Las
historias que podemos leer en la Biblia, son siempre fascinantes…, y la
meditación de los misterios que muchas veces, ellas encierran, nos
llevan a trabajar mentalmente para adivinar, que es lo que pudo pasar. Y
siempre en el trasfondo de todo lo que ocurrió, uno ve inevitablemente
la mano de Dios, que todo lo realiza o permite que se realice, para el
bien de la totalidad de criaturas humanas por el creadas y amadas hasta
límites imposibles de sospechar y sobre todo de agradecer por nosotros. Seamos
conscientes y tengamos en cuenta que Dios nos ama a cada uno de
nosotros individual y personalmente, mucho más de lo que nosotros
podemos llegar a amarnos a nosotros mismos. Si hay algo de lo que todos
nosotros estemos seguros, es que todos nos vamos a morir, que aquí abajo
nadie se va a quedar para simiente de rábano.
Aunque cualquiera que viniese de otro mundo y nos viese, llegaría a la
conclusión de que dado el apego que tenemos a este mundo, de que ninguno
pensamos morirnos, y es que atesoramos de tal manera que parece que
queremos llegar a ser el más rico del cementerio.
En
esta glosa me quiero referir a dos figuras bíblicas, una de ellas es el
profeta Elías, al que se puede considerar el más grande de los profetas
después de Moisés, y antes del nacimiento de San Juan Bautista, es esta
la del profeta Elías, una figura muy querida por mi parte, porque la
lectura de sus andanzas bíblicas, siempre me ha llevado a la
consideración de la grandeza de Dios. La otra figura bíblica, es Enoc o
Henoc, al cual se refiere el Génesis diciéndonos: “17 Caín se unió a su
mujer, y ella concibió y dio a luz a Henoc. Caín fue el fundador de una
ciudad, a la que puso el nombre de su hijo Henoc. 18 A Henoc le nació
Irad. Irad fue padre de Mejuíael; Mejuíael fue padre de Metusael, y
Metusael fue padre de Lamec”. (Gn 4,17-18). En el siguiente capítulo del Génesis se nos sigue hablando de Henoc, y se nos dice:
“21 Henoc tenía sesenta y cinco años cuando fue padre de Matusalén.22
Henoc siguió los caminos de Dios. Después que nació Matusalén, Henoc
vivió trescientos años y tuvo hijos e hijas. 23 Henoc vivió en total
trescientos sesenta y cinco años. 24 Siguió siempre los caminos de Dios,
y luego desapareció porque Dios se lo llevó”. (Gn 5,21-24).
Ambos
personajes bíblicos, a pesar de la cantidad de años que median, entre
la existencia de uno y la del otro, ambos tiene una cosa en común, y es
que ninguno de los dos, de acuerdo con lo que se nos dice en la Biblia,
aún no ha muerto. En el caso de Henoc, ya hemos visto que se nos dice: “….y luego desapareció porque Dios se lo llevó”. (Gn 5,24). Pero aún es más claro en N.T. ya que en la Carta a los hebreos, podemos leer: “5
Por la fe, Henoc fue llevado al cielo sin pasar por la muerte. Nadie
pudo encontrarlo porque Dios se lo llevó, y de él atestigua la Escritura
que antes de ser llevado fue agradable a Dios”. (Heb 11,5).
El profeta Elías, fue el primer eremita del Monte Carmelo. La orden de los carmelitas le veneran como su fundador como el fundador de la orden. Santiago en su epístola dice de él: “17
Elías era un hombre como nosotros, y sin embargo, cuando oró con
insistencia para que no lloviera, no llovió sobre la tierra durante tres
años y seis meses”. (Sant 5,17). Cualquiera
de sus vicisitudes merece más de una glosa, pero su abandono de este
mundo, es lo que nos interesa aquí, y este nos lo cuenta el segundo
Libro de los reyes, donde podemos leer: “Esto
pasó cuando Yahvéh arrebató a Elías en el torbellino al cielo. Elías y
Eliseo partieron de Guilgal. (…) Tomó Elías su manto, lo enrolló y
golpeó las aguas, que se dividieron de un lado y de otro, y pasaron
ambos a pie enjuto. Cuando hubieron pasado, dijo Elías a Eliseo: Pídeme
lo que quieras que haga por ti antes de ser arrebatado de tu lado. Dijo
Eliseo: Que tenga dos partes de tu espíritu. Le dijo: Pides una cosa
difícil; si alcanzas a verme cuando sea llevado de tu lado, lo tendrás;
si no, no lo tendrás. Iban caminando mientras hablaban, cuando un carro
de fuego con caballos de fuego se interpuso entre ellos; y Elías subió
al cielo en el torbellino. Eliseo le veía y clamaba: ¡Padre mío, padre
mío! ¡Carro y caballos de Israel! ¡Auriga suyo! Y no le vio más. Asió
sus vestidos y los desgarró en dos. Tomó el manto que se le había caído a
Elías y se volvió, parándose en la orilla del Jordán. Tomó el manto de
Elías y golpeó las aguas diciendo: ¿Dónde está Yahvéh, el Dios de Elías?
Golpeó las aguas, que se dividieron de un lado y de otro, y pasó
Eliseo”. (2R 2,1-14), El río que cruzaron y en medio del cual Elias subió al cielo es el Jordán.
Tenemos,
pues que conforme nos dice la Biblia, ni Henoc ni Elías han muerte.
Entonces ¿dónde se encuentran? Santo Tomás de Aquino se ocupa de este
problema, pero ante de entrar a conocer la opinión de Santo Tomás,
conviene que recordemos a San Pablo que nos habla del tercer cielo: “…si en el cuerpo o fuera
del cuerpo no lo sé, Dios lo sabe, fue arrebatado hasta el tercer cielo.
Y sé que este hombre, en el cuerpo o fuera del cuerpo del cuerpo no lo
sé, Dios lo sabe, fue arrebatado al paraíso y oyó palabras inefables que
el hombre no puede pronunciar”. (2Co 12,2). Y es que en la
Biblia se nos mencionan la existencia de clases de cielos: El primer
cielo es el cielo atmosférico están las nubes y se genera la
lluvia, (Gn 7,11). El segundo cielo es el espacio situado encima del
primer cielo y es el lugar donde su ubican los planetas y las estrellas,
(Sal 8,3). Y el tercer Cielo está por encima de los dos anteriores,
donde está situado el trono de Dios, (Sal 11,4). Desde luego que Dios
como Espíritu puro, ni necesita, ni
vive en un espacio material, se encuentra en todas partes y en el alma
de las personas que viven en su gracia. Pero el hombre, por el dominio
que tiene su cuerpo sobre su alma, siempre aparece en su mente una visión antropológica de todo lo que se refiere a Dios.
Volviendo
a Santo Tomás de Aquino, según él, Henoc y Elías, se encuentran
preservados en el cielo atmosférico (que se identifica con el paraíso
terrenal), pero no en el cielo empíreo (el Cielo propiamente
entendido). (Suma Teológica III, q. 49, a. 5). Santo Tomás, con los
Santos padres de la Iglesia, nos dice que Enoc y Elías están esperando
fuera en el espacio exterior y que volverán al final de los tiempos para
la batalla con el anticristo. En cuanto a la muerte de ambos, no es
pensable que vayan a morir por ahora, pero si nos atenemos a la Carta a
los hebreos, está nos dice: “Y así como está establecido para los hombres que mueran una vez, y después de esto el juicio”,
(Heb 9,27). Ellos morirán, pero resucitarán, si nos atenemos al
Apocalipsis que nos dice, que en los últimos tiempos sucederá que: “7… cuando hayan acabado
de dar testimonio, la Bestia que surge del Abismo les hará la guerra,
los vencerá y los matará.8 Sus cadáveres yacerán en la plaza de la gran
Ciudad –llamada simbólicamente Sodoma y también Egipto– allí mismo donde
el Señor fue crucificado. 9 Estarán expuestos durante tres días y
medio, a la vista de gente de todos los pueblos, familias, lenguas y
naciones, y no se permitirá enterrarlos. 10 Los habitantes de la tierra
se alegrarán y harán fiesta, y se intercambiarán regalos, porque estos
dos profetas los habían atormentado». 11 Pero después de estos tres días
y medio, un soplo de vida de Dios entró en ellos y los hizo poner de
pie, y un gran temor se apoderó de los espectadores.12 Entonces
escucharon una voz potente que les decía desde el cielo: «Suban aquí». Y
ellos subieron al cielo en la nube, a la vista de sus enemigos”. (Ap 11,7-12).
Las
historias que podemos leer en la Biblia, son siempre fascinantes…, y la
meditación de los misterios que muchas veces, ellas encierran, nos
llevan a trabajar mentalmente para adivinar, que es lo que pudo pasar. Y
siempre en el trasfondo de todo lo que ocurrió, uno ve inevitablemente
la mano de Dios, que todo lo realiza o permite que se realice, para el
bien de la totalidad de criaturas humanas por el creadas y amadas hasta
límites imposibles de sospechar y sobre todo de agradecer por nosotros. Seamos
conscientes y tengamos en cuenta que Dios nos ama a cada uno de
nosotros individual y personalmente, mucho más de lo que nosotros
podemos llegar a amarnos a nosotros mismos. Si hay algo de lo que todos
nosotros estemos seguros, es que todos nos vamos a morir, que aquí abajo
nadie se va a quedar para simiente de rábano.
Aunque cualquiera que viniese de otro mundo y nos viese, llegaría a la
conclusión de que dado el apego que tenemos a este mundo, de que ninguno
pensamos morirnos, y es que atesoramos de tal manera que parece que
queremos llegar a ser el más rico del cementerio.
En
esta glosa me quiero referir a dos figuras bíblicas, una de ellas es el
profeta Elías, al que se puede considerar el más grande de los profetas
después de Moisés, y antes del nacimiento de San Juan Bautista, es esta
la del profeta Elías, una figura muy querida por mi parte, porque la
lectura de sus andanzas bíblicas, siempre me ha llevado a la
consideración de la grandeza de Dios. La otra figura bíblica, es Enoc o
Henoc, al cual se refiere el Génesis diciéndonos: “17 Caín se unió a su
mujer, y ella concibió y dio a luz a Henoc. Caín fue el fundador de una
ciudad, a la que puso el nombre de su hijo Henoc. 18 A Henoc le nació
Irad. Irad fue padre de Mejuíael; Mejuíael fue padre de Metusael, y
Metusael fue padre de Lamec”. (Gn 4,17-18). En el siguiente capítulo del Génesis se nos sigue hablando de Henoc, y se nos dice:
“21 Henoc tenía sesenta y cinco años cuando fue padre de Matusalén.22
Henoc siguió los caminos de Dios. Después que nació Matusalén, Henoc
vivió trescientos años y tuvo hijos e hijas. 23 Henoc vivió en total
trescientos sesenta y cinco años. 24 Siguió siempre los caminos de Dios,
y luego desapareció porque Dios se lo llevó”. (Gn 5,21-24).
Ambos
personajes bíblicos, a pesar de la cantidad de años que median, entre
la existencia de uno y la del otro, ambos tiene una cosa en común, y es
que ninguno de los dos, de acuerdo con lo que se nos dice en la Biblia,
aún no ha muerto. En el caso de Henoc, ya hemos visto que se nos dice: “….y luego desapareció porque Dios se lo llevó”. (Gn 5,24). Pero aún es más claro en N.T. ya que en la Carta a los hebreos, podemos leer: “5
Por la fe, Henoc fue llevado al cielo sin pasar por la muerte. Nadie
pudo encontrarlo porque Dios se lo llevó, y de él atestigua la Escritura
que antes de ser llevado fue agradable a Dios”. (Heb 11,5).
El profeta Elías, fue el primer eremita del Monte Carmelo. La orden de los carmelitas le veneran como su fundador como el fundador de la orden. Santiago en su epístola dice de él: “17
Elías era un hombre como nosotros, y sin embargo, cuando oró con
insistencia para que no lloviera, no llovió sobre la tierra durante tres
años y seis meses”. (Sant 5,17). Cualquiera
de sus vicisitudes merece más de una glosa, pero su abandono de este
mundo, es lo que nos interesa aquí, y este nos lo cuenta el segundo
Libro de los reyes, donde podemos leer: “Esto
pasó cuando Yahvéh arrebató a Elías en el torbellino al cielo. Elías y
Eliseo partieron de Guilgal. (…) Tomó Elías su manto, lo enrolló y
golpeó las aguas, que se dividieron de un lado y de otro, y pasaron
ambos a pie enjuto. Cuando hubieron pasado, dijo Elías a Eliseo: Pídeme
lo que quieras que haga por ti antes de ser arrebatado de tu lado. Dijo
Eliseo: Que tenga dos partes de tu espíritu. Le dijo: Pides una cosa
difícil; si alcanzas a verme cuando sea llevado de tu lado, lo tendrás;
si no, no lo tendrás. Iban caminando mientras hablaban, cuando un carro
de fuego con caballos de fuego se interpuso entre ellos; y Elías subió
al cielo en el torbellino. Eliseo le veía y clamaba: ¡Padre mío, padre
mío! ¡Carro y caballos de Israel! ¡Auriga suyo! Y no le vio más. Asió
sus vestidos y los desgarró en dos. Tomó el manto que se le había caído a
Elías y se volvió, parándose en la orilla del Jordán. Tomó el manto de
Elías y golpeó las aguas diciendo: ¿Dónde está Yahvéh, el Dios de Elías?
Golpeó las aguas, que se dividieron de un lado y de otro, y pasó
Eliseo”. (2R 2,1-14), El río que cruzaron y en medio del cual Elias subió al cielo es el Jordán.
Tenemos,
pues que conforme nos dice la Biblia, ni Henoc ni Elías han muerte.
Entonces ¿dónde se encuentran? Santo Tomás de Aquino se ocupa de este
problema, pero ante de entrar a conocer la opinión de Santo Tomás,
conviene que recordemos a San Pablo que nos habla del tercer cielo: “…si en el cuerpo o fuera
del cuerpo no lo sé, Dios lo sabe, fue arrebatado hasta el tercer cielo.
Y sé que este hombre, en el cuerpo o fuera del cuerpo del cuerpo no lo
sé, Dios lo sabe, fue arrebatado al paraíso y oyó palabras inefables que
el hombre no puede pronunciar”. (2Co 12,2). Y es que en la
Biblia se nos mencionan la existencia de clases de cielos: El primer
cielo es el cielo atmosférico están las nubes y se genera la
lluvia, (Gn 7,11). El segundo cielo es el espacio situado encima del
primer cielo y es el lugar donde su ubican los planetas y las estrellas,
(Sal 8,3). Y el tercer Cielo está por encima de los dos anteriores,
donde está situado el trono de Dios, (Sal 11,4). Desde luego que Dios
como Espíritu puro, ni necesita, ni
vive en un espacio material, se encuentra en todas partes y en el alma
de las personas que viven en su gracia. Pero el hombre, por el dominio
que tiene su cuerpo sobre su alma, siempre aparece en su mente una visión antropológica de todo lo que se refiere a Dios.
Volviendo
a Santo Tomás de Aquino, según él, Henoc y Elías, se encuentran
preservados en el cielo atmosférico (que se identifica con el paraíso
terrenal), pero no en el cielo empíreo (el Cielo propiamente
entendido). (Suma Teológica III, q. 49, a. 5). Santo Tomás, con los
Santos padres de la Iglesia, nos dice que Enoc y Elías están esperando
fuera en el espacio exterior y que volverán al final de los tiempos para
la batalla con el anticristo. En cuanto a la muerte de ambos, no es
pensable que vayan a morir por ahora, pero si nos atenemos a la Carta a
los hebreos, está nos dice: “Y así como está establecido para los hombres que mueran una vez, y después de esto el juicio”,
(Heb 9,27). Ellos morirán, pero resucitarán, si nos atenemos al
Apocalipsis que nos dice, que en los últimos tiempos sucederá que: “7… cuando hayan acabado
de dar testimonio, la Bestia que surge del Abismo les hará la guerra,
los vencerá y los matará.8 Sus cadáveres yacerán en la plaza de la gran
Ciudad –llamada simbólicamente Sodoma y también Egipto– allí mismo donde
el Señor fue crucificado. 9 Estarán expuestos durante tres días y
medio, a la vista de gente de todos los pueblos, familias, lenguas y
naciones, y no se permitirá enterrarlos. 10 Los habitantes de la tierra
se alegrarán y harán fiesta, y se intercambiarán regalos, porque estos
dos profetas los habían atormentado». 11 Pero después de estos tres días
y medio, un soplo de vida de Dios entró en ellos y los hizo poner de
pie, y un gran temor se apoderó de los espectadores.12 Entonces
escucharon una voz potente que les decía desde el cielo: «Suban aquí». Y
ellos subieron al cielo en la nube, a la vista de sus enemigos”. (Ap 11,7-12).
Juan del Carmelo