Javier Igea López-Fando, sacerdote de la diócesis de Madrid, es también doctor en astrofísica por la Universidad de Nueva York.
Aunque en algunos ámbitos eclesiales se le conoce por sus tareas en el
Departamento de Juventud en la Conferencia Episcopal (sobre todo después
de la JMJ de Madrid) o como consiliario de la Congregación Mariana de
la Asunción, en la prensa generalista suele escribir como científico, a
partir de su experiencia en el Observatorio Vaticano de Castelgandolfo (está especializado en el tema de la muerte de las estrellas) y aprovechando sus vivencias como profesor de Filosofía de la Naturaleza.
Recientemente ha escrito en El Mundo
(diario mundano no sólo en su nombre) sobre dos aspectos que en los
últimos tiempos se encuentran con cierta frecuencia en los medios de
comunicación, y también en foros más informales en Internet.
1) Uno es la supuesta dificultad para creer en Dios debido a los conocimientos científicos de nuestra época, algo que se plasmaría en la supuesta "escasez" de científicos creyentes o deístas.
2) El otro tema es la relación entre experiencia religiosa y lo que descubren las neurociencias:
que ciertas experiencias van relacionadas con ciertas zonas del
cerebro. ¿Significa eso que hay cosas que para los religiosos son reales
pero para la ciencia sólo existen "en nuestro cerebro"?
Javier Igea empieza comentando que muchos que se declaran ateos quizá serían más coherentes si se considerasen simplemente agnósticos. Copiamos su argumentación.
»Siempre me ha impresionado la seguridad con la que algunos ateos niegan
la existencia de Dios. Sin embargo, he buscado en internet los
argumentos más comunes para probar su no existencia y no los he
encontrado. Es más, muchos ateos reconocen la dificultad de
probar lo que se llama un «universal negativo», esto es, demostrar con
certeza lógica que algo no exista.
»Cuando los debates llegan a este punto pasan al ya citado ataque a las
religiones o a admitir que se puede ser moralmente bueno sin reconocer
la existencia de Dios (por cierto, algo que me parece muy difícil viendo
el panorama que nos rodea).
»Sólo he encontrado un argumento para probar que algo no pueda existir y
es el de que su existencia llevase a contradicciones lógicas, como por
ejemplo el famoso círculo cuadrado.
»Personalmente no me cuadra este argumento en las dos aplicaciones que se me ocurren, que son las de conjugar mi libertad con la omnisciencia divina o el problema del mal. Por ello me parecería más coherente que el ateo se declarase agnóstico antes que ateo.
Después se plantea los "puntos de diálogo entre la neurociencia y la
religión" y también reflexiona sobre el porcentaje de científicios
creyentes. Reproducimos aquí sus planteamientos.
Sobre el alma y el cerebro
»La primera cuestión, desde el punto de vista filosófico, es simple:
alma y cuerpo (no cerebro) se relacionan como materia y forma mediante
una unión substancial. Esta es la manera habitual de evitar el monismo
materialista y el dualismo cartesiano salvando que en el hombre hay un
componente espiritual que explica nuestra libertad y capacidad de
conocimiento abstracto.
»Sin embargo, para que esto pueda ser aceptado es necesario que la
materia (en este caso las neuronas, sus sinapsis u otras estructuras
cerebrales) tengan propiedades que permitan una correlación alma-cuerpo.
Una hipótesis sobre como este contacto puede darse es la propuesta por Beck y Eccles en 1994, quienes desarrollaron un modelo cuántico para un proceso de la exocitosis en las sinapsis cerebrales basándose en el efecto túnel de los electrones. Una física no determinista como es la cuántica posibilitaría la acción del «yo» en el cerebro. Para ser honestos hay que decir que este modelo no ha sido universalmente aceptado, pero la hipótesis es sugerente.
»La neurociencia actual indaga otras líneas de investigación para
explicar los fenómenos conscientes del hombre y busca sus mecanismos. En
general saca como conclusión que la postura que se debe mantener es la
de un monismo emergentista. La mente sería el resultado de la interacción de miles de millones de neuronas
a través de sus sinapsis en el cerebro y del cerebro con otros órganos
del cuerpo y con el mundo que nos rodea. Este sería, en resumen, el modo
como el cerebro crea la mente o, en otras palabras, como la mente
emerge del cerebro.
»Yo sostengo que la opción por el monismo en base a unos datos científicos es una opción más filosófica que científica.
El ánima es el principio que anima un cuerpo vivo, lo que distingue un
ser inanimado de un ser animado. Por ello, ánima es lo que hace que
exista vida.
»Y también el ánima es lo que da forma a la materia, esto es su
in-formación. Por ello, no es incompatible conocer los mecanismos con
los que se maneja la información en el cerebro y los mecanismos de la
vida humana y creer en el alma tal como se concibe en la filosofía aristotélica: por medio de la causalidad formal.
»Es más, no me terminan de convencer las propuestas monistas para explicar el más sagrado de los elementos del hombre: su libertad.
»Por todo esto no veo ninguna incompatibilidad entre la neurociencia y la existencia de Dios.
Sobre el alma, el cerebro y las experiencias religiosas
»Otro punto que la neurociencia analiza es el de los mecanismos
cerebrales que explicarían las experiencias religiosas. Se han hecho
experimentos para ver qué zonas del cerebro están activas en los momentos de meditación
en los que dicen experimentar la presencia de Dios. Se han descubierto
dichas zonas e incluso se formulan teorías evolutivas del cerebro que
explican el origen de la religión en base a estos descubrimientos.
Algunos incluso llegan a decir que si se suprimieran estas áreas cerebrales desaparecería la fe en Dios.
»Sin embargo, se puede argumentar que relacionar la fe en Dios con la existencia de estas áreas es lo mismo que decir que los olores se deben a que existe la nariz. ¡Amputemos la nariz y desaparecerán los olores!
»Aun cuando es cierto que durante la oración pueden activarse determinadas áreas del cerebro, la existencia de Dios no depende de que uno lo llegue a experimentar
por medio de lo que los creyentes llamamos la experiencia mística. Ésta
es subjetiva, mientras que Dios es para el creyente un ser objetivo
independiente de él, y del que tiene serias razones metafísicas para
admitir su existencia. Pero basta con esto en lo referido a la
neurociencia.
Sobre el porcentaje de científicos creyentes
»El filósofo Piergiorgio Odifreddi nos argumentaba a favor del ateísmo poniendo como prueba que sólo un 7% de los científicos de altura
creen en Dios. Este porcentaje tan pequeño me recuerda al número tan
pequeño de sabios que creían en la Edad Media que la Tierra era redonda;
era bajo el porcentaje, pero tenían razón. Y uno de los que lo sostuvo fue San Alberto Magno.
»Encuentro que lo más peculiar de la negación de Dios desde la
matemática es la rotundidad de la misma. Yo no me atrevería a tanto.
Sostengo que ni la física ni la matemática pueden afirmar o negar la existencia de Dios por una razón muy simple: el teorema de Gödel que limita la posibilidad de hacer afirmaciones absolutas.
»John Barrow lo expone de la siguiente manera: si se define una religión
como un sistema de pensamiento que requiere una creencia en unas
verdades que no se pueden probar, entonces la matemática es la única
religión que puede probar que es una religión. Y la física también tiene limitada la posibilidad de hacer afirmaciones porque se basa en la matemática,
aunque según algunos es posible que se den las condiciones para que no
se le apliquen a la física las limitaciones impuestas por el teorema de
Gödel.
»Pero volviendo a Odifreddi, no veo coherente su afirmación de que
existen solo logoi en matemáticas; es cierto que la matemática contiene
logoi, pero la existencia de estos logoi lleva a la existencia de un único logos, que él reconoce;
las razones que él expone para [no] llamarlo Dios vienen más bien de no
creer en el misterio de la Encarnación o en la historicidad de
Jesucristo.
»Con razón el papa Benedicto XVI le dice que si el logos es racional y existe, teniendo en cuenta las limitaciones de la teología apofática y la analogía para hablar de Dios, podemos afirmar la existencia del Logos con mayúscula que los creyentes llamamos Dios.
»Por ello, el ateísmo de Odifreddi es más bien un rechazo del
cristianismo que una negación de la existencia de Dios, pero el análisis
de la coherencia de su rechazo del cristianismo no es el objeto de este
artículo.
»Pero no todos los matemáticos han sido ateos. Gödel fue un hombre de fe, conocedor de la filosofía de Leibniz.
Esto le distinguió de Einstein, conocido seguidor de Spinoza. El
planteamiento religioso de Einstein se puede resumir en su siguiente
afirmación, que leída con atención no afirma la existencia de un Dios
personal: todo aquel que está seriamente comprometido con el cultivo de
la ciencia, llega a convencerse de que en todas las leyes del universo
está manifiesto un espíritu infinitamente superior al hombre, y ante el
cual, nosotros con nuestros poderes debemos sentirnos humildes. Gödel fue más lejos. Estudió el argumento ontológico incluyendo las modificaciones de Leibniz.
Una revisión de la literatura sobre el tema indica un creciente interés
en el argumento ontológico por parte de lógicos y filósofos.
Astrofísicos creyentes
Javier Igea, en una entrevista en 2002 en Sabadell, cuando le comentaban que "Stephen Hawking es agnóstico", respondía, refiriéndose a su ramo: "Él sí, pero la mayoría de astrofísicos son creyentes;
por ejemplo: Paul Davis, Sandage, Milne, Lemaitre, De Broglie, Tipler y
hasta el propio Einstein era creyente a su manera. La mitad de ellos
Premios Nobel".
Todo esto le lleva a una conclusión en su artículo de El Mundo:
»La negación de Dios se hace muchas veces a la ligera. La fe en Dios tampoco es fácil para quien quiere tomársela en serio.
El creyente tiene en la fe un tesoro que, por desgracia, no siempre
vive. Pero también desde la fe el creyente aprende a ver a todos con los
ojos del Dios en que cree, y asume las palabras que el libro de la
sabiduría predica de Dios: «Te compadeces de todos, porque todo lo
puedes, cierras los ojos a los pecados de los hombres, para que se
arrepientan. Amas a todos los seres y no odias nada de lo que has hecho; si hubieras odiado alguna cosa, no la habrías creado» (Sab 11,23).
ReL
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