domingo, 28 de agosto de 2016

Pupi Avati, cineasta pro-familia: «Voy a misa a diario para convencer a Dios de que debe existir»

Pupi Avati, cineasta pro-familia: «Voy a misa a diario para convencer a Dios de que debe existir» 

“Somos adictos a la soledad; la familia es el único remedio”. Si la familia natural fuera una organización de la ONU, Pupi Avati sería su embajador. Pero como no lo es, desde su casa de Bolonia se parece más a un abuelo socarrón que ha visto muchas cosas; algunas que puede mandar a la porra. Como la pretensión de encasillar al mundo del cine como un mundo sin valores. “¿Conoce usted el mundo de los banqueros?”. Sin embargo, para estar seguros, él se mantiene muy lejos del mundo del celuloide o, mejor, de sus ritos y de su aspecto social. “No vivo mi mundo, esa debe haber sido mi salvación. Al menos la mía y la de mi esposa”.

78 años, 46 de ellos pasados detrás de la cámara narrando al hombre y todas sus facetas. Con más  de 50 títulos en activo, Giuseppe Avati, llamado Pupi, es un italiano incómodo. No gusta a la jet set, a pesar de ser un director de cine, oficio ambicionado por las estrellas en ciernes y soñado por los intelectuales. Pero gusta a los italianos, que ven en sus películas un reflejo de una humanidad concreta, verdadera y perdida, que además es la que nosotros vivimos. O que hemos vivido y que desearíamos vivir: protectora como los pórticos que flanquean Via Indipendenza en su Bolonia natal, dura y dolorosa como la subida que lleva a la Virgen de San Lucas. Y que sangra como el ragù que acabas de quitar del fuego antes de inundar con él las tagliatelle.



Una esposa. Es tal vez este el título que falta en su interminable cartelera. Porque Pupi Avati ha sido extraordinaria y obstinadamente monógamo, término que en su significado etimológico más concreto significa: “Hombre que permanece fiel para toda la vida a una sola mujer y viceversa”. En su Un matrimonio, miniserie emitida por la RAI en 2014, lo cuenta como si fuera su testamento.


La miniserie Un matrimonio, dividida en seis capítulos, fue emitida por gran éxito por la RAI del 29 de diciembre de 2013 al 20 de enero de 2014. Cuenta la historia de un hombre y una mujer, su boda y su familia, desde 1948 a 2005, año en el que celebran sus bodas de oro.

Pupi Avati es testigo de un proyecto escolar presentado hace unas semanas por la asociación Non si tocca la Famiglia, que consiste en la proyección a estudiantes de la película del director boloñés, seguida por un clásico cineforum que se concluye con el testimonio de una familia. Un proyecto sencillo para contar una realidad sencilla como la familia. Pero que es muy difícil que el Ministerio de Educación tenga en cuenta dado que el fuego sagrado de la educación de género es el paso obligado para estar à la page.

La Nuova Bussola Quotidiana ha visitado a Avati, con el que no ha sabido hablar de otra cosa más que de familia. Tal vez porque es el único colosal [peplum, cine histórico clásico de aventuras ambientado en la Antigüedad, preferentemente griega y romana] que habría que restaurar, tanto en sus colores como en su sonido.

-Ahora le llaman para que hable de la familia en los colegios. ¿Cómo se siente en este papel?
-Bueno, diría que bien. Soy una persona que tiene experiencia matrimonial, he pasado 52 años de matrimonio y pienso soy competente en materia como pocos.

-Seguramente pocos directores…
-He forjado mi experiencia subiendo y bajando del andamiaje de la obra. He vivido la experiencia matrimonial con todas sus dificultades.

-¿Y su película Un matrimonio es el  manual?
-Hablo de mi experiencia de vida y no quito nada: peleas, caídas, dudas. Por no hablar de la relación con los hijos.

-¿Qué relación habría que tener con los hijos?
-Tenemos la obligación de dejar nuestras huellas en los hijos.

-¿Y los hijos?
-Los hijos tienen un único derecho.

-¿Cuál?
-Un padre, una madre y hermanos. Los hermanos son una garantía. Los hijos deben sentirse garantizados por los hermanos.

-¿Cuál es su película más familiar?
-Seguramente Un matrimonio, porque es la que narra todas las fases. No he excluido nada, no hay reticencias. He hablado de adulterio, de relaciones no fáciles con los hijos. Es evidente que también en otras películas hablo de la familia, pero algunas veces de manera más consoladora y menos honesta.




26 agosto 2016

sábado, 20 de agosto de 2016

Joe Kovacs, medalla de plata en lanzamiento de peso, un católico comprometido: es Caballero de Colón

En la madrugada de este viernes (hora española), Joe Kovacs, que llegó a Río de Janeiro siendo el lanzador con la mejor marca del año y gran favorito para la victoria, colocó la bola en 21,78 metros, viéndose solo superado por su compatriota Ryan Crouser.

En el bar del instituto donde estudió Kovacs, el Bethlehem Catholic High School, habían montado una fiesta para ver la competición y se congregó mucha gente, porque son una familia muy querida. Para los que estuvieron en la fiesta, esa medalla de plata supo igualmente a triunfo. Y eso que Joe les ha acostumbrado al éxito tras coronarse en 2015 como campeón del mundo en Pekín.


Momento en el que impacta el primer lanzamiento de Joe, a una distancia que olía a oro pero se quedó en plata.

Pero fue una fiesta, sobre todo, para su madre, Joanna, que está con él en Río de Janeiro. A su marido y padre de Joe le diagnosticaron un cáncer y murió en 1997, dejando huérfano a un pequeño de sólo 7 años. Como una fatalidad, al día siguiente murió su abuela, la madre de Joanna. Quien, tras superar esos dos mazazos tan seguidos, no sólo le crió sola, sino que además fue durante mucho tiempo su entrenadora cuando se vio que el chico tenía futuro en el deporte.

Ella era profesora de hockey sobre hierba y baloncesto en otro instituto, pero pidió un año sabático para empezar a formar a su hijo y otros compañeros en Bethlehem Catholic, una institución académica pequeña donde no había instalaciones apropiadas para la gran competición ni entrenadores a ese nivel.


Joe, en un momento de la prueba de este jueves por la noche (hora local) en Río de Janeiro.

Rodeado de Misioneros y Caballeros
Durante toda la infancia y juventud de Joe, los Kovacs tuvieron una ayuda muy importante: los Misioneros del Sagrado Corazón de Bethlehem, en Pennsylvania (estado donde nació Joe, en la ciudad de Nazareth). "Nos sentimos realmente muy cercanos a la comunidad de los Misioneros del Sagrado Corazón", explica Joe: "Son los sacerdotes de nuestra parroquia, la Sagrada Familia, y su comunidad de retiros está a veinte minutos de mi casa. Toda la comunidad de sacerdotes y religiosas nos ayudaron a mí y a toda mi familia a superar aquella dura época".

"Me ayudaron con mi fe, pero también a hacer cosas que no eran normales. Uno de los sacerdotes, el padre Joe Gleixner, fue mi padrino de confirmación y me ayudó mucho. Me gustaban mucho las ciencias en el instituto, y él me enseñó a fabricar cosas. Juntos hicimos un túnel de viento. Y uno de los sacerdotes jubilados me ayudó también a hacer un pequeño campo de golf en sus terrenos".

Joe mantuvo esa mentalidad científica y técnica, y en la Universidad de Pennsylvania obtuvo dos títulos, en economía energética y en ingeniería del petróleo y del gas.

"Así que los misioneros del Sagrado Corazón han estado muy próximos a mi familia. No solo fueron modelos para mí, fueron también amigos y les considero parte de mi familia", añade Joe.

El campeón del mundo y subcampeón olímpico de lanzamiento de peso tiene una tercera familia: los Caballeros de Colón, una de las organizaciones católicas más importantes de Estados Unidos. "Cuando era niño, me encantaban las espadas. Pero si me acerqué a los Caballeros en la iglesia fue justo porque ellos eran siempre los voluntarios que organizaban las cosas. Hicieron mucho por nuestra comunidad. Lo que me atrajo de ellos es que me di cuenta de que la gente a la que yo admiraba o quienes quería parecerme formaban parte de esta gran organización", explica en una entrevista concedida para su página web.

El valor de la misa y del rosario
Joe mantiene su vida de fe cuando compite dentro y fuera de su país, y en el ambiente del centro avanzado de entrenamiento olímpico en el que ha vivido los últimos cuatro años.

"Debo decir que una de las cosas más bonitas de la fe católica, al ser universal, es que siempre que vas a la iglesia en un país diferente el formato de la misa es el mismo", explica: "Puedo no saber lo que están diciendo en su idioma, pero sé lo que están diciendo. En la mayor parte de países sólo conozco las palabras suficientes para pedir la comida en su idioma, pero cuando voy a la iglesia sé lo que está pasando y puedo participar en la misa".


Joe, con la medalla de oro ganada en Pekín en agosto de 2015.

A Joe Kovacs le gusta rodearse de personas con quienes comparte la fe. Es el caso de su entrenador, Art Venegas: "Estuve el año pasado en el Vaticano, y cuando volví a casa le dí a su madre un rosario bendecido por el Papa, porque ella siempre reza un rosario por mí cuando salgo de viaje. Y el día de la competición reza para que no me lesione. Me siento bien juntándome con gente que conoce la fe católica".



19 agosto 2016

sábado, 13 de agosto de 2016

La potencialidad de un atleta la determina también su vida interior, dice el capellán de Italia

Mario Lusek es el capellán de la selección olímpica italiana, un cargo que existe desde los juegos de Seúl 1988 y que él ha ejercido encantado en Pekín 2008, Londres 2012 y ahora en Rio. También ha acudido a otros encuentros internacionales, como los mundiales de atletismo y las citas de invierno (Vancouver, Sochi, Pescara, Mersin, Bakú).

Celebra la misa cada domingo para los atletas italianos, con sus entrenadores y técnicos, y alguna misa u oración más que le puedan pedir atletas de otros países sin capellán.


Lusek celebra la Misa en Río de Janeiro para los deportistas italianos concentrados en la Villa Olímpica

En el día a día acompaña a los deportistas, les escucha, les confiesa y les apoya. "La potencialidad de un atleta va determinada también por su vida interior", asegura el padre Lusek, que lo ha visto ya en dos olimpiadas.

Además, la Iglesia en Italia le tiene encomendada una oficina nacional sobre pastoral de tiempo libre, deporte y turismo.

"No soy un coach del alma, sino tan solo una presencia discreta que expresa la cercanía de la Iglesia. Me considero una presencia amiga, obviamente en nombre de una fe y de una pertenencia que no excluye sino que se hace próxima", explica en la prensa italiana. Insiste una y otra vez en la importancia de ser discreto, porque todos los sacerdotes deben serlo al operar con los pecados y debilidades de los hombres, y más cuando trabajan con personalidades que interesan al público y la prensa como son los deportistas.

Mario Lusek descubrió en los Boy Scouts la eficacia del deporte como "herramienta educativa y metáfora de la vida". Aprecia especialmente el valor de los deportes minoritarios.

"Me emociono en aquellas competiciones en las que se puede observar la dedicación, el coraje y el esfuerzo de los deportistas", dice Lusek. Es, por ejemplo, un entusiasta de la gimnasia, por "su armonía, perfección, potencia y concentración".



Lusek insiste en que es "uno más a disposición de los que quieran hablar". "Mi trabajo es ese, comprender, buscar información y soluciones para aquellos que se acercan a mí para hablar de cualquier tema, también afectivo, romántico o sexual", dice el clérigo. Sabe que muchos deportistas, personas jóvenes y apasionadas, pueden sentirse solos y muy presionados. Él siempre está para hablar y escuchar. Quiere que ellos sepan "que Jesús no está lejos". 

"Durante estos años he conocido deportistas con mucha motivación religiosa. Juntos hemos creados relaciones profundas", asegura sin dar nombres. En cada Olimpiada ve con frecuencia deportistas con su Biblia, o un misal o libro de oraciones o algún rosario.

Si le preguntan por el dopaje, que tergiversa toda la competición, dice: "Me he preguntado muchas veces si sería posible que el deporte fuera totalmente limpio, pero creo que para ello harían falta entrenadores y médicos honrados. Quien se dopa se engaña a sí mismo y miente al deporte".

Como sacerdote opina que "se debe abrir una vía del perdón, todo el mundo debería tener una segunda oportunidad. Bastante humillación sufren al ser señalados por los medios". Y le encanta el trabajo de Francisco, igual que sus predecesores, como promotor del deporte amateur y como escuela de valores y compañerismo.
6 agosto 2016

sábado, 6 de agosto de 2016

“El perdón de Dios no conoce límites”, lo recuerda el Papa en Asís

2016-08-04 Radio Vaticana


 
(RV).-  Con ocasión del VIII Centenario del Perdón de Asís, la indulgencia que San Francisco pidió a Honorio III en 1216, el  Papa Francisco peregrinó hasta la basílica papal de Santa María de los Ángeles.  Allí el Obispo de Roma tuvo un momento de oración en la Porciúncula.  Luego ofreció una meditación inspirada en Mateo 18,21-35.  ¿Por qué debemos perdonar a una persona que nos ha hecho mal?  preguntó el Papa. “Porque nosotros somos los primeros que hemos sido perdonados, e infinitamente más”, respondió. Al  hacernos conscientes de nuestra condición, que nos lleva a recaer con frecuencia en los mismos pecados,  el Santo Padre  recordó  que Dios no se cansa de ofrecer siempre su perdón cada vez que se lo pedimos. “Es un perdón pleno,  con el que nos da la certeza de que, aun cuando podemos recaer en los mismos pecados, tiene piedad de nosotros y no deja de amarnos”. Por esto el Pontífice puntualizó que el perdón de Dios no conoce límites sino que va más allá de nuestra imaginación y alcanza a quien reconoce haberse equivocado y quiere volver a Él.
“El perdón del que nos habla San Francisco se ha hecho ‘cauce’ aquí en la Porciúncula, y continúa a ‘generar paraíso’ todavía después de ocho siglos. En este Año Santo de la Misericordia, es todavía más evidente cómo la vía del perdón puede renovar verdaderamente la Iglesia y el mundo”, reflexionó el Papa, recordando que ofrecer hoy el testimonio de la misericordia en el mundo es una tarea de la que nadie puede rehuir. “El mundo necesita el perdón; demasiadas personas viven encerradas en el rencor e incuban el odio, porque, incapaces de perdonar, arruinan su propia vida y la de los demás, en lugar de encontrar la alegría de la serenidad y de la paz”, observó, invocando por esto la intercesión del Santo de Asís para que jamás renunciemos a ser signos humildes de perdón e instrumentos de misericordia.
Texto y audio completo de la meditación del Papa Francisco