sábado, 19 de agosto de 2017

Tú decides si el trabajo es fuente de felicidad o de desdicha

 
Humphery | Shutterstock





La actitud positiva, sea cual sea la tarea, consigue la mejora de la salud y el contento

“Cuando nada parece ayudar, voy adonde el cantero y lo miro martillar su roca, tal vez unas cien veces sin que siquiera se note una grieta en ella. Sin embargo, al centésimo primer martilleo, esta se partirá en dos y sé que no será debido al último golpe sino a todos los que vinieron antes…¨
Jacob Riis. Fotoperiodista y filántropo danés

El trabajo puede ser fuente de crecimiento personal o de enfermedad, depende de la actitud con que lo encaremos. Si ponemos amor y entusiasmo, no importa el tipo de tarea que ejecutemos. Nos daremos cuenta de que haciéndola podemos enriquecer nuestra vida y la de nuestra comunidad.

La riqueza del trabajo

El trabajo es inherente al ser humano. Ya en el Génesis aparece la sentencia “Ganarás el pan con el sudor de tu frente”. Durante toda su existencia el hombre debió trabajar para subsistir y también para construir, producir arte y mejorar su forma de vida.
En el mundo laboral hoy nos enfrentamos a trabajos monótonos, en serie, repetitivos y desmotivantes. Se ha destruido el arte y el oficio. Todo lo que se espera de los empleados es que sean buenos operadores de máquinas. La mayoría, tanto ejecutivos como empleados, sufre estrés a causa del trabajo y las licencias por enfermedades ligadas a ese estrés ocasionan grandes pérdidas de dinero. Hemos llegado a pensar en el trabajo como en una tarea que no podemos evitar y que nos consume la vida, pero si aprendemos a encararlo podemos descubrir y usar nuestras energías sabiamente para que todas nuestras acciones sean ricas y fructíferas.
A primera vista parece sencillo trabajar cuando todo marcha sobre ruedas y ya conocemos la forma de movernos, pero si lo pensamos resulta mucho más productivo hacerlo cuando se presentan problemas como, por ejemplo, tener que aprender nuevas cosas, manejar nuevas tecnologías, hacerse cargo de mayores responsabilidades porque de estas situaciones podemos extraer enseñanzas.

Su poder transformador

La riqueza inherente al trabajo se siente cuando se insta a la gente a que se apoye en su propia experiencia y asuma responsabilidades, valorándola y desafiándola a participar en la toma de decisiones para desarrollar el sentimiento de poder personal, pues es sabido que si se aprende a usar las propias habilidades en lo que se hace se transforma la existencia cotidiana en una fuente de goce y cumplimiento.

Cambiar para mejorar

Muchas veces nos aferramos a la idea de que no somos capaces de adaptarnos a las exigencias que se nos imponen o quizás pensemos que no hemos hecho los suficientes cambios para producir el resultado esperado. Es fácil pasar la vida de este modo, lamentándonos y negándonos a asumir la responsabilidad del propio crecimiento. Todos tenemos más control sobre nuestra vida de lo que creemos. Entonces, cuando el trabajo no nos permite expresar nuestras aptitudes y alegría, hay opciones:
-usar la propia creatividad para encontrar formas de cambiar el sistema en el que estamos.
-tener paciencia y persistir hasta ver si se dan mejores posibilidades.
-abandonar el trabajo y buscar otro que nos permita ser lo que somos y tener una existencia más feliz.

Los hábitos pueden cambiar

A veces gana el desaliento, se desea abandonar todo esfuerzo o se cree que es demasiado tarde para iniciar algo nuevo. Lo importante en esos momentos es no detenerse allí, seguir adelante y mantener el impulso hacia el cambio que queremos. De esta manera, gracias a la confianza que vamos ganando en nosotros mismos también nos transformamos en ejemplo para quienes nos rodean. Pensar en cómo llevamos nuestra vida actual en relación a cómo proyectamos el futuro puede ser útil. Cabe preguntarse entonces: “Mis acciones actuales ¿mejorarán mi vida futura, la enriquecerán aportándole experiencias positivas, me harán sentir más feliz?”.

El padecimiento laboral nos enferma

Si no estamos contentos, lo más seguro es que continuemos con nuestra infelicidad fuera de las horas de trabajo. Estaremos más propensos a las enfermedades y al deterioro físico, nos llenaremos de hostilidad, resentimiento y frustración. No es raro desahogar el mal humor fumando, bebiendo, comiendo en exceso o riñendo con los que tenemos cerca.
El padecimiento laboral nos enferma más que cuando trabajamos duro pero somos felices con lo que realizamos. “Estoy tan ocupado que no tengo tiempo de enfermarme”, solemos decir. La actividad, la utilidad y el progreso en sí son los grandes secretos de la longevidad y la salud. La gente que se siente útil retarda su deterioro y las enfermedades.
La felicidad es condición de nuestra existencia que se elige y se defiende. Se puede ser feliz a pesar de las circunstancias. El trabajo también puede ser fuente de felicidad siempre que se haga con intención y con un propósito: tratar de integrar nuestras preferencias con nuestros valores.
Los valores tienen que ver con qué importancia le asignamos a lo que hacemos. Muchas veces lo que realizamos está lejos de satisfacernos, pero nos motiva a continuar nuestros propósitos: mantener a la familia, hacer que los hijos puedan estudiar, pagarse una carrera, ayudar a algún miembro de la familia. En estos casos, los sacrificios que hagamos nos compensan largamente.

A la hora de comenzar a trabajar

Un aspecto importante a tener en cuenta para renovar nuestra práctica laboral es prestar atención a la preparación previa del trabajo. Primero, poner al alcance todas las cosas que la tarea requiere, ya sea la agenda, la computadora, los ficheros, el material y los instrumentos que vamos a usar. Como el pintor que antes de comenzar a pintar despliega el lienzo sobre el caballete, dispone los pinceles, la paleta, los pomos de colores, y se prepara teniendo presente en su mente la obra que quiere ejecutar. El arte de comenzar la tarea es hacer verdaderamente lo que se está haciendo mientras se está haciendo, desligándose de todo lo demás.
La atención permite estar plenamente presente en la labor. Estar atentos a los problemas que se nos presentan nos permite tratarlos de manera inmediata y efectiva, eliminando la confusión y evitando complicaciones que terminan produciendo estrés. Los riesgos se reducen mediante la planificación y la preparación. Cada vez que nos distraigamos, tomémonos un momento para volver la atención al momento presente y seguir trabajando.
Otro aspecto de la buena práctica laboral es el silencio, cosa casi imposible de lograr en la actualidad. No significa no hablar cuando es necesario, no contestar el teléfono o no dar instrucciones sino eliminar la charla improductiva. No solo callar sino hacer silencio tanto en el espacio exterior como en el diálogo interno. De esta manera podemos concentrarnos en lo que hacemos. Sabemos lo difícil que resulta hoy desconectarse de todos los aparatos que nos rodean y nos estimulan constantemente, pero lograr ponerlos a una cierta distancia produce un cambio increíble.
Recordemos cómo enseñaban los maestros artesanos: el trabajo es estar al servicio de algo superior, de Dios. Es un servicio y no un fin en sí mismo. Santo Tomás afirmaba que “no puede haber alegría de vivir sin alegría de trabajar. La pereza es la tristeza del alma”. Triste del hombre o de la mujer que no tiene trabajo, pero es más triste el que lo tiene y solo se lamenta por tenerlo. Siempre es posible que con una actitud positiva transformemos nuestro trabajo en una fuente de salud y alegría.

Cecilia Barone

Artículo originalmente publicado por Familia Cristiana

sábado, 12 de agosto de 2017

«Los milagros de Lourdes son algo inexplicable», confiesa un Nobel de Medicina y declarado agnóstico

«Los milagros de Lourdes son algo inexplicable», confiesa un Nobel de Medicina y declarado agnóstico

Luc Montagnier descubrió el virus del VIH

Danila Castelli es una mujer italiana que sufría una grave hipertensión y que tras visitar Lourdes en 1989 quedó totalmente sanada. Este caso supuso el milagro oficial número 69 que ha reconocido la Iglesia Católica en este santuario mariano desde la aparición de la Virgen a la joven Santa Bernadette en 1858.
 
Desde aquel momento se han registrado más de 7.000 curaciones "inexplicables" en Lourdes aunque sólo unas decenas se han considerado milagros. Y ello es debido a las rigurosas condiciones establecidas para el estudio de estas curaciones.
 
Sin embargo, el debate sobre las apariciones y las curaciones en Lourdes lleva décadas produciéndose y las burlas y críticas de los ateos más beligerantes contrastan con el respeto y consideración de profesionales de reconocido prestigio ante un fenómeno religioso que no deja indiferente a nadie.
 
Es el caso del Premio Nobel en Medicina y Príncipe de Asturias, Luc Montagnier. Este médico francés es conocido por haber descubierto el virus del VIH así como por otras importantes aportaciones a la ciencia.
 
Y resulta muy interesante conocer la opinión de este reconocido científico y exdirector del Instituto Pasteur precisamente sobre Lourdes, un lugar que exige tener una gran fe. Este hecho quedó acreditado en un libro que recogía los diálogos entre Montagnier y el monje cisterciense, Michel Niassaut, titulado el Le Moine et le Nobel.
 
"No hay necesidad de negar nada"
 
En un momento dado de la conversación salió a relucir las curaciones inexplicables en Lourdes. ¿Qué opinaría un Nobel de Medicina no creyente sobre este asunto? Su respuesta significaría un ejemplo de coherencia para el mundo de la ciencia. "Cuando un fenómeno es inexplicable, si realmente existe, no hay necesidad de negar nada", afirmaba de manera tajante Luc Montagnier. En este sentido, el Nobel de Medicina aseguraba que "en los milagros de Lourdes hay algo inexplicable".
 
Además, Montagnier afeaba la conducta de algunos compañeros suyos y decía en este libro que "muchos científicos cometen el error de rechazar lo que no entienden. No me gusta esta actitud. A menudo cito esta frase del astrofísico Carl Sagan: ´la ausencia de prueba, no es prueba de ausencia´".
 
"Los milagros son inexplicables"
 
En este sentido, agregó que "en cuanto a los milagros de Lourdes que estudié, creo en realidad que es algo inexplicable (…) No me explico estos milagros pero reconozco que hay curaciones que no están incluidos en el estado actual de la ciencia".
 
Como descubridor del virus del VIH, Montagnier ha tenido una relevancia muy importante en la segunda mitad del siglo XX y pese a las tradicionales críticas del mundo anticatólico por el posicionamiento de la Iglesia en cuanto al SIDA, este científico alaba el papel del mundo católico ante estos dramas.
 
Su colaboración con la Iglesia
 
De hecho, relata que "con mi colega estadounidense Robert Gallo obtuve una audiencia con el Papa (Juan Pablo II) sobre la forma en la que podíamos aumentar nuestra colaboración con el personal que trabaja en la sombra en las misiones católicas en África. Ellos tratan a las personas afectadas por el SIDA y hacen prevención contra la propagación del virus".
 
Esta importante, y muchas veces olvidada labor, es muy destacada por este Premio Nobel. "Las órdenes religiosas cristianas han jugado un papel muy positivo en el cuidado de los enfermos. Reconozco que, en el ámbito de la atención hospitalaria, la Iglesia ha sido pionera".
 
La vital labor de la Iglesia contra el SIDA
 
"Pude ver de cerca en mis largos años de investigación del SIDA, sobre todo al principio, cada día a pacientes condenados a una muerte inevitable. A menudo la fe y la cercanía de la Iglesia les ayudaron a hacer frente a la enfermedad y a que no se sintieran abandonados. Es a través de esta experiencia por lo que siempre he reconocido la contribución pionera e inestimable de la Iglesia en el campo de la atención hospitalaria", afirmaba este científico francés
 
La estima del agnóstico Montagnier por la Iglesia es grande. Incluso se ofreció, y ayudó a Juan Pablo II a la hora de frenar el avance del Parkinson que sufría. En su opinión si los valores del cristianismo prevalecieran en el mundo, el planeta ganaría mucho. "Hay 2.000 millones de cristianos, de los cuales 1.100 son católicos. Sus buenos sentimientos están presentes" pero no son los que gobiernan el mundo. Ojalá, considera, el amor al prójimo condujera el mundo.
 
La relación de otro premio Nobel con Lourdes
 
Sin embargo, Montagnier no es el único Premio Nobel que tiene una relación con Lourdes. Mucha más profunda fue la de Alexis Carrel, Nobel en Medicina en 1912. De hecho, su relación con estas curaciones le llevó incluso a la conversión al catolicismo.
 
En 1903 Carrel era un joven médico ateo. Un compañero que iba a acompañar como doctor a un grupo que peregrinaba a Lourdes no pudo asistir y le pidió que fuera él quien le sustituyera. Accedió a ir para comprobar personalmente la falsedad de los milagros que se atribuían a aquel lugar. Pero allí justamente asistió personalmente a uno de ellos, hecho que le cambió la vida.
 
Visitó a una mujer moribunda a causa de la tuberculosis. Observó y analizó todos los síntomas. Sin duda, moriría pronto. El milagro se produjo ante sus ojos. Salió de las piscinas y todo había desaparecido. Ese hecho produjo su conversión, la cual narró en un libro que supuso un escándalo para el naturalismo escéptico dominante en aquel momento en Francia.
 
 
10 octubre 2013

sábado, 5 de agosto de 2017

Sed fuertes, no temáis. Jóvenes con fe








"Proyecto Despierta" quiere animar a todos los jóvenes del mundo a unirse a un llamado que retumba en toda alma cristiana: "Sed fuertes, no temáis" (Is. 35,4). Con ocasión de la primera JMJ de jóvenes católicos maronitas en El Líbano, queremos lanzar un reto a toda alma dispuesta a ser valiente por la causa de Cristo. Únete a nuestros hermanos de todo el mundo y grita tu fe con valentía y no con miedo.