sábado, 24 de junio de 2017

¿Puedo hacer algo útil con mi sufrimiento?

Lorena Moscoso |
 Jun 24, 2017 
 
 
 
Thawiwat Sae-Heng | Shutterstock

4 pasos para encontrarle su gran sentido y utilidad

Todos sabemos lo difícil que es tener que recorrer algunas etapas de nuestras vidas cargando el peso de las heridas y de los problemas y tratar de parecer estar bien cuando no lo estamos.
Los problemas nos otorgan grandes y enriquecedores momentos de reflexión sobre nuestras propias vidas y entonces podríamos justificar en este sentido lo positivo de estas etapas, pero no es suficiente. Seamos honestos, no es suficiente consuelo para poder levantarse cada mañana con la energía que quisiéramos.


Como cristianos hemos escuchado a parientes y amigos que quieren darnos consuelo repitiéndonos frases como: “entrega tu cruz a Dios”, “comparte tu Cruz con Cristo, “ayúdalo a llevar su carga”, “el sufrimiento tiene un sentido de redención”, etc. Pero personalmente nada de esto me traía consuelo ni aminoraba mi carga en modo alguno. Quizás porque no las entendía.


Sin embargo, a fuerza de querer entender esto del sufrimiento y tras varios periodos duros, aprendí algunas cosas que quiero compartir.
  1. Lo primero que debemos saber es que Dios todopoderoso puede devolver lo que estaba roto y/o herido a su estado original. De modo que no debemos angustiarnos si las cosas empeoran porque no importan las circunstancias que estemos atravesando, las pérdidas, que -sean cuales fueran: emocionales, económicas o personales-, tarde o temprano, si permanecemos firmes en esta convicción, todo será restaurado dejándonos con la paz y la alegría que buscábamos sin descanso.
  2. Teniendo esto absolutamente claro lo siguiente es saber que Dios no quiere nuestro sufrimiento ni busca edificarnos a fuerza de él. Dios tenía un plan A para nuestras vidas, pero a veces se presenta el plan B por razones que no siempre podemos entender; Dios respeta este proceso, pero nos promete que las crisis más aterradoras pueden ser fuente de grandes gracias en nuestras vidas. Esto quiere decir que, si nosotros ponemos nuestro dolor a sus pies y estamos dispuestos a levantarnos cada día en la fe de que Él tiene el poder de restaurar lo que está roto, Él se ocupara de hacer cosas increíbles con nuestras tragedias.
  3. El siguiente paso es animarnos a dar un paso al frente y empezar a darle sentido a nuestros problemas. De seguro esto hará el dolor más llevadero. Sin Dios, nuestros problemas son tragedias, nos destruyen, perdemos la fe, hacemos de Dios un Ser intransigente y determinado a destruir nuestras vidas. Pero una vez que el problema está en nuestras vidas, hagamos que sirva para algo positivo.
  4. Hemos escuchado que el sufrimiento puede tener un sentido “redentor” aunque no entendamos bien lo que esta palabra quiere decir. Bien, pensemos que, nosotros, que pretendemos llevar nuestras vidas a un lugar mejor y que quisiéramos acercarnos cada vez más a Cristo y así contarnos entre sus mejores “guerreros”, podemos darle un sentido “heroico” a nuestro sufrimiento. La Virgen María nos pide constantemente que oremos por la salvación de las almas, por la conversión de los pecadores y que suframos nuestros dolores ofreciéndolos a Dios por las almas que están en el purgatorio. Nos pide como una madre que nos acordemos de nuestros hermanos, que salgamos de nosotros mismos y miremos a estas almas que no pueden salvarse por sí mismas sino con las oraciones de los que aún estamos vivos. Aquí es donde podemos dar un paso al frente y hacer algo verdaderamente grande al transformar nuestro dolor en una herramienta. Pongámonos a pensar: ¿Y si Cristo nos pidiera a nosotros, que demos un paso al frente, voluntariamente, para ayudar a redimir a estas almas con nuestros sufrimientos, daríamos ese paso al frente? Quizás muchos, como aquellos santos mártires, pedirían que se les aumente la carga, desde luego yo no soy de aquellos, pero quisiera por lo menos ofrecerle cargar con lo mío para ayudar a la salvación de estas almas, a las miles que se encuentran en la tristísima situación de no tener quien ore por ellas ni ofrezca su vida para salvarlas.
Ofrezcámosle a Dios el llevar con dignidad nuestras miserias, elegir este camino para darles la oportunidad a estas almas de alcanzar a Dios y así tendremos en el mismísimo cielo, quienes oren por nosotros y por nuestras causas aquí en la tierra.

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sábado, 17 de junio de 2017

A punto de morir de sed en el desierto y de ahogarse en el mar, pero en su camino encontró a Dios




Es un príncipe Bandounga, pero Armel tuvo que mendigar para llegar a España. Salió de su Camerún natal días después de prometerse sobre el cuerpo sin vida de su tío, fallecido por falta de atención médica, que mejoraría la situación de su país. Estuvo a punto de morir de sed en el desierto y de ahogarse en el Mediterráneo. Se convirtió al cristianismo en Marruecos, donde «vivía como un animal». Este sábado presenta su ONG en Madrid.


sábado, 3 de junio de 2017

¿Realmente existe el demonio?

Uno de los mayores triunfos del demonio ha sido hacer creer a muchos hombres que no existe


Por: Luis Rojas | Fuente: Catholic.net



Parece que hablar del demonio es cosa del pasado. Suena a novela medieval, con brujos, calderos, pócimas y cuevas oscuras. Sin embargo, vemos en el mundo claramente la acción del demonio que se refleja en cosas terriblemente malas, espirituales algunas y muchas otras físicas.

Tal vez uno de los mayores triunfos del demonio ha sido hacer creer a muchos hombres que no existe: de esta manera le dejan el camino libre para su acción al no estar atentos para detenerlo.

El Catecismo de la Iglesia Católica, hablando del pecado original nos recuerda que detrás de la elección desobediente de nuestros primeros padres se halla la serpiente, una voz seductora, opuesta a Dios que, por envidia, los hace caer en la muerte.

La Escritura y la Tradición de la Iglesia ven simbolizado en la serpiente a un ángel caído, llamado Satán o diablo. La Iglesia enseña que primero fue un ángel bueno, creado por Dios con una naturaleza buena, pero que se hizo malo por la elección libre de rechazar radical e irrevocablemente a Dios y su Reino.

Su pecado no se puede perdonar, ya que al ser un ser espiritual, sus decisiones son irrevocables. "No hay arrepentimiento para ellos después de la caída, como no hay arrepentimiento para los hombres después de la muerte". [San Juan Damasceno]

Encontramos un reflejo de esta rebelión en las palabras del tentador a nuestros primeros padres: "Seréis como dioses" (Gn 3,5). El diablo es "pecador desde el principio" (I Jn 3,8), "padre de la mentira". (Jn 8,44)

La Escritura atestigua la influencia nefasta de aquél a quien Jesús llama "homicida desde el principio" (Jn 8,44) y que incluso intentó apartarlo de la misión recibida del Padre. "El Hijo de Dios se manifestó para deshacer las obras del diablo" (1 Jn 3,8). La más grave en consecuencias de estas obras ha sido la seducción mentirosa que ha inducido al hombre a desobedecer a Dios.

El demonio ronda por todo el mundo como un animal herido, tratando de usar todo su poder angelical que recibió de Dios cuando todavía no se había alejado de Él para sembrar la mentira. Es hábil e inteligente, pues conoce bien a los hombres. Sabe atraerles hacia el mal, pues es la única satisfacción que encuentra en la eterna derrota de su lucha contra Dios. Ese es el demonio. Satanás. El padre de la mentira. El tentador.

Sin embargo, el poder de Satán no es infinito. No es más que una criatura, poderosa por el hecho de ser espíritu puro, pero sólo criatura: puede tentarnos, invitarnos, seducirnos, pero no puede obligarnos a actuar de determinada manera. Su poder no es comparable con el poder infinito de Dios.

El que Dios permita la actividad diabólica es un gran misterio, pero "nosotros sabemos que en todas las cosas interviene Dios para bien de los que le aman". (Rm 8,28)

Aunque Satán actúe en el mundo por odio contra Dios y su Reino en Jesucristo, y aunque su acción cause graves daños –de naturaleza espiritual e indirectamente incluso de naturaleza física– en cada hombre y en la sociedad, esta acción es permitida por la divina providencia que con fuerza y dulzura dirige la historia del hombre y del mundo.


Para profundizar: Catecismo de la Iglesia Católica, nn. 391.395