domingo, 31 de mayo de 2009

PENTECOSTÉS Y EL INICIO DE LA IGLESIA


Pentecostés, inicio del nuevo Pueblo de Dios (16.VIII.89)

1. El día de Pentecostés en Jerusalén los Apóstoles, y con ellos la primera comunidad de los discípulos de Cristo, reunidos en el Cenáculo en compañía de María, Madre del Señor, reciben el Espíritu Santo. Se cumple así por ellos la promesa que Cristo les confió al partir de este mundo para volver al Padre. Ese día se revela al mundo la Iglesia, que había brotado de la muerte del Redentor. Hablaré de esto en la próxima catequesis.

Ahora quisiera mostrar que la venida del Espíritu Santo, como realización de la Nueva Alianza «en la sangre de Cristo», da inicio al nuevo Pueblo de Dios Este Pueblo es la comunidad de aquellos que han sido «santificados en Cristo Jesús» (1 Cor 1, 2); de aquellos de los que Cristo hizo «un reino de sacerdotes para su Dios y padre» (Ap 1, 6; cfr. 5, 10; 1 Pe 2, 9). Todo esto sucedió en virtud del Espíritu Santo.

2. Para captar plenamente el significado de esta verdad, anunciada por los apóstoles Pedro y Pablo y por el Apocalipsis, es preciso volver un momento a la institución de la antigua Alianza entre Dios-Señor e Israel, representado por su jefe Moisés, tras la liberación de la esclavitud de Egipto. Los textos que nos hablan de ella indican claramente que la alianza establecida entonces no se reducía sólo a un pacto fundado sobre compromisos bilaterales: Dios-Señor es quien elige a Israel como su pueblo, de forma que el pueblo se convierte en su propiedad, mientras El mismo será de ahora en adelante «su Dios».

Por tanto, leemos: «Ahora, pues, si de veras escucháis mi voz y guardáis mi alianza, vosotros seréis mi propiedad personal entre todos los pueblos, porque mía es toda la tierra: seréis para mi un reino de sacerdotes y una nación santa» (Ex 19, 5). En el libro del Deuteronomio encontramos la repetición y la confirmación de lo que Dios proclama en el Éxodo. «Tú (Israel) eres un pueblo consagrado a Yahvéh; él te ha elegido a ti para que seas el pueblo de su propiedad personal entre todos los pueblos que hay sobre la haz de la tierra» (Dt 7, 6; análogamente 26, 18). (Conviene notar que la expresión «segullah» significa «tesoro personal del rey»).

3. Esta elección por parte de Dios brota total y exclusivamente de su amor: un amor del todo gratuito. Leemos: «No porque seáis el más numeroso de todos los pueblos se ha prendado Yahvéh de vosotros y os ha elegido, pues sois el menos numeroso de todos los pueblos; sino por el amor que os tiene y por guardar el juramento hecho a vuestros padres, por eso os ha sacado Yahvéh con mano fuerte y os ha librado de la casa de servidumbre» (Dt 7, 7-8). Lo mismo expresa con lenguaje imaginativo el Libro del Éxodo: «Ya habéis visto lo que he hecho con los egipcios, y cómo a vosotros os he llevado sobre alas de águila y os he traído a mí» (Ex 19, 4).

Dios actúa por amor gratuito. Este amor vincula a Israel con Dios-Señor de modo especial y excepcional. Por él Israel se ha convertido en propiedad de Dios. Pero este amor exige la reciprocidad, y por tanto una respuesta de amor por parte de Israel: «Amarás a Yahvéh tu Dios» (Dt 6, 5).

4. Así, en la alianza nace un nuevo pueblo que es el Pueblo de Dios. Ser «Propiedad» de Dios-Señor quiere decir estar «consagrado» a El, ser un «pueblo santo». Y lo que, por intermedio de Moisés, Dios-Señor hace saber a toda la comunidad de los israelitas: «Sed santos, porque Yo, Yahvéh, vuestro Dios, soy santo» (Lv 19, 2). Con la misma elección Dios se d su pueblo en lo que le es más propio, la santidad, y la pide a Israel como cualidad de vida.

Como pueblo «consagrado» a Dios, Israel está llamado a ser un «pueblo de sacerdotes»: «Vosotros seréis llamados «sacerdotes de Yahvéh», «ministros de nuestro Dios se os llamará» (Is 61, 6).

5. La Nueva Alianza (nueva y eterna) es establecida «en la sangre de Cristo» (Cfr. 1 Cor 11, 25). En virtud de este sacrificio redentor, el «nuevo Consolador» «Parákletos» (Cfr. Jn 14, 16) )el Espíritu Santo) es dado a aquellos «que han sido santificados en Cristo Jesús, llamados a ser santos» (1 Cor 1, ). «A todos los amados de Dios... y santos por vocación» (Rom 1, 7), como escribe San Pablo al dirigir su Carta a los cristianos de Roma. De igual forma se expresará también con los corintios: « a la Iglesia de Dios que está en Corinto, con todos los santos que están en toda Acaya» (2 Cor 1, 1 ); con los filipenses: «a todos los santos en Cristo Jesús, que están en Filipos» (Flp 1, 1); con los colosenses: «a los santos de Colosas, hermanos fieles en Cristo» (Col 1, 2); o con los de Éfeso: «a los santos y fieles en Cristo Jesús» (Ef 1, 1).

Encontramos el mismo modo de hablar en los Hechos de los Apóstoles: «Pedro... bajó también a visitar a los santos que habitaban en Lida» (Hech 9, 32; cfr. 9, 41; y también 9, 13 «a tus santos en Jerusalén»).

En todos estos casos se trata de los cristianos, o de los «fieles», es decir, de los «hermanos» que han recibido el Espíritu Santo. Es precisamente El, el Espíritu Santo, el artífice directo de aquella santidad, sobre la que -mediante la participación en la santidad de Dios mismo-, se edifica toda la vida cristiana: (Tes 2, 13; 1 Pe 1, 2).

6. Lo mismo hay que decir de la consagración que, en virtud del Espíritu Santo, hace que los bautizados se conviertan en un reino de sacerdotes para su Dios y Padre (Cfr. Ap 1, 6; 5, 10; 20, 6). La primera Carta a de Pedro desarrolla ampliamente esta verdad: «También vosotros, cual piedras vivas, entrad en la construcción de un edificio espiritual, para un sacerdocio santo, para ofrecer sacrificios espirituales, aceptos a Dios por mediación de Jesucristo» (1 Pe 2, 5). « Vosotros sois linaje elegido, sacerdocio real, nación santa, pueblo adquirido, par anunciar las alabanzas de Aquel que os ha llamado de las tinieblas a su admirable luz» (1 Pe 2, 9). Y sabemos que «los ha llamado» con la voz del Evangelio «en el Espíritu Santo, enviado desde el cielo» (1 Pe 1, 12).

7. La Constitución Lumen Gentium del Concilio Vaticano II ha enunciado esta verdad con las siguientes palabras: «Cristo Señor, Pontífice tomado de entre los hombres (Cfr. Hb 5, 1-5), de su nuevo pueblo hizo... un reino y sacerdotes para Dios, su Padre (Ap 1, 6; cfr. 5, 9-10). Los bautizados, en efecto, son consagrados por la regeneración y la unción del Espíritu Santo como casa espiritual y sacerdocio santo para que, por medio de toda obra del hombre cristiano, ofrezcan a sacrificios espirituales y anuncien el poder de Aquel que los llamó de las tinieblas a su admirable luz (Cfr. 1 Pe 2, 4-10) (n.10).

Tocamos aquí la esencia más intima de la Iglesia como «Pueblo de Dios» y comunidad de santos, sobre la cual volveremos en la próxima catequesis. Los textos citados, sin embargo, aclaran desde ahora que en la condición de santidad y de consagración del «Pueblo nuevo» se expresa «la unción», es decir, el poder y la acción del Espíritu Santo.






domingo, 24 de mayo de 2009

Pedid y recibiréis.


Juan 16, 23-28


En verdad, en verdad os digo: lo que pidáis al Padre os lo dará en mi nombre. Hasta ahora nada le habéis pedido en mi nombre. Pedid y recibiréis, para que vuestro gozo sea colmado. Os he dicho todo esto en parábolas. Se acerca la hora en que ya no os hablaré en parábolas, sino que con toda claridad os hablaré acerca del Padre. Aquel día pediréis en mi nombre y no os digo que yo rogaré al Padre por vosotros, pues el Padre mismo os quiere, porque me queréis a mí y creéis que salí de Dios. Salí del Padre y he venido al mundo. Ahora dejo otra vez el mundo y voy al Padre.

Reflexión


¿Para qué rezar, si no conseguimos nada? ¿Para qué rezar, si a veces sentimos un muro de soledad a nuestro alrededor? Puede ser que no recemos con fe, o que no pidamos lo que nos conviene.

Santa Teresa del Niño Jesús escribía lo siguiente: "Para mí, la oración es un impulso del corazón, una sencilla mirada lanzada hacia el cielo, un grito de reconocimiento y de amor tanto desde dentro de la prueba como desde dentro de la alegría" (Santa Teresa del Niño Jesús, ms. autob. C 25r).

Entonces sí vale la pena rezar, pues sólo se ve la luz en medio de la oscuridad cuando miramos hacia delante, cuando descubrimos que Cristo pasó antes que nosotros por la prueba de la cruz, y ahora está con Dios Padre, y nos espera, y nos prepara un lugar.

También el cristiano puede ganar mucho si sabe orar en el nombre de Cristo, si no se deja aplastar por el dolor o el fracaso.

Toca a Dios decidir si nos concede eso que pedimos desde lo más profundo del corazón. Pero incluso cuando no llega el regalo que pedimos, no nos faltará el consuelo de saber que estamos en sus manos. ¿No es eso ya vivir en oración, el mejor regalo que podemos recibir de nuestro Padre de los cielos?


Autor: P. Fernando Pascual LC | Fuente: Catholic.net


sábado, 23 de mayo de 2009

San Pablo muestra el amor de Jesús hasta el extremo


En la conferencia presentada por el padre Enzo Bianchi en la basílica de San Pablo Extramuros

ROMA, miércoles 25 de marzo de 2009 (ZENIT.org).-

Como, "una de las confesiones de fe más altas y profundas de todo el Nuevo Testamento", así definió el padre Enzo Bianchi, prior de la Comunidad de Bose, el conocido Himno Cristológico, incluido en la carta de San Pablo a los Filipenses.

La afirmación la realizó el pasado lunes dentro de la catequesis denominada "San Pablo quien habla" que se efectúa cada mes en la basílica San Pablo Extramuros, con motivo del Año Paulino. Esta vez dedicada a la carta a los Filipenses.

El exegeta aseguró que Pablo en esta carta muestra "haber estado aferrado a Cristo, conquistado por Cristo, quien hizo de él un misionero, un apóstol por excelencia. Sintiéndose en una relación de siervo, en lo que respecta a quien llama "el Señor", "mi Señor".

Dios hecho hombre por amor

Enzo Bianchi centró su plática en el pasaje del segundo capítulo de la carta a los Filipenses (versículos 5 - 11), que habla del proceso de "abajamiento" y del deseo de Dios de hacerse uno de nosotros haciéndose obediente "hasta la muerte y muerte de cruz" para que "al nombre de Dios toda rodilla se doble".

Aseguró que la riqueza del himno cristológico consiste en que "canta en síntesis todo el itinerario recorrido por Cristo. Resume toda su vida, la encarnación, la vida terrena, la muerte en cruz, el enaltecimiento de la Gloria"

Y señaló que en este texto del Nuevo Testamento está contenido "no sólo el recorrido de la humanización de Dios sino también el estilo de este recorrido. La kénosis", que quiere decir "el abajamiento de sí mismo y luego el ensalzamiento de toda la humanidad".

El prior de la comunidad de Bosse, indicó que "en el paganismo se narraban mitos de la encarnación de los dioses. Los faraones en toda su potencia eran vistos como la encarnación del dios sol", pero en cambio "el cristianismo, que es la encarnación hasta el abajamiento de quien es Dios, éste se convierte en esclavo. La Palabra de Dios, el logos, en la encarnación ha debido vaciarse de sí mismo para resistir entre nosotros y con nosotros".

Señaló también que Dios "ha hecho un paréntesis en su forma divina para poder resistir como hombre totalmente como nosotros", e indicó que este himno, "no narra la historia en línea recta de los sucesos o de los eventos sino que resalta de lo alto a lo bajo y luego de lo bajo a lo alto".

Indicó el exégeta que Dios, "no podía mantener una condición divina sin compartirla. Sin probar el deseo que también los hombres participaban en la condición divina".

Resaltó también cómo Dios, al hacerse hombre, "ha aceptado la muerte, la condición limitada, nuestra carne. Era santo tres veces, ha aceptado ser tentado por el diablo en su carne humana".

Y recalcó que, "si es verdad que el pecado marca al hombre, es verdad que Cristo ha querido hacerse hombre, no ha cometido ningún pecado, pero ha sido probado en todas las tentaciones".

"He aquí hasta dónde el hijo ha debido andar. Se ha hecho hombre, ha sido reconocido como hijo de José y de María", señaló.

Dijo que el punto más bajo de este himno es cuando san Pablo se refiere a la cruz, recordando que ésta era la muerte más humillante en aquella época, pero que la cruz "no es el resultado de una casualidad o de una fatalidad" sino más bien "el éxito de una vida vivida en la justicia y en el amor".

El exégeta concluyó diciendo que, por ello, delante de Jesús "todos los hombres doblan sus rodillas" y aseguró que, por ello, "Jesucristo, es el Señor del universo, Jesucristo también mi Señor".

Por Carmen Elena Villa



domingo, 17 de mayo de 2009

Benedicto XVI reconoce "la vergüenza" de la división de los cristianos


En el encuentro ecuménico celebrado en el Patriarcado greco-ortodoxo

JERUSALÉN, viernes, 15 mayo 2009 (ZENIT.org).-

Benedicto XVI reconoció este viernes la "vergüenza" que causa la desunión entre los cristianos durante el encuentro ecuménico en el que participó en la sede del Patriarcado greco-ortodoxo de Jerusalén, en el último día de peregrinación en Tierra Santa.

El Papa saludó al patriarca greco ortodoxo Teófilo III, así como a representantes de otras iglesias ortodoxas, y un representante anglicano y dos luteranos en un encuentro que recordó el abrazo que se dieron en esta Ciudad Santa el Papa Pablo VI y el patriarca ecuménico de Constantinopla Atenágoras, en 1964, dando un giro decisivo a las relaciones ecuménicas impulsado por el Concilio Vaticano II.

El Santo Padre meditó en el escándalo que supone la desunión entre los cristianos, al constatar "que al abrir los brazos en la Cruz, Jesús reveló la plenitud de su deseo de atraer a toda persona hacia sí, reuniéndolos a todos en unidad".

"No sorprende, por tanto, que ante nuestro ardiente deseo de llevar a Cristo a los demás, de dar a conocer su mensaje de reconciliación, experimentemos la vergüenza de nuestra división", siguió diciendo.

Por eso, dijo, "debemos encontrar la fuerza para redoblar nuestro esfuerzo por perfeccionar nuestra comunión, por hacer que sea completa, para llevar un testimonio común del amor del Padre, que envía al Hijo para que el mundo conozca su amor por nosotros".

Giovanni Maria Vian, director de "L'Osservatore Romano", tras este encuentro, ha afirmado que "en Tierra Santa Benedicto XVI ha confirmado la irrevocable opción ecuménica de la Iglesia".

"Pero todo nace de una tumba vacía", añade, refiriéndose al Santo Sepulcro que el Papa visitó tras este encuentro ecuménico. "Esta tumba en la que habían puesto a Jesús y hacia la que, en una mañana de primavera, de hace casi veinte siglos, corrieron con todas sus fuerzas Juan, el más joven que llegó antes y se detuvo en la puerta, y Pedro, que entró en primer lugar. Como de nuevo ha hecho su sucesor".

sábado, 9 de mayo de 2009

La causa de división no es la religión sino su manipulación, advierte el Papa


Tras visitar la mezquita nacional de Jordania

AMMÁN, sábado, 9 de mayo de 2009 (ZENIT.org).-

La causa de la división en el mundo no es la religión sino su "manipulación ideológica, en ocasiones con objetivos políticos", pues cuando la razón es purificada por una fe genuina promueve la concordia, considera Benedicto XVI.

Este es, en resumen, el mensaje que dejó tras visitar la mezquita nacional jordana en el encuentro con los jefes religiosos musulmanes, el cuerpo diplomático, y los rectores de las universidades de ese país.

Las palabras de saludo al Santo Padre fueron pronunciadas por el príncipe Ghazi Bin Muhammed Bin Talal, primo y consejero del rey, presidente de Instituto al-Bayt para el Pensamiento Islámico, quien le acogió como "hombre de valentía moral para hablar y actuar en conciencia más allá de las modas del momento".

Al visitar la mezquita, según ha revelado el padre Federico Lobardi S.I., director de la Oficina de Información de la Santa Sede, Benedicto XVI se recogió en silencio unos momentos, aunque no se trató de una oración.

Era la tercera vez que un pontífice visitaba una mezquita: Juan Pablo II estuvo en la Mezquita de los Omeyas en Damasco, en 2001, y Benedicto XVI admiró la Mezquita Azul de Estambul, en noviembre de 2006.

En esta ocasión el Papa Joseph Ratzinger visitaba la mezquita Al-Hussein Bin Talal, inaugurada en abril de 2006, en honor del padre del actual rey, Abdalá II.

En su discurso, pronunciado en inglés, el obispo de Roma expresó su preocupación al constatar que cada vez más personas consideran la religión como "causa de división en nuestro mundo", "y por este motivo afirman que lo mejor es prestar la menor atención posible a la religión en la esfera pública".

"Por desgracia --reconoció--, no se pueden negar las tensiones y divisiones entre seguidores de diferentes tradiciones religiosas".

Por este motivo, siguió diciendo, "musulmanes y cristianos, a causa del peso de nuestra historia común tan frecuentemente marcada por incomprensiones, tienen que comprometerse hoy por ser conocidos y reconocidos como adoradores de Dios fieles a la oración".

Del mismo modo, es una obligación para los fieles de las dos religiones "comportarse y vivir según las disposiciones del Omnipotente, misericordiosos y compasivos, coherentes para dar testimonio de todo lo que es justo y bueno, recordando siempre el origen común y la dignidad de cada persona humana, que constituye la cumbre del designio creador de Dios para el mundo y la historia".

Cristianos y musulmanes tienen hoy, aseguró, un mismo desafío: "cultivar para el bien, en el contexto de la fe y de la verdad, el gran potencial de la razón humana".

"Cuando la razón humana consiente humildemente ser purificada por la fe no se debilita; al contrario, se refuerza al resistir a la presunción de ir más allá de los propios límites. De esta manera, la razón humana se refuerza en el empeño de perseguir su noble objetivo de servir a la humanidad, manifestando nuestras aspiraciones comunes más íntimas, ampliando el debate público, en vez de manipularlo o restringirlo".

"Por tanto, la adhesión genuina a la religión, en vez de restringir nuestras mentes, amplía los horizontes de la comprensión humana. Esto protege a la sociedad civil de los excesos de un ego incontrolable, que tiende a hacer absoluto lo finito y a eclipsar lo infinito; de esta manera, asegura que la libertad se ejerza en consonancia con la verdad y enriquece la cultura con el conocimiento de lo que concierne a todo lo que es verdadero, bueno y bello".

"Juntos, cristianos y musulmanes, están llamados a buscar todo lo que es justo y recto --subrayó--. Estamos comprometidos a sobrepasar nuestros intereses particulares y a alentar a los demás, en particular los administradores y líderes sociales, a hacer lo mismo para experimentar la satisfacción profunda de servir al bien común, incluso en detrimento de uno mismo".

El Papa concluyó explicando que dado que la "dignidad humana constituye el origen de los derechos humanos universales, éstos son válidos para todo hombre y mujer, sin distinción de grupos religiosos, sociales o étnicos".

Por este motivo, aseguró, "tenemos que subrayar que el derecho a la libertad religiosa va más allá de la cuestión del culto e incluye el derecho --en particular de las minorías-- del justo acceso al mercado del empleo y a las demás esferas de la vida civil".

Al final del encuentro, en el momento del intercambio de regalos, el Papa entregó junto a las medallas del pontificado un cuadro con un mosaico de Palomas, producido por el Estudio del Mosaico Vaticano, que reproduce un detalle de la decoración presente en el Mausoleo de Gala Placidia de Rávena, un edificio que se remonta al siglo V después de Cristo.

Por Mirko Testa

domingo, 3 de mayo de 2009

Comisión pontificia analiza cómo la Biblia es guía moral también hoy


La Pontificia Comisión Bíblica celebra estos días su plenaria anual

CIUDAD DEL VATICANO, martes 21 de abril de 2009 (ZENIT.org).-

La Pontificia Comisión Bíblica lleva reunida desde este lunes en su asamblea plenaria anual para estudiar, a propuesta del pasado Sínodo de los Obispos de octubre, el tema "Inspiración y verdad en la Biblia", hasta el próximo 24 de abril.

Los trabajos de esta Comisión, creada por León XIII en 1903 para defender la ortodoxia en la interpretación de las Escrituras y promover su estudio científico, y dependiente de la Congregación para la Doctrina de la Fe, los dirige el sacerdote jesuita Klemens Stock, que es secretario de la comisión, y los preside el prefecto, cardenal Levada.

Precisamente, Stock explicaba al respecto en L'Osservatore Romano, en la edición italiana de este martes, que actualmente la Comisión trabaja en la publicación en varios idiomas de un documento sobre la relación entre la Biblia y los actos morales, tema que ha ocupado las reflexiones del último quinquenio.

Este documento, cuya versión italiana e inglesa se hicieron públicos al término de la plenaria del año pasado, lleva por título "Biblia y moral. Raíces bíblicas del actuar cristiano".

Según el secretario de la Comisión, se trata de un "importante documento" que pretende orientar la reflexión moral sobre problemas actuales, sobre los que la Biblia no da explícitamente una orientación (imposible en la época en la que se escribió), como las cuestiones relacionadas con la bioética, por ejemplo.

"Hoy se presentan muchos problemas morales desconocidos para los autores bíblicos --explica el padre Stock--. Esto plantea la pregunta de si la Biblia tiene algo que ofrecer para solucionarlos, aunque no se puedan encontrar en ella respuestas preconfeccionadas".

El documento, por tanto, "indica algunos criterios que pueden guiar en la búsqueda de normas justas para los problemas actuales", a través de dos criterios básicos: "la conformidad con la visión bíblica del ser humano y la conformidad al ejemplo de Jesús".

"La visión bíblica pone de relieve la dignidad de la persona humana y su llamada a la comunión íntima con Dios. Por otro lado, Jesús es el ejemplo del actuar perfecto. Su comportamiento y sus instrucciones son el punto de orientación para el actuar de los cristianos", explica el biblista.