Hace unos meses, en julio de este año, empezaron a aparecer, en la
casa de Nabil, Mariam, Abida, Khalid y otros ciudadanos iraquíes, una
“ن” pintada en la fachada de sus casas. Un símbolo que significaba que
los habitantes de esa casa eran “nazarenos”, es decir, cristianos.
Estaban
siendo señalados como objetivos, “targets”. Quizás todavía no se sabía
qué implicaba exactamente, pero estaban señalados. Señalados por no
someterse a la sharía, lo que les convertía inmediatamente en malos
ciudadanos. Inquietante estigma que presagiaba tempestades futuras.
No
hizo falta esperar mucho para que la amenaza, como sabemos, se
convirtiera en realidad. El ISIS está demostrándonos que sí que existe
el mal en estado puro, y enseñándonos de lo que es capaz la crueldad
humana encendida por un fanatismo enemigo de la razón…ante la práctica
pasividad de la comunidad internacional.
En este contexto surgió
la conocida campaña en las redes sociales que promovía ponerse la “N”,
la “ن” en tu perfil de twitter o de FB. Esto me hizo pensar que en
Occidente quizás también están empezando a marcar con la “N” nuestras
casas. Que en Occidente también hay una sharía.
“¡Absurdo!”-dirán algunos-“Europa, Occidente está construido sobre la tolerancia y el pluralismo. ¿De qué estás hablando?”
Leo
en los periódicos que Annise Parker, alcaldesa de Houston, lesbiana
declarada y paladina del activismo LGBT ha llevado a juicio a varios
pastores de distintas iglesias cristianas para obligarles a entregar
todos los sermones (y las comunicaciones dirigidas a los miembros de las
respectivas iglesias), – y así hacer que las examinen los abogados del
Ayuntamiento-, en los que se traten temas sobre homosexualidad o
identidad de género. Armada con su ley insignia contra las
discriminaciones de género, la “Houston Equal Rights Ordinance” (Hero),
amenaza con utilizar los sermones de algunos religiosos locales en los
tribunales contra ellos.
No es un hecho aislado. Hace poco era
noticia la imputación de un edil de Iniciativa per Catalunya – Verds
por un presunto delito contra los derechos fundamentales al retuitear
“quemar iglesias me parece una barbaridad si no hay nadie dentro” Y
quien hojee a diario los periódicos con ojo crítico, encontrará
fenómenos similares. Prueba de ello es el Informe del Observatorio sobre
la Intolerancia y Discriminación contra los Cristianos en 2013, que
contiene 241 casos documentados de intolerancia tanto contra cristianos
individuales como contra instituciones, incluyendo atentados contra la
libertad religiosa, la libertad de expresión, la libertad de conciencia,
la discriminación política, la exclusión de los cristianos de la vida
política y social, la afrenta a símbolos religiosos, y finalmente los
insultos, difamación, incidentes de odio, vandalismo y profanaciones.
Según declaraciones de Gudrun Kugler, directora de este Observatorio,
“el incremento del laicismo en la sociedad europea deja cada vez menos
espacio al cristianismo. Algunos gobiernos y actores de la sociedad
civil buscan excluir en vez de reconciliar. Nos han llegado numerosos
casos de intolerancia contra los cristianos. Buscándolos,
documentándolos y publicándolos, esperamos crear conciencia”.
En
ese sentido el sociólogo Massimo Introvigne apuntaba, ya en 2012:
“Primero se empieza con la intolerancia, que es un hecho cultural.
Después se pasa a la discriminación, que es un conjunto de normas
jurídicas. Al final se llega al tercer estado: los verdaderos crímenes
de odio, la violencia en contra de los cristianos. Si no se pretende
llegar a la violencia, hay que detenerse antes, frenar la intolerancia y
la discriminación”.
Pero, ¿por qué contra los cristianos? ¿Cuál
es la “sharía” que han incumplido? Es difícil resumirlo en unas líneas.
Podría decirse que en las últimos siglos en la mentalidad occidental ha
ido configurándose un nuevo credo, un credo que parte de la proclamación
de la no existencia de verdades absolutas. Para este nuevo credo, la
ciencia es la única forma de conocimiento que nos proporciona “dogmas”
más o menos fiables, y por lo tanto es la encargada de explicarnos la
totalidad de la realidad, todo lo que existe. Lo que no puede ser
explicado por la ciencia son “verdades blandas”: valores, religiones,
cultura, filosofía… opiniones subjetivas, al fin y al cabo, que en
última instancia dependen del sistema de valores privados al que comulga
– o que se construye- cada uno. El universo es fruto del Big Bang y de
la Evolución (con mayúscula inicial), y el hombre, en última instancia,
es una pelota de células, sin más fundamento que su “dato biológico”.
Sin
embargo, pese a su profesión de relativismo, este credo también tiene
unos mandamientos, un decálogo de valores “duros”. En la cúspide: la libertad (o autonomía), valor supremo. El único límite a tu libertad es la libertad del otro. Se sigue la tolerancia como valor “segundo”: como el valor supremo es que todos seamos libres eligiendo nuestros valores, “debemos”
respetar los valores de los demás. La felicidad del hombre está en
poder ejecutar libremente su propio proyecto de realización personal. La
primacía de la libertad-autonomía-autodeterminación del sujeto, sumado
al principio de tolerancia, llevan a la democracia como “valor tercero” o derivado, en cuanto forma de gobierno capaz de garantizar estos dos valores en el orden público.
De
esta Trinidad aparentemente simpática e inofensiva se desprende toda
una serie de consecuencias, como la autoconstrucción del hombre: como no
hay más “naturaleza” que la dada por la biología, y no hay valores
objetivamente válidos, el hombre puede hacer de sí mismo lo que quiera:
el único límite es el factual, lo que de hecho la ciencia puede o no
hacer en él. Léase esto con la ideología de género como trasfondo, y el
tema del transexualismo como ejemplo más vanguardista. Clonación,
eugenesia, eutanasia…y una serie de consecuencias que sería demasiado
largo enunciar aquí.
Por otra parte, aunque el hombre es libre de elegir sus valores, suele primar una mentalidad romántica de libertad-felicidad entendida como espontaneidad: seguir tus impulsos.
Ello explica también la importancia radical dada a la sexualidad,
exacerbada y omnipresente, entendida como una necesidad y un hecho
meramente físico, como mucho “coloreado” emocionalmente.
Las
creencias religiosas se sitúan al mismo nivel que los sistemas de
valores de cada hijo de vecino, o, para una visión más cientifista,
inmediatamente por debajo, ya que se supone que los valores de los no
creyentes están basados en la razón, mientras que la religión adolece de
esa racionalidad: es sólo una experiencia subjetiva, como un
enamoramiento. Por ello, se le trata como un “hobby privado”, y se busca
aislarla del orden público (educación, político, sociedad, ciencia…),
pues es percibida como una fuente de conflictos y de violencia.
Saltan
ya a primera vista algunas contradicciones e inconsistencias evidentes
de esta nueva “religión”. Pero ya analizaremos todo esto a fondo otro
día. El punto de hoy es hacer ver que esta “religión” existe, y tiene su
propia Inquisición. La neutralidad total no es posible. Si una cultura,
una sociedad, un Estado prescinde de unos valores, y de un “Absoluto”
que los funda, otro absoluto pasa a ocupar su lugar. Es un “horror
vacui” espontáneo, una ley cuasi física. Cuando el marxismo comunista
proclamó la muerte de Dios y la desaparición del Más allá, instauró a la
vez el paraíso de la futura sociedad perfecta, el santoral
revolucionario (con reliquia-momia de Lenin incluida) y el Imperio del
Estado Comunista. Ése fue el nuevo ídolo ante el que se debía uno
postrar y ofrecer sacrificios humanos (que fueron millones).
Sacrificios
humanos. Los cristianos en Occidente están empezando a ser señalados.
Señalados por no someterse a la sharía, por desentonar en el Matrix
relativista de lo políticamente correcto. No se sabe todavía qué ISIS en
incubación ejecutará la sentencia. Tal vez no corra la sangre. O sí.
Pero están ya señalados. Pronto sólo quedará doblegar la rodilla ante
los nuevos dioses, o pagar las consecuencias de no someterse al sistema.
Y tú, a todo esto, ¿llevas tu “N”?
POSTED BY Rafael Pou Díaz de San Pedro LC IN Actualidad | Cultura
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