domingo, 28 de junio de 2009

Los obispos de los países del G-8 hacen un llamamiento por los pobres


Envían un mensaje a los líderes políticos del mundo




WASHINGTON, jueves 25 de junio de 2009 (ZENIT.org).-

Los presidentes de las Conferencias Episcopales del grupo de ocho naciones más ricas del mundo, conocido como G8, han enviado un mensaje conjunto a los líderes de sus respectivas naciones, pidiéndoles que ayuden a los más afectados por la pobreza y el cambio climático.

La carta, fechada el 22 de junio, se envió a lo jefes de Estado de Canadá, Francia, Alemania, Italia, Japón, la Federación Rusa, Reino Unido y Estados Unidos. En ella, los obispos subrayan las palabras de Benedicto XVI en favor de los países en vías de desarrollo.

"Irónicamente, los países pobres son los que menso han contribuido a la crisis económica que está afrontando nuestro mundo -afirman-, pero sus vidas y estilos de vida van a sufrir la mayor devastación porque se debaten en los márgenes de la pobreza extrema".

Los prelados piden a sus naciones que asuman su responsabilidad y "promuevan el diálogo con otras economías poderosas para ayudar a prevenir otras crisis económicas".

La carta subraya la importancia del "mantenimiento de la paz, para que los conflictos armados no sigan sustrayendo a los países los recursos que necesitan para su desarrollo".

Los obispos muestran una particular preocupación en el problema del cambio climático, que constituye un riesgo mayor para los países y los pueblos más pobres.

"Proteger a los pobres y al planeta no son asuntos contrapuestos; son prioridades morales para todos los habitantes de este mundo", añaden.

La carta expresa las confianza en que la cumbre del G8 "sea una luz de esperanza para nuestro mundo".

"Preguntándose en primer lugar cómo una política determinada afectará a los más pobres y vulnerables, se puede ayudar a asegurar que se buscará el bien común para todos. Como cualquier familia humana, seremos tan sanos como lo sean sus miembros más débiles".

La cumbre del G8 tendrá lugar entre el 8 y el 10 de julio en L'Aquila, Italia. Como es cada vez más habitual, se celebró una cumbre religiosa paralela a la reunión del G-8 y, por tanto, los líderes eclesiales se reunieron durante dos días la semana pasada.

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