En algunos casos es la única oportunidad de sobrevida para el hombre. En estos casos ¿es moralmente lícito? Por: P. Miguel A. Fuentes, IVE | Fuente: TeologoResponde.org
Pregunta:
Se
ha intentado muchas veces hacer trasplantes de órganos animales a seres
humanos, no sólo para investigar sino porque en algunos casos es la
única oportunidad de sobrevida para el hombre. En estos casos ¿es
moralmente lícito? ¿Hay límites?
Respuesta:
Es cierto que en los últimos años viene experimentándose cada vez con
más frecuencia la llamada xenotrasplantación, el trasplante
interespecífico de animal a hombre. Hay casos en los que el organismo
humano no puede recibir órganos humanos, pero podría hacerlo respecto de
algunos animales[1].
Los casos de xenotrasplantación se hicieron famosos a partir del
trasplante de corazón de simio bebe a una bebita (Baby Fae), en 1984
(vivió tres días); volvieron nuevamente a ponerse de relieve en 1992 (un
trasplante de hígado de simio a hombre, en Pittsburgh; el hombre salió
bien, pero murió algunas semanas más tarde por hemorragia cerebral
producida por las drogas que anulaban el sistema inmunológico para que
éste no rechazara el órgano extraño); etc. Cada vez la cuestión se
plantea con más frecuencia, porque el principal problema desde el punto
de vista técnico es el rechazo del órgano extraño por parte del
organismo; y esto ha sido ya en parte contrarrestado con drogas, cuando
se trata de órganos humanos. El rechazo es más fuerte cuando el órgano
es de otra especie animal. Pero hoy en día se experimenta con insertar
en el ADN de animales ciertos genes humanos que harían que el sistema
inmunológico humano no reconociera los órganos animales como extraños.
De tener éxito se abre la puerta a numerosos trasplantes
interespecícificos.
¿Podemos poner algún límite a este respecto?
La problemática ética se suscita ante todo por la actual incertidumbre
del éxito y el riesgo de rechazo, hasta el momento bastante fundado, de
modo tal que la mayor parte de este tipo de intervenciones, al
encontrarse en una fase puramente experimental y altamente riesgosa, lo
hace éticamente impracticable con seres humanos.
En cuanto a la esencia misma de este tipo de trasplantes, no se puede
dar una valoración moral única, sino que, como decía Pío XII, “debe
distinguirse según los casos y ver qué tejido o qué órgano se trata de
trasplantar”. En línea de principio, la introducción de un órgano animal
(y por extensión un órgano puramente mecánico como por ejemplo, el
corazón artificial) en el organismo de un ser humano, no representaría
–como declaró en su momento el mismo Pío XII– mayores problemas desde el
punto de vista moral, mientras se trate de órganos de carácter
ejecutivo y no estén ligados a la identidad personal. El principio
filosófico que rige esto es el dado por Santo Tomás: los seres
imperfectos (vegetales y animales) existen en orden al bien de los más
perfectos: “En el orden de las cosas, los seres imperfectos existen por
los más perfectos…, aquellos que solamente viven, como las plantas,
están al servicio común de todos los animales, y los animales al
servicio del hombre… Por tanto es lícito hacer morir las plantas al
servicio de los animales, y los animales al servicio de los hombres, y
esto por el mismo ordenamiento divino”[2].
Por ello, en líneas generales debe decirse que respecto de este tipo de
trasplantes no hay problemas morales en lo que respecta a los órganos o
tejidos que no conllevan un conflicto en la identidad personal del
receptor y de sus descendientes; pero debe, en tales casos, tenerse en
cuenta (y no subestimarse) el posible conflicto psicológico. Es, en
cambio, inmoral todo trasplante que afecte la identidad personal del
receptor o de sus descendientes: “No se puede decir que toda la
trasplantación de tejidos (biológicamente posible) entre individuos de
especies diferentes sea moralmente condenable; pero aún es menos verdad
que ninguna trasplantación heterogénea biológicamente posible esté
prohibida o no pueda levantar objeción. Es necesario distinguir ante
todo el caso concreto y examinar qué tejido o qué órgano se trata de
trasplantar. El trasplante de glándulas sexuales animales sobre el
hombre ha de ser rechazado como inmoral; por el contrario, el trasplante
de córnea de un organismo no humano a un organismo humano no entrañaría
ninguna dificultad moral si fuera biológicamente posible e indicada”[3].
El Papa Juan Pablo II ha dicho, por su parte: “En cuanto a los así
llamados xenotrasplantes, es decir, trasplantes de órganos procedentes
de otras especies animales… El Papa Pío XII… afirmó en principio que la
licitud de un xenotrasplante exige, por una parte, que el órgano
trasplantado no menoscabe la integridad de la identidad psicológica o
genética de la persona que lo recibe; y, por otra, que exista la
comprobada posibilidad biológica de realizar con éxito ese trasplante,
sin exponer al receptor a un riesgo excesivo”[4].
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[1]
Así, por ejemplo, un enfermo de Hepatitis-B no puede recibir un
trasplante de higado humano porque le transmitiría inmediatamente la
enfermedad. Pero no hay problema con el higado de ciertas especies de
simios que son resistentes a la Hepatitis-B.
[2] Santo Tomás, Suma Teológica, II-II, 64, 1; cita Santo Tomás Gn 1,29ss y Gn 9,3.
[3]
Pío XII, Alocución a la Asociación Italiana de Donadores de Córnea, 13
de mayo de 1956; en: Pío XII y las Ciencias Médicas, op. cit., p. 244.
[4] Juan Pablo II, Discurso al Congreso Internacional, 29 de agosto de 2000.
Este artículo fue publicado originalmente por nuestros aliados y amigos: |
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