martes, 24 de febrero de 2009

El amor hace ver al otro como es en realidad


Comentario del padre Raniero Cantalamessa –predicador de la Casa Pontificia– a las lecturas de la liturgia de la Misa del XXX Domingo del Tiempo Ordinario. Éxodo 22, 20-26; 1 Tesalonicenses 1,5c-10; Mateo 22, 34-40.

ROMA, viernes, 24 de octubre de 2008 (ZENIT.org)


Amarás a tu prójimo como a ti mismo

“Amarás al prójimo como a ti mismo”. Añadiendo las palabras “como a ti mismo”, Jesús nos ha puesto delante un espejo al que no podemos mentir; nos ha dado una medida infalible para descubrir si amamos o no al prójimo. Sabemos muy bien, en cada circunstancia, qué significa amarnos a nosotros mismos y qué querríamos que los demás hicieran por nosotros. Jesús no dice, nótese bien: “Lo que el otro te haga, házselo tú a él”. Esto sería aún la ley del talión: “Ojo por ojo, diente por diente”. Dice: lo que tú quisieras que el otro te hiciera házselo tú a él (cf. Mt 7, 12), que es muy distinto.

Jesús consideraba el amor al prójimo como “su mandamiento”, en el que se resume toda la Ley. “Este es el mandamiento mio: que os améis los unos a los otros como yo os he amado” (Jn 15,12). Muchos identifican el entero cristianismo con el precepto del amor al prójimo, y no están del todo desencaminados. Pero debemos intentar ir un poco más allá de la superficie de las cosas. Cuando se habla del amor al prójimo el pensamiento va en seguida a las “obras” de caridad, a las cosas que hay que hacer por el prójimo: darle de comer, de beber, visitarlo; es decir, ayudar al prójimo. Pero esto es un efecto del amor, no es aún el amor. Antes de la beneficiencia viene la benevolencia; antes que hacer el bien, viene el querer.

La caridad debe ser “sin fingimientos”, es decir, sincera (literalmente, “sin hipocresía”) (Rm 12, 9); si debe amar “verdaderamente de corazón” (1 Pe 1,22). Se puede de hecho hacer caridad o limosna por muchos motivos que no tienen nada que ver con el amor: por quedar bien, por parecer benefactores, para ganarse el paraíso, incluso por remordimientos de conciencia. Mucha caridad que hacemos a los países del tercer mundo no está dictada por el amor, sino por el remordimiento. Nos damos cuenta de la diferencia escandalosa que existe entre nosotros y ellos, y nos sentimos en parte responsables de su miseria. ¡Se puede tener poca caridad, también “haciendo caridad”!

Está claro que sería un error fatal contraponer entre sí el amor del corazón y la caridad de los hechos, o refugiarse en las buenas disposiciones interiores hacia los demás, para encontrar una excusa a la propia falta de caridad actual y concreta. Si encuentras a un pobre hambriento y entumecido de frío, decía Santiago, ¿de qué sirve decir “Pobre, vé, calientate, come algo”, pero no le das nada de lo que necesita? “Hijos míos, añade el evangelista Juan, no amemos de palabra ni de boca, sino con obras y según la verdad” (1 Jn, 3,18). No se trata por tanto de subestimar las obras externas de caridad, sino de hacer que éstas tengan su fundamento en un genuino sentimiento de amor y benevolencia.

Esta caridad del corazón o interior es la caridad que todos y siempre podemos ejercer, es universal. No es una caridad que algunos -los ricos y sanos- pueden solamente dar y otros -los pobres y enfermos- pueden solo recibir. Todos podemos hacerla y recibirla. Además es muy concreta. Se trata de empezar a mirar con nuevos ojos las situaciones y las personas con las que vivimos. ¿Con qué ojos? Es sencillo: los ojos con que quisiéramos que Dios nos mirara a nosotros. Ojos de excusa, de benevolencia, de comprensión, de perdón...

Cuando esto sucede, todas las relaciones cambian. Caen, como por milagro, todos los motivos de prevención y hostilidad que nos impedían amar a cierta persona, y ésta empieza a parecernos por lo que es en realidad: una pobre criatura humana que sufre por sus debilidades y límites, como tú, como todos. Es como si la máscara que todos los hombres y las cosas llevan puesta en el rostro cayeran, y la persona nos apareciera como lo que es realmente.

domingo, 22 de febrero de 2009

Buscando garantías para la dignidad humana


Alfonso Aguiló

www.interrogantes.net

Dignidad y Dios

La noción de derechos humanos implica que hay una dignidad natural inherente al hombre, que se impone a todos, hasta tal punto que los hombres no pueden negarle la humanidad a ninguno de sus semejantes, ni privarle de ninguno de esos derechos.

Conviene reflexionar acerca de esa singular dignidad. El hombre es irrepetible, es un fin en sí mismo y no un medio, y nunca puede considerarse un simple elemento de una especie. ¿Por qué el hombre es de una condición distinta a la de los animales? ¿Por qué tiene esos derechos inalienables? ¿Por qué no puede tener precio?

Se han dado a esta pregunta muchas respuestas, pero pienso que el único fundamento inquebrantable de los derechos humanos está en el hecho de que Dios ha conferido al hombre esa dignidad.

—Pero esa referencia a Dios supone creer en Dios, y no todos los hombres son creyentes.

No pido a nadie que crea si no quiere o no puede creer. Simplemente doy una posible respuesta desde la fe. No es necesario creer, pero creer permite proteger mucho mejor el enunciado de estos derechos: el creyente –si es coherente con su fe– espera descubrir en todo ser humano a un semejante, o más bien a un hermano, precisamente por tener un padre común.

Lo que sería sin Dios

Es una respuesta desde la fe que, por otra parte –y afortunadamente–, está en las raíces de nuestra civilización y de cuanto concedemos a la dignidad de las personas. Echando una mirada a la historia, da la impresión de que muchos aspectos de la naturaleza humana estarían probablemente sumidos en la penumbra si la tradición cristiana no los hubiera proclamado.

Siempre habrá más respeto al hombre desde una concepción trascendente que cuando se ve la vida como un simple suceso en el tiempo que se disuelve un día con la muerte.

Si el hombre no es más que un animal extraordinariamente desarrollado, ¿qué razón de peso habrá para no llegar a convertirlo un día en un animal de laboratorio? ¿Qué impedirá considerarlo como un conglomerado de moléculas, modificable al capricho de los manipuladores, que se creerán dueños de su futuro? Una referencia trascendente es decisiva para dotar al hombre de inviolabilidad.

domingo, 8 de febrero de 2009

Aumenta la persecución religiosa en el mundo


Según el informe publicado por Ayuda a la Iglesia Necesitada

ROMA, (ZENIT.org).-

Aumenta en el mundo la persecución religiosa, constata un estudio publicado este jueves contemporáneamente en Italia, España, Francia, y Alemania.

El "Informe sobre la libertad religiosa en el mundo 2008", redactado por primera vez en siete idiomas por la asociación Ayuda a la Iglesia Necesitada, fue ilustrado a la prensa, en Roma, por su presidente, el padre Joaquín Alliende.

"Sin libertad religiosa no hay democracia ni paz en el mundo", ha explicado el padre Alliende en la presentación, que tuvo lugar en la Sala de Prensa Exterior de Roma.

El sacerdote chileno aclaró que el Informe "responde a una necesidad cada vez más sentida por la opinión pública de conocer la situación real de los derechos humanos en general, y de la libertad religiosa en particular, como derecho inalienable de todo ser humano".

"Este informe --ha dicho el padre Alliende-- se caracteriza por su actitud no confesional".

La India e Irak, nuevas preocupaciones

El Informe constata el empeoramiento de la situación en la India en los últimos años, a pesar de que la Constitución reconoce la libertad religiosa.

Se trata de una persecución que es aprovechada y financiada por personas que quieren tener a la población a nivel de esclavitud, explicó en la rueda de prensa el padre Bernardo Cervellera, director de la agencia Asianews.it y uno de los redactores del Informe.

Se da el riesgo de que la identidad de la India quede seriamente comprometida, evolucionando hacia un sistema confesional hindú, constata el informe.

El estudio analiza también la situación en Irak: desde finales de septiembre, dos mil familias cristianas han tenido que abandonar Mosul y se han refugiado en la llanura de Nínive, a causa de las persecuciones, testimonió a la prensa el periodistas Camille Eid, otro de los redactores.

"La ley aprobada el pasado septiembre en el Parlamento de Bagdad --recordó Eid-- ha abrogado el artículo que en una mínima parte garantizaba la libertad religiosa de los cristianos en Irak".

Graves limitaciones

En la presentación del Informe se ha hecho una lista de "países en los que se registran graves limitaciones a la libertad religiosa". Entre ellos, se encuentran China, Cuba, Corea del Norte, Irán, Nigeria, Birmania, Laos, Arabia Saudí, Pakistán y Sudán.

Luego se presentó la lista de "países en los que se verifican limitaciones legales a la libertad religiosa", entre los que se aparecen Afganistán, Argelia, Bahrein, Bangladesh, Bielorrusia, Bolivia, Egipto, Eritrea, Tierra Santa (Israel y los territorios palestinos) y México.

Se pudo leer después la lista de los "países en los que se registran episodios de represión legal" (se vuelven a citar China, Cuba e Irán), los "países en los que se registra violencia pro intolerancia social" y, por último, la lista de los "países en los que se registran conflictos locales", analizados ya en otras secciones.

Motivos de poder

"¿Qué se puede constatar del Informe 200?", se preguntó el pare Cervellera en la rueda de prensa.

"Un dato interesante es, din duda, que las ofensas a la libertad religiosa se deben cada vez menos a causas ideológicas y cada vez más a motivos de poder".

En algunos casos, dijo, como por ejemplo China, "el temor a abrirse a la libertad de culto coincide con el temor a dejar espacio a otras libertades".

Más información en http://www.ain-es.org