con una enfermera de cabecera. Te referías a enfermedades más profundas, más complicadas, con alcances más intensos, como el alcoholismo, el desánimo, la pérdida del sentido de esta vida o enfermedades “del corazón” o del carácter.
Tú un día puedes llegar a dejar de amarlo (la) y es entonces cuando debes demostrarle que prometiste serle fiel.
Es precisamente en estos momentos –de enfermedad “del corazón”- cuando puedes probar tu fidelidad.
Qué fácil era cuando todo marchaba bien, cuando parecían competir en el darse cariño. La fidelidad se demuestra en la prueba y en el dolor, y quizá no haya prueba más grande para una persona que ama de verdad, que el sentir que no es correspondida y que no es amada con la misma intensidad.
Ante un problema de esta naturaleza, se puede reaccionar de dos maneras: pagar con la misma moneda, que no sería ni amor ni fidelidad, o luchar con todo el corazón por recuperar ese amor que se está apagando o se ve casi perdido.
La fidelidad sólo acepta este segundo tipo de actitud. “Si te pierdo, lucharé por reconquistarte, ése será mi programa”.
“Si la enfermedad es grave y llego incluso a perderte definitivamente, seguiré siendo tuyo, y tú seguirás siendo parte de mi proyecto de vida”.
El hecho de que uno de los dos haya fallado, no implica que el otro deba fallar también. “Lucharé por reconquistarte”, como se ve en algunas películas o novelas, sólo que aquí es de verdad: no hay actores ni música de fondo ni paisajes bonitos... sino sacrificio, humillación y mucho valor para reconquistar el amor que una vez iluminó la vida y del que surgió la familia que ya existe.
Recuerdo a ese general francés, que después de la segunda guerra mundial fue requerido en el partido comunista.
Con el aumento de sueldo y por participar de tantos beneficios que le ofrecieron, abandonó a su mujer de treinta y siete años, con siete hijos, y se marchó de la casa.
Lógicamente pronto encontró a otra y así continuaron sus vidas por separado. Pasaron veinte años y dicho partido nunca terminó de consolidarse bien, hasta que finalmente se disolvió.
Muchos que habían gozado de los beneficios de la organización, pronto se vieron en la calle, sin dinero, sin familia y sin amantes, que son las primeras en irse cuando falta todo lo demás.
Cansado, solo, ya acabado, vuelve un día a su casa, toca la puerta y le abre su mujer. Una esposa también cansada, que había sacado adelante a todos sus hijos, sola. Una madre heroica. - “Quiero hablar contigo”- le dice. -“Pasa”- abre la puerta y dibuja en el aire con su mano el ademán de “adelante”.
Pero él se da cuenta de que está la mesa puesta con dos lugares, y titubeando le dice: -“Perdona, no quiero importunar, ¿estás esperando a alguien?”
-“Sí -responde segura y sin dejar de mirarlo a los ojos- desde hace veinte años todos los días la mesa ha estado puesta para dos, porque te sigo esperando”. Lo más probable es que los sentimientos de esta mujer no fuesen tan favorables.

Podemos incluso imaginar que ella hubiese querido golpearlo o que debió azotarle la puerta al instante sin permitirle no sólo entrar a la casa, sino tampoco entrar a un hogar que comenzaron los dos pero que sólo ella de verdad construyó.

Este relato no tendría ningún valor si no fuera histórico. Lo que lo hace grande es precisamente que sucedió. Es una mujer que sacó adelante sola a siete hijos y que se sobrepuso al orgullo y a un explicable rencor.
Una de esas personas que tienen muy claro que el matrimonio es para siempre. Ella quizás pensaba: “él me dejó, pero yo no lo puedo dejar, porque Dios me lo dio, y por él tengo que responder”.
Ella sabía lo que era un compromiso con Dios, con un hombre y con unos hijos. En una ocasión, una señora me vino a ver: -“Padre, mi único pecado es que odio a mi marido. Yo pensé: “pequeño detalle”. - Me dejó hace cinco años. Ni quiero, ni puedo verlo”.
Comprendí que la dificultad era muy grande y le ofrecí una solución más para ella misma que para su matrimonio: -“Señora, lo que usted necesita es un cambio de mentalidad.
Renueve el compromiso que hizo hace treinta años: rece por él, de vez en cuando escríbale, preocúpese en la medida de sus posibilidades por él, aunque ya nunca puedan volver a reunirse.
Usted será más feliz amando con un amor realmente heroico, que dando rienda suelta a odios estériles.
El amor siempre nos deja algo, nos lleva a algo, produce algo.
Del odio sólo germinan rencores, soberbia, impaciencias, insatisfacciones y un sin número de frustraciones, pues nuestro corazón fue hecho para amar.
Ir en contra del amor es luchar contra nosotros mismos”.
Desgraciadamente muchos matrimonios se romperán porque nunca se entendió que la fidelidad que se prometieron al inicio, debería ser, como los mejores relojes, “a toda prueba”.
Así es, a prueba de todo, incluidas la peor enfermedad, la más tremenda crisis y el más injusto adulterio.

Este artículo es parte del libro "El anillo es para siempre" de Ángel Espinosa de los Monteros, el cual puedes adquirir en: Misión Multimedia