"Hay hombres que luchan un día y son buenos. Hay otros que luchan un año y son mejores. Hay otros que luchan muchos años y son mucho mejores. Pero hay quienes luchan toda la vida: esos son los imprescindibles".
Estas palabras de Bertolt Brecht nos invitan a pensar en lo necesarias que resultan esas personas que todos conocemos y que parece que nunca se cansan, que siempre están ahí, que siempre tiran hacia arriba del ambiente en el que están, que son un catalizador de todo lo positivo de quienes le rodean.
Si nos paramos a pensar, hay bastantes personas que son así, que han hecho natural en sus vidas esa estabilidad emocional y esa madurez que les hace acostumbrarse a tirar hacia arriba de los demás, pasando ellos casi inadvertidos. Sienten de vez en cuando, como todos, la tentación de dejar de hacer esa discreta y eficaz labor, se sienten a veces hartos de tener que escuchar, animar, mediar, conciliar... Sin embargo, quienes logran hacer todo eso de modo natural, y pasan a considerar ese esfuerzo como algo ordinario, son las personas que consiguen crear y mantener un ambiente de trabajo, de optimismo, de buen entendimiento entre todos. Son esos hombres o mujeres cuyo influjo muchas veces no se valora hasta el día en que faltan, y quizá entonces se ve que su papel era fundamental, que el clima positivo que había a su alrededor era fruto de que se habían acostumbrado a pensar en los demás, a no cansarse de ser paño de lágrimas de unos y otros, a decir con cariño y lealtad lo que se debía mejorar, a relajar la tensión que tantas veces se crea por simples nimiedades.
Me recuerda también aquella vieja película de Frank Capra titulada "Qué bello es vivir", en la que el protagonista está desesperado y a punto de suicidarse, y un simpático ángel le hace ver lo valiosa que ha sido su vida y lo mucho que ha repercutido para el bien de muchísimas personas. Para demostrárselo, le concede el privilegio de ver lo que hubiese sucedido en la vida de algunas de ellas si él no hubiera existido y por tanto no hubiera podido ayudarlas. Gracias eso, recupera la alegría de vivir y comprende todo lo que una existencia normal puede aportar en la vida de tantísima gente.
Todos podemos incorporar a nuestra vida esa actitud. Porque una palabra amable y conciliadora es fácil de decir, pero sin embargo, a veces nos cuesta llegar a pronunciarla. Nos detiene el cansancio, nos distraen otras preocupaciones, nos frena un sentimiento de frialdad o de indiferencia egoísta. Pasamos junto a personas a las que conocemos pero apenas las miramos a la cara y no reparamos en que sufren, y en que quizá sufren precisamente porque se sienten ignoradas o poco valoradas por nosotros. Bastaría una palabra cordial, un gesto afectuoso, e inmediatamente algo se despertaría en ellas: una señal de atención y de cortesía puede ser una ráfaga de aire fresco en lo cerrado de una existencia castigada en ese momento por la tristeza y el desaliento.
Muchas veces lo que impide esa buena actitud es nuestra impaciencia ante los defectos ajenos. Quizá esas personas que tanto nos impacientan tienen objetivamente esos defectos que tanto nos enfadan, pero si centramos ahí demasiado nuestra atención eso generará en nosotros una ansiedad que no ayuda nada, ni a ellas ni a nosotros, y puede acabar en algo parecido a una obsesión. Además, hay demasiadas veces en que esos defectos no son tales, sino diferentes y legítimos modos de ser. Si somos demasiado quejosos, quizá debemos ganar en reciedumbre interior y esforzarnos más en ser como esas personas de las que hemos hablado.
CIUDAD DEL VATICANO, domingo, 19 de octubre de 2008 (ZENIT.org).-
Durante décadas, la figura de Eugenio Pacelli, el Papa Pío XII, ha sido el centro de efímeras polémicas.
La controversia se ha encendido en las últimas décadas. Se debate sobre si el Papa hizo y dijo lo suficiente en defensa de los judíos y de otras víctimas de los nazis. El pontífice que guió a la Iglesia durante los terribles años de la Segunda Guerra Mundial y la Guerra Fría, es víctima de una "leyenda negra", difícil de combatir y tan extendida que muchos la consideran más verdadera que los hechos históricos reales.
Una de las desagradables consecuencias secundarias de esta leyenda negra, que retrata falsamente a Pío XII como indulgente con el nazismo e indiferente por la suerte de las víctimas de la persecución, ha sido el dejar de lado o incluso ignorar las extraordinarias enseñanzas y aportaciones de este Papa que fue el precursor del Concilio Vaticano II.
Pío XII debe ser recordado por su encíclica "Mediator Dei", la gran obra preparatoria que condujo a la reforma litúrgica conciliar. Es el mismo Papa que, en la encíclica "Humani Generis", toma en consideración la teoría de la evolución. Pío XII también dio un notable ímpetu a la actividad misionera con las encíclicas "Evangelii Praecones", en 1951, y "Fidei Donum", en 1957, poniendo de relieve el deber de la Iglesia de proclamar el Evangelio a las naciones, como el Vaticano II reafirmaría ampliamente.
Una de las cuestiones más frecuentes, entre los muchos periodistas extranjeros que cubren el Sínodo sobre "La Palabra de Dios en la vda y en la misión de la Iglesia", tiene que ver con la conmemoración del 50 aniversario de la muerte de Pío XII en el contexto del sínodo.
A las 11:30 del día 9 de octubre, poco después de la sesión matutina del sínodo, Benedicto XVI presidía una Misa en la Basílica de San Pedro, a la que asistían, entre otros, todos los participantes del sínodo y muchas personas más para conmemorar este aniversario. Se me preguntaba numerosas veces en el centro de prensa del Vaticano, "¿Por qué tiene hoy lugar esta conmemoración en medio de un sínodo sobre la Biblia?", o, "¿Qué tiene que ver Pío XII con las Escrituras?".
Mi respuesta a la primera pregunta ha sido: "Porque el 9 de octubre es la fecha de su muerte en 1958, y hoy es 9 de octubre. ¿Cuándo iba el Papa a conmemorar este aniversario? ¿El día de Navidad?"
A la segunda pregunta, mi respuesta ha sido: "Todo. Pío XII tiene que ver con todo lo que está teniendo lugar en la sala sinodal y en los pequeños grupos y con cada persona del mundo católico que desee tomarse los estudios bíblicos en serio". Como el joven rico del Nuevo Testamento, algunos se fueron tristes por mis respuestas a sus preguntas.
Crítica bíblica
Un sínodo sobre la Biblia no puede ignorar ni olvidar el panorama de los estudios bíblicos católicos del último siglo. Los métodos físicos, históricos, lingüísticos, conocidos solo en los últimos 125 años, han producido un estudio científicamente crítico de la Biblia, un estudio que ha revolucionado los puntos de vista del pasado sobre la autoría, el origen y la datación de los libros bíblicos, sobre cómo fueron compuestos, y sobre los que los autores querían decir.
En los primeros 40 años del siglo pasado (1900-1940), la Iglesia católica romana tomó clara y oficialmente una postura en contra de tal crítica bíblica. La herejía modernista a principios del pasado siglo empleó la crítica bíblica, y las condenas oficiales del modernismo por parte del Vaticano hacían pocas distinciones entre la posible validez intrínseca de la crítica bíblica y el mal uso teológico que el modernismo hacía de ella.
Entre 1905 y 1915 la Pontificia Comisión Bíblica publicó una serie de conservadoras decisiones sobre la composición y la autoría de la Biblia. Aunque expresadas con matices, estas decisiones iban en contra de las tendencias de las investigaciones contemporáneas sobre el Antiguo y el Nuevo Testamento. Los eruditos católicos fueron obligados a dar su asentimiento a estas decisiones y a enseñarlas.
Tras 40 años de marcada oposición, la Iglesia católica en los cuarenta, bajo el pontificado de Pío XII, hizo un innegable cambio de rumbo hacia la crítica bíblica. Aquella encíclica de 1943 del Pontífice "Divino Afflante Spiritu" instruyó a los eruditos católicos para que usaran los métodos de acercamiento científico a la Biblia que hasta entonces les estaban prohibidos. Ahora era bueno que los eruditos católicos adoptaran los métodos previamente prohibidos. Un aspecto particular de la encíclica alejó definitivamente a los católicos del fundamentalismo: el reconocimiento de que la Biblia incluye muchas formas o géneros literarios diversos, no sólo historia.
En el plazo de 10 años, profesores preparados en crítica bíblica comenzaron a moverse en gran número en las aulas de los seminarios y universidades católicas, por lo que la mitad de los años cincuenta marcó la línea divisoria. En aquel tiempo el seguimiento del método científico llevó a los exégetas católicos a abandonar casi todas las posiciones sobre autoría y composición bíblica adoptadas por el Vaticano a comienzos del siglo.
Crítica histórica
"Divino Afflante Spiritu" produjo un enorme crecimiento en los estudios bíblicos católicos. Se prepararon nuevos profesores, y los resultados del cambio de postura hacia las Escrituras se comunicaron de forma gradual a la gente - los mismos pasos que había impulsado Pío XII. El "Papa Pacelli" abrió la aplicación del método histórico-crítico a la Biblia, y estableció las normas doctrinales para el estudio de la Sagrada Escritura, haciendo hincapié en la importancia de su papel en la vida cristiana. El autor citado con más frecuencia, tras la Sagrada Escritura, por los documentos del Concilio Vaticano II fue Pío XII.
Recordemos algunos hechos clave sobre la historia de Papa y sobre la misma historia. Pío XII dirigió a la Iglesia católica de 1939 a 1958. Inmediatamente antes de su elección, el entonces cardenal Eugenio Pacelli fue el secretario de estado del Vaticano. Él, más que ningún otra persona del Vaticano, conocía lo que estaba ocurriendo en el mundo. Pío XII no fue sólo el Papa de la Segunda Guerra Mundial, sino un pastor que, desde el 2 de marzo de 1939 hasta el 9 de octubre de 1958, tuvo ante sí un mundo en guerra en una época agitada.
Aquellos que atacan a Pío X suelen hacerlo por razones ideológicas. La campaña contra él comenzó en la Unión Soviética y fue luego sostenida en diversos ambientes católicos. Se puso en su contra el mundo comunista de una forma grave, dura y determinada.
Como Benedicto XVI apuntaba la mañana del día 9 de octubre en su homilía y homenaje a su predecesor, Pío XII, Hitler y sus seguidores más cercanos estaban motivados por un odio patológico hacia la Iglesia católica, que consideraban con acierto como la oponente más peligrosa a lo que ellos esperaban hacer en Alemania. Había una radical divergencia entre los nazis y la Iglesia católica. El Papa Pacelli no puede ser la persona a la que se denigra por algo que pertenece, de una manera compleja, a la comunidad mundial.
Los Papas no hablaban con la idea de hacerse una imagen favorable para el futuro. Sabían que el destino de millones de cristianos podía depender de cada una de sus palabras; tenían en mente el sino de hombres y mujeres de carne y hueso, no el aplauso o la efímera aprobación de los historiadores.
Prudencia
Pío XII no estaba preocupado por su reputación, sino con salvar vidas judías y esta fue la única decisión justa, que requirió sabiduría y una gran cantidad de coraje. El Papa protestó vehementemente contra la persecución de judíos, pero explicó en 1943 que no podía hablar en términos más dramáticos o públicos sin el riesgo de empeorar las cosas más de lo que estaban. La suya era una profecía en acción, que salvó las vidas de incontables víctimas del neopagano reino del terror nazi, más que declaraciones públicas potencialmente contraproducentes.
Desde la muerte de Pío XII hace 50 años, la Iglesia ha dado grandes pasos en forjar una relación más cercana con la fe judía. El Papa Juan Pablo II hizo de las relaciones judío cristianas una prioridad de su pontificado. Benedicto XVI ha seguido este camino. Ambos Papas han defendido con firmeza la actuación de Pío XII, mientras hablaban del silencio y la inacción de algunos otros católicos durante el holocausto.
En mi otra vida en Toronto, cuando no trabajo como "Deputati Notitiis Vulgandis" para los sínodos vaticanos sobre la Palabra de Dios, soy el "Director Exsecutivus Retis Televisifici Catholici ‘Salt and Light'". Esta semana tenemos como primicia nuestro último documental "Una Mano de Paz: el Papa Pío XII y el Holocausto".
Gracias a una generosa donación de los Caballeros de Colón, cada padre sinodal, experto, auditor y miembro del personal recibió una copia del documental la mañana del 9 de octubre durante el sínodo, Benedicto XVI recibió su copia el día anterior.
Nuestra esperanza es que este documental vierta luz y verdad sobre la vida de Pío XII, sus acciones proféticas, sus palabras valientes y sus significativas aportaciones al estudio de la Escritura y a la humanidad. Podemos aprender mucho de la sabiduría de Eugenio Pacelli, de su heroísmo, de su coraje y de sus gestos proféticos durante un periodo muy oscuro de la historia mundial.
Pío XII ha recibido muchos nombres. Ha sido un patrón y un intercesor importante para el ´sínodo que ha tenido lugar en el Vaticano. Le debemos muchos y le seguimos estando agradecidos por previsión, por su visión y amor a la palabra de Dios. Ojalá que este Siervo de Dios, en camino hacia la beatificación y canonización, siga intercediendo por todos nosotros para que descubramos nuevas formas de hacer que la palabra de Dios esté viva, sea conocida, amada y accesible al mundo.
Por el padre Thomas Rosica, CSB, portavoz de lengua inglesa del Sínodo de los Obispos sobre la Palabra. Profesor universitario de Sagrada Escritura en Canadá, es director del canal de televisión canadiense Salt and Light.
¿Cómo nace en usted la inquietud de ser sacerdote?
«Para mí el sacerdocio fue tan sólo un paso más en mi camino hacia Dios. Ciertamente un paso, o si se quiere un cambio de ritmo, importante, pero únicamente un modo nuevo de responder a mi vocación de hijo de Dios, de persona inmensamente amada por nuestro Creador y Padre, que me esperaba en la Vida Eterna desde el comienzo.
«Al inicio de mis estudios de medicina, en Madrid, pedí la admisión en el Opus Dei. Desde entonces mi vida cristiana fue más responsable. Asumí el compromiso, permanentemente actualizado, de tomarme a Dios en serio, siguiendo el espíritu de santificación en medio de los quehaceres corrientes de este mundo, que había inspirado Dios a san José María Escrivá. En realidad, aquella entrega completa a Dios que suponía mi incorporación al Opus Dei incluía ya, de algún modo, mi disposición al sacerdocio, si así se me pedía, aunque no tuviera por entonces semejante idea. Mi ilusión por entonces era ser un buen médico.
«Con el paso del tiempo, una vez finalizados mis estudios de medicina, y habiendo concluido asimismo los estudios necesarios que la Santa Sede exige para ser sacerdote, el prelado del Opus Dei, entonces monseñor Álvaro del Portillo, me llamó al sacerdocio. Mi respuesta afirmativa se concretó en la ordenación, que tuvo lugar en el mes de agosto de 1981».
¿Cómo describiría su vida sacerdotal?
«En realidad, la vida de sacerdote consiste en la santa Misa. Todo en él debe ser la Misa: una ofrenda a la Trinidad Beatísima, que es el mismo sacrificio de Cristo en el Calvario, por la salvación de todos los hombres. Así, pues, cualquier tarea sacerdotal (todo en el sacerdote debe serlo) tiene esa intención: la salvación de los hombres.
«Pero esa salvación, esa Santa Misa, no es posible sin una rendida fidelidad al Santo Padre. El amor al Papa y a su doctrina es necesario que empape la vida del sacerdote, es el criterio y garantía de su valor sacerdotal. Procuro, por consiguiente, mirarme de continuo a través de su vida y sus palabras, cuando me pregunto ué hacer para impulsar más a los hombres hacia Dios. Pudiendo celebrar la Santa Misa cada día y manteniendo una permanente relación con muchas personas, no es un obstáculo en mi caso la discapacidad que padezco habiendo quedado tetrapléjico por un accidente. De hecho, la falta de movilidad física se puede compensar hoy, aunque sea en cierta medida, con los medios informáticos».
¿Cuáles han sido los retos más simbólicos que ha enfrentado como sacerdote?
«Me parece que el reto permanente y más complicado del sacerdote es el pobre hombre que sustenta el más grande de los honores que se puede recibir en este mundo. Las circunstancias en las que debe desenvolverse, los obstáculos con los que se debe enfrentar, las exigencias y contrariedades que pueda encontrar en su camino nunca son el problema. Todo eso tratará de superarlo con la gracia de Dios que no le va a faltar. Intentará hacerlo lo mejor posible, con la ayuda divina, y obtendrá así el fruto que Dios le conceda. El único problema será él mismo, sus pecados, su falta de humildad, su falta de obediencia, su pereza, su falta de amor».
¿Qué experiencias como sacerdote le han dejado más impactado?
«Posiblemente haya sido reconocer la bondad heroica, el amor hasta el extremo en personas sin una especial apariencia atractiva. Es en verdad impactante conocer que el éxito, la fama o el triunfo que despiertan la admiración del mundo tienen con frecuencia muy poco que ver con la santidad en que consiste el verdadero valor de una persona. Se trata, por otra parte, de un fenómeno muy conocido: que los famosos y triunfadores son, no pocas veces, personas muy poco ejemplares en el conjunto de su vida. Pero tal vez sea más impactante todavía que el hecho en sí, la realidad de que se trata de un fenómeno socialmente admitido, como si no tuviera apenas importancia que los famosos y triunfadores sean falsos, infieles, inmorales, ladrones, injustos; como si el éxito fuera capaz de borrar cualquier depravación personal. Como si, en fin, no tuviera importancia vivir de espaldas a Dios con el aplauso humano».
¿Cuál considera que es la tarea más difícil para un sacerdote?
«Aunque sea de algún modo insistir en algo ya mencionado, me parece que lo más difícil es el conocimiento propio y la mejora personal. «Primero tú», solía insistir san Josemaría. La principal tarea para un sacerdote es, desde luego, su propia santidad: su oración personal, su sacrificio personal, su amor a Dios. Sin duda algo bastante más difícil que lo que puede hacer para arreglar el mundo de fuera, por mucho que sea lo arreglable. Además, no todo lo que hay por hacer en el mundo corre de su cuenta; lo que sí corre de su cuenta es él mismo».
¿Cuál es su concepción sobre la vida y la muerte?
«La muerte viene ser el final del capítulo terreno o temporal. El final de las oportunidades. Porque la vida es eso: el tiempo o la oportunidad que se nos ha concedido para llegar a Dios que nos espera para siempre. Por consiguiente, no hay tiempo que perder cuando nos va tanto bien en cada momento, que podemos convertir en una ocasión de amar a Dios, que Dios no olvida».
¿Qué piensa de la eutanasia y el aborto?
«Son asesinatos, ni más ni menos. Se han escrito libros sobre ambos temas, pero, resumiendo, son eso. Incluyen, además, la negación de un Dios, Padre bueno, que no puede mantener a sus hijos en situaciones insufribles. Suponen la pretensión de ir de dioses por la vida, señores de la muerte, en este caso».
La habitual campaña de un millón de niños rezando por la paz tiene como cital global este año el próximo 18 de octubre. La inciativa, que tuvo su origen en Venezuela, ha llegado a todo el mundo.
El Consejo Nacional de Laicos de Venezuela –en nota enviada a ZENIT- convoca a participar en esta idea que surgió en Caracas en el año 2005, y que consiste en invitar a un millón de niños de todo el mundo a unirse en la oración del Santo Rosario, junto a la Santísima Virgen.
Consiste en “infundir en el corazón de los niños, la idea de hacer oración por la paz interior de cada ser humano, así como también por la paz y la unidad de la familia, en el país y en el mundo entero”, dice la nota.
El Rosario ha sido propuesto como oración por la paz, Juan Pablo II dijo: “Hoy deseo confiar a la eficacia de esta oración, la causa de la paz en el mundo y en las familias”.
Para esta actividad, no hay necesidad de movilizaciones ni gastos, debido a que consiste simplemente en rezar el rosario “el próximo 18 de Octubre a las 9:00 de la mañana –dice la convocatoria de la campaña para Venezuela--, en las aulas, patios de recreo, plazas, capillas, hospitales pediátricos, parroquias, orfelinatos, hogares de cuidado, preescolares, en el lugar” donde cada voluntario se encuentre.
Para ser voluntario solo se requiere ayudar “a dar a conocer y motivar” en la propia comunidad esta Jornada de Oración o también disponerse en la mañana del 18 de octubre a las 9:00 a.m. a acompañar a los niños.
Los organizadores consideran “valioso y muy importante” el apoyo de los voluntarios.
Algunos de los innumerables testimonios recibidos de campañas anteriores se pueden leer en la página web de la campaña.
“Sólo la viva tradición eclesial permite una recta comprensión de las Escrituras”
CIUDAD DEL VATICANO, martes 7 de octubre de 2008 (ZENIT.org)
El prefecto de la Congregación de la doctrina de la Fe, cardenal William Joseph Levada, habló ayer a los obispos participantes en el Sínodo, sobre la Sagrada Escritura como fuente principal de toda inspiración teológica, así como su “unión indisoluble” con la Tradición.
En su discurso pronunciado ayer lunes, el cardenal Levada explicó que “la vida y la misión de la Iglesia se basa en la Palabra de Dios, que la nutre y la expresa, porque esa es el alma de la teología y además la inspiradora de toda la existencia cristiana”.
Recalcó la necesidad de obedecer y venerar la palabra de Dios para que sea acogida y para que así los fieles en Cristo vivan en comunión.
El prelado hizo también alusión a la Constitución dogmática Dei Verbum del Concilio Vaticano II, que habla sobre la unidad entre la Palabra de Dios y la Tradición, las cuales provienen de la misma fuente.
Aseguró que sólo la viva tradición eclesial permite una recta comprensión de las Sagradas Escrituras ser comprendidas como “auténtica palabra de Dios que se hace guía, norma y regla para la vida de la Iglesia y el crecimiento espiritual de los creyentes”.
“Con ello se rechaza cualquier interpretación subjetiva, puramente experimental y unilateral” que se hace “incapaz de acoger en sí misma, el sentido global que en el transcurso de los siglos ha guiado la tradición del pueblo de Dios”.
Por ello, refiriéndose nuevamente a la Dei Verbum, recalcó la necesidad de que estas interpretaciones sean iluminadas por el Magisterio, el auténtico intérprete de la Palabra de Dios, y subrayó la responsabilidad que tienen los obispos en esta tarea.
“Este es un asunto que compete directamente a los obispos en primera persona, sea como oyentes de la Palabra, sea como servidores de la misma, según el munus docendi que han recibido” y aseguró que el Sínodo es una instancia propicia para ello y que en las sesiones se debe “promover la verdad y la unidad del diálogo pastoral al interior del Cuerpo Místico de Cristo”
El purpurado habló también de la importancia de familiarizarse y hacer vida el contenido de las Sagradas Escrituras y se refirió a la carta a los hebreos que recuerda que “la palabra de Dios es viva y eficaz”. Recordó que el ser humano debe acogerla con humildad y responsabilidad y que este debe ser el fin de su vida.
“Sólo quien la vive – la Palabra de Dios – en un compromiso concreto de crecimiento puede comprender lo que escribe San Pablo a los cristianos de Corinto “hay de mí si no predicase el Evangelio”, concluyó el cardenal.
Domingos 20 y 27 de julio de 2008, 12 de la mañana. Estamos pasando unos días calurosos junto al río Guadiana. Vamos a la misa de un pueblecito cercano: La Garrovilla. El sacerdote nos sorprende: Alto, fuerte, grueso, de imponente vozarrón y apariencia física. Enseguida comprobamos que además de un cura grande es un gran cura.
Nos sorprende la proximidad y apertura con que se dirige a los fieles. Su voz, armoniosa y modulada se oye desde todos los rincones sin necesidad de altavoces. La doctrina es comunicada en forma de charla intercalando alguna que otra historieta. Canta de forma más que notable y hace vibrar e intervenir a unos fieles entregados.
¿Quién es este cura? Pregunto en voz baja. Es Don Valeriano Dominguez, contestan. Don Valeriano al llegar al Padrenuestro se dirige a un joven de los primeros bancos. Poco más o menos ordena "Juanito saca las manos de los bolsillos y extiende las manos boca arribas. Los pobres piden a los hombres extendiendo una sola mano, nosotros pedimos a Dios Padre con las dos pues recibimos mucho más" Juanito sonriendo extiende sus manos y brazos con energía y la multitud le imita con decisión y presteza. Sonreímos todos. Se suplica y se ruega al Señor como lo hacen los niños pequeños con sus padres: ¡exigiendo! Estoy seguro que el Padre celestial también sonrió.
Allí había comunidad. Un pueblo enfervorizado actuaba y rezaba al unísono durante la misa, con lo que se reforzaba y vibraba bajo la batuta del Pastor. Los cantos apagados y cansinos, las oraciones y respuestas inaudibles estaban ausentes.
Un parroquiano me comenta: "Don Valeriano y yo somos bastante amigos. Puedo decirle que es un hombre muy sencillo, normal pero que se transforma y se convierte en otro hombre en cuanto sube al altar".
No se si es muy inteligente o no, pero cuando nos habla, la palabra de Dios nos llega a todos, diga lo que diga y como la diga. Dios puede hacerse entender hasta sin palabras. "Las ovejas oyen mi voz, dice Cristo, y no las ovejas entienden mi voz".
Lo único, AMOR
Don Valeriano es un buen cura, un verdadero regalo del Señor. Pero los hombres excepcionales, profesionalmente hablando, sean profesores, ministros, abogados, funcionarios, agricultores o de cualquier otra profesión son muy escasos, quizá no más de un 3 %. Don Valeriano es, pues, una excepción y nosotros en nuestra vida particular tenemos que tratar y trabajar con las personas que tenemos: buenas, regulares o malas. Todos tenemos la misma responsabilidad: elevar a los demás y para ello, por ejemplo, los profesores deberán tirar de los alumnos, pero los alumnos cuando es necesario deben empujar a los profesores. Cuando hay que decir algo, se dice, bien o mal, pero se dice y sobre todo se dice sin romper ni deteriorar la indispensable unidad y armonía del grupo.
El Señor nos ha hecho como somos y no seré yo quien le discuta. No nos necesita para nada, pero nos exige que colaboremos con Él en la obra de la creación, ayudando a mejorar lo mejorable. Con nuestra mente finita es inútil que intentemos entender al ser infinito que es Yahvé. El Señor viene en nuestro auxilio: "Venid a mi todos los que estáis cansados y fatigados que yo os aliviaré…" El Señor, nuestro Padre, sabe de qué barro estamos hechos y lo único que nos exige es AMOR. Después, hagamos lo mejor que sepamos y podamos nuestros trabajos y descansemos en paz. Los Valerianos, los grandes hombres y los santos son regalitos que de vez en cuando nos hace el Señor para que iluminen nuestros caminos. ¡Gracias, Señor! Y en estos tiempos de crisis y persecuciones aumenta, por favor, un poquito el número de tus mejores.