Por: Mauricio Ochoa Urioste | Fuente: Catholic.net
El
Pontificio Consejo de las Comunicaciones Sociales, difundió el
documento titulado "La Iglesia e Internet" el año 2002, en los inicios
del así llamado ciberespacio. Allí la Iglesia llama a los jóvenes a usar
adecuadamente el Internet, y hacerlo, con discernimiento, educación,
formación, y fuerza de espíritu.
Han transcurrido ya muchos años desde aquél documento y cabe mencionar el interés que ha suscitado en la filosofía contemporánea el uso de Internet y más extensamente las nuevas tecnologías. El profesor Armando Segura Naya, bajo cuya dirección se publicó la obra "Historia Universal del Pensamiento Filosófico", indica que el progreso tecnológico, en la medida que facilita la vida humana, la debilita. Segura, además argumenta que un progreso tecnológico sin fortaleza moral de la personalidad y de la responsabilidad, pilares de la libertad, se convierte en "tecnoadicción". Preocupa al precitado autor el hecho de una creciente deshumanización tecnológica y la desvitalización tanto física como psicológica de los individuos.
Sin embargo, Internet ha hecho posible un abanico inmenso de posibilidades de conocimiento antes impensadas, como son las Bibliotecas Virtuales, los estudios en línea, la visita guiada a museos del mundo, y un largo etcétera. En la dimensión de discernimiento, antes anotada, cabe mencionar, como lo hace Segura, que el desafío de las futuras generaciones y la actual presenta un reto de formación moral de todos, o sea, a formar en criterios para seleccionar información, filtrar lo conveniente y volcar todos los datos en el mundo real y para provecho de la gente.
Ni duda cabe, además, que en esta faceta positiva es posible ampliar los horizontes de la evangelización en los cinco continentes. La Iglesia, consciente de la importancia que reviste el uso de las nuevas tecnologías promueve de igual manera portales, medios de comunicación, y acceso a educación teológica y religiosa de enorme valor para el mundo actual y las nuevas generaciones.
Quizás las críticas y los desafíos planteados desde la filosofía con valores cristianos sobre las nuevas tecnologías e Internet, se constituyen en un aporte indispensable para la educación que es preciso enseñar en las escuelas, las parroquias, los equipos pastorales, el diálogo ecuménico e interreligioso, etc.
Han transcurrido ya muchos años desde aquél documento y cabe mencionar el interés que ha suscitado en la filosofía contemporánea el uso de Internet y más extensamente las nuevas tecnologías. El profesor Armando Segura Naya, bajo cuya dirección se publicó la obra "Historia Universal del Pensamiento Filosófico", indica que el progreso tecnológico, en la medida que facilita la vida humana, la debilita. Segura, además argumenta que un progreso tecnológico sin fortaleza moral de la personalidad y de la responsabilidad, pilares de la libertad, se convierte en "tecnoadicción". Preocupa al precitado autor el hecho de una creciente deshumanización tecnológica y la desvitalización tanto física como psicológica de los individuos.
Sin embargo, Internet ha hecho posible un abanico inmenso de posibilidades de conocimiento antes impensadas, como son las Bibliotecas Virtuales, los estudios en línea, la visita guiada a museos del mundo, y un largo etcétera. En la dimensión de discernimiento, antes anotada, cabe mencionar, como lo hace Segura, que el desafío de las futuras generaciones y la actual presenta un reto de formación moral de todos, o sea, a formar en criterios para seleccionar información, filtrar lo conveniente y volcar todos los datos en el mundo real y para provecho de la gente.
Ni duda cabe, además, que en esta faceta positiva es posible ampliar los horizontes de la evangelización en los cinco continentes. La Iglesia, consciente de la importancia que reviste el uso de las nuevas tecnologías promueve de igual manera portales, medios de comunicación, y acceso a educación teológica y religiosa de enorme valor para el mundo actual y las nuevas generaciones.
Quizás las críticas y los desafíos planteados desde la filosofía con valores cristianos sobre las nuevas tecnologías e Internet, se constituyen en un aporte indispensable para la educación que es preciso enseñar en las escuelas, las parroquias, los equipos pastorales, el diálogo ecuménico e interreligioso, etc.
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