sábado, 29 de junio de 2013

Practicaba el ocultismo en su juventud: hoy lo combate como sacerdote católico

El padre Pavol Hucík tiene 37 años y es uno de los mayores expertos en ocultismo de Eslovaquia, con la particularidad de haber conocido ese mundo oscuro por dentro y en profundidad.

Hoy compatibiliza su servicio como párroco en la pequeña ciudad de Bystrany con un servicio de "liberación" para ayudar a las personas esclavizadas y oprimidas por lo esotérico o mágico, e imparte charlas y seminarios, para jóvenes y mayores, advirtiendo de sus peligros. Él estuvo "allí dentro" y no niega su poder... ni su maldad.

Con la democracia, un "boom" esotérico

 
Pavol nació en una familia de valores católicos en 1975. En 1989, cuando cayó el Muro de Berlín y la tiranía comunista, Eslovaquia se llenó de literatura occidental hasta entonces prohibida o inaccesible... y eso incluía libros de ocultismo y esoterismo. Con apenas 15 años, Pavol devoraba estos libros, dedicándoles todo su tiempo y dinero: misticismos extraños, meditación trascendental, hipnosis, ocultismo...

Una vez aprendida toda la teoría, decidió ponerla en práctica una noche que estaba aburrido con un grupo de amigos, viendo la televisión en casa de ellos.

"Me senté en una esquina cerca de la puerta. Cerré los ojos, y empecé a meditar. No meditaba sobre Dios o las Escrituras. Pensaba en usar las fuerzas del subconsciente para hipnotizar a una amiga que se sentaba a mi lado, cerca de la puerta. No se lo dije a nadie, todo sucedía en mi interior. Después de un rato relativamente largo, abrí los ojos, y vi que mi amiga estaba dormida. Podía ser algo normal, así que la toqué y sacudí para ver si despertaba. Pero no lo hizo, no reaccionaba, estaba en una especie de estado inconsciente. Me asusté y volví a mi sitio, no quería que nadie se diese cuenta. Retomé la concentración, dando la orden contraria, quería despertarla. Por fortuna lo conseguí, y ella despertó".

El joven Pavol quedó entusiasmado ante lo que parecía un gran poder. Convenció a la chica para quedar con asiduidad y practicar con ella la hipnosis. Y funcionaba.

La atracción de la hipnosis

 
"Despues de algunas sesiones, podía hipnotizarla solo con contar a diez. Funcionaba incluso al aire libre, con frío. Funcionaba incluso cuando ella no quería. Una vez ella no quería reunirse conmigo. Simplemente le ordené que viniese.. Al día siguiente, se presentó como habíamos quedado, comentando que no pudo controlar sus propias piernas, que, dijo, empezaron a moverse por sí solas".

Pavol experimentó con varias modalidades de hipnosis: por ejemplo, decía a su amiga que tal día a tal hora entraría en trance, y así sucedía. También la hacía dormir con un casete en el que resonaban sus palabras... y la chica solo despertaba cuando su hermana la abofeteaba.

Pasando a cosas peores

 
"Cuanto más comes, más hambre tienes", explica Hucík. "Empecé a hacer cosas peores que la hipnosis". La lista es larga. Primero, magia "blanca" (algo que según la Iglesia y los exorcistas, no existe: la magia es, o un engaño, o una superstición que aleja de Dios, o, si pasan cosas inexplicables y poderosas, es acción demoniaca: no hay magia buena).

Después, "magnetismo", adivinación con un péndulo, método silva (se presenta como una terapia pero los exorcistas y expertos católicos señalan que es una forma de invocación de espíritus, es decir, de demonios), rabdomancia (también llamada radiestesia: detectar agua, o estructuras subterráneas, con un péndulo o una vara).

Influir a otros

 
Pavol no era un chico devoto, pero sí se consideraba católico. De alguna manera pensaba que se trataba de "poderes" que Dios podía dar a algunos... como él. Y un poder, ¿no está para usarse? "Hice cosas malas como influir a otras personas" [con la hipnosis y el ocultismo]: que el profesor no le preguntase en clase, que el revisor no le pidiese el billete ("le hacía creer que ya lo había revisado, cuando la verdad es que iba sin billete").

Una "contrafuerza" en el "nivel alfa"

 
Había un nivel que concentración "ocultista" llamada "nivel alfa", el nivel mental en el que se "hacen cosas". A él le servía, por ejemplo, para memorizar temas para la escuela. En ese "nivel alfa" podía influir a otras personas. Pero había algunas que parecían estar protegidas por una especie de "contrafuerza".

Pavol sospechaba que quizá eran personas que también se dedicaban a lo oculto, que así generaban esa barrera... pero luego comprobó que no era así.

"Una noche, todo se aclaró. Intenté rezar estando en nivel alfa. No pude hacerlo. Era como pegarte con la cabeza en un muro. Era la misma sensación que tenía cuando no conseguía influir a una persona mediante prácticas ocultistas. Me pregunté qué tipo de poder era ese, que no podía superar. Y entonces, en ni interior, entendí que era el poder de Dios".

Pavol quedó "negativamente sorprendido", es decir, molesto: ¡él estaba en el lado malo, el lado anti-Dios!

Por un lado, nunca había pretendido tal cosa, pero, pensó, ¿acaso se había detenido alguna vez a consultar a Dios sobre estas actividades, en escucharle a Él?

Primer paso: admitir la adicción

 
Se acercaban los exámenes finales del instituto: no tenía tiempo para realizar más sesiones ocultistas, al menos por una temporada. Pero descubrió que se ponía nervioso, que deseaba volver a ejercer su poder sobre otros, algo que era ahora claro que estaba mal. "Me di cuenta de que sufría adicción al ocultismo".

En ese momento encontró el primer libro de espiritualidad cristiana que le ayudó: "Renovación en el Espíritu Santo", del teólogo y sacerdote eslovaco Jozef Vrablec (1914-2003). No era teoría árida, era un libro práctico y apasionado: incluía una oración al Espíritu Santo, y Pávol la rezó.

"En mi alma sentí algo nuevo, hermoso, y liberador. Era algo lleno de vida, y me traía un gran gozo. Era algo completamente distinto a lo que había experimentado en ejercicios de concentración o en meditaciones de vaciamiento según el yoga o las religiones orientales", explica.

Era la acción del Espíritu Santo, con sus dones: gozo, paz, sabiduría, guía...

Decisión final, en el seminario

 
Fue "guiado por el Espíritu Santo" que aquel joven de unos 18 años entró en el seminario para ser sacerdote y servir a Dios. Aún en el primer año intentó mantener alguna relación con el mundo de lo oculto, pero se apuntó a un curso de Renovación en el Espíritu Santo, y en él se insistía a los participantes en que renunciasen a estas prácticas. Varios participantes de más edad ya lo habían hecho, y podían explicar a Pávol por qué era necesario e imprescindible para un cristiano. Así puso punto final a cualquier práctica oculta.

El padre Pavol en una de sus charlas previniendo del ocultismo

Pero no a su estudio teórico, esta vez desde el punto de vista cristiano. De hecho, su tesis de teología trató de ese tema: "La parapsicología desde el punto de vista del cristianismo". Con ella, pretendía compensar sus errores y quizá ayudar o prevenir a otras personas.


Ayudar a la gente dañada

 
Como sacerdote joven, pronto descubrió que el ocultismo, los curanderos, adivinos y brujos estaban dañando a muchas personas, bien con meras estafas, bien introduciéndolas en lo esotérico. Además, muchas personas que según los psiquiatras estaban perfectamente sanas podían describir sus síntomas de opresión, oscuridad, presencias extrañas, voces... Pavol creía, acogía y entendía a estas víctimas del ocultismo, y decidió ayudarlas: darles consejo, estudiar su caso, orar por su liberación.

Y el primer paso a menudo es decir: "haz como hice yo, renuncia a todo lo oculto". "Cuando estas personas renuncian a las prácticas ocultistas y confían sus vidas a Jesucristo, sus pesadillas empiezan a desaparecer, dejan de oir voces y ver espíritus, se liberan de presiones internas y de sentimientos negativos", afirma.

"Así que Dios gradualmente me llevó a mi ministerio de liberación. Hoy le doy gracias por todo lo que experimenté y por el hecho de que puedo ayudar a las personas que fueron atrapadas y dañadas por los servicios misteriosos y frugales de la magia y el occultismo".


 http://www.religionenlibertad.com/contactar.asp?idarticulo=29946

sábado, 22 de junio de 2013

La mujer de Costa Rica que se curó con las reliquias de Juan Pablo II detalla su testimonio

«Salí de ese parque sanada».

Con esta naturalidad Floribeth Mora relata cómo se curó por intercesión de Juan Pablo II.

Esta mujer costarricense que vive en la localidad de Tres Ríos de Cartago es la protagonista del milagro que podría llevar a los altares al Papa polaco, después de que el pasado martes la comisión teológica de la Congregación para la Causa de los Santos diera fe de lo ocurrido, como ya lo hicieran en el mes de abril los médicos que reconocieron que, de forma inexplicable, Flory –como la llaman sus familiares y amigos–superó un aneurisma cuando ya estaba desahuciada por los médicos.

Flory escribió su testimonio

 
Todo comenzó el 8 de abril de 2011 al despertar. «Me dio un dolor de cabeza tan fuerte que pensé que me reventaría la cabeza. Le pedí a mi esposo que me llevara al hospital porque me sentía bastante mal. Cuando llegué me encontraba muy mal por los vómitos y el dolor de cabeza», relata esta mujer en un testimonio escrito por ella misma hace un año, recogido ahora por LA RAZÓN y confirmado a este diario por uno de los partícipes del milagro.

En aquella primera visita al médico, le diagnosticaron estrés y presión alta. Al comprobar a lo largo de los días posteriores que su estado de salud no mejoraba, decidió acudir a un hospital en San José, la capital del país.

«Tras varios exámenes me dijeron que tenía un pequeño derrame de sangre en mi cerebro, luego me hicieron un TAC y descubrieron que se trataba de un aneurisma cerebral en el lado derecho».

Los médicos desistieron

 
De inmediato la trasladaron a otro centro, mientras los facultativos se mostraban sorprendidos por su aguante. Tras varios intentos por cerrar el goteo de sangre que sufría en su cerebro, el equipo médico que la atendía tuvo que desistir al encontrarse la dilatación en un lugar de difícil acceso.

A partir de este momento, la situación empeoró sobremanera. Tras pasar unos días en observación, las limitaciones del sistema sanitario costarricense impidieron llevar a cabo una operación.

«Se cerraban así mis posibilidad de sobrevivir a tan fatal diagnóstico», recuerda esta madre de cuatro hijos, abuela de cuatro nietos y esposa de un ex oficial de la Policía nacional.

Tal era la gravedad de su situación que regresó a casa con un aviso claro a su familia: sólo le quedaba un mes de vida. Sin embargo, a pesar de la desesperación que en un primer momento les generó pensar en el desenlace de la historia, «nos llenamos de mucha fe, pero no puedo negar el miedo tan grande que sentía al ver lo que me estaba sucediendo».

Juan Pablo II, beato

 
No se cumplía ni un mes de aquella mañana en la que su vida se truncó, cuando tuvo lugar otro giro inesperado. El 1 de mayo de 2011, en la plaza de San Pedro, más de un millón de personas participan en la beatificación de Juan Pablo II.

Benedicto XVI proclamaba beato al Papa polaco destacando en primera persona cómo vivió la santidad de su predecesor en la sede de Pedro: «Durante 23 años pude estar cerca de él y venerar cada vez más su persona. Su profundidad espiritual y la riqueza de sus intuiciones sostenían mi servicio. El ejemplo de su oración siempre me ha impresionado y edificado: él se sumergía en el encuentro con Dios, aun en medio de las múltiples ocupaciones de su ministerio». Cuando amanecía en Costa Rica, Juan Pablo II ya había sido beatificado.

Jesús Sacramentado, en procesión

 
Como todos los domingos, la familia de Floribeth acudió a misa a la parroquia. Con pocas fuerzas, pero de nuevo animada por su esposo, acudieron al centro del barrio porque se estaba celebrando una procesión.

«En ese momento estaba pasando una carroza con la imagen de Jesús Sacramentado y sentí un frío en el cuerpo. Me bajé del coche y fui hasta allí».

Entonces, el sacerdote que acompañaba a la procesión declamaba una oración: «¡Oh, Señor! Hay una sanación».

La mujer se detuvo y se puso a rezar: «Le pedimos a nuestro Papa Juan Pablo que nos ayudara a pedirle a Dios que me ayudara».

Y en ese preciso instante, algo empezó a cambiar. «Salí de ese parque con la fe de que yo fui la sanada», apunta esta madre de familia que desde entonces centra las miradas de sus vecinos y amigos. A partir de ahora, de todo el orbe católico.

Reliquias del Papa en un santuario

 
Unos días después de aquel hecho, Floribeth, consciente de que al Santuario de la Virgen de Ujarrás –cercano a su domicilio– había recibido unas reliquias del Papa polaco, decidió acudir a rezar. «De nuevo, un milagro», apostilla.

Se trataba de un relicario que contiene muestras de sangre de Juan Pablo II, extraídas un día antes de morir.

Sin embargo, a pesar del esfuerzo realizado, cuando llegó ya había terminado la exposición. Aun así, el padre Dónald Solano hizo una excepción.

«Me la enseñó y la toqué. Seis meses después me hicieron otro examen en el cerebro y me indicaron que el aneurisma había desaparecido para la honra y la gloria de mi Dios», subraya esta mujer, que haría posible que Juan Pablo II sea proclamado santo, quizá, el próximo 20 de octubre, cuando se cumplen 35 años del inicio de su Pontificado.

El neurocirujano, sin explicación

 
Según publicó el jueves 20 de junio el diario «La Nación» de Costa Rica, el neurocirujano Alejandro Vargas Román, que atendió a Floribeth Mora durante su enfermedad, confirmó estos días que no encontró explicación científica a la desaparición repentina del aneurisma que padecía cuando analizaron exámenes posteriores a aquel 1 de mayo de 2011.

Además, Vargas reveló que funcionarios de la Santa Sede le consultaron sobre los detalles del caso durante la fase diocesana del proceso de canonización, la primera antes de que los informes sean remitidos a Roma y examinados por las diferentes comisiones de la Congregación para la Causa de los Santos.

«Médicamente, en teoría, nunca les va a desaparecer un aneurisma a las personas porque es una dilatación. Científicamente yo no le tengo ninguna explicación del por qué desapareció», comenta el doctor, que vivió en primera persona lo ocurrido en el hospital Calderón Guardia.


 «Salí de ese parque sanada».

Con esta naturalidad Floribeth Mora relata cómo se curó por intercesión de Juan Pablo II.

Esta mujer costarricense que vive en la localidad de Tres Ríos de Cartago es la protagonista del milagro que podría llevar a los altares al Papa polaco, después de que el pasado martes la comisión teológica de la Congregación para la Causa de los Santos diera fe de lo ocurrido, como ya lo hicieran en el mes de abril los médicos que reconocieron que, de forma inexplicable, Flory –como la llaman sus familiares y amigos–superó un aneurisma cuando ya estaba desahuciada por los médicos.

Flory escribió su testimonio

 
Todo comenzó el 8 de abril de 2011 al despertar. «Me dio un dolor de cabeza tan fuerte que pensé que me reventaría la cabeza. Le pedí a mi esposo que me llevara al hospital porque me sentía bastante mal. Cuando llegué me encontraba muy mal por los vómitos y el dolor de cabeza», relata esta mujer en un testimonio escrito por ella misma hace un año, recogido ahora por LA RAZÓN y confirmado a este diario por uno de los partícipes del milagro.

En aquella primera visita al médico, le diagnosticaron estrés y presión alta. Al comprobar a lo largo de los días posteriores que su estado de salud no mejoraba, decidió acudir a un hospital en San José, la capital del país.

«Tras varios exámenes me dijeron que tenía un pequeño derrame de sangre en mi cerebro, luego me hicieron un TAC y descubrieron que se trataba de un aneurisma cerebral en el lado derecho».

Los médicos desistieron
De inmediato la trasladaron a otro centro, mientras los facultativos se mostraban sorprendidos por su aguante. Tras varios intentos por cerrar el goteo de sangre que sufría en su cerebro, el equipo médico que la atendía tuvo que desistir al encontrarse la dilatación en un lugar de difícil acceso.

A partir de este momento, la situación empeoró sobremanera. Tras pasar unos días en observación, las limitaciones del sistema sanitario costarricense impidieron llevar a cabo una operación.

«Se cerraban así mis posibilidad de sobrevivir a tan fatal diagnóstico», recuerda esta madre de cuatro hijos, abuela de cuatro nietos y esposa de un ex oficial de la Policía nacional.

Tal era la gravedad de su situación que regresó a casa con un aviso claro a su familia: sólo le quedaba un mes de vida. Sin embargo, a pesar de la desesperación que en un primer momento les generó pensar en el desenlace de la historia, «nos llenamos de mucha fe, pero no puedo negar el miedo tan grande que sentía al ver lo que me estaba sucediendo».

Juan Pablo II, beato
No se cumplía ni un mes de aquella mañana en la que su vida se truncó, cuando tuvo lugar otro giro inesperado. El 1 de mayo de 2011, en la plaza de San Pedro, más de un millón de personas participan en la beatificación de Juan Pablo II.

Benedicto XVI proclamaba beato al Papa polaco destacando en primera persona cómo vivió la santidad de su predecesor en la sede de Pedro: «Durante 23 años pude estar cerca de él y venerar cada vez más su persona. Su profundidad espiritual y la riqueza de sus intuiciones sostenían mi servicio. El ejemplo de su oración siempre me ha impresionado y edificado: él se sumergía en el encuentro con Dios, aun en medio de las múltiples ocupaciones de su ministerio». Cuando amanecía en Costa Rica, Juan Pablo II ya había sido beatificado.

Jesús Sacramentado, en procesión

 
Como todos los domingos, la familia de Floribeth acudió a misa a la parroquia. Con pocas fuerzas, pero de nuevo animada por su esposo, acudieron al centro del barrio porque se estaba celebrando una procesión.

«En ese momento estaba pasando una carroza con la imagen de Jesús Sacramentado y sentí un frío en el cuerpo. Me bajé del coche y fui hasta allí».

Entonces, el sacerdote que acompañaba a la procesión declamaba una oración: «¡Oh, Señor! Hay una sanación».

La mujer se detuvo y se puso a rezar: «Le pedimos a nuestro Papa Juan Pablo que nos ayudara a pedirle a Dios que me ayudara».

Y en ese preciso instante, algo empezó a cambiar. «Salí de ese parque con la fe de que yo fui la sanada», apunta esta madre de familia que desde entonces centra las miradas de sus vecinos y amigos. A partir de ahora, de todo el orbe católico.

Reliquias del Papa en un santuario

 
Unos días después de aquel hecho, Floribeth, consciente de que al Santuario de la Virgen de Ujarrás –cercano a su domicilio– había recibido unas reliquias del Papa polaco, decidió acudir a rezar. «De nuevo, un milagro», apostilla.

Se trataba de un relicario que contiene muestras de sangre de Juan Pablo II, extraídas un día antes de morir.

Sin embargo, a pesar del esfuerzo realizado, cuando llegó ya había terminado la exposición. Aun así, el padre Dónald Solano hizo una excepción.

«Me la enseñó y la toqué. Seis meses después me hicieron otro examen en el cerebro y me indicaron que el aneurisma había desaparecido para la honra y la gloria de mi Dios», subraya esta mujer, que haría posible que Juan Pablo II sea proclamado santo, quizá, el próximo 20 de octubre, cuando se cumplen 35 años del inicio de su Pontificado.

El neurocirujano, sin explicación

 
Según publicó el jueves 20 de junio el diario «La Nación» de Costa Rica, el neurocirujano Alejandro Vargas Román, que atendió a Floribeth Mora durante su enfermedad, confirmó estos días que no encontró explicación científica a la desaparición repentina del aneurisma que padecía cuando analizaron exámenes posteriores a aquel 1 de mayo de 2011.

Además, Vargas reveló que funcionarios de la Santa Sede le consultaron sobre los detalles del caso durante la fase diocesana del proceso de canonización, la primera antes de que los informes sean remitidos a Roma y examinados por las diferentes comisiones de la Congregación para la Causa de los Santos.

«Médicamente, en teoría, nunca les va a desaparecer un aneurisma a las personas porque es una dilatación. Científicamente yo no le tengo ninguna explicación del por qué desapareció», comenta el doctor, que vivió en primera persona lo ocurrido en el hospital Calderón Guardia.


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sábado, 8 de junio de 2013

El grupo de montaña de la parroquia acercó a Álvaro a la fe... y a la vocación sacerdotal

Álvaro Campón nació y ha vivido siempre en Avila, fue a un colegio católico, ha ido a la universidad e, incluso, trabajaba en un laboratorio. Una vida normal y corriente hasta aquí, pero con un par de notas a tomar en cuenta: nació en una familia no practicante y hoy estudia para ser sacerdote en la Pontificia de Salamanca.

Biotecnología en el laboratorio

 
“Nací en Ávila en el año 1989, crecí y viví también en Ávila. Iba al colegio Asunción de Nuestra Señora, desde los dos años que entré en la guardería, hasta que salí en segundo de bachillerato”, explica Alvaro, después estudió Biotecnología y pasaba largas horas en un laboratorio. Una vida bien encaminada.

“Realmente nunca he vivido la fe dentro de mi casa", comenta Alvaro. Fui bautizado y tomé la comunión e incluso empecé la catequesis de confirmación sin creer en Dios. Era algo que tocaba, y ya está”.

Valores previos a la fe

 
Lo bueno de su familia es que sus padres siempre le educaron en unos valores firmes especialmente para que eligiera con libertad: “Cierto es que no he vivido la fe en mi casa ni en la comunidad parroquial hasta que no lo he elegido por mí mismo; pero si hay algo que me han inculcado mis padres es la capacidad de ser libre para elegir, de la honestidad con uno mismo y de la coherencia. Sin esta educación –explica Alvaro- dudo que hubiera tenido el valor para dar el paso que he dado. Sin saberlo han sido y siguen siendo instrumentos de Dios en mi vida”.

Sus dos grandes pasiones de adolescente, y todavía hoy, son la música y la montaña: “La providencia quiso que me encontrara de frente con una parroquia donde se vivía intensamente esto que a mí me apasionaba: clases de guitarra y campamentos de montaña. Entonces tenía 15 años”.

Dos monjas enamoradas de Cristo


En la parroquia se encontró con dos monjas muy especiales: “Me hicieron comprender con su vida que se sentían amadas por Dios, que eran felices porque sabían por quién vivir, que merecía la pena conocer a Cristo. Y al final –confiesa Alvaro- todo se pega, la alegría se contagia, y el Evangelio entra en nosotros con una fuerza que no podemos explicar ni entender”.

Y es que Dios cuando entra en la vida de una persona y está dispuesto a cambiarla, lo hace con todas las consecuencias: “Dios ha salido a mi vida, me he sentido mirado, me he sentido capacitado para lo que me pedía a través de la Iglesia, me he sentido amado y consolado, me he sentido escogido. No puedo contar en unas frases la experiencia de Cristo, es algo que me sobrepasa. Solo puedo decir que sólo con Él he sido capaz de salir de mí mismo, de descubrir la belleza, de sentirme pequeño (como un insignificante humano más en este paso fugaz por la vida), y a la vez enorme (amado por Él)”, explica.

He entregado mi vida a quien me ama


¿Y por fuera?: “He cambiado exteriormente. Ahora soy seminarista, vivo en una comunidad con 14 hermanos y dos formadores a los que quiero y con los que convivo a diario -revela. Ha cambiado radicalmente mi actividad, ahora estudio Teología en la Universidad Pontificia de Salamanca después de años estudiando una carrera de ciencias naturales”.

Más aún: “Me he enfrentado a mis miedos, a los prejuicios de los demás e incluso a Dios. Y he crecido. He crecido como persona y he crecido en la fe, y sigo haciéndolo cada día. He decidido ser Libre de Verdad, entregando mi vida a quien sé que me ama y ha dado la suya por mí”.

Mirando hacia atrás nos expone lo más profundo y humano de su decisión: “Lo más importante en esta vida no es hacer cosas, sino saber por qué las haces, y en mi caso por quién. Romper ha sido muy duro –estudios, trabajo, un futuro prometedor-, pero más duro sería vivir al margen de mi realidad, sin querer ver lo que estaba delante de mis ojos. Decía Nietzsche que quien tiene un qué y un porqué, puede soportar casi cualquier cómo. Pues yo en he encontrado mi ‘porqué”.

Dios nos capacita


En un mundo tan secularizado como en el que vivimos en donde Dios no tiene cabida, o si la tiene se le convoca como convidado de piedra para ocasiones especiales, Alvaro responde con autoridad y humildad a la vez cuando le preguntamos que por qué Dios le ha elegido a él: “Alguien dijo alguna vez que Dios no elige a los capacitados sino que capacita a los elegidos. Está todo en sus manos. Y realmente me he sentido como Teresita de Lisieux: ‘Yo pensé que había nacido para la gloria, y buscando la forma de alcanzarla, comprendí que el Amor lo es todo. ¡El Amor me ha escogido a mí, que soy tan poca cosa!”

Bueno, una vez encontrado el Quién y el Cómo e, incluso, de alguna forma especial el Por Qué, se atreve a lanzar un mensaje a los jóvenes de su edad: “Encontrad vuestro ‘porqué’. No todo merece la pena. Hay algo que da una alegría plena: saberte elegido para una misión. Estad atentos y no tengáis miedo a seguir el camino si esa es vuestra vida. No seamos indiferentes al mal, seamos valientes, no hay nada tan grande como vivir por, para y en el Amor. Y repitiendo las palabras de Benedicto XVI en la Jornada Mundial de la Juventud en Madrid, ‘no os conforméis con menos que la Verdad y el Amor”.

Dios sigue invitando a los jóvenes a seguirle


En esta misma línea nos responde Ángel Pérez Pueyo, el Director del Secretariado de la Comisión Episcopal de Seminarios de la Conferencia Episcopal Española: “Me resisto a creer que algún día haya jóvenes que no piensen, que no sientan, que no se compadezcan de tantos hombres y mujeres ‘crucificados’, heridos, rotos, vacíos, deshabitados interiormente… que no escuchen la voz del Señor en ellos que les invita a ser su ‘cirineo’, a cargar con su cruz para que puedan sentirse verdaderamente sanados, perdonados, amados incondicionalmente por Dios”.

Y es que Dios sigue llamando, como a Álvaro Campón, capaz de dejar todo para seguir a Jesús: “Actualmente hay mucha gente desencantada que se sienteabandonada a su propia suerte y dirige su mirada confiada a Dios –explica don Angel Pérez-, como nos recuerda el Papa Benedicto XVI, conscientes de que el mundo sólo es redimido por el Crucificado, que les devuelve la dignidad de hijos de Dios”.

Ser sacerdote, una vida fascinante


Frente a quienes piensan desde fuera, ¡siempre desde fuera!, que la vida del sacerdote es algo triste y que supone algo penoso, este sacerdote nos explica desde su experiencia personal que “ser sacerdote sigue siendo fascinante para aquellos jóvenes que se sienten urgidos a propiciar y favorecer, entre unos y otros, la armonía, el equilibrio, el respeto, la libertad, la dignidad, el cariño, la reconciliación entre los hombres y Dios…”

¿Cómo son los sacerdotes del siglo XXI?


Los sacerdotes no caen del cielo, con los bolsillos repletos de estrellas, sino que nacen en el seno de una familia y crecen al calor de los diferentes grupos juveniles, comunidades cristianas, movimientos apostólicos…

Don Angel Pérez aclara: “Son jóvenes normales, hijos de su tiempo”. Y nos detalla lo siguiente: “Son jóvenes que se sienten interiormente cautivados por el Señor y su Evangelio; están dispuestos a vivir su seguimiento al Señor en condiciones de riesgo, radicalidad y total disponibilidad. La mediocridad no cautiva a nadie. Viven sin complejos, y les gusta vestir de negro como expresión de su identidad; se les nota centrados, identificados e ilusionados; aceptan su debilidad y vulnerabilidad, se saben criaturas, necesitados de la gracia”.

“De ordinario, la mayoría de la gente no se adhiere a la fe por un razonamiento brillante sino por un testimonio de vida. Hay personas que hacen creíble a Dios en el mundo. Este es hoy nuestro gran desafío: ‘Hacer creíble a Dios, hasta dar la vida si hiciera falta”, concluye don Ángel Pérez.


http://www.religionenlibertad.com/contactar.asp?idarticulo=28155

sábado, 1 de junio de 2013

El hombre que venció al régimen chino tras robarle su vida «Perdí todo pero he aumentado mi fe»



Li JF era un importante juez, pero católico. Tras ayudar a los pobres, el régimen chino le encerró en un campo de trabajo, le quitó su familia y sus bienes. Pero él doblegó a la dictadura. 


Tenía una vida cómoda e incluso podría haber hecho fortuna en China, dado su importante cargo. Era juez de un tribunal de una provincia de la costa este china. Sin embargo, Li JF era católico y más concretamente de la perseguida Iglesia clandestina.
 
No podía seguir viendo como la injusticia crecía y se prodigaba a su alrededor sin que él hiciera nada, por lo que arriesgó todo lo que tenía para así cumplir las palabras del Evangelio. Ser fiel a Jesucristo le hizo perder todo. Pero no lo esencial.
 
Detenido, apaleado y despojado de sus bienes
 
Li ha estado 11 años en un campo de trabajo, de "reeducación" para el régimen, el Gobierno ha vendido su casa, obligaron a su mujer a divorciarse, no ha visto a su hija desde su detención y su hermano tuvo que huir a Tailandia por las amenazas. Ni incluso su gran deterioro físico por las catorce horas de trabajo diario consiguieron que este firme católico renegase de su fe.
 
Cuenta que hizo todo esto porque oía una y otra vez en sus oídos la cita de Isaías 30, 21: “Ese es el camino, id por él”. Y así lo hizo. Pese a los sufrimientos y pérdidas materiales, Li está exultante pues el régimen le ha podido arrancar todo pero no su fe.
 
El presidente de China Aid, Bob Fu, cuenta que Li ya ha salido de prisión y ha revelado las cartas que éste le enviaba y en las que quedaba impresionado por la fe de un prisionero que nunca perdió la esperanza.
 
“Él no fue encarcelado debido a la corrupción o por actividades delictivas, sino porque proporcionó asesoramiento jurídico gratuito a los más débiles y vulnerables”, cuenta Bob Fu.
 
“Eligió un camino diferente”
 
En su explicación de la situación, el representante de China Aid relata que “Li podría fácilmente haber ganado una fortuna si hubiese decidido continuar su cómoda carrera legal, podría haber evitado la detención, las palizas y las torturas por permanecer en silencio ante la injusticia. Pero eligió un camino diferente”. Una senda marcada por la fe.
 
Sin embargo, Li ve lo bueno de todos estos años en vez de centrarse en todo lo que ha padecido. “He perdido todo, pero he aumentado mi fe en Dios”, afirma orgulloso. Eso es lo que le queda  y recuerda así a las palabras de San Pablo a los Romanos cuando dice: “tengo por cierto que los padecimientos del tiempo presente no son nada en comparación con la gloria que ha de manifestarse en nosotros”.
 
En el campo de trabajo al que fue enviado por su pertenencia a la Iglesia clandestina Li trabajó durante catorce horas al día y pasaba hasta tres en las clases de “reeducación”, que pasaban por ser un lavado de cerebro. Ni con esas consiguieron doblegarle.
 
Consiguió las biblias para los presos
 
Es más, lejos de abandonar su fe ésta iba aumentando entre rejas. Tanto que ni los guardias podían con él pues a Li no le importaban los castigos ni las condenas, sólo cumplir con el mandato de Jesucristo.
 
De hecho, dentro del campo de trabajo consiguió hacer contrabando para así poder comprar en el exterior Biblias, las cuales eran utilizadas para que él mismo enseñase a decenas de prisioneros. En estas clases lanzaba preguntas a sus compañeros, siempre relacionadas sobre “en quién pones tu verdadera esperanza”.

Evidentemente, las autoridades chinas no podían permitir que Li y el resto de presos leyeran y tuvieran Biblias por lo que las confiscaron. Pero aún con estas, este convencido católico se enfrentó al sistema y aprovechando su dominio del sistema legal chino consiguió revertir la situación.
 
“Ningún bien material puede sustituir esto”
 
Li se presentó ante el oficial del campo preguntando por qué no podían tener las Biblias. Éste arguyó sus excusas pero no pudo con Li, que le dio una auténtica lección de leyes y conocimientos. Al final, los presos consiguieron volver a tener las Biblias.

El resumen que el propio Li hace de todos estos años encerrado y realizando penosos trabajos se asemeja a lo dicho por San Pablo en sus cartas. “Mi padre celestial decidió dejarme seguirlo llevando mi Cruz. Con dificultad, elegí un camino en el que me vuelvo más pobre en bienes materiales y en el que sería más difícil la conmutación de la pena. Aún así continué extendiendo las semillas del Evangelio. Soy una persona elegida del Señor y tal gloria no puede ser sustituida por ningún bien material”.

La difícil situación de China
 
La Iglesia clandestina china sigue siendo duramente reprimida por el Gobierno pues escapa de su control. Sin embargo, los intentos del régimen comunista son vanos pues el número de católicos no para de aumentar. La persecución y la sangre de los mártires inflaman aún más la llama del Evangelio en tierras chinas. Y el ejemplo de Li lo pone de manifiesto.
 
Precisamente la semana pasada el propio Papa Francisco ofrecía la misa por los católicos chinos. En la capilla de Santa Marta celebró la Eucaristía en honor de Nuestra Señora de Shesan. Presentes había unos veinte chinos, entre laicos y sacerdotes. Allí el Papa inició la celebración: “oremos por el noble pueblo chino” y en su homilía hablaba de “soportar con paciencia” y “ganar con el amor”. El Papa no olvida a este pueblo luchador y a esta minoría perseguida.
 
Mientras tanto, China aparece en los primeros puestos en las clasificaciones de países que más persiguen a los cristianos. El régimen sigue recluyendo a católicos en cárceles y campos de trabajo mientras trabaja duramente para controlar a la Iglesia fiel a Roma. El caso más sonado últimamente ha sido la detención del obispo Ma Daqin. Una vez ordenado obispo auxiliar para la Diócesis de Shanghai en 2012 anunció públicamente que renunciaría a todos sus cargos en la Iglesia Católica y así seguir fielmente al Papa. El régimen no tardó en responder y poco después de sus declaraciones fue detenido y recluido, situación que se mantiene hasta estos momentos
 
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