martes, 24 de marzo de 2009

El Grupo Rahab, una oportunidad para las mujeres de la calle en Camerún


Habla Annie Josse, de la Institución Teresiana, que coordina el proyecto

YAUNDÉ, viernes 20 de marzo de 2009 (ZENIT.org).-

En ciertos lugares de Yaundé, se puede ver a mujeres que, por motivaciones muy diversas, casi siempre ligadas al mantenimiento de sus hijos, tienen que venderse ellas mismas en la calle por unas monedas. Desde hace doce años, el Grupo Rahab, les ofrece un espacio para poder hablar con otras mujeres sobre su situación y abrirles horizontes a una reinserción social.

Annie Josse, francesa, profesora de Biblia y Lengua Francesa en el Instituto Mukasa y miembro de la Institución Teresiana, coordina este proyecto y explica a ZENIT los motivos de su creación, sus objetivos y su nuevo sueño en vías de realizarse: una cooperativa donde estas mujeres puedan ejercer las profesiones que han aprendido con la ayuda del Grupo.

--¿Por qué se fundó el Grupo Rahab?

--Profesora Annie Josse: En 1997, algunos misioneros católicos, que trabajan con niños de la calle veían a estas mujeres esperando a los clientes. Se preguntaron si habría algo en los proyectos del Arzobispado o en alguna congregación para atender a esas jóvenes. Indagaron y se dieron cuenta que no había nada y se pusieron a pensar en lo que podían hacer. Así surgió la idea del Grupo Rahab.

Una de las noches que volvían a casa, se pararon a hablar con ellas diciendo que eran misioneros católicos. Sin saber todavía lo que se iba a hacer pero con la convicción de que era un mundo al que había que atender. Algunas respondieron que sí querían hablar pero no en la calle y les invitaron a buscar un local para reunirse. Así empezó el grupo con cuatro mujeres, de las cuales una ya murió hace unos años de sida.

Al principio, se hacía una reunión semanal en la que ellas hablaban mucho de lo que vivían en la calle y entonces el mayor problema era la violencia por parte de la policía que ahora ya se ha calmado. Hacían redadas, las llevaban a la comisaría, les quitaban todo lo que tenían, a veces las desnudaban y les obligaban a tener relaciones sexuales con ellos en el patio de la comisaría delante de todos, las llevaban al extrarradio y las dejaban allí sin ropa, sin dinero y apaleadas. Fue un periodo muy duro.

Se notaba que necesitaban hablar porque en sus casas nadie de la familia sabe lo que hacen. No tenían ningún espacio donde expresarse. Aunque no estaba pensado así, era casi una terapia de grupo.

--¿Cuál es el origen de este nombre?

--Profesora Annie Josse: El Grupo se llama Rahab por la prostituta de Jericó que ayudó a los espías de Josué a entrar en la ciudad, y elegimos el nombre por el símbolo de que Rahab acogió a los extranjeros. La primera invitación que recibimos en Camerún, siendo nosotras extranjeras, fue a la casa de estas mujeres.

--¿Que se proponía ofrecer el Grupo?

--Profesora Annie Josse: La idea era, en primer lugar ayudarlas a recuperar su dignidad de mujeres, a darse cuenta de que valen muchísimo más de lo que hacen y, a partir de ese descubrimiento, pensar en otras cosas para ganarse la vida porque son de un nivel social bastante bajo. No han tenido posibilidad de estudiar, vienen de familias modestas y casi todas están en la calle porque tuvieron hijos muy jóvenes, adolescentes, y al no tener medios para alimentarlos no vieron otra salida que la prostitución. En cuanto ven otra actividad que les pueda sacar de aquello, desean cambiar de vida. La mayoría tiene una conciencia grande de que es una actividad que les avergüenza.

Lo que facilita entrar en contacto con ellas y ayudarlas a salir de la prostitución es que no están organizadas en redes ni hay mafias que las exploten. Esto facilita que puedan salir de la prostitución si lo quieren realmente y no sólo lo dicen por agradar al grupo.

Las que quisieron dejar la prostitución y ganarse la vida de otra manera, primero pensaron en el comercio. Vender en la calle fruta o pescado pero, como no teníamos experiencia en este campo y veníamos de otra realidad, financiamos algunos proyectos pero, a los pocos meses, la cosa no iba adelante. Viven en tal precariedad que, en cuanto tienen una necesidad, gastan todo y ya no les queda para reponer el género.

Por eso decidimos financiar sólo proyectos de formación profesional que por lo menos es permanente. Desde hace siete u ocho años, cada año unas cuantas estudian formación profesional en peluquería, decoración, hostelería, corte y confección o informática. Les ayudamos el tiempo que duren los estudios o las prácticas pero el gran problema es encontrar un trabajo. Algunas ya trabajan pero muy pocas.

--¿Han pensado en alguna solución a esta falta de oportunidades laborales?

--Profesora Annie Josse: Desde el año pasado, estamos pensando en crear una cooperativa para que puedan trabajar juntas las que se han preparado profesionalmente. Para eso, acabamos de alquilar una casa en un barrio de Yaundé y esperamos poder comenzar pronto, en el mes de abril.

El Grupo Rahab cuenta con la financiación de dos ONG, la española "Caminos Solidarios" y la alemana "Solidaritat und Kultur", más los donativos de amigos. Los fondos en realidad son muy pocos, por eso podemos ayudar cada año, máximo, a cuatro proyectos de formación profesional pero ningún año nos ha faltado dinero.

--¿Cuántas mujeres se han beneficiado hasta ahora de este proyecto?

--Profesor Annie Josse: Desde que empezamos, unas sesenta. Pero hay algunas que, al cabo de un año o dos, dejan de venir al grupo. Algunas porque se dan cuenta de que no es el tipo de grupo que les interesa, otras porque salen de la prostitución y prefieren no mantener contacto con su antiguo ambiente, otras no sabemos por qué, quizá porque se van a vivir a otro sitio, y también porque mueren de sida.

En los doce años que llevamos trabajando con ellas, ya han muerto once mujeres del grupo, todas menos una a causa del sida. Es un grupo social de alto riesgo en el que un porcentaje muy alto o están enfermas o son portadoras del virus. Algunas cuando ya habían acabado los estudios y estaban ilusionadas con cambiar de vida, murieron de sida.

--¿Cómo se afronta el tema de la salud con estas mujeres?

--Profesora Annie Josse: Tenemos un convenio con el ambulatorio, que las atiende gratuitamente con un boleto que les damos y el Grupo Rahab paga luego la factura. Esta es parte de la ayuda material. Son atendidas ellas y sus hijos. A las que están enfermas, intentamos acompañarlas en esa etapa de su vida hasta que mueren. Ahora mismo hay en el grupo cuatro que están con tratamiento, llevan ya tres o cuatro años enfermas y, de momento, parece que están bien.

--¿Y los niños?

--Profesora Annie Josse: Con el tratamiento madre-hijo, una medicina que se da al bebé a las 24 horas de nacer, hay un porcentaje muy alto de posibilidad de que el niño no se contagie. La mayoría de mujeres del grupo son conscientes como para aplicar el tratamiento, pero hace dos años murió una que no quiso decir que estaba enferma y no se aplicó el tratamiento al niño sino una semana más tarde. Creemos que no tiene el sida, se le ha hecho un control hace dos meses, pero siempre está enfermo por lo que suponemos que algún día se declarará la enfermedad. Los niños generalmente viven con sus madres y los dejan solos en casa mientras salen a ganar dinero por la noche, con todo el peligro que esto supone. Otras los dejan con alguien de la familia.

--¿Quiénes están detrás de este proyecto?

--Profesora Annie Josse: Lo coordinamos miembros de la Institución Teresiana. Este curso estamos en el equipo cuatro y una persona que va a colaborar unos meses.

Cuando empezamos, además de nosotros, había un oblato, un javeriano, una religiosa, que pasaron un tiempo en el equipo pero, por distintas circunstancias se tuvieron que ir.

--¿Podemos hablar del centro donde se reúnen y de la cooperativa?

--Profesora Annie Josse: Buscamos para reunirnos un local que fuera céntrico porque cada una vive en un barrio distinto. Queríamos que estuviera a la misma distancia para todas y que el transporte les costara una cantidad similar. Pedimos un local a los salesianos y nos dejan una sala todas las semanas. Nos vemos allí dos horas para intercambiar, dar noticias de cada una y tratar algún tema que puede ser de salud -invitando a una enfermera o un médico- o debatir sobre otros argumentos de la sociedad. Y sobre todo hablamos de sus problemas. Es una reunión muy informal porque notamos desde el principio que lo que necesitan es un espacio para poder hablar libremente, algo que no tienen en sus casas.

El primer contacto lo tenemos en la calle. Vamos al lugar donde se concentran pero no más de dos o tres veces porque cuando ya nos conocen les da vergüenza que las veamos allí tal como están vestidas para buscar clientes.

Cuando llega una mujer nueva, en pocas semanas se nota el cambio. El primer día, se sienta en una silla fuera del círculo, cerca de la puerta, con la cabeza baja, sin sonreir, sin hablar. Al cabo de unas semanas, se incorporan al círculo, hablan, se nota hasta físicamente el cambio.

Cuando un número ha tenido ya una oportunidad de formación, intentamos contactar con otras. Nadie está obligado a salir del grupo pero queremos que otras tengan la oportunidad de esta experiencia.

En cuanto a la cooperativa, como han estudiado oficios diversos, vamos a empezar por la parte de restauración, queremos poner una casa de comidas. También un local de corte y confección. Hemos alquilado una casa, con varias habitaciones, para que se puedan compaginar varias actividades, ayudándose unas a otras. Lo que tenemos muy claro es que no se trata de que cada una haga su oficio y gane su dinero, sino buscamos que todas, en la medida de lo posible, se ayuden. La que es costurera, si en ese momento no tiene nada que hacer puede ayudar a las que están haciendo la comida. Y las demás, cuando la costurera tiene mucho que hacer, pueden planchar la ropa, por ejemplo.

Pretendemos lograr que trabajen de modo cooperativo y no individualista. Algo muy difícil de conseguir porque, por su experiencia, no suelen ser amigas entre ellas. En la calle, están en competencia por buscar clientes y hay celos entre ellas.

Cuando empezó el grupo, era muy difícil, porque cuando se ayudaba a una, surgían los celos. Con los años, se ha conseguido algo pero es una de las dificultades que tenemos que afrontar. Cuando les pasa algo bueno, no lo quieren contar por si acaso. Hay que tener en cuenta que aquí está muy presente todavía la brujería. Una de ellas, encontró trabajo hace poco y no quiso que las demás lo supieran. Es una pena porque se ve que no tienen confianza entre ellas.

--¿Se plantean el reconstruir una familia?

--Profesora Annie Josse: Es el sueño que tienen todas y, aunque parezca paradójico, algunas están en la calle para tratar de encontrar un marido. Leen muchas novelas rosas donde se encuentra a un marido casi por encanto. Y lo último que sueñan ahora es encontrar un marido europeo por internet. Alguna lo ha conseguido y ahora es el ideal de todas.

Algunas tienen ya un proyecto bastante estable con un hombre para formar una familia pero, al mismo tiempo, siguen en la calle. Lo hacen por miedo a que la relación fracase y no por dinero. En realidad ganan muy poco en la calle, no es un dinero fácil. Con cada cliente, ganan en torno a un euro.

Una de ellas, que salió hace tiempo de la prostitución y tiene una sala de peluquería y estética, vino a decirnos que la semana anterior había muerto su hermana de catorce años y que el padre no quería hacer nada para pagar el funeral de la niña. Y ella pensó que tenía que buscar el dinero, por lo menos para pagar el ataúd. Dijo: Dios me tiene que ayudar a buscar el dinero. Y cuenta que Dios le ayudó porque, en dos días, encontró el dinero, pero a base de prostitución... Cuando te cuentan cosas así, dan ganas de llorar.

Por Nieves San Martín



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