El Arzobispo de Corrientes (Argentina), Mons. Andrés Stanovnik, señaló que las penitencias cuaresmales deben servir para "examinar dónde se nos ha endurecido el corazón" y así purificarnos del pecado y poder llegar limpios a la Pascua.
El Prelado indicó que para que la Cuaresma sea "un tiempo de oración y de conversión es necesario examinar dónde se nos ha endurecido el corazón, reconocer nuestro pecado, para poder llegar limpios a la celebración del misterio pascual".
Para ello, Mons. Stanovnik señaló que los medios cuaresmales de la oración, el ayuno y la limosna, "noqueden en meros actos externos, sino que nazcan de lo profundo de la persona y la lleve a un verdadero encuentro con Jesucristo".
"Jesús se refiere a tres prácticas muy antiguas y muy eficaces para limpiar el corazón: la oración, el ayuno y la limosna. Pero en cada una de ellas advierte sobre el peligro de transformarse en una práctica exterior, en un mero maquillaje, sin correspondencia con el interior de la persona", subrayó.
"Esas prácticas –agregó- ayudan a vivir una vida más austera, no por una mera disciplina del cuerpo y del espíritu, sino por una motivación muy superior: limpiar el corazón del egoísmo, abrirlo a Dios y a los hermanos".
Hace cinco años, durante la Asamblea Plenaria de la Pontificia Comisión para América Latina, se hablaba con preocupación “del porcentaje tan bajo –salvo pocas excepciones– de gente que participa en la misa dominical en Latinoamérica.
Sin embargo, lo que más inquietaba –y sigue inquietando– a los obispos era la difusión de una mentalidad, una cultura, que tiende a desacralizar el domingo. Los obispos latinoamericanos hablaban de una “disolución” del sentido del domingo y de su fundamental importancia para la vida cristiana.
El tema del encuentro citado fue “La misa dominical, centro de la vida cristiana en América Latina”, como un tópico de capital importancia para el futuro de la Iglesia en el continente.
Y es que ya Juan Pablo II había exhortado a pastores y fieles mediante la carta apostólica Novo millennio ineunte, a comprometerse con toda su fuerza en recuperar y custodiar la centralidad del domingo en la vida cristiana, afirmando, además, que “la participación en la Eucaristía debe ser el corazón del domingo”.
México: “creyentes no practicantes”
México, el segundo país con mayor cantidad de católicos, después de Brasil, no queda exento de esa situación de baja asistencia a la Misa dominical. Según los datos del último censo general de población (realizado en 2005, toca ahora en 2010 hacer el nuevo censo), los que profesan la fe católica representarían el 88% de la población nacional.
Aunque se hable de que México es un país en franca diversidad religiosa, es innegable que la raíz de la fe católica sigue viva y continua dando identidad al pueblo mexicano. Sin embargo son muchos los que se consideran “creyentes no practicantes”. ¿De qué se trata? ¿Es posible creer sin tener una práctica, por mínima que sea, que vaya en consonancia con eso que se cree?
Algunos estudios estadísticos dan cuenta de esta realidad que, de entrada, resulta paradójica. Según el estudio “Valores y actitudes de los católicos”, realizado por la empresa Bimsa, encargado por el Instituto Mexicano de Doctrina Social Cristiana (IMDOSOC) y hecho público en el año 2006, sólo el 38% de los católicos, en el índice de religiosidad, se consideran de “alta religiosidad”.
Este índice se obtiene de tres variables: la importancia de la religión en la vida, la frecuencia de participación en servicios religiosos y el número de veces que reza a la semana.
Sorprenden los contrastes en las respuestas dadas en el ejercicio estadístico. Mientras que la gran mayoría de católicos mexicanos (84 de cada 100) dice que su religión es “muy importante” para ellos, a la hora de hacerla visible mediante la asistencia a la Eucaristía, considerada la práctica más evidente del catolicismo, menos del 40% asiste a la misa dominical. Sin embargo, esto que parecería un “buen puntaje” resulta engañoso.
Veamos los datos concretos a la pregunta: “En el último mes, en promedio, ¿con qué frecuencia asistió a servicios religiosos?”. Las respuestas fueron: “Una vez por semana”, 25; “Sólo en ocasiones especiales”, 25; “Nunca o casi nunca”, 19; “Más de una vez por semana” 14; “Una vez al mes”, 14; y “No sabe o no contestó”, 2.
Como podrá apreciarse los datos se refieren a “servicios religiosos”, que sin bien por lo general se identifica con la Santa Misa, pueden ser otros como el rosario, una celebración de la palabra u otro acto devocional.
Además al señalar la asistencia a ese servicio religioso se indican la veces: a la semana o al mes, pero no indica necesariamente que esa ocasión haya sido un domingo.
¿Cómo hacer…?
Como es de suponer, tener datos fidedignos sobre la asistencia a la Eucaristía dominical es difícil; sin embargo es notorio que hay una baja sensible, aunque no se perciba de igual manera en las diversas regiones del país. La cuestión de fondo en esta realidad es: ¿por qué muchos católicos no asisten a Misa?
En aquella reunión de la Pontificia Comisión para América Latina que referimos al principio, el cardenal Giovanni Re, decía: “Domingo a domingo, la asistencia a la misa se va convirtiendo en una excelente escuela de vida cristiana y una fuente inacabable de luz y de fuerza para vencer al mal con el bien. Pero, ¿cómo hacer para que la gente vaya a misa el domingo?”
A pesar de que la existencia, la presencia y la realidad de los ángeles custodios está expresada claramente en las Sagradas Escrituras y en la tradición milenaria de la Iglesia, la devoción a los ángeles, sobre todo en el periodo post-conciliar, ha sido banalizada e incluso rechazada.
En el mundo secularizado, los ángeles se han convertido además en objeto de espiritismo, irenismo, y su banalización los ha llevado incluso al interior de los movimientos new age.
Para dar a conocer la realidad de los ángeles, y su función en la realidad, en la tradición y en la devoción católica, don Marcello Stanzione, párroco de la Abadía de santa María Nova en el municipio de Campagna (Salerno, Italia), ha refundado la Asociación Milicia de san Miguel Arcángel, cada año organiza un congreso internacional y publica libros sobre el tema.
Uno de sus últimos libros se titula precisamente “Invito alla devozione degli angeli custodi" (“Invitación a la devoción a los ángeles custodios”), (Ediciones Villadiseriane).
Para profundizar en el conocimiento de los ángeles custodios y de su devoción, ZENIT lo ha entrevistado.
- ¿Qué son los ángeles custodios? ¿Existen realmente?
Don Marcello: Son una categoría particular de criaturas de Dios, espíritus incorpóreos que tienen la tarea de proteger individualmente a cada individuo.
Hay distintas categorías de ángeles que tienen diferentes misiones. Por ejemplo, los ángeles del Padre, los ángeles del Hijo, los ángeles del Espíritu Santo y los ángeles de la Virgen. Después están, por ejemplo, los ángeles que rigen los elementos del cosmos.
Los ángeles existen verdaderamente porque lo afirma Jesucristo, lo reafirma el Magisterio de la Iglesia, toda la Tradición teológica y, a nivel lógico-racional, son uno de los anillos de la Creación, junto al reino mineral, vegetal, animal y humano.
- Sin embargo, tras el Concilio Vaticano II, sobre todo en el Catecismo escrito de la Iglesia holandesa, se negaba la existencia de los ángeles custodios. ¿Qué dicen las Sagradas Escrituras? ¿Y la Tradición?
Don Marcello: Como siempre he recordado, la infiltración teológica post-conciliar de algunos profesores “del Rin” que han “protestantizado” la teología católica, ha llevado a la marginación, si no incluso a la burla de algunos temas específicos del catolicismo, como por ejemplo el purgatorio y los ángeles, tanto los buenos como los malos.
Casi todas las páginas de la Biblia hablan de los ángeles, que no son metáforas sino personas reales, dotadas de espíritu e inteligencia.
La Tradición que cuenta es la de los santos, y los ángeles están presentes en casi todas las hagiografías de los místicos más importantes (san Juan de la Cruz, santa Teresa de Ávila, santa Francisca Romana, san Pío de Pietrelcina, santa Faustina Kowalska, san Josemaría Escrivá de Balaguer,...).
- ¿Por qué el Señor ha creado a los ángeles de la guarda? ¿Cuáles son sus responsabilidades?
Don Marcello: Como la vida sobre la tierra está expuesta a graves peligros, tanto para el cuerpo como para el alma, y todas las personas importantes tienen un escolta o la guardia personal, como nosotros somos importantísimos para Dios, el Señor ha puesto a nuestro lado un espíritu celeste que, como dice la famosa oración Angele Dei, nos ilumina, nos custodia, nos dirige y nos conduce a la salvación del Paraíso.
- ¿Cómo y cuándo nació la fiesta de los ángeles custodios?
- Don Marcello: El obispo de Rodez François d'Estaing tenía una particular devoción a los ángeles custodios y, después de muchas pruebas, luchas y sufrimiento, logró que el Papa León X, en 1518, aprobara la Fiesta de los ángeles Custodios para solemnizar el 2 de octubre que, a la vez, era el primer día libre después de la Fiesta de san Miguel.
- ¿Cómo puede y debe cada persona referirse a su ángel de la guarda?
Don Marcello: San Bernardo, en el siglo XII, respecto a los espíritus celestes, habla de “reverencia por la persona, devoción a la benevolencia y confianza en la custodia”.
- ¿Podría indicarnos algún grupo o asociación católica promotor de la devoción a los ángeles y a la práctica de la piedad angélica?
Don Marcello: En Francia está la Asociación de los Santos ángeles Custodios, con sede central en Lyon, y está animada, desde el 1891 por los Clérigos regulares de san Viator.
Esa asociación edita una revista periódica mensual titulada “El Ángel Custodio”. Para recibirla, se puede escribir a 21, montée saint.Laurent 60005 Lyon (F).
Después está la Opus Angelorum, fundada el 26 de abril de 1949 en Austria por Gabriella Bitterlich. Su sede italiana está en Roma, en Via Antonio Musa, 8. Teléfono 06-8968450 o 06-44251479.
También la Confraternidad de san Miguel Arcángelo en el Monte Gargano, actualmente guiada por los Padres Micaelitas polacos.
Finalmente, en Roma, está la Pía Unión de san Miguel Arcángel, que tiene su sede en la Colegiata de San Ángel en Pescheria, en el Pórtico de Octavia, actualmente guiada por los Padres Caracciolini.
Para recibir más información sobre la Milicia de san Miguel Arcángel, de la que soy asistente espiritual, se puede escribir a la Parroquia Santa Maria La Nueva 84022 Campagna (SA).
[Por Antonio Gaspari, traducción del italiano por Patricia Navas]
Por monseñor Francisco Gil Hellín, arzobispo de Burgos
BURGOS, sábado, 6 de febrero de 2010 (ZENIT.org).- Publicamos la carta que ha escrito monseñor Francisco Gil Hellín, Arzobispo de Burgos, con motivo de la Jornada Mundial del Enfermo que se celebrará el 11 de febrero, conmemoración de la Virgen de Lourdes.
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El cristianismo está lleno de paradojas. La mayor de todas es, quizás, que el dolor es fuente de alegría y que la cruz es instrumento de redención. Lo decía el Venerable Juan Pablo II, en una encíclica memorable que escribió sobre el dolor: «El sufrimiento humano ha entrado en una dimensión completamente nueva y en un orden nuevo en la pasión de Cristo», porque «allí ese sufrimiento ha sido unido al amor que crea el bien», y «el bien supremo de la redención del mundo ha sido sacado de la cruz de Cristo» (Salvifici doloris, 18).
Mirado el dolor y la enfermedad desde esa perspectiva, se comprende bien lo que Benedicto XVI haya escrito: «Lo que cura al hombre no es esquivar el sufrimiento y huir ante el dolor, sino la capacidad de aceptar la tribulación, madurar en ella y encontrar en ella un sentido mediante la unión con Cristo, que sufrió con amor infinito» (Spe salvi, 38).
Con todo, sería un fragante error no hacer nada para aliviar y combatir el dolor. Al contrario, la lucha contra la enfermedad es para los cristianos un modo concreto de introducirse en el surco de la misión salvífica de Cristo, Médico divino que «pasó haciendo el bien y curando a todos los oprimidos por el diablo»; y tomarse en serio el mensaje que dio a sus apóstoles: «Curad a los enfermos».
La Iglesia asumió con alegría este encargo. De hecho, ya en las primeras comunidades cristianas existió la costumbre de que los presbíteros ungiesen con el óleo santo a los enfermos para aliviarles en su enfermedad. Desde entonces, aunque las formas han sido muy variadas y múltiples las estructuras, la Iglesia no ha cesado de inclinarse, como buena samaritana, sobre los hombres y mujeres que encuentra malheridos en su cuerpo, en su psique y en su corazón, y llevar el bálsamo de su presencia y el aceite de su ayuda. ¡Cuántos hospitales, cuántos dispensarios, cuántos consultorios, cuántas clínicas han surgido como fruto del amor compasivo de los cristianos!
En el momento actual, la enfermedad sigue sin ser vencida. Han sido superadas algunas de sus formas, pero han aparecido otras nuevas, quizás más virulentas. Pienso, por ejemplo, en tantos matrimonios rotos, en tantas familias desestructuradas, en los emigrantes desprotegidos, en los ancianos solos y/o despreciados, en los enfermos incurables, en las madres que sufren el síndrome del postaborto, en tantos padres a los que angustia el enfriamiento y la increencia de sus hijos. Sin contar los que sufren los efectos de la drogadicción, del alcohol, del Sida, de la ludopatía, de las enfermedades venéreas, etcétera.
Para recordarnos todo esto y convocarnos a una acción solidaria y generosa, la Iglesia ha instituido la Jornada Mundial del Enfermo, que se celebrará el próximo día once de febrero, fiesta de las aparición de la Santísima Virgen en Lourdes. En este año sacerdotal me dirijo en particular a los sacerdotes que estáis enfermos e invito a los que estáis sanos «a no escatimar esfuerzos para prestar a los enfermos asistencia y consuelo», conscientes de que «el tiempo transcurrido al lado de quien se encuentra en la prueba es fecundo en gracia para todas las demás dimensiones de la pastoral» (Benedicto XVI, Mensaje para la Jornada del Enfermo, de este año).
A quienes sufrís en este momento una enfermedad, «os pido -uniéndome al Papa- que recéis y ofrezcáis vuestros sufrimientos por los sacerdotes, para que puedan mantenerse fieles a su vocación y su ministerio sea rico en frutos espirituales».
Pascual Chávez inauguró dos nuevas inspectorías en la fiesta de Don Bosco
SAN NICOLÁS DE LOS ARROYOS, miércoles, 3 febrero 2010 (ZENIT.org).-
Muchos eventos han precedido a la fiesta de Don Bosco en San Nicolás de los Arroyos, Argentina, donde el rector mayor de los salesianos Pascual Chávez Villanueva, está de visita para el inicio oficial de dos nuevas inspectorías.
La jornada comenzó con la primera profesión religiosa de los jóvenes salesianos en formación. “La disponibilidad de estos jóvenes en trabajar a favor de la iglesia y de la congregación es un signo de esperanza”, subrayó el rector mayor, recordando que, gracias a un grupo de jóvenes, Don Bosco dio continuidad a la obra del Oratorio de Valdoco.
Después se reunió con los salesianos de Argentina, la mayor parte venidos con este propósito a San Nicolás de los Arroyos para encontrarse con el IX sucesor de Don Bosco. Estaban presentes seis obispos salesianos de Argentina, los monseñores Pozzi, Laxague, Romanin, Radrizzani, Ronchino y Melani.
El tema privilegiado fue la figura de Miguel Rúa, primer sucesor de Don Bosco, cuyo aniversario de la muerte se celebra este año. Una figura que garantizó al carisma salesiano continuidad y estabilidad en el momento más difícil de la naciente congregación y de la muerte de su fundador. Al mismo tiempo, el padre Chávez señaló las intuiciones y las innovaciones que el beato Rúa aportó en sus 22 años de rectorado.
Al final del encuentro, fue presentada la versión española del libro de don Braido “Don Bosco, sacerdote de los jóvenes, en el siglo de la libertad”, fruto de un largo trabajo y de varias colaboraciones.
El padre Chávez se conectó vía satélite, gracias a la producción de Misiones Don Bosco, con la basílica de María Auxiliadora. En su breve intervención narró su viaje a Argentina, el encuentro con los jóvenes y algunos aspectos del carisma y de la santidad salesiana. Antes de concluir, el rector mayor saludó a su vicario, Adriano Bregolin, y a los jóvenes presentes en la basílica de Valdoco, prontos a iniciar la celebración de la fiesta de Don Bosco.
En la iglesia del Instituto de San Nicolás de los Arroyos se llevó a cabo el encuentro con la Familia Salesiana, “fruto de la vitalidad y de la fecundidad del carisma de Don Bosco”, dijo el padre Chávez. A más de 400 jóvenes presentes les recordó que la organización de las inspectorías es un momento muy importante, no privado de desafíos, que deben ser vividos, asumidos y compartidos como un evento de Familia.
La jornada concluyó con una solemne y participada eucaristía celebrada en el patio del Instituto Salesiano. Más de 1.200 personas de toda Argentina, estaban presentes, siendo este tiempo de vacaciones y dedicado a campamentos de formación para los muchachos y jóvenes.
Al final del evangelio, se dio lectura a los decretos de erección de las nuevas inspectorías y de sus superiores: “Beato Ceferino de Namuncurá (ARS) con el padre Ángel Fernández Artime, y “Beato Artémides Zatti” con el padre Manuel Cayo (ARN).
La realidad social y cultural de Argentina es muy diversa de aquella del 1875, año en el cual llegaron los primeros salesianos. Ahora, hay nuevas oportunidades y nuevos desafíos “los salesianos y la Familia Salesiana Argentina están viviendo una nueva fase de su historia”.
Haciendo referencia al beato Rua, el rector mayor dijo que hoy hay necesidad de salesianos que como el primer sucesor de Don Bosco sepan darle a la Congregación un desarrollo vocacional, una extensión territorial y una impronta de santidad.
Al final de la celebración, el intendente de la ciudad de San Nicolás de los Arroyos, saludó oficialmente al rector mayor. Una placa conmemorativa del evento fue descubierta por el padre Chávez bajo los arcos del Instituto.
El primer día de vida de las nuevas inspectorias se inició con sus propios compromisos. El rector mayor presenció el juramento de los dos nuevos vicarios y los nuevos directores.
En la iglesia del Instituto de San Nicolás de los Arroyos, fue celebrada una eucaristía en memoria de los salesianos difuntos. “Es muy bueno recordar, un día después de la fiesta de nuestro padre, a quienes nos han precedido en el sueño de la paz. Recordar y orar por quien ciertamente, segun la promesa, ya ha entrado en el lugar preparado por Don Bosco en el paraíso”, subrayó el rector mayor.
Al final de la homilia, el padre Dario Perera y el padre Carlos Bosio, respectivamente vicarios inspectoriales de Argentina norte y sur, hicieron su juramento. Después lo hicieron los nuevos directores de las comunidades salesianas nombrados en el presente año, y después los directores y directoras laicos de algunas obras de Argentina.
La celebración se caracterizó por el homenaje a Francisco José Benitez, benefactor de los primeros años de presencia salesiana en San Nicolás de los Arroyos. El señor Benitez, además de apoyar la obra salesiana siempre estuvo presente en su sostenimiento. En el mismo clima de reconocimiento el rector mayor saludó a los descendientes y campesinos que donaron los campos para la construcción del instituto salesiano y las familias de las primeras vocaciones locales.
El rector mayor entregó una medalla de Don Bosco al padre Juan Fasolato, director de la comunidad salesiana, y al señor Ricardo Barsanti, administrador de San Nicolás de los Arroyos, quien ha estado al frente de la organización, la logística y acogida de todos los invitados.
Sentido y profundo ha sido el agradecimiento de los salesianos de Argentina por la visita del IX sucesor de Don Bosco, que “con su presencia ha sembrado en los corazones de todos una semilla de esperanza y un renovamiento del entusiasmo”, afirma la Agencia de Noticias Salesiana.