En su investidura como “honoris causa” por la Universidad Católica de Valencia
VALENCIA, viernes 10 de diciembre de 2010 (ZENIT.org).-
“La falta de fe en Dios, la pérdida del sentido de Dios que lacera nuestro mundo, las percibo y vivo como la indigencia mayor, la amenaza más grave y de más desastrosas consecuencias para nuestro tiempo”, a la vez que “genera una quiebra moral que reclama urgentemente su reedificación”.
Lo dijo el cardenal Antonio Cañizares, prefecto de la Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos, al recibir el doctorado honoris causa por la Universidad Católica de Valencia San Vicente Mártir, este jueves en el aula magistral del Palau de les Arts Reina Sofía de Valencia.
En su discurso de investidura, aseguró que “no hay nada que me haga sufrir tanto ni me preocupe más que la crisis de Dios que padece la humanidad contemporánea, la ausencia de Dios, camuflada a veces incluso en una religiosidad vacía”.
El purpurado tituló su discurso En defensa del hombre y de la vertebración de la sociedad: la actuación de un obispo, informó la Universidad Católica de Valencia.
En él, hizo un llamamiento a la esperanza desde el reconocimiento realista de lo que sucede. Se mostró convencido de que “si bien, para una sociedad como la nuestra, cerrada al futuro, faltan fundamentos para la esperanza, Dios no la dejará en la estacada”.
Por ello, continuó, “me urge ser testigo y portavoz de esperanza, alentar la esperanza, mirar al futuro, ayudar a abrirse al futuro y señalar caminos que conduzcan a él”.
“Lo que los cristianos podemos y debemos ofrecer al mundo, a la sociedad, es la Buena Noticia de la Encarnación-Redención de Cristo y la verdad del hombre que se desvela y verifica en la experiencia de ese acontecimiento, vivida en la comunión de la Iglesia”.
“Ésa es toda nuestra riqueza, y hemos de ofrecerla con tanta sencillez como transparencia, sabedores por la propia experiencia de que es un bien inestimable y decisivo para la vida de las personas”, añadió.
El purpurado concluyó indicando que “todas las corrientes del pensamiento de nuestro viejo continente deberían considerar a qué negras perspectivas podría conducir la exclusión de la vida pública de Dios como último juez de la ética y supremo garante contra todos los abusos de poder ejercidos por el hombre sobre el hombre”.
Precisamente “en esta fe radica, en último término, la aportación de la Iglesia a la necesaria vertebración de la sociedad”, añadió.
Autoridades
En el acto de distinción al cardenal Cañizares, participaron diversas autoridades civiles, entre ellas el presidente de la Generalitat Valenciana, Francisco Camps, la presidenta de las Cortes Valencianas, Milagrosa Martínez y el líder de la oposición autonómica, Jorge Alarte.
También asistieron nueve obispos y arzobispos y el cardenal Agustín García-Gasco, arzobispo emérito de Valencia.
La ceremonia estuvo presidida por el arzobispo de Valencia y gran canciller de la Universidad Católica de Valencia, monseñor Carlos Osoro, quien destacó la importancia de defender la verdad del hombre y su dignidad.
Por su parte, Francisco Camps afirmó que en las sociedades del siglo XXI es esencial “el respeto, la tolerancia y la libertad de los ciudadanos y de su dignidad como personas para asegurar la convivencia y el bien común”.
El presidente de la Generalitat Valenciana también se refirió al cardenal Cañizarse como a “un valenciano ejemplar que ha consagrado su vida a la impagable labor de transmitir valores y enseñanzas esenciales para la sociedad valenciana de hoy y las próximas generaciones”.
Y añadió que “cualquier persona responsable defiende la compatibilidad entre la Iglesia y la sociedad o entre la vida pública y la fe, como también entre la ciencia y la religión o entre los conocimientos y los valores”.
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