Por: Ana Teresa López de Llergo | Fuente: yoinfluyo.com
Personajes dentro de una familia
La familia es una institución natural que arropa la dimensión social de las personas.
La familia propicia el sentido de pertenencia y el sentido de
colaboración. Dicho de otro modo: hay funciones que se deben cubrir, y
para ello, se necesita distribuirlas porque cada uno tiene sus
capacidades. Ejercitándolas se realiza y se evita el agravio terrible de
la exclusión. De modo espontáneo se cubren todas las funciones para
satisfacer lo propio de la vida y lograr el auténtico desarrollo
individual y social.
De
manera natural se fueron repartiendo las funciones dentro de la
familia. No fue por decreto lo que se le encargó a la madre o al padre.
La lógica natural inclinó a hacer lo que competía a cada quién. Las
circunstancias de la maternidad y la paternidad hicieron que la mujer
permaneciera más tiempo en la casa, y el hombre saliera a conseguir lo
necesario para el sustento. También la fuerza física tuvo un papel
primordial, era más probable el éxito de la defensa del hombre ante las
bestias que la de la mujer.
Al
engendrar un hijo, la mujer sufre cambios en su cuerpo que lógicamente
la obligan a modificar su conducta, precisamente para alcanzar el buen
desarrollo de la criatura, y por el bien de ella. La mujer es
cíclica y ello repercute en evidentes cambios en su vigor, en su estado
de ánimo, en su resistencia.
El hombre es más lineal, salvo que sufra
alguna enfermedad, sus condiciones físicas y psíquicas son más estables.
De ese modo las exigencias del hogar se adecuaron al estilo femenino, y
las demandas extra familiares, más sistemáticas, fueron resueltas de
mejor modo por los varones.
Nuestra
mentalidad y el desarrollo de la ciencia y la tecnología, actualmente
nos dificultan la comprensión de las soluciones primitivas, nos es
difícil entender cómo surgió entonces la distribución de tareas para la
colaboración mutua intrafamiliar.
La mala óptica interpreta esa
distribución como consecuencia del “machismo” porque se considera al
varón cuasi monstruo que sojuzga a la mujer y la esclaviza.
Aunque
tampoco se excluye el hecho de que algunos hombres sí esclavizan,. Pero
también, hay mujeres que se aprovechan de su condición y fingen
debilidad para obtener servicios que ellas no están dispuestas a
realizar.
Ahora,
con los avances de la tecnología, muchos de los trabajos que se
realizaban únicamente con el esfuerzo humano se suplen con instrumentos,
ese ahorro de energías facilita dedicarse a otras tareas fuera de la
casa. Ello ha revolucionado la dinámica laboral de la mujer que ya puede
asumir otras responsabilidades profesionales. Con lo cual, el rostro de
la sociedad también ha cambiado.
La
aceptación de la mujer como profesionista fuera del hogar requirió un
cambio arduo, hubo que presionar, modificar costumbres. Fue una lucha
legítima para hacer ver la igualdad de derechos. Desgraciadamente en ese
camino hubo extrapolaciones que aún persisten, como lo es el feminismo
radical que sueña con vengar agravios. Mientras tanto incitan al
desprecio y al rechazo del varón.
Con
la actitud de independencia de parte de la mujer, muchos de los
aspectos comunes del hogar se han dividido, por ejemplo la economía o el
compartir necesidades legítimas como el modo de descansar. Así se abre
un resquicio al individualismo que dejará huella en la prole.
La mujer en la familia actual se encuentra más gratificada con su trabajo fuera de la casa, recibe
un sueldo que le hace satisfacer sus necesidades sin depender del
marido.
Muchas veces su nivel de desempeño luce más que el de él y eso
ocasiona cierto espíritu de competencia mal sana. Peor es si el varón
queda desempleado.
Generalmente
se retrasa la procreación, y cuando se deciden a procrear la mujer no
es tan joven como para tener las energías adecuadas, por lo mismo y por
los cuidados al recién nacido, se renuncia a tener más hijos. Todo ello
obscurece el gozo de la maternidad y de la paternidad. Ni se disfruta ni
se aconseja a otras familias. En realidad la figura de la madre se
retrasa y se empobrece.
Con
la mala aplicación de la igualdad de las mujeres y los hombres, la
mujer muchas veces se divierte con “sus amistades” que ya no son las de
él, tiene confidentes que muchas veces son ajenos al esposo, por tanto,
ante cualquier desavenencia no se facilita la unidad, el perdón, la
comprensión, la paciencia, sino la separación o el divorcio.
Los
hijos por la ausencia de los padres retrasan su educación, ya no se
impulsan los hábitos de los primeros años. Con el fácil acceso a los
contenidos que ofrecen los medios de comunicación, se van perdiendo las
tradiciones familiares, y el conocimiento entre padres e hijos es muy
superficial. Los hijos buscan otros modelos. Esto provoca lesiones
hondas e insatisfacción.
Por
eso, es necesario un retorno al hogar, reconocer su riqueza, allí se
forjan las personas en el ambiente más propicio a su dignidad. Los
sacrificios que se dan dentro de la familia siempre producen una
satisfacción infinitamente superior a otras.
La mujer tiene que experimentar el gozo de construir su hogar,
descubrir que los sacrificios por los demás producen una paz interior
incomparable. Su papel es central y debe defenderlo. Con la preparación
recibida ha de conseguir la coordinación con otros trabajos y, si fuera
el caso, dar el mejor esfuerzo para atender a los miembros de su
familia.
La
solución básica de los problemas de la sociedad se resuelve en la
familia. Por eso, si vemos que algunas se tambalean hemos de ver el modo
de colaborar. La meta es siempre en favor de la familia, allí
se propicia la infancia feliz. Realmente el hogar es el lugar al que
todos quieren retornar. Cuidemos este tesoro y quitemos las telarañas
que han introducido los falsos planteamientos.
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