domingo, 26 de abril de 2015

Jesús el Buen Pastor 2015






Día 26 IV Domingo de Pascua
Comenzamos nuestra reflexión meditada –nuestra oración– tomando pie de estas palabras que nos transmite san Juan, y damos gracias a Dios porque nos ha querido tanto, porque nos trata con todo primor para nuestro bien. Jesucristo se compara a un buen Pastor y nosotros seríamos las ovejas de su rebaño. No pensemos, sin embargo, en cualquier tipo de pastor, sino en el pastor que nos describe Jesús: en el buen pastor que da la vida por sus ovejas. Así es el Señor: como un pastor bueno, dando su propia vida –del todo– por cada uno de nosotros. ¿Y, por qué da su vida por los hombres?: porque somos suyos, porque nos ama, porque le pertenecemos. El es nuestro dueño. Por fuerte y excesiva que a alguno pueda parecerle la expresión, así es; y es, además, la razón de su interés por nosotros:. Sino fuéramos suyos, no tendría por qué dar su vida. Pero Nuestro Señor no se interesa por los hombres por encargo, como quien se dedica a algo determinado, pero podría ocuparse igualmente a otra actividad, quizá también satisfactoria.

miércoles, 22 de abril de 2015

Reflexión a propósito de muertes incomprensibles

Reflexión a propósito de muertes incomprensibles




Impactados por la noticia del asesinato de un profesor en Barcelona a manos de uno de sus alumnos, comentábamos en casa cómo parecía que se sucedían últimamente crímenes horrendos, incomprensibles. Porque es incomprensible que un alumno llegue al instituto armado de ballesta y machete y mate a su profesor al tiempo que hiere a otros profesores y compañeros. Como también resulta incomprensible que un copiloto estrelle un avión, asesinando así a un centenar y medio de personas.

Cada caso es distinto y hay detalles y matices complejos en los que no me pienso extender. Mi reflexión es otra: me temo que tendremos que irnos acostumbrando, si es que podemos, a este tipo de crímenes incomprensibles. Y hago esta predicción, que me encantaría ver desmentida por los hechos, en base a una observación muy sencilla: cada día vivimos más inmersos en la cultura de la muerte. Sí, oíamos a Juan Pablo II advertirnos sobre eso de la cultura de la muerte y pensábamos que era un bello recurso dialéctico, una metáfora. Pues bien, resulta que es una realidad y que vivimos inmersos en ella.

Podríamos poner mil ejemplos, pero no es necesario. A todos nos vienen a la cabeza situaciones institucionalizadas en nuestras sociedades occidentales que denotan un enorme desprecio hacia la vida humana, hacia su dignidad y sacralidad. Quizás uno de los más evidentes sea el aborto: si somos capaces de banalizar la muerte, cada año, de más de 100.000 seres humanos sólo porque no encajan en nuestros planes, ¿por qué iba a ser sagrada la vida de ese otro ser que me resulta tan odioso? ¿Qué más da una muerte más o menos? ¿Qué más dan otras 150 vidas destruidas?

 http://www.religionenlibertad.com/reflexion-a-proposito-de-muertes-incomprensibles-41971.htm

domingo, 5 de abril de 2015

La Resurrección de Nuestro Señor Jesús 2015






Día 5 Domingo de Pascua de Resurrección

En distintos momentos advierte Jesús que aceptar su doctrina reclama la virtud de la fe por parte de sus discípulos. Lo recuerda de modo especial a sus Apóstoles; a aquellos que escogió para que, siguiéndole más de cerca todos los días, vivieran para difundir su doctrina. Serían responsables de esa tarea, de modo especial, a partir de su Ascensión a los cielos, a partir del momento en que ya no le vería la gente, ni ellos contarían con su presencia física, ni con sus palabras, ni con la fuerza persuasiva de sus milagros. Metidos de lleno en la Pascua –tiempo de alegría porque consideramos la vida gloriosa a la que Dios nos ha destinado–, meditamos en la virtud de la fe, le decimos al Señor como los Apóstoles: auméntanos la fe: concédenos un convencimiento firme, inmutable de tu presencia entre nosotros y, por ello, de tu victoria, por el auxilio que nos has prometido. Que nos apoyemos en tu palabra, Señor, ya que son las tuyas palabras de vida eterna. Así lo declaró Pedro, cabeza de los Apóstoles, cuando bastantes dudaron y se alejaron: ¿A quién iremos? –afirmó, en cambio, el Príncipe de los Apóstoles– Tú tienes palabras de vida eterna.

Texto completo de la bendición Urbi et Orbi del Papa Francisco en el Domingo de Pascua



El Papa recuerda que 'sólo quien se abaja comprende la glorificación de Jesús y puede seguirlo en su camino'. Pide la paz en el mundo, y el fin del 'absurdo derramamiento de sangre'

Ciudad del Vaticano, 05 de abril de 2015 (Zenit.org) Redacción

Queridos hermanos y hermanas, ¡feliz Pascua!

Jesucristo ha resucitado.

El amor ha derrotado al odio, la vida ha vencido a la muerte, la luz ha disipado la oscuridad.
Jesucristo, por amor a nosotros, se despojó de su gloria divina; se vació de sí mismo, asumió la forma de siervo y se humilló hasta la muerte, y muerte de cruz. Por esto Dios lo ha exaltado y le ha hecho Señor del universo. Jesús es el Señor.

Con su muerte y resurrección, Jesús muestra a todos la vía de la vida y la felicidad: esta vía es la humildad, que comporta la humillación. Este es el camino que conduce a la gloria. Sólo quien se humilla pueden ir hacia los «bienes de allá arriba», a Dios (cf. Col 3,1-4). El orgulloso mira «desde arriba hacia abajo», el humilde, «desde abajo hacia arriba».

La mañana de Pascua, advertidos por las mujeres, Pedro y Juan corrieron al sepulcro y lo encontraron abierto y vacío. Entonces, se acercaron y se «inclinaron» para entrar en la tumba. Para entrar en el misterio hay que «inclinarse», abajarse. Sólo quien se abaja comprende la glorificación de Jesús y puede seguirlo en su camino.

El mundo propone imponerse a toda costa, competir, hacerse valer... Pero los cristianos, por la gracia de Cristo muerto y resucitado, son los brotes de otra humanidad, en la cual tratamos de vivir al servicio de los demás, de no ser altivos, sino disponibles y respetuosos.
Esto no es debilidad, sino autentica fuerza. Quién lleva en sí el poder de Dios, de su amor y su justicia, no necesita usar violencia, sino que habla y actúa con la fuerza de la verdad, de la belleza y del amor.

Imploremos al Señor resucitado la gracia de no ceder al orgullo que fomenta la violencia y las guerras, sino que tengamos el valor humilde del perdón y de la paz. Pedimos a Jesús victorioso que alivie el sufrimiento de tantos hermanos nuestros perseguidos a causa de su nombre, así como de todos los que padecen injustamente las consecuencias de los conflictos y las violencias que se están produciendo, son mucas.

Pedimos paz ante todo por Siria e Irak, para que cese el fragor de las armas y se restablezca una buena convivencia entre los diferentes grupos que conforman estos amados países. Que la comunidad internacional no permanezca inerte ante la inmensa tragedia humanitaria dentro de estos países y el drama de tantos refugiados.

Imploremos la paz para todos los habitantes de Tierra Santa. Que crezca entre israelíes y palestinos la cultura del encuentro y se reanude el proceso de paz, para poner fin a años de sufrimientos y divisiones.

Pidamos la paz para Libia, para que se acabe con el absurdo derramamiento de sangre por el que está pasando, así como toda bárbara violencia, y para que cuantos se preocupan por el destino del país se esfuercen en favorecer la reconciliación y edificar una sociedad fraterna que respete la dignidad de la persona. Y esperemos que también en Yemen prevalezca una voluntad común de pacificación, por el bien de toda la población.

Al mismo tiempo, encomendemos con esperanza al Señor misericordioso el acuerdo alcanzado en estos días en Lausana, para que sea un paso definitivo hacia un mundo más seguro y fraterno.

Supliquemos al Señor resucitado el don de la paz en Nigeria, Sudán del Sur y diversas regiones del Sudán y la República Democrática del Congo. Que todas las personas de buena voluntad eleven una oración incesante por aquellos que perdieron su vida ―y pienso muy especialmente en los jóvenes asesinados el pasado jueves en la Universidad de Garissa, en Kenia―, los que han sido secuestrados, los que han tenido que abandonar sus hogares y sus seres queridos.

Que la resurrección del Señor haga llegar la luz a la amada Ucrania, especialmente a los que han sufrido la violencia del conflicto de los últimos meses. Que el país reencuentre la paz y la esperanza gracias al compromiso de todas las partes interesadas.

Pidamos paz y libertad para tantos hombres y mujeres sometidos a nuevas y antiguas formas de esclavitud por parte de personas y organizaciones criminales. Paz y libertad para las víctimas de los traficantes de droga, muchas veces aliados con los poderes que deberían defender la paz y la armonía en la familia humana. E imploremos la paz para este mundo sometido a los traficantes de armas que ganan con la sangre de los hombres y las mujeres.

Y que a los marginados, los presos, los pobres y los emigrantes, tan a menudo rechazados, maltratados y desechados; a los enfermos y los que sufren; a los niños, especialmente aquellos sometidos a la violencia; a cuantos hoy están de luto; y a todos los hombres y mujeres de buena voluntad, llegue la voz consoladora del Señor Jesús: «Paz a vosotros» (Lc 24,36). «No temáis, he resucitado y siempre estaré con vosotros» (cf. Misal Romano, Antífona de entrada del día de Pascua).