domingo, 23 de mayo de 2010

El don del Espíritu Santo



Monseñor Rodrigo Aguilar Martínez


TEHUACÁN, sábado, 22 mayo 2010 (ZENIT.org-El Observador).- Publicamos esta meditación del obispo de Tehuacán (México), monseñor Rodrigo Aguilar Martínez sobre la fiesta del Espíritu Santo, la solemnidad de Pentecostés, que se celebra este domingo.


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El Don del Espíritu Santo


El próximo domingo culminaremos el tiempo pascual con la fiesta solemne de Pentecostés.

Según nos dice san Lucas en los Hechos de los Apóstoles, el Espíritu Santo que recibieron los discípulos de Jesús provocó diversas manifestaciones: Una primera, muy llamativa, fue que lo que ellos hablaban, cada uno de los oyentes lo entendía en su propio idioma, como signo de la unidad en la diversidad; pero quiero fijarme más en la actitud de valentía con que los discípulos, sostenidos por el Espíritu Santo, dan testimonio de Jesús muerto y resucitado, e incluso la enorme alegría que experimentan al sufrir cárceles o persecución por causa de este anuncio de Jesús.

El Espíritu Santo se derrama generosamente en nosotros en la medida de nuestra fe, o sea de nuestra disponibilidad a dejarnos conducir por el mismo Espíritu y dar frutos como discípulos y testigos de Jesucristo. Con nuestras solas fuerzas somos frágiles e inconstantes, pero Cristo Jesús nos concede su Espíritu para dar testimonio valiente de nuestra fe. Me vienen a la mente algunas de las palabras que el Papa Benedicto XVI pronunciaba la semana pasada en Portugal y que ahora cito: "cuando según la opinión de muchos -dice el Papa- la fe católica ha dejado de ser patrimonio común de la sociedad, y se la ve a menudo como una semilla acechada y ofuscada por "divinidades" y por los señores de este mundo, será muy difícil que la fe llegue a los corazones mediante simples disquisiciones o moralismos, y menos aún a través de genéricas referencias a los valores cristianos.

El llamamiento valiente a los principios en su integridad es esencial e indispensable; no obstante, el mero enunciado del mensaje no llega al fondo del corazón de la persona, no toca su libertad, no cambia la vida. Lo que fascina es sobre todo el encuentro con personas creyentes que, por su fe, atraen hacia la gracia de Cristo, dando testimonio de Él."

Cristo Jesús no deja de estar presente con la acción de su Espíritu en la vida de la Iglesia; pero hay muchos bautizados que no reconocen esta presencia de Jesús, ni la acción eficaz de su Espíritu.

El Espíritu Santo nos renueve y fortalezca con sus dones: Nos haga salir del miedo, de la poquedad, de la flojera para que, siendo fieles a Jesucristo, demos un testimonio valiente como discípulos suyos en nuestro ambiente, con obras de verdad, de bondad, de justicia, de solidaridad.

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