sábado, 30 de septiembre de 2017

El deber que tiene toda la familia humana de ayudar

La familia esta llamada a la acción

Por: Fernando de Navascués | Fuente: www.somosrc.mx




No seré yo quien reinterprete el Evangelio, y le dé la vuelta a lo que verdaderamente Cristo quiso decir cuando dijo lo que dijo… Pero aquella frase suya en la casa de Simón, el leproso, de que: “pobres tendréis siempre con vosotros, pero a mí no me tendréis siempre” (Mt 26, 11) no quiere decir, ni por asomo, que debamos acostumbrarnos a tener pobres a nuestro alrededor.
Que los pobres vayan a estar ahí, no quiere decir que debamos desentendernos de ellos. Todo lo contrario, siempre los tendremos para dedicarnos a ellos y, a la vez, recordarnos lo mucho que Dios nos ha dado, quizá inmerecidamente, y que existe una “hipoteca social de los bienes”, como afirmaba san Juan Pablo II.
Esto sale a colación por la apertura de la 40ª conferencia de la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación, la FAO, que tuvo lugar el pasado 3 de julio. Para la ocasión, el Papa Francisco ha escrito un discurso en el que ha dejado unas perlas que muestran su compromiso real con los más desfavorecidos, y en el que agita la conciencia social adormecida o muerta de muchos otros.
Eliminar el hambre
Pero antes de hablar de sus palabras, recordemos que en 2012, el secretario general de la ONU, Ban Ki-Moon, señalaba el camino para conseguir un “hambre cero”. Una ruta que debe comprometer a todos, y que se basa en cinco pilares fundamentales:

    Que el 100% de las personas puedan acceder a los alimentos adecuados durante todo el año.

    Acabar con el retraso del crecimiento en niños menores de 2 años.
    Que todos los sistemas alimentarios sean sostenibles.
    Duplicar la productividad e ingresos de los pequeños agricultores.
    Reducir el desperdicio de comida y las pérdidas que se dan después de las cosechas.


El hambre y el egoísmo humano

Con ese fondo, en su discurso de apertura de la reunión de la FAO, el Papa Francisco atribuyó el hambre en el mundo a “la falta de una cultura de la solidaridad”, a “la inercia de muchos” y al “egoísmo de unos pocos”.
El hambre no se va con intenciones “sino que es necesario reconocer que todos tienen derecho” a los alimentos. El hambre y la malnutrición “no son solamente fenómenos naturales o estructurales de determinadas áreas geográficas, sino que son el resultado de una más compleja condición de subdesarrollo, causada por la inercia de muchos o por el egoísmo de unos pocos”.
Las guerras, el terrorismo y los desplazamientos forzados de personas no son “fruto de la fatalidad”, sino más bien “consecuencia de decisiones concretas”.
 
Igualmente criticó la cada vez más escasa ayuda a los países pobres, a pesar de los “reiterados llamamientos de crisis cada vez más destructores” que suceden en el mundo.


Llamados a la acción

Además, el Papa insistió en “el deber que tiene toda la familia humana de ayudar de forma concreta a los necesitados”. “Solo un esfuerzo de auténtica solidaridad será capaz de eliminar el número de personas malnutridas y privadas de lo necesario para vivir”.
Y es aquí donde entramos nosotros. En el esfuerzo real, en el compromiso personal y apostólico, y en el cambio de mirada: que allí donde vemos a los pobres que siempre estarán entre nosotros, podamos ver personas reales, con nombre y apellido, y a los que mi acción directa puede ayudarles a salir de su hambre, de su desnutrición, de su falta de oportunidades por no haber recibido una alimentación adecuada…


Sabemos de qué hablamos. No dejemos solo al Papa.

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