sábado, 28 de julio de 2018

Me enteré que mi amigo es homosexual. ¿Qué debo hacer?






Unas claves muy claras para entender y poder ayudar mejor a estas personas desde una mirada evangélica

Por: José Manuel Rodriguez Canales | Fuente: Catholic-link.com




Hoy les traemos un interesante vlog de José Manuel Rodriguez Canales. En esta oportunidad nos da unos consejos sobre un tema muy actual y que nos concierne como católicos que somos: ¿qué hacemos cuando tenemos un amigo que es homosexual? José Manuel nos da unas claves muy claras para entender y poder ayudar mejor a estas personas desde una mirada evangélica.
«Me alegra que hablemos sobre las personas homosexuales porque antes que nada viene la persona individual en su totalidad y dignidad. Y la gente no debe ser definida solo por sus tendencias sexuales: no olvidemos que Dios ama a todas sus criaturas y que estamos destinados a recibir su amor infinito» (Papa Francisco, «El nombre de Dios es misericordia»).
Esperamos les guste y les ayude en su apostolado  ¡Recuerden que pueden compartir estos contenidos para que cada vez más personas se acerquen a la fe!

  Este artículo fue publicado originalmente por nuestros aliados y amigos: Ir al artículo en Catholic-link.com


sábado, 21 de julio de 2018

¿Es lícito hacer trasplantes de un animal a un ser humano?

En algunos casos es la única oportunidad de sobrevida para el hombre. En estos casos ¿es moralmente lícito?


Por: P. Miguel A. Fuentes, IVE | Fuente: TeologoResponde.org




Pregunta:
Se ha intentado muchas veces hacer trasplantes de órganos animales a seres humanos, no sólo para investigar sino porque en algunos casos es la única oportunidad de sobrevida para el hombre. En estos casos ¿es moralmente lícito? ¿Hay límites?
 
Respuesta:
            Es cierto que en los últimos años viene experimentándose cada vez con más frecuencia la llamada xenotrasplantación, el trasplante interespecífico de animal a hombre. Hay casos en los que el organismo humano no puede recibir órganos humanos, pero podría hacerlo respecto de algunos animales[1].
            Los casos de xenotrasplantación se hicieron famosos a partir del trasplante de corazón de simio bebe a una bebita (Baby Fae), en 1984 (vivió tres días); volvieron nuevamente a ponerse de relieve en 1992 (un trasplante de hígado de simio a hombre,  en Pittsburgh; el hombre salió bien, pero murió algunas semanas más tarde por hemorragia cerebral producida por las drogas que anulaban el sistema inmunológico para que éste no rechazara el órgano extraño); etc. Cada vez la cuestión se plantea con más frecuencia, porque el principal problema desde el punto de vista técnico es el rechazo del órgano extraño por parte del organismo; y esto ha sido ya en parte contrarrestado con drogas, cuando se trata de órganos humanos. El rechazo es más fuerte cuando el órgano es de otra especie animal. Pero hoy en día se experimenta con insertar en el ADN de animales ciertos genes humanos que harían que el sistema inmunológico humano no reconociera los órganos animales como extraños. De tener éxito se abre la puerta a numerosos trasplantes interespecícificos.

            ¿Podemos poner algún límite a este respecto?


            La problemática ética se suscita ante todo por la actual incertidumbre del éxito y el riesgo de rechazo, hasta el momento bastante fundado, de modo tal que la mayor parte de este tipo de intervenciones, al encontrarse en una fase puramente experimental y altamente riesgosa, lo hace éticamente impracticable con seres humanos.
            En cuanto a la esencia misma de este tipo de trasplantes, no se puede dar una valoración moral única, sino que, como decía Pío XII, “debe distinguirse según los casos y ver qué tejido o qué órgano se trata de trasplantar”. En línea de principio, la introducción de un órgano animal (y por extensión un órgano puramente mecánico como por ejemplo, el corazón artificial) en el organismo de un ser humano, no representaría –como declaró en su momento el mismo Pío XII– mayores problemas desde el punto de vista moral, mientras se trate de órganos de carácter ejecutivo y no estén ligados a la identidad personal. El principio filosófico que rige esto es el dado por Santo Tomás: los seres imperfectos (vegetales y animales) existen en orden al bien de los más perfectos: “En el orden de las cosas, los seres imperfectos existen por los más perfectos…, aquellos que solamente viven, como las plantas, están al servicio común de todos los animales, y los animales al servicio del hombre… Por tanto es lícito hacer morir las plantas al servicio de los animales, y los animales al servicio de los hombres, y esto por el mismo ordenamiento divino”[2].
            
 Por ello, en líneas generales debe decirse que respecto de este tipo de trasplantes no hay problemas morales en lo que respecta a los órganos o tejidos que no conllevan un conflicto en la identidad personal del receptor y de sus descendientes; pero debe, en tales casos, tenerse en cuenta (y no subestimarse) el posible conflicto psicológico. Es, en cambio, inmoral todo trasplante que afecte la identidad personal del receptor o de sus descendientes: “No se puede decir que toda la trasplantación de tejidos (biológicamente posible) entre individuos de especies diferentes sea moralmente condenable; pero aún es menos verdad que ninguna trasplantación heterogénea biológicamente posible esté prohibida o no pueda levantar objeción. Es necesario distinguir ante todo el caso concreto y examinar qué tejido o qué órgano se trata de trasplantar. El trasplante de glándulas sexuales animales sobre el hombre ha de ser rechazado como inmoral; por el contrario, el trasplante de córnea de un organismo no humano a un organismo humano no entrañaría ninguna dificultad moral si fuera biológicamente posible e indicada”[3].
            El Papa Juan Pablo II ha dicho, por su parte: “En cuanto a los así llamados xenotrasplantes, es decir, trasplantes de órganos procedentes de otras especies animales… El Papa Pío XII… afirmó en principio que la licitud de un xenotrasplante exige, por una parte, que el órgano trasplantado no menoscabe la integridad de la identidad psicológica o genética de la persona que lo recibe; y, por otra, que exista la comprobada posibilidad biológica de realizar con éxito ese trasplante, sin exponer al receptor a un riesgo excesivo”[4].
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[1] Así, por ejemplo, un enfermo de Hepatitis-B no puede recibir un trasplante de higado humano porque le transmitiría inmediatamente la enfermedad. Pero no hay problema con el higado de ciertas especies de simios que son resistentes a la Hepatitis-B.
[2] Santo Tomás, Suma Teológica, II-II, 64, 1; cita Santo Tomás Gn 1,29ss y Gn 9,3.
[3] Pío XII, Alocución a la Asociación Italiana de Donadores de Córnea, 13 de mayo de 1956; en: Pío XII y las Ciencias Médicas, op. cit., p. 244.
[4] Juan Pablo II, Discurso al Congreso Internacional, 29 de agosto de 2000.
Este artículo fue publicado originalmente por nuestros aliados y amigos: El Teólogo Responde

sábado, 14 de julio de 2018

¿Cómo evangelizar en casa cuando mi familia no practica la fe?

5 consejos que pueden ayudarnos a ser portadores de la luz de Cristo en nuestro hogar

Por: Alvaro Díaz | Fuente: Catholic-link.com




Una experiencia muy común entre quienes nos hemos encontrado con el Señor Jesús y tenemos una vida de fe es la inquietud de cómo compartir lo que vivimos con nuestra familia. Cuando ellos (aunque creyentes) están un poco alejados de la práctica de la fe, cuando sus creencias son débiles, cuando tienen rechazo a las cuestiones de Dios y prejuicios con la Iglesia y su doctrina. En definitiva, se trata de responder a la pregunta de ¿cómo tener mayor influencia en la vida de fe de mi familia que no es practicante? ¿Cómo evangelizar en mi propio hogar?
Aquí les comparto algunos consejos que pueden llevarse a la vida cotidiana y ayudarnos a ser portadores de la luz de Cristo en nuestros hogares.

1. No críticas ni sermones

Puede sucederle a aquel que va avanzando en la vida cristiana y que va teniendo mayores conocimientos doctrinales que quiera (aunque con buenas intenciones) que los que no han encontrado este camino sean como él piensa, o actúen como él actúa. Y estas expectativas podrían llevar a que se juzgue el actuar de otros con mucha rigidez. Aparecen entonces las “sermonerías”, los famosos “deberías hacer así o no hacer esto”, con lo cual se termina generando más rechazo. Es importante recordar que la fe que Dios nos regala y el camino que Él nos propone está fundada en el amor y no en el deber y el temor. Dios nos invita a vivir una vida feliz y plenamente libre.

2. Predicar con el ejemplo

Ya lo diría san Juan Bosco «la prédica más eficaz es el buen ejemplo». Y es que no pocas veces nos sucede que pensamos que se trata de convencer a los otros con nuestros argumentos y nuestros discursos. La conversión de los otros no depende de lo qué digamos, de cómo lo digamos. Nosotros no somos el centro de atención. Es como si dijéramos véanme a mí, vean que yo si sé lo que sigo y tengo razón”. Recordemos que una virtud muy importante es la humildad: reconocer que, si bien podemos saber mucho, no somos todopoderosos. Nuestra labor es la de ser servidores e instrumentos de Dios. Él se vale de cada uno de nosotros, de nuestro humilde y pequeño servicio para llevar su Buena Nueva. Y, por otro lado, más que unas palabras bonitas, lo que más convence y arrastra es el testimonio de nuestro obrar, de una vida coherente, recta, justa y alegre.

3. La alegría de vivir tu fe es apelante

Muchos santos, a pesar de sus dificultades, de sus vidas marcadas por el dolor y el sufrimiento, han podido experimentar la alegría auténtica y la esperanza que viene de Dios. Como dice el Papa Francisco: «la alegría que se vive en medio de las pequeñas cosas de la vida cotidiana». Una sonrisa sin fingimientos es contagiosa y llena el corazón del deseo de poder vivir así. Aquel que pueda experimentar, incluso en medio de los momentos difíciles, una serena alegría, es porque ha recibido la bendición de Dios, es la manifestación más concreta que esa persona tiene a Dios en su vida. Quien quiera ser testigo del Señor y lo quiera comunicar ha de trasmitir alegría y esperanza, como también el Papa, dejar las caras avinagradas y llenas de amarguras y contagiar a otros de la alegría del Evangelio.

4. Empezar por lo sencillo y cotidiano

No pensemos que cuando hablamos de dar ejemplo con nuestro obrar, en que tenemos que hacer cosas grandiosas y extraordinarias necesariamente. Pensemos en lo que vivimos cada día en nuestro hogar, desde que nos levantamos hasta que nos acostamos. ¿Saludo y agradezco con amor y respeto? ¿Estoy dispuesto a servir y a ayudar en las labores de la casa? ¿Estoy atento a las necesidades que tienen los otros? Si de pronto me peleo o discuto, ¿perdono o pido perdón? Son pequeños gestos, que si se hacen todos los días, tendrán una fuerza extraordinaria para iluminar a nuestra familia con la luz de Cristo y de su Evangelio. Pensemos en esta frase de san Francisco de Asís: «Empieza haciendo lo necesario, continúa haciendo lo posible; y de repente estarás haciendo lo imposible».

5. Compartir las experiencias espirituales

No hay experiencia más hermosa para el cristiano que nutrirse del amor de Dios a través de la oración y de la Eucaristía. ¡Cómo no compartir esta dicha con los que más queremos! Me viene la imagen de la Virgen visitando a su prima Isabel. Cuando uno encuentra un tesoro quisiera compartirlo inmediatamente con las personas más significativas. Podemos, de manera creativa y poco a poco, invitar a que nuestros familiares vayan experimentando estos preciosos momentos de oración y de encuentro con Dios: por ejemplo proponer bendecir los alimentos, o rezar en algún momento en que estemos reunidos. También podemos compartirles alguna cita de la Palabra que escuchamos en la Misa o compartirles algún texto espiritual, alguna frase de un santo, entre otras.
Espero que estas ideas puedan ayudarte a ser testimonio en tu hogar del amor de Dios. Ten paciencia, no te desanimes. Recuerda que el que obra la conversión es Dios, que siempre toca la puerta de los corazones y no desampara a nadie.
Este artículo fue publicado originalmente por nuestros aliados y amigos: Catholic-link.com


sábado, 7 de julio de 2018

12 consejos que debes tener en cuenta en tu proceso de conversión

Consejos para que afrontes con realismo este lindo proceso de acercarte a Jesús

Por: Bernardo Dueñas Moreno | Fuente: Catholic-link.com



Quizá fuiste a un cursillo, a un retiro, a un taller; tuviste un momento de oración fuerte o un diálogo que han generado en ti un deseo profundo de conversión y de seguir a Cristo en la Iglesia que Él fundó (católica). Quizá estés emocionado y esperanzado por construir un mundo mejor, y es que regresar (o por primera vez acercarte a los brazos misericordiosos del Padre) ¡es increíble! Sin embargo, hay algunas cosas que debes saber para que no te des contra la pared a la primera y para que no te desanimes en el largo caminar de la fe.
Es por eso que te quiero dar algunos consejos desde mi propia experiencia de fe para que afrontes con realismo este lindo proceso de acercarte a Jesús y dejarte convertir por Él. ¿Te animas a averiguar de qué se trata?

1. Quien cambió fuiste tú, no los demás

Quizá puedas haber decidido comenzar a cambiar muchas cosas en tu vida. Sin embargo, recuerda que tu familia, amigos, conocidos y el mundo en general son los mismos. La ventaja que ahora tienes es que caminas con la certeza de estar acompañado por Dios y ahora ves el mundo entero con otros ojos. Aprovecha eso para no desanimarte.

2. A veces es bueno un cambio de círculos sociales

Por lo mismo que quien ha cambiado eres tú y no los demás, a veces es conveniente cambiar de círculo de amigos cuando estos no te llevan a ser mejor persona y a alcanzar los ideales que ahora persigues. No se trata de cortar tajantemente tus amistades sino de saber tomar distancia ante aquellas que no te llevan a crecer en la meta que ahora sigues.

3. No es obligatorio ser perfecto de la noche a la mañana, es un camino

De hecho es casi imposible (digo casi porque realmente Dios lo puede hacer todo, pero solo unos pocos reciben esa gracia) pero sí es obligatorio luchar todos los días por tratar de ser lo más coherente que puedas con tu fe. El sentimiento de encontrarnos con Dios nos mueve a buscar la conversión, eso es muy bueno, pero recuerda que ésta no se da de la noche a la mañana, es un proceso que te tomará toda la vida. Así que no te desanimes cuando veas que surge en ti el viejo tú con sus defectos, manías, problemas de actitud, etc. No te preocupes, levántate y sigue trabajando en ser mejor.

4. Podrás sentirte tentado a dejar la Iglesia

Claro, estás cambiando de estilo de vida, quizá muchas cosas que antes hacías hoy te das cuenta de que ofenden gravemente a Dios. Muchos, al ver esto, prefieren alejarse de la Iglesia para “callar a su conciencia” y siguen con su estilo de vida de antes. También, dentro de la Iglesia hay personas que no viven de forma coherente con su fe: que eso no te desanime. Cristo nunca prometió que su Iglesia sería perfecta e irreprochable, al contrario, prometió que el trigo y la cizaña estarían mezclados hasta el fin de los tiempos (cf. Mt. 13, 24-52).

5. Recuerda que la fe no es un sentimiento

Habrá momentos en los que te sientas muy bien y que todo sea muy bonito, ¡disfrútalos! Pero también ten en cuenta que habrá otros en los que no sientas nada o peor aún, te sientas desolado. Recuerda que el amor a Dios no se mide por lo mucho o lo poco que sientes. No permitas que la flojera o el desánimo te priven de ir a misa, de orar o de leer un poco la Biblia. Sabrás que tu fe ha madurado cuando los sentimientos no sean tu motivación sino la convicción de amar a Dios simplemente por amarle, aunque no sientas bonito.

6. Crece en la oración

En los retiros se te enseña un método para orar que es muy bueno, pero no te quedes ahí: crece en la oración, aprende formas nuevas. Recuerda ir poco a poco, no establezcas metas pesadas que después te puedan aburrir (esto en todo). Recuerdo que en mi proceso de conversión me propuse hacer 30 minutos de oración y rezar el rosario todos los días, lo cual fue imposible hacer. El espíritu también se debe entrenar, comienza con 10 o 15 minutos al día, en la mañana y en la noche o rezando unos misterios del Rosario, después vas aumentando. Te recomiendo orar con la app de Rezando Voy.

7. Quizá tu forma de pensar era distinta a la que la Iglesia te propone ahora

Como sabrás, la Iglesia se opone a temas muy polémicos de hoy en día. Si ello no te agrada, investiga, pregunta. La Iglesia no toma decisiones arbitrarias y tampoco pretende sustituir tu cerebro. Decía uno de mis escritores favoritos, G.K. Chesterton: «Para entrar en la Iglesia hay que quitarse el sombrero, no la cabeza». Sin embargo, ten siempre la certeza de que la Iglesia vela por el bien del ser humano en su totalidad, no solo de sus sentimientos.

8. No hagas del grupo al que te integras un grupo social 

Si no te estás integrando a uno, búscalo, pues vivir la fe en comunidad es más sencillo. Pero recuerda que no es un grupo social al cual asistes solamente para hacer amigos o para después irte a cenar, a pasear o a buscar novio/a. Que tu grupo parroquial o movimiento eclesial sea un lugar de encuentro con Dios y una oportunidad de crecer en la fe y de madurar espiritualmente. Haz amistades allí que realmente te lleven a Cristo.

9. Fórmate

El primer mandamiento es amar al Señor con todo el corazón… ¡pero también con toda la inteligencia! Comienza a estudiar la Biblia (poco a poco), a leer el Catecismo de la Iglesia Católica (ahí está todo lo que creemos), busca vídeos en Youtube de predicadores católicos o toma un curso de apologética. Lo que sea que hagas para crecer en tu conocimiento de la fe que comienzas a practicar es bueno. Mucha gente te va a cuestionar. Es bueno poder dar razones de lo que crees. Como te decía en el punto 6, proponte metas sencillas y reales.

10. Persevera, sé constante

No te desanimes: el proceso de conversión es lento. Cae cuantas veces quieras, pero siempre levántate. Para una tarea como la que has empezado, no dejes los sacramentos. Por lo menos la confesión y la comunión. Reza mucho y haz que poco a poco,  Cristo comience a ser el centro de tu vida para que Él camine contigo.

11. Habla de Cristo…

Pero vívelo más de lo que lo predicas. Que en lo que haces, dices, compartes en tus redes sociales, ¡incluso en lo que compras! se note que sigues a Jesús de Nazareth. Hay una frase buenísima que le atribuyen a Francisco de Asís: «Prediquen el evangelio en todo tiempo y de ser necesario usen palabras». Te reto a hacer vida esa frase.

12. Y recuerda… eres católico en todas partes

La fe permea tu vida entera (o debería). A ti que estás comenzando a vivir la fe te exhorto, te ruego, te suplico… no seas católico solamente en tu parroquia, el mundo necesita de ti y de tu ejemplo para saberse amado por Dios.
Espero estas líneas no te desanimen. Si acabas de comenzar tu proceso de conversión y no sabes ni por dónde empezar, sería bueno buscar un director espiritual. Por ejemplo, un sacerdote que te ayude.
Este artículo fue publicado originalmente por nuestros aliados y amigos: Catholic-link.com