sábado, 9 de abril de 2016

Lleva la camiseta de la Virgen «no para que me dé suerte sino porque me fortalece»: un gesto de amor


El entrenador brasileño del Palmeira de Sao PauloAlexi Stival, conocido popularmente como "Cuca",es un gran devoto de la Virgen, cuya imagen lleva impresa en la camiseta que usa durante los partidos.

En una conferencia de prensa, Cuca destacó una experiencia que lo marcó hace dos años en China mientras dirigía al Shandong Luneng Taishan.

Un día uno de los jugadores chinos miró con curiosidad su camiseta de Santa María. “Él me preguntó quién era aquella mujer bonita. Yo le respondí que es la Madre de Jesús”, relató Alexi. Dice que como católico siente una misión: "llevo mi fe y no superstición”, afirmó.

En este aspecto hay que tener en cuenta que Brasil es el país con más católicos del mundo, con un 88% de devotos.

Su devoción viene de familia
 

"Cuca" proviene de una familia católica. De niño era muy devoto y siempre iba a la Iglesia.

Su madre declaró al diario brasileño UOL que cuando bautizó a su hijo "lo entregó a la Virgen. Ella lo está cuidando”.

Durante su carrera como jugador y entrenador ha mantenido su fe católica. Antes de cada partido se arrodilla para orar delante de la imagen de la Virgen, que está en un altar de los vestuarios y cuando sale a la cancha hace la señal de la cruz.



Una camiseta que luce con honor
 

El entrenador dijo luego que en una ocasión ganaron un partido gracias a un gol que “ese jugador, que era defensa, anotó en el minuto 48 del segundo tiempo”.

“Yo llevaba puesta la camiseta y cuando él me abrazó la señaló y dijo: ‘My mother’ (mi madre). Eso me estremeció”, recordó.

El técnico recordó además que en 2013, cuando entrenaba al Atlético Mineiro y ganaron la Copa Libertadores, también llevaba puesta la camiseta con la imagen de la Virgen “no para que me dé suerte sino porque ella me fortalece”.



Toda la vida de la mano de María
 


En 2014 sucedió algo similar durante el Mundial de Clubes en Marruecos, aunque explicó que no solo pedía la ayuda de la Virgen para ganar ese campeonato sino en general, para la vida: creo tanto en la Virgen María que no tengo vergüenza de usar la camiseta en la calle, en el juego o en el trabajo, manifestó.

Actualmente es entrenador del Palmeira de Sao Paulo y afirmó que como católico tiene la obligación de “llevar la imagen de la Virgen a la juventud”.

sábado, 2 de abril de 2016

La Resurrección de Cristo 2016




Día 27 Domingo de Pascua de Resurrección

En distintos momentos advierte Jesús que aceptar su doctrina reclama la virtud de la fe por parte de sus discípulos. Lo recuerda de modo especial a sus Apóstoles; a aquellos que escogió para que, siguiéndole más de cerca todos los días, vivieran para difundir su doctrina. Serían responsables de esa tarea, de modo especial, a partir de su Ascensión a los cielos, a partir del momento en que ya no le vería la gente, ni ellos contarían con su presencia física, ni con sus palabras, ni con la fuerza persuasiva de sus milagros. Metidos de lleno en la Pascua –tiempo de alegría porque consideramos la vida gloriosa a la que Dios nos ha destinado–, meditamos en la virtud de la fe, le decimos al Señor como los Apóstoles: auméntanos la fe: concédenos un convencimiento firme, inmutable de tu presencia entre nosotros y, por ello, de tu victoria, por el auxilio que nos has prometido. Que nos apoyemos en tu palabra, Señor, ya que son las tuyas palabras de vida eterna. Así lo declaró Pedro, cabeza de los Apóstoles, cuando bastantes dudaron y se alejaron: ¿A quién iremos? –afirmó, en cambio, el Príncipe de los Apóstoles– Tú tienes palabras de vida eterna. A poco de haber convivido con Jesús, todos comprendían que merecía un asentimiento de fe. Si tuvierais fe... Creed..., les animaba el Señor. Era necesario, sin embargo, afirmar su enseñanza expresamente, recordarla y establecerla como criterio básico de comportamiento. Era fundamental tener muy claro que si podían estar seguros, al declarar su doctrina infalible e inefable, era por ser doctrina de Jesucristo: el Hijo de Dios encarnado. Todos fueron testigos de los mismos milagros y escucharon las mismas palabras, con idéntica autoridad, con el mismo afán de entrega por todos; y, sin embargo, solamente Pedro es capaz de confesar expresamente la fe que Jesús merece: ¿A quién iremos?. Tú tienes palabras de vida eterna, declara el Apóstol y Jesús confirma. Y lo que es de Dios, es para siempre: el Cielo y la tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán, nos aseguró.