sábado, 24 de marzo de 2018

DOMINGO de RAMOS 2018





Día 25 Domingo de Ramos en la Pasión del Señor

Nos ofrece la Iglesia en el Domingo de Ramos, para que los recordemos y meditemos una vez más, los acontecimientos de la vida de Nuestro Señor que culminan su obra redentora en la tierra. Y convendrá que, no sólo hoy, sino también los próximos días de la Semana Santa, meditemos pausadamente en esas escenas de la Pasión que, de un modo tan claro, nos muestran el amor de Dios por el hombre y la maldad del pecado. Pero hoy, siguiendo los pasos a de Jesús y acompañados de los apóstoles y de tantos que le vitorearon aquel día, recordamos contentos la aclamación que recibió Jesús. Nos interesa mucho evocar aquella circunstancia, relativamente frecuente en su vida, aunque no faltaran también a menudo los momentos en que sufrió la incomprensión, la crítica inconsiderada y hasta la violencia de la gente. Las más de las veces, en todo caso, el pueblo sencillo reunido reconoce la bondad de Jesús, se muestran agradecidos y, de un modo natural, expresan sus sentimientos aclamándole. ¡Bendito el que viene en nombre del Señor!, dice con toda razón la gente. Viene en el nombre de Dios y está ahí. Está por ellos, para ellos, a favor de ellos, como está ahora junto a nosotros aunque no le vean nuestros ojos. Aquellas gentes son para nosotros un permanente ejemplo, un recordatorio de que, teniendo a nuestro Dios tan cerca, es de justicia que nos sintamos felices. La cercanía del Señor reclama de sus hijos que demos testimonio de alegría, de optimismo, de seguridad, de paz. Es necesario que los demás nos noten sin temores a pesar del dolor y las contrariedades, a pesar de las dificultades habituales o incluso extraordinarias de nuestra vida. El estado de ánimo de un cristiano, por ser hijo de Dios, contrastará necesariamente con el de los hombres que no tienen fe o no la practican. Por tanto, si alguna vez nos sentimos tristes, reaccionaremos con prontitud: un pensamiento sobrenatural, y ¡arriba ese corazón! Jamás tenemos derecho a estar tristes. Nunca llevamos razón: por muchos aspectos negativos que nos sintamos forzados a contemplar, por grande que sea el sufrimiento, siempre será más cierto y más objetivo, que Dios nuestro Señor nos contempla con cariño paternal, aunque no sepamos reconocerlo. Tal vez –cuando por alguna circunstancia especial nos pese más la tristeza– sea entonces el momento de reaccionar y, estimulados quizá por ese sinsabor, abriremos los ojos del alma, hasta reconocer que el Señor pasa triunfante ante nosotros y para nosotros como siempre. De continuo es una buena ocasión para la alegría. Aunque en nuestra vida haya penas, no deben ser jamás tan profundas como para introducirnos en una absoluta tristeza. Seríamos injustos por no darle importancia a que Dios está junto a nosotros de continuo: siempre junto a nosotros y a nuestro favor. El Domingo de Ramos, día de alegría también en la liturgia, puede y debe ser, en este sentido, una jornada de siempre, habitual para cada uno: vivir es un permanente Domingo de Ramos. Pero, antes de las alabanzas, nos cuenta San Marcos un suceso muy interesante porque de algún modo hizo posible la entrada triunfal de Jesús en Jerusalén. Jesús encomienda a dos de sus discípulos una pequeña tarea. Deben realizar un misterioso encargo, consistente en traerle un borrico joven –en el que nadie había montado todavía– para que, a la usanza de los grandes personajes de Israel, pudiera recibir adecuadamente la aclamación del pueblo.



sábado, 17 de marzo de 2018

¿Cómo hacer una buena confesión?

El P. José Luis nos regala una guía que nos ayudará muchísimo

Por: P. José Luis González S. | Fuente: padrejoseluisgs.com




Cuando nos damos cuenta de que tenemos pecados que no podemos vencer o que cometemos muy seguido, nos desanimamos y pensamos que es inútil confesarnos. Lo que sucede es que muchas veces no hacemos un buen examen de conciencia. Te comparto esta guía, basada en los 10 mandamientos y los 7 pecados capitales, que te ayudarán a preparar una buena confesión. No tengas miedo, Dios te espera con los brazos abiertos para regalarte su perdón.


A.- Los Diez Mandamientos
Examina tu conciencia. Se recuerdan los pecados preguntándose sin prisa lo que se ha hecho en contra de los mandamientos de la Ley de Dios y de la Iglesia, con plena advertencia y pleno consentimiento.


Primer Mandamiento Amarás a Dios sobre todas las cosas 
  • ¿He admitido en serio alguna duda contra las verdades de la fe? ¿He llegado a negar la fe o algunas de sus verdades, en mi pensamiento o delante de los demás?
  • ¿He desesperado de mi salvación o he abusado de la confianza en Dios, presumiendo que no me abandonaría, para pecar con mayor tranquilidad?
  • ¿He murmurado interna o externamente contra el Señor cuando me ha acaecido alguna desgracia?
  • ¿He abandonado los medios que son por sí mismos absolutamente necesarios para la salvación? ¿He procurado alcanzar la debida formación religiosa?
  • ¿He hablado sin reverencia de las cosas santas, de los sacramentos, de la Iglesia, de sus ministros?
  • ¿He abandonado el trato con Dios en la oración o en los sacramentos?
  • ¿He practicado la superstición o el espiritismo? ¿Pertenezco a alguna sociedad o movimiento ideológico contrario a la religión?
  • ¿Me he acercado indignamente a recibir algún sacramento?
  • ¿He leído o retenido libros, revistas o periódicos que van contra la fe o la moral? ¿Los di a leer a otros?
  • ¿Trato de aumentar mi fe y amor a Dios?
  • ¿Pongo los medios para adquirir una cultura religiosa que me capacite para ser testimonio de Cristo con el ejemplo y la palabra?
  • ¿He hecho con desgana las cosas que se refieren a Dios?
Segundo Mandamiento – No jurarás el nombre de Dios en vano
 
  • ¿He blasfemado? ¿Lo he hecho delante de otros?
  • ¿He hecho algún voto, juramento o promesa y he dejado de cumplirlo por mi culpa?
  • ¿He honrado el santo nombre de Dios? ¿He pronunciado el nombre de Dios sin respeto, con enojo, burla o de alguna manera poco reverente?
  • ¿He hecho un acto de desagravio, al menos interno, al oír alguna blasfemia o al ver que se ofende a Dios?
  • ¿He jurado sin verdad? ¿Lo he hecho sin necesidad, sin prudencia o por cosa de poca importancia?
  • ¿He jurado hacer algún mal? ¿He reparado el daño que haya podido seguirse de mi acción?
Tercer Mandamiento – Santificarás las fiestas
  • ¿Creo todo lo que enseña la Iglesia Católica? ¿Discuto sus mandatos olvidando que son mandatos de Cristo?
  • ¿He faltado a Misa los domingos o fiestas de guardar? ¿Ha sido culpa mía? ¿Me he distraído voluntariamente o he llegado tan tarde que no he cumplido con el precepto?
  • ¿He impedido que oigan la Santa Misa los que dependen de mí?
  • ¿He guardado el ayuno una hora antes del momento de comulgar?
  • ¿He trabajado corporalmente o he hecho trabajar sin necesidad urgente un día de precepto, por un tiempo considerable, por ejemplo, más de dos horas?
  • ¿He observado la abstinencia durante los viernes de Cuaresma?
  • ¿He rezado alguna oración o realizado algún acto de penitencia los demás viernes del año en los que no he guardado la abstinencia? ¿He ayunado y guardado abstinencia el Miércoles de Ceniza y el Viernes Santo?
  • ¿Cumplí la penitencia que me impuso el sacerdote en la última confesión? ¿He hecho penitencia por mis pecados? ¿Me he confesado al menos una vez al año?
  • ¿Me he acercado a recibir la Comunión en el tiempo establecido para cumplir con el precepto pascual? ¿Me he confesado para hacerlo en estado de gracia?
  • ¿Excuso o justifico mis pecados?
  • ¿He callado en la confesión, por vergüenza, algún pecado grave? ¿He comulgado después alguna vez?
Cuarto Mandamiento – Honrarás a tu padre y a tu madre
(Hijos)
  • ¿He desobedecido a mis padres o superiores en cosas importantes?
  • ¿Tengo un desordenado afán de independencia que me lleva a recibir mal las indicaciones de mis padres simplemente porque me lo mandan? ¿Me doy cuenta de que esta reacción está ocasionada por la soberbia?
  • ¿Les he entristecido con mi conducta?
  • ¿Les he amenazado o maltratado de palabra o de obra, o les he deseado algún mal grave o leve?
  • ¿Me he sentido responsable ante mis padres por el esfuerzo que hacen para que yo me forme, estudiando con intensidad?
  • ¿He dejado de ayudarles en sus necesidades espirituales o materiales?
  • ¿Me dejo llevar del mal genio y me enfado con frecuencia y sin motivo justificado?
  • ¿Soy egoísta con las cosas que tengo, y me duele dejarlas a los demás hermanos?
  • ¿He reñido con mis hermanos?
  • ¿He dejado de hablarme con ellos y no he puesto los medios necesarios para la reconciliación?
  • ¿Soy envidioso y me duele que otros destaquen más que yo en algún aspecto?
  • ¿He dado mal ejemplo a mis hermanos?
(Padres)
  • ¿Desobedezco a mis superiores en cosas importantes?
  • ¿Permanezco indiferente ante las necesidades, problemas y sufrimientos de la gente que me rodea, singularmente de los que están cerca de mí por razones de convivencia o trabajo?
  • ¿Soy causa de tristeza para mis compañeros de trabajo por negligencia, descortesía o mal carácter?
  • ¿He dado mal ejemplo a mis hijos no cumpliendo con mis deberes religiosos, familiares o profesionales? ¿Les he entristecido con mi conducta?
  • ¿Les he corregido con firmeza en sus defectos o se los he dejado pasar por comodidad? ¿Corrijo siempre a mis hijos con justicia y por amor a ellos, o me dejo llevar por motivos egoístas o de vanidad personal, porque me molestan, porque me dejan mal ante los demás o porque me interrumpen?
  • ¿Les he amenazado o maltratado de palabra o de obra, o les he deseado algún mal grave o leve?
  • ¿He descuidado mi obligación de ayudarles a cumplir sus deberes religiosos y de evitar las malas compañías?
  • ¿He abusado de mi autoridad y ascendiente forzándoles a recibir los sacramentos, sin pensar que por vergüenza o excusa humana, podrían hacerlo sin las debidas disposiciones?
  • ¿He impedido que mis hijos sigan la vocación con que Dios les llama a su servicio? ¿Les he puesto obstáculos o les he aconsejado mal?
  • Al orientarles en su formación profesional, ¿me he guiado por razones objetivas de capacidad y medios, o he seguido más bien los dictados de mi vanidad o egoísmo?
  • ¿Me preocupo de modo constante por su formación en el aspecto religioso?
  • ¿Me he preocupado también de la formación religiosa y moral de las otras personas que viven en mi casa o que dependen de mí?
  • ¿Me he opuesto a su matrimonio sin causa razonable?
  • ¿Permito que trabajen o estudien en lugares donde corre peligro su alma o su cuerpo? ¿He descuidado la natural vigilancia en las reuniones de chicos y chicas que se tengan en casa evitando dejarles solos? ¿Soy prudente a la hora de orientar sus diversiones?
  • ¿He tolerado escándalos o peligros morales o físicos entre las personas que viven en mi casa?
  • ¿Sacrifico mis gustos, caprichos y diversiones para cumplir con mi deber de dedicación a la familia?
  • ¿Procuro hacerme amigo de mis hijos? ¿He sabido crear un clima de familiaridad evitando la desconfianza y los modos que impiden la legítima libertad de los hijos?
  • ¿Doy a conocer a mis hijos el origen de la vida, de un modo gradual, acomodándome a su mentalidad y capacidad de comprender, anticipándome ligeramente a su natural curiosidad?
  • ¿Evito los conflictos con los hijos quitando importancia a pequeñeces que se superan con un poco de perspectiva y sentido del humor?
  • ¿Hago lo posible por vencer la rutina en el cariño a mi esposo(a)?
  • ¿Soy amable con los extraños y me falta esa amabilidad en la vida familiar?
  • ¿He reñido con mi consorte? ¿Ha habido malos tratos de palabra o de obra? ¿He fortalecido la autoridad de mi cónyuge, evitando reprenderle, contradecirle o discutirle delante de los hijos?
  • ¿Le he desobedecido o injuriado? ¿He dado con ello mal ejemplo?
  • ¿Me quejo delante de la familia de la carga que suponen las obligaciones domésticas?
  • ¿He dejado demasiado tiempo solo a mi consorte?
  • ¿He procurado avivar la fe en la Providencia y ganar lo suficiente para poder tener o educar a más hijos?
  • ¿Pudiendo hacerlo he dejado de ayudar a mis parientes en sus necesidades espirituales o materiales?
Quinto Mandamiento – No matarás
  • ¿Tengo enemistad, odio o rencor hacia alguien?
  • ¿He dejado de hablarme con alguien y me niego a la reconciliación o no hago lo posible por conseguirla?
  • ¿Evito que las diferencias políticas o profesionales degeneren en indisposición, malquerencia u odio hacia las personas?
  • ¿He deseado un mal grave al prójimo? ¿Me he alegrado de los males que le han ocurrido?
  • ¿Me he dejado dominar por la envidia?
  • ¿Me he dejado llevar por la ira? ¿He causado con ello disgusto a otras personas?
  • ¿He despreciado a mi prójimo? ¿Me he burlado de otros o les he criticado, molestado o ridiculizado?
  • ¿He maltratado de palabra o de obra a los demás? ¿Pido las cosas con malos modales, faltando a la caridad?
  • ¿He llegado a herir o quitar la vida al prójimo? ¿He sido imprudente en la conducción de vehículos?
  • ¿He practicado o colaborado en la realización de algún aborto? ¿He abortado o inducido a alguien a abortar, sabiendo que constituye un pecado gravísimo que lleva consigo la excomunión?
  • ¿He contribuido a adelantar la muerte a algún enfermo con pretextos de evitar sufrimientos o sacrificios, sabiendo que la eutanasia es un homicidio?
  • Con mi conversación, mi modo de vestir, mi invitación a presenciar algún espectáculo o con el préstamo de algún libro o revista, ¿he sido la causa de que otros pecasen? ¿He tratado de reparar el escándalo?
  • ¿He descuidado mi salud? ¿He atentado contra mi vida?
  • ¿Me he embriagado, bebido con exceso o tomado drogas?
  • ¿Me he dejado dominar por la gula, es decir, por el placer de comer y beber más allá de lo razonable?
  • ¿Me he deseado la muerte sin someterme a la Providencia de Dios?
  • ¿Me he preocupado del bien del prójimo, avisándole del peligro material o espiritual en que se encuentra o corrigiéndole como pide la caridad cristiana?
  • ¿He descuidado mi trabajo, faltando a la justicia en cosas importantes? ¿Estoy dispuesto a reparar el daño que se haya seguido de mi negligencia?
  • ¿Procuro acabar bien el trabajo pensando que a Dios no se le deben ofrecer cosas mal hechas? ¿Realizo el trabajo con la debida pericia y preparación?
  • ¿He abusado de la confianza de mis superiores? ¿He perjudicado a mis superiores o subordinados o a otras personas haciéndoles un daño grave?
  • ¿Facilito el trabajo o estudio de los demás, o lo entorpezco de algún modo, por ejemplo, con rencillas, derrotismos e interrupciones?
  • ¿He sido perezoso en el cumplimiento de mis deberes?
  • ¿Retraso con frecuencia el momento de ponerme a trabajar o estudiar?
  • ¿Tolero abusos o injusticias que tengo obligación de impedir?
  • ¿He dejado, por pereza, que se produzcan graves daños en mi trabajo? ¿He descuidado mi rendimiento en cosas importantes con perjuicio de aquellos para quienes trabajo? materiales?
Sexto y Noveno Mandamientos – No cometerás actos impuros (6) y No consentirás pensamientos ni deseos impuros (9)
  • ¿Me he entretenido con pensamientos o recuerdos deshonestos?
  • ¿He traído a mi memoria recuerdos o pensamientos impuros?
  • ¿Me he dejado llevar de malos deseos contra la virtud de la pureza, aunque no los haya puesto por obra? ¿Había alguna circunstancia que los agravase: parentesco, matrimonio o consagración a Dios en las personas a quienes se dirigían?
  • ¿He tenido conversaciones impuras? ¿Las he comenzado yo?
  • ¿He asistido a diversiones que me ponían en ocasión próxima de pecar? (ciertos bailes, cines o espectáculos inmorales, malas lecturas o compañías). ¿Me doy cuenta de que ponerme en esas ocasiones es ya un pecado?
  • ¿Guardo los detalles de modestia que son la salvaguardia de la pureza? ¿Considero esos detalles ñoñería?
  • Antes de asistir a un espectáculo, o leer un libro, ¿me entero de su calificación moral para no ponerme en ocasión próxima de pecado evitando así las deformaciones de conciencia que pueda producirme?
  • ¿Me he entretenido con miradas impuras?
  • ¿He rechazado las sensaciones impuras?
  • ¿He visto pornografía? ¿Me he masturbado?
  • ¿He hecho acciones impuras? ¿Solo o con otras personas? ¿Cuántas veces? ¿Del mismo o distinto sexo? ¿Había alguna circunstancia de parentesco o afinidad que le diera especial gravedad? ¿Tuvieron consecuencias esas relaciones? ¿Hice algo para impedirlas? ¿Después de haberse formado la nueva vida? ¿He cometido algún otro pecado contra la pureza?
  • ¿Tengo amistades que son ocasión habitual de pecado? ¿Estoy dispuesto a dejarlas?
  • En el noviazgo, ¿es el amor verdadero la razón fundamental de esas relaciones? ¿Vivo el constante y alegre sacrificio de no convertir el cariño en ocasión de pecado? ¿Degrado el amor humano confundiéndolo con el egoísmo y con el placer?
  • El noviazgo debe ser una ocasión de ahondar en el afecto y en el conocimiento mutuo; ¿mis relaciones están inspiradas no por afán de posesión, sino por el espíritu de entrega, de comprensión, de respeto, de delicadeza?
  • ¿Me acerco con más frecuencia al sacramento de la Penitencia durante el noviazgo para tener más gracia de Dios? ¿Me han alejado de Dios esas relaciones?
(Esposos)
  • ¿He usado indebidamente el matrimonio? ¿He negado su derecho al otro cónyuge? ¿He faltado a la fidelidad conyugal con deseos o de obra?
  • ¿Hago uso del matrimonio solamente en aquellos días en que no puede haber descendencia? ¿Sigo este modo de control de la natalidad sin razones graves?
  • ¿He usado preservativos o tomado fármacos para evitar los hijos? ¿He inducido a otras personas a que los tomen? ¿He influido de alguna manera —consejos, bromas o actitudes— en crear un ambiente antinatalista?
Séptimo y Décimo Mandamientos – No robarás (7) y No codiciarás los bienes ajenos (10)
  • ¿He robado algún objeto o alguna cantidad de dinero? ¿He reparado o restituido pudiendo hacerlo? ¿Estoy dispuesto a realizarlo? ¿He cooperado con otros en algún robo o hurto? ¿Había alguna circunstancia que lo agravase, por ejemplo, que se tratase de un objeto sagrado? ¿La cantidad o el valor de los apropiado era de importancia?
  • ¿Retengo lo ajeno contra la voluntad de su dueño?
  • ¿He perjudicado a los demás con engaños, trampas o coacciones en los contratos o relaciones comerciales?
  • ¿He hecho daño de otro modo a sus bienes? ¿He engañado cobrando más de lo debido? ¿He reparado el daño causado o tengo la intención de hacerlo?
  • ¿He gastado más de lo que me permite mi posición?
  • ¿He cumplido debidamente con mi trabajo, ganándome el sueldo que me corresponde?
  • ¿He dejado de dar lo conveniente para ayudar a la Iglesia?
  • ¿Hago limosna según mi posición económica?
  • ¿He llevado con sentido cristiano la carencia de cosas superfluas, o incluso necesarias?
  • ¿He defraudado a mi consorte en los bienes?
  • ¿Retengo o retraso indebidamente el pago de jornales o sueldos?
  • ¿Retribuyo con justicia el trabajo de los demás?
  • En el desempeño de cargos o funciones públicas, ¿me he dejado llevar del favoritismo, acepción de personas, faltando a la justicia?
  • ¿Cumplo con exactitud los deberes sociales, v. gr., pago de seguros sociales, con mis empleados? ¿He abusado de la ley, con perjuicio de tercero, para evitar el pago de los seguros sociales?
  • ¿He pagado los impuestos que son de justicia?
  • ¿He evitado o procurado evitar, pudiendo hacerlo desde el cargo que ocupo, las injusticias, los escándalos, hurtos, venganzas, fraudes y demás abusos que dañan la convivencia social?
  • ¿He prestado mi apoyo a programas inmorales y anticristianos de acción social y política?
Octavo Mandamiento No levantarás falsos testimonios ni mentirás
  • ¿He dicho mentiras? ¿He reparado el daño que haya podido seguirse? ¿Miento habitualmente porque es en cosas de poca importancia?
  • ¿He descubierto, sin justa causa, defectos graves de otra persona, aunque sean ciertos, pero no conocidos? ¿He reparado de alguna manera, v. gr., hablando de modo positivo de esa persona?
  • ¿He calumniado atribuyendo a los demás lo que no era verdadero? ¿He reparado el daño o estoy dispuesto a hacerlo?
  • ¿He dejado de defender al prójimo difamado o calumniado?
  • ¿He hecho juicios temerarios contra el prójimo? ¿Los he comunicado a otras personas? ¿He rectificado ese juicio inexacto?
  • ¿He revelado secretos importantes de otros, descubriéndolos sin justa causa? ¿He reparado el daño seguido?
  • ¿He hablado mal de otros por frivolidad, envidia, o por dejarme llevar del mal genio?
  • ¿He hablado mal de los demás —personas o instituciones— con el único fundamento de que “me contaron” o de que “se dice por ahí”? Es decir, ¿he cooperado de esta manera a la calumnia y a la murmuración?
  • ¿Tengo en cuenta que las discrepancias políticas, profesionales o ideológicas no deben ofuscarme hasta el extremo de juzgar o hablar mal del prójimo, y que esas diferencias no me autorizan a descubrir sus defectos morales a menos que lo exija el bien común?
  • ¿He revelado secretos sin justa causa? ¿He hecho uso en provecho personal de lo que sabía por silencio de oficio? ¿He reparado el daño que causé con mi actuación?
  • ¿He abierto o leído correspondencia u otros escritos que por su modo de estar conservados, se desprende que sus dueños no quieren darlos a conocer?
  • ¿He escuchado conversaciones contra la voluntad de los que las mantenían?
 B.- Los siete Pecados Capitales
1.- La Soberbia:
Opinión demasiado buena que tiene uno de sí mismo. Admiración excesiva del propio yo. El orgullo hace que uno sea su propia ley, su propio juez en cuestiones de moral y su propio Dios. El orgullo engendra la censura, la maledicencia, las frases hirientes y la difamación de la personalidad de otros, que infla más nuestro “EGO”. El orgullo hace que califique uno de imbéciles a quienes no están de acuerdo con uno. Preguntémonos:
  • ¿Asumo actitudes de jactancia o vanagloria?
  • ¿Me produce engreimiento que se hable de mi?
  • ¿Soy acaso hipócrita?
  • ¿Pretendo ser lo que no soy?
  • ¿Soy terco?
  • ¿Rehúso renunciar a mi voluntad o capricho?
  • ¿Nunca doy mi brazo a torcer?
  • ¿Soy voluntarioso/a? ¿Me causa resentimiento todo lo que contraría mi voluntad?
  • ¿Me peleo cada vez que mis deseos son amenazados?
  • ¿Soy desobediente? ¿Soy renuente a someterme a las decisiones de quienes legítimamente son mis superiores?
  • ¿Rehuso someterme a la Voluntad de Dios?
2.- La avaricia:
Apego desordenado a las riquezas. Perversión del derecho que Dios nos ha concedido de poseer cosas.
  • ¿Quiero tener dinero como una finalidad en sí
  • ¿Deseo tenerlo como un medio para lograr una finalidad, como satisfacer necesidades de mi espíritu y de mi organismo?
  • ¿Carezco de honradez? ¿Hasta qué grado y en qué forma?
  • ¿Correspondo con toda honradez, con mi trabajo al pago que por desempeñarlo se me da?
  • ¿Cómo empleo el dinero que gano?
  • ¿Soy tacaño (a) con mi familia?
  • ¿Siento apego al dinero en sí?
  • ¿Hasta qué grado llega mi amor al lujo?
  • ¿En qué forma ahorro dinero?
  • ¿Me valgo de trampas ó no me detiene el hecho de que un negocio no sea limpio con tal de hacer y ganar dinero?
  • ¿Trato de engañarme a mí mismo (a) y cierro los ojos en casos como estos?
  • ¿Le llamo ahorro a lo que sé que es tacañería?
  • Cuando se trata de negocios que pueden dejarme utilidades considerables, pero que obviamente son de mala fe, ¿trato de justificarme diciendo que “son negocios de gran envergadura”?
  • ¿Confundo lo que es un atesoramiento irrazonable, con lo que es asegurar el porvenir propio y de mi familia?
  • Si en la actualidad no tengo dinero, ni ningún bien económico, ¿qué me propongo hacer para llegar a tenerlo?
  • ¿Me valdría de medios poco limpios para lograrlo?
3.- La lujuria:
Afición desordenada a los placeres de la carne. Deseo excesivo de los placeres de la carne.
  • ¿Soy culpable de Lujuria en cualquiera de sus formas?
  • ¿Trato de justificarme cuando doy rienda suelta a mi apetito sexual, diciéndome que mis desmanes son “necesarios para la salud” o la expresión de mi individualidad?
  • ¿Tengo relaciones sexuales extra-maritales?
  • Si soy casado, ¿me conduzco como un hombre o como una bestia? ¿Realmente creo que la lujuria es amor?
  • ¿Sé en el fondo de mí mismo que la lujuria no es amor y que el amor no se reduce al sexo?
  • ¿Creo que la cuestión sexual no es mas que una parte del amor, una de las formas en que se manifiesta y que moralmente se limita al matrimonio?
  • ¿He cometido excesos de lujuria que hayan afectado a mi razón en alguna de las siguientes formas:
    a.- Pervirtiendo mi modo de ver y de entender, hasta hacer que no pueda discernir la verdad?
    b.- Menguando mi prudencia y por consiguiente dañando mi sentido de los valores, con el resultado de cometer desatinos?
    c.- Amando mi egoísmo y como consecuencia, falta de consideración de mi parte?
    d.- Debilitando mi voluntad hasta llegar a perder la facultad para tomar una decisión y convertirme en un ser voluble?
  • ¿Es posible que Dios, tal como lo concibo, le conceda lo que le pida a una persona relajada en sus costumbres sexuales, dentro o fuera del matrimonio?
  • ¿Aprobaría Dios mis hábitos sexuales?
4.- La envidia:
Disgusto ó pesar del bien ajeno.
  • ¿Me molesta que otros sean felices o tengan éxitos tal cómo si esa felicidad o ese éxito, fuese algo que me lo hubiesen quitado a mí?
  • ¿Me causan resentimiento aquellos que son más inteligentes que yo, porque envidio que lo sean?
  • ¿Censuro lo que hacen otros porque para mis adentros, quisiera haberlo hecho yo, por el honor o el prestigio que eso trae?
  • ¿Soy envidioso al grado de tratar de menguar la personalidad de alguien intrigando insidiosamente contra él?
  • ¿Propago chismes?
  • ¿Creo que son envidiosos aquellos que llaman hipócritas a quienes aunque sujetos a error como todo ser humano, tratan de cumplir con los preceptos de su religión? ¿ Soy culpable en ese sentido?
  • ¿Califico de presumidos a quienes son bien educados o instruidos, porque les envidio esas ventajas?
  • ¿Es real el aprecio que manifiesto por otros?
  • ¿Envidio a alguien por alguno de los motivos mencionados o por cualquier otro?
5.-La ira:
Cólera, enojo, apetito de venganza. Irritación, movimiento desordenado del alma ofendida. Molestia.
  • ¿Me dejo llevar por la ira?
  • ¿Tengo arranques de cólera?
  • ¿Siento deseos de venganza?
  • ¿Juro que: “esto me lo pagarán”?
  • ¿Recurro a la violencia?
  • ¿Soy susceptible, sensitivo o impaciente con exceso?
  • ¿Me molesto por cualquier cosa?
  • ¿Murmuro o refunfuño?
  • ¿Ignoro que la ira es un obstáculo para el equilibrio de la personalidad y para el desarrollo espiritual?
  • ¿Me doy cuenta de que la ira rompe el equilibrio mental y por consiguiente, impide juzgar acertadamente?
  • ¿Dejo que me maneje la ira, cuando sé que me ciega a los derechos de los demás?
  • ¿Como puedo justificarme ni el más insignificante berrinche, cuando sé que la ira rompe la concentración que necesito para poder cumplir con la voluntad de Dios?
  • ¿Me contagia la ira de otros que por su debilidad se molestan conmigo?
  • ¿Puedo esperar que la Serenidad de Dios llegue a mi alma, mientras ésta está sujeta a mis accesos de ira, motivados a veces por insignificancias?
6.- La gula:
Falta de moderación con la comida o en la bebida. Abuso del placer que Dios ha conferido de comer y beber lo que necesitamos para nuestra subsistencia.
  • ¿Me debilito moral o intelectualmente debido a mis excesos con la comida o con la bebida?
  • ¿Acostumbro a comer con exceso, esclavizándome así a los placeres de la mesa?
  • ¿Creo que el hecho de comer o beber con exceso no afecta a la moral en mi vida?
  • ¿He bebido o comido con tal exceso que haya vomitado, para luego seguir bebiendo o comiendo?
  • ¿Bebo con tal exceso que esto llega a afectarme?
7.- La pereza:
Vicio que nos aleja del trabajo, del esfuerzo. Enfermedad de la voluntad que nos hace descuidar nuestro deber.
 
  • ¿Soy perezoso (a)?
  • ¿Soy dado a la holganza o indiferente cuando se trata de cosas de orden material?
  • ¿Soy tibio o descuidado en mis oraciones?
  • ¿Desprecio la disciplina?
  • ¿Prefiero leer una novela que algo que requiera un esfuerzo mental?
  • ¿Soy pusilánime para llevar a cabo lo que moral o espiritualmente es difícil?
  • ¿Soy descuidado (a)?
  • ¿Siento aversión por lo que signifique esfuerzo?
  • ¿Me distraen fácilmente las cosas de orden temporal de las que son espirituales?
  • ¿Llega mi indolencia al grado de desempeñar descuidadamente mi trabajo?
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domingo, 11 de marzo de 2018

¿Cómo vivir mejor las 3 dimensiones fundamentales de la Cuaresma?

Presentamos varios consejos para que el Señor nos colme con su gracia mientras vivimos el ayuno, la oración, la limosna y el ofrecimiento de obras

Por: Redacción de ACIprensa.com | Fuente: ACI Prensa




El sacerdote, escritor y funcionario de la Secretaría de Estado del Vaticano, Mons. Florian Kolfhaus, compartió algunos consejos para vivir las 3 dimensiones fundamentales de la Cuaresma: el ayuno, la oración y la limosna.
En una columna publicada en CNA Deutsch -agencia alemana del Grupo ACI-, el presbítero indicó que los cristianos "no somos maestros yogis que deban realizar prácticas ascéticas exigentísimas” en los 40 días de preparación para la Pascua.
Por el contrario, precisó, “somos discípulos de Jesús que debemos experimentar la pobreza espiritual y a veces material, para dejar así que el Señor nos gratifique”.
Aquí presentamos varios consejos de Mons. Kolfhaus para que el Señor nos colme con su gracia mientras vivimos el ayuno, la oración, la limosna y el ofrecimiento de obras.


1. Ayuno

En lo referente al ayuno, dijo, “no se trata solo de lo que se refiere a la comida”, sino también a “la renuncia de la televisión, celular y radio, a dejar de usar el auto privado para subirnos al transporte público”.
No obstante, el sacerdote aseguró que el abstenerse de alimentos tiene un “significado especial” en la Sagrada Escritura.
“Jesús mismo ayunó 40 días en el desierto hasta sentir hambre. Tampoco nosotros deberíamos asustarnos con la Cuaresma, con el sentir hambre, pues a través de este ofrecimiento, tal como promete el Señor, podemos hacer que nuestra oración produzca muchos más frutos”, detalló.
Además, aseguró que el ayuda “puede tomar diversas formas” como una sola comida fuerte y dos pequeños refuerzos (es la prescripción cuaresmal de la Iglesia para el Miércoles de Ceniza y el Viernes Santo), comer solo pan y agua (o tal vez frutas y verduras) o esperar hasta la noche para tomar una comida fuerte.
“Por supuesto, la renuncia a las golosinas y dulces, al café y el alcohol son ofrecimientos que le hacen bien a la salud corporal, y que a veces pueden significarnos mayor dolor que el ayuno propiamente”, añadió.


2. Oración

El presbítero indicó que la oración es “punto central” de este tiempo de preparación para la Pascua, entendiendo oración como “encuentro personal con Dios”.
Por tal motivo, recomendó levantarse 10 minutos antes para comenzar el día con Dios en oración; visitar cada día, al menos de forma breve, una iglesia y adorar el Santísimo; rezar el Rosario diariamente o el Vía Crucis los días viernes; y agradecer a Dios cada día incluso en los momentos difíciles.
Asimismo, para estar mejor preparados para orar, alentó a colocar sobre el escritorio una imagen de Jesús o un crucifijo para tener al Señor siempre presente; leer diariamente las Sagradas Escrituras memorizando versículos; y leer un buen libro espiritual antes de irnos a dormir.


3. Limosna

“Bajo la idea de limosna entendemos las buenas obras que hacemos por los demás. La cuaresma es una escuela activa de amor al prójimo”, explica Mons. Kolfhaus.
En ese sentido, exhortó a hacer una buena obra cada día. Por ejemplo, rezando por las víctimas de las guerras y catástrofes naturales; dando limosna al mendigo o donando objetos que sean importantes y valiosos.
Mons. Kolfhaus también se refirió a la donación de tiempo, es decir, separar tiempo en el día para conversar con algún vecino, llamar a antiguos conocidos, escribir cartas o ser paciente con colegas de trabajo.


Ofrecimientos o mortificaciones

Según Mons. Kolfhaus, Nuestro Señor Jesús, “quien estuvo sediento en la Cruz, puede ser consolado por nosotros, cuando le ofrecemos nuestro amor, manifestándoselo al cargar con nuestra propia Cruz”.
“No se trata de grandes sufrimientos o dolores, sino de grandes manifestaciones de amor. Más importante que la ofrenda en sí son el amor y la confianza”, destacó.
El presbítero sostuvo que durante esta Cuaresma, los fieles pueden “cargar su cruz” soportando pacientemente las enfermedades o los problemas.
Indicó, además, que uno puede ser creativo con los ofrecimientos, por ejemplo, no hablando mal de los demás, ducharse con agua fría, renunciar a comidas o bebidas que gustan, subir las escaleras en vez de utilizar el ascensor.
En la vida religiosa, Mons. Kolfhaus destacó algunas opciones como hacer recorridos largos a pie rezando el Rosario, rezar de rodillas, rezar abriendo los brazos o hacer peregrinaciones cortas a pie.
Este artículo fue publicado originalmente por nuestros aliados y amigos: ACIprensa.com

sábado, 3 de marzo de 2018

Sacerdotes millennials, ¿el cambio que la Iglesia necesitaba?



Sacerdotes millennials, ¿el cambio que la Iglesia necesitaba?

¿Será este un signo de una verdadera renovación de la vida consagrada?

  Por: Alvaro Díaz | Fuente: Catholic-link.com




Hace poco salió publicado un artículo en la revista TIME sobre un fenómeno que cada vez es más común en los Estados Unidos: el aumento del número de seminaristas y sacerdotes millennials.


Para quienes no estén familiarizados con lo que es un millennial, es el adjetivo que se usa para aquellos nacidos entre los 80 y mediados de los 90. Son los que se hicieron adultos con el cambio de milenio en una época de auge económico y un desarrollo tecnológico vertiginoso. Sus características son las propias de quien vive en la época de las nuevas tecnologías y las comunicaciones. Suelen tener cuentas en distintas redes sociales, sus relaciones están mediadas por dispositivos móviles, suelen estar atentos a varias cosas al mismo tiempo, quieren flexibilidad para no tener que cumplir horarios, quieren tiempo para viajar, para hacer vida social, para la diversión, para el ocio, y cuando llegan a un lugar que les elimina esta posibilidad se sienten frustrados, infelices.


Y estos jóvenes, presentes en tantos ámbitos de la sociedad, también va llegando a los seminarios y a las comunidades religiosas, sin dejar de sorprender y llamar la atención, pues rompen paradigmas de los perfiles tradicionales. Así no es raro encontrarlos en Facebook, en YouTube, incluso en realitys poniendo a relucir sus talentos, etc. Pareciera que hay un afán por publicitar que haya sacerdotes de este perfil y de esta generación, como si fuera algo utópico, novedoso o extraño.

¿Qué dice este “fenómeno” de la vocación sacerdotal y religiosa hoy? ¿Será este un signo de una verdadera renovación de la vida consagrada?

Ciertamente tiene que ver con una renovación y diría también una revolución, pero no como la esperan muchas personas que están atentos al momento en que los sacerdotes sean más flexibles, más liberales, que no estén apegados a las normas que les resultan anacrónicas y arcaicas, entre ellas por ejemplo el aspecto del celibato. Definitivamente quien piensa así, no entiende la vocación como un don de Dios, sino como una construcción del ser humano. Ser sacerdote no es una mera profesión, no es un oficio que está de moda por temporadas, no es una carrera más entre muchas que se pueden escoger de acuerdo a cuáles son las capacidades, gustos e inclinaciones.
Recordemos que la vocación tiene que ver con llamado y que hoy no es muy distinto con lo que experimentaron los apóstoles o los santos tiempo atrás. La vocación viene de Dios y gracias a Él y a su misericordia es que hoy, a pesar de que los tiempos presenten cambios que parecen no encajar con la vida religiosa, 


Dios sigue eligiendo y convocando personas que anuncien con alegría su Palabra. 

 Y dentro de la Iglesia el Señor suscita con su Espíritu un viento que es renovado, que se ajusta a los tiempos modernos; por eso es que los sacerdotes pueden vivir hoy, siendo millennials, con gustos por el Instagram, la Internet y los smartphones. Éstas son cosas accesorias que incluso pueden ayudar en una evangelización más encarnada, lo que no cambia es que el hombre sigue siendo hombre y que su corazón es de Cristo, que su vida está consagrada para hacer presente a Cristo en medio de los hombres.

Lo que esta realidad corrobora es que la vocación es obra de Dios y que es significativo que aún existan sacerdotes y consagrados en medio de una cultura que se apega a lo superficial, que está atenta a tantas cosas a la vez y no a lo que es esencial; una cultura del zapping y del descarte. A pesar de ello, Dios conquista corazones de jóvenes que trascienden estos aspectos que no llenan su hambre de infinito y felicidad.

Damos gracias al Señor que cumple su promesa de estar siempre con nosotros y de ofrecernos su presencia permanente y renovada a través de sus sacerdotes, que son testimonio de su amor en medio del mundo.

 Algunas frases que pueden servir:

 Sirvan a Dios, sean buenos y háganlo con alegría, con constancia, con humildad. No se trata de aprender un oficio, sino de llevar a Cristo en el corazón para poderlo ofrecer sin reservas a los demás, especialmente a quienes más lo necesitan» (Papa Francisco a los sacerdotes).
«Queridos seminaristas, ustedes no se están preparando para realizar una profesión, para convertirse en funcionarios de una empresa o de un organismo burocrático. ¡Estén atentos a no caer en eso! Ustedes se están convirtiendo en pastores a imagen de Jesús el Buen Pastor, para ser como Él y en persona de Él en medio de su rebaño, para apacentar a sus ovejas» (Papa Francisco a los seminaristas).
«El sacerdote es sustraído a los lazos mundanos y entregado a Dios, y precisamente así, a partir de Dios, debe quedar disponible para los otros, para todos» (Benedicto XVI a los sacerdotes).
«¡Actuad como faros de esperanza, irradiando la luz de Cristo en el mundo y animando a los jóvenes a descubrir la belleza de una vida entregada enteramente al Señor y a su Iglesia!» (Benedicto XVI a los sacerdotes).


Este artículo fue publicado originalmente por nuestros aliados y amigos: Catholic-link.com