Rosa Pich-Aguilera, barcelonesa, ha dado
a luz a 18 hijos. Ella es la novena de una familia de 16 hermanos. Su
marido, José María Postigo, "Chema" para todo el mundo, es el séptimo
entre 14 hermanos.
Las familias numerosas no les asustaban y sabían como organizarse.
Ella trabaja a tiempo parcial en una empresa de marketing; él, consultor
en el sector cárnico. Y a veces, a fin de mes, tienen la nevera vacía.
Pero lo que nunca falta en casa es la alegría.
Los Postigo-Pich son la familia escolarizada más numerosa de España.
Son católicos entusiastas y "gestores de caos". Se han forjado en el realismo que da la enfermedad y el saberse en las manos de Dios.
Cuando los hijos mueren
Su primera hija, Carmen, murió en verano de 2012, con 22 años. Una
pérdida dura, pero según los médicos, cuando nació, le daban 3 años de
vida. Rosa lo cuenta así a TeInteresa: “A las pocas horas de nacer
tuvieron que llevársela de nuestro lado porque había nacido con una
cardiopatía muy severa y debían trasladarla a un hospital con más medios
técnicos. Esos primeros días los médicos nos avisaron de que no viviría más de tres años, pero gracias a Dios, con operaciones y marcapasos vivió hasta los 22”, cuenta la madre.
Ya graduada y con un master, el 1 de junio del 2012 acudió a una
operación rutinaria de cambio de marcapasos. Su madre le dio un beso, la
dejó en el quirófano, se fue a una reunión... y a media mañana Chema le
llamaba para explicar que las venas de la joven estaban fallando. Murió
3 días después.
Rosa y Chema habían perdido muchos años antes otros dos hijos, el segundo y tercero: Javi murió con un año y medio; Montse, a los 10 días de nacer.
“Enterramos a dos niños en cuatro meses”, recuerda
Rosa. Ellos querían una familia numerosa y ahora muchos les decían que
no tuvieran hijos, que nacían con enfermedades del corazón. Pero no se
desanimaron.
"Nos liamos la manta a la cabeza y a día de hoy viven quince hijos.
Es verdad que tres tienen algún problema de corazón aún, que estamos
pendientes de operaciones, pero viven y están todos escolarizados, así
que muy contentos”, señala Rosa.
Esa "manta" liada a la cabeza, como en el atavío de los bandoleros clásicos del siglo XIX, es la fe.
“Tengo una fe vivida, gracias a Dios, porque si no, no hubiésemos podido soportar la muerte de estos dos hijos en cuatro meses. La gente me decía, ‘Rosa, ¿pero no te tirarías por la ventana?’. Pues sí, si no hubiéramos tenido esta fe me hubiera suicidado, pero gracias a Dios que la tengo”.
Como ser feliz...¡con la familia!
Ahora Rosa ha escrito un libro con la idea de ayudar a muchas familias,
pero no necesariamente a familias numerosas, sino a cualquier pareja que
cometa la audacia de casarse. El libro se llama "Cómo ser feliz con 1,2,3... hijos?" (Ed. Palabra). Y explica que el gran secreto no es la organización, ni el entusiasmo. Es el amor entre los esposos.
"El secreto para cualquier familia es que los esposos se quieran por encima de todo; eso da seguridad a los hijos y te ahorra muchos problemas", explica a Darío Chimeno en el número de diciembre de la revista Mundo Cristiano. Por eso, uno de los capítulos se titula "Primero papá, primero mamá".
Rosa escribió el libro al darse cuenta de que, por un lado, muchas personas les preguntaban "¿y cómo os organizáis, cómo vivís?";
por otro lado, a un nivel más formal se daba cuenta de que hablaba de
esto en congresos sobre vida familiar en diversos países. Decidió que
escribir un libro era la forma más cómoda y eficaz de compartir su
"know-how", mejor que viajar por congresos.
"Hoy en día los padres hacen carrera universitaria y un master, saben mucho de su trabajo pero de lo de ser padre y madre… pues no, y esto se aprende siendo padre y madre. Pero si tienes un libro de una persona que ha pasado por la experiencia de 18 hijos, te ayuda mucho más”, explicaba a TeInteresa.
“Es un manual de cómo ser feliz basado en el día a día, probado, ya que yo creo que lo he aprendido de mis abuelos, en casa de mis padres…
La gente busca la felicidad y no la encuentra. Yo creo que tenemos que
aprender que la felicidad está en ese desayuno con tus hijos, en el que
se cae el agua, o la leche, y discuten por la última loncha de jamón que
luego tienen que repartir entre quince…".
Un poquito de orden, por favor
¿Y lo de la organización? Pues algo hay, por supuesto. Es inevitable en
una familia que en algunos meses ha llegado a consumir 1.300 galletas y
hasta 240 litros de leche. Algunas medidas:
1) "Lo que hay es lo que hay, y si se ha gastado, pues se ha gastado.
Lo que no vamos a hacer es ir a la compra a buscar el jamón dulce para
el bocadillo del niño. Tiraremos de lata de paté, de lata de atún, o de
lo que sea…”.
2) Productos "festivos", no: ni Cola Cao, ni Nocilla, ni coca-cola...
Resultado: los niños, cuando son invitados a fiestas de amigos,
disfrutan de esos productos más que nadie: "Siempre me cuentan, ‘¡mamá,
no sabes lo que hemos comido!’. Ellos están felices”.
3) A partir de los 14 años, Rosa y Chema ‘cierran el grifo’ a sus hijos.
“No les pago nada. Cada uno se gana su dinero de bolsillo. Durante el
curso suelen realizar algunos pequeños trabajos como llevar niños a sus
casas porque las madres no pueden, hacen de babysitter, dan clases
particulares, o entrenan al equipo de fútbol de los pequeños del cole, y
así tienen su dinero para comprarse sus caprichos”.
4) Asamblea familiar de inicio de curso: todos
reunidos, con papel y lápiz se apunta qué tareas de la casa tocan a cada
uno ese año... “La casa es de todos, y entre todos la cuidamos”
5) Las reuniones de "¿en qué tengo que mejorar?". Se
juntan todos una vez en invierno y otra en verano y se marca un objetivo
de mejora para cada uno. Por ejemplo, Rosa, que como madre ya tiene 15
hijos a los que mandar, tiene como objetivo no ser "mandona" con su
marido. El llorón, que llore sólo una vez al día. La seria, que sonría
más.
6) Comer en familia, una fuente de felicidad. “Es cada
día, es una rutina, pero es cuando nos encontramos todos, alrededor de
la mesa, en el que nos miramos cada uno a los ojos y yo puedo saber si
mis hijos están contentos, si tienen algún problema… Es un momento muy
íntimo en el que estamos todos juntos, no cogemos el teléfono y la
televisión es un intruso”.
7) Tener claro que quien educa son los padres, no el Estado.
Por eso Rosa anima a colaborar siempre con asociaciones de padres
afines, colegios con un ideario afín a la familia, etc... Pide "hacer
equipo con otros padres".
8) Marcarse objetivos de superación: "si no avanzas,
vas para atrás; siempre hay que tener metas, y cuando ya lo has
conseguido, hay que ir a por otra... No podemos dormirnos, siempre
podemos ir mejorando".
"Hay que tener mucha ilusión y ganas de luchar, y no olvidar que te
desgastarás cada día para que los demás vivan más, pero esto da la
felicidad que tanto ansía la gente", asegura Rosa.
Y es que por eso el libro se llama "Como ser feliz", porque de eso se trata... "Toda la vida es una lucha feliz por los demás, para servirlos y así ser feliz", añade esta madre animosa.
P.J.G./ReL
EL PENSAMIENTO DE LA IGLESIA CATOLICA SOBRE TEMAS RELACIONADOS CON LA PERSONA HUMANA, LA FAMILIA, LA SOCIEDAD, EL ESTADO Y LA COMUNIDAD INTERNACIONAL.
sábado, 21 de diciembre de 2013
sábado, 14 de diciembre de 2013
Ni la neurociencia ni la física moderna apuntan contra la existencia de Dios, señala Javier Igea
Javier Igea López-Fando, sacerdote de la diócesis de Madrid, es también doctor en astrofísica por la Universidad de Nueva York.
Aunque en algunos ámbitos eclesiales se le conoce por sus tareas en el Departamento de Juventud en la Conferencia Episcopal (sobre todo después de la JMJ de Madrid) o como consiliario de la Congregación Mariana de la Asunción, en la prensa generalista suele escribir como científico, a partir de su experiencia en el Observatorio Vaticano de Castelgandolfo (está especializado en el tema de la muerte de las estrellas) y aprovechando sus vivencias como profesor de Filosofía de la Naturaleza.
Recientemente ha escrito en El Mundo (diario mundano no sólo en su nombre) sobre dos aspectos que en los últimos tiempos se encuentran con cierta frecuencia en los medios de comunicación, y también en foros más informales en Internet.
1) Uno es la supuesta dificultad para creer en Dios debido a los conocimientos científicos de nuestra época, algo que se plasmaría en la supuesta "escasez" de científicos creyentes o deístas.
2) El otro tema es la relación entre experiencia religiosa y lo que descubren las neurociencias: que ciertas experiencias van relacionadas con ciertas zonas del cerebro. ¿Significa eso que hay cosas que para los religiosos son reales pero para la ciencia sólo existen "en nuestro cerebro"?
Javier Igea empieza comentando que muchos que se declaran ateos quizá serían más coherentes si se considerasen simplemente agnósticos. Copiamos su argumentación.
»Siempre me ha impresionado la seguridad con la que algunos ateos niegan la existencia de Dios. Sin embargo, he buscado en internet los argumentos más comunes para probar su no existencia y no los he encontrado. Es más, muchos ateos reconocen la dificultad de probar lo que se llama un «universal negativo», esto es, demostrar con certeza lógica que algo no exista.
»Cuando los debates llegan a este punto pasan al ya citado ataque a las religiones o a admitir que se puede ser moralmente bueno sin reconocer la existencia de Dios (por cierto, algo que me parece muy difícil viendo el panorama que nos rodea).
»Sólo he encontrado un argumento para probar que algo no pueda existir y es el de que su existencia llevase a contradicciones lógicas, como por ejemplo el famoso círculo cuadrado.
»Personalmente no me cuadra este argumento en las dos aplicaciones que se me ocurren, que son las de conjugar mi libertad con la omnisciencia divina o el problema del mal. Por ello me parecería más coherente que el ateo se declarase agnóstico antes que ateo.
Después se plantea los "puntos de diálogo entre la neurociencia y la religión" y también reflexiona sobre el porcentaje de científicios creyentes. Reproducimos aquí sus planteamientos.
Sobre el alma y el cerebro
»La primera cuestión, desde el punto de vista filosófico, es simple: alma y cuerpo (no cerebro) se relacionan como materia y forma mediante una unión substancial. Esta es la manera habitual de evitar el monismo materialista y el dualismo cartesiano salvando que en el hombre hay un componente espiritual que explica nuestra libertad y capacidad de conocimiento abstracto.
»Sin embargo, para que esto pueda ser aceptado es necesario que la materia (en este caso las neuronas, sus sinapsis u otras estructuras cerebrales) tengan propiedades que permitan una correlación alma-cuerpo. Una hipótesis sobre como este contacto puede darse es la propuesta por Beck y Eccles en 1994, quienes desarrollaron un modelo cuántico para un proceso de la exocitosis en las sinapsis cerebrales basándose en el efecto túnel de los electrones. Una física no determinista como es la cuántica posibilitaría la acción del «yo» en el cerebro. Para ser honestos hay que decir que este modelo no ha sido universalmente aceptado, pero la hipótesis es sugerente.
»La neurociencia actual indaga otras líneas de investigación para explicar los fenómenos conscientes del hombre y busca sus mecanismos. En general saca como conclusión que la postura que se debe mantener es la de un monismo emergentista. La mente sería el resultado de la interacción de miles de millones de neuronas a través de sus sinapsis en el cerebro y del cerebro con otros órganos del cuerpo y con el mundo que nos rodea. Este sería, en resumen, el modo como el cerebro crea la mente o, en otras palabras, como la mente emerge del cerebro.
»Yo sostengo que la opción por el monismo en base a unos datos científicos es una opción más filosófica que científica. El ánima es el principio que anima un cuerpo vivo, lo que distingue un ser inanimado de un ser animado. Por ello, ánima es lo que hace que exista vida.
»Y también el ánima es lo que da forma a la materia, esto es su in-formación. Por ello, no es incompatible conocer los mecanismos con los que se maneja la información en el cerebro y los mecanismos de la vida humana y creer en el alma tal como se concibe en la filosofía aristotélica: por medio de la causalidad formal.
»Es más, no me terminan de convencer las propuestas monistas para explicar el más sagrado de los elementos del hombre: su libertad.
»Por todo esto no veo ninguna incompatibilidad entre la neurociencia y la existencia de Dios.
Sobre el alma, el cerebro y las experiencias religiosas
»Otro punto que la neurociencia analiza es el de los mecanismos cerebrales que explicarían las experiencias religiosas. Se han hecho experimentos para ver qué zonas del cerebro están activas en los momentos de meditación en los que dicen experimentar la presencia de Dios. Se han descubierto dichas zonas e incluso se formulan teorías evolutivas del cerebro que explican el origen de la religión en base a estos descubrimientos. Algunos incluso llegan a decir que si se suprimieran estas áreas cerebrales desaparecería la fe en Dios.
»Sin embargo, se puede argumentar que relacionar la fe en Dios con la existencia de estas áreas es lo mismo que decir que los olores se deben a que existe la nariz. ¡Amputemos la nariz y desaparecerán los olores!
»Aun cuando es cierto que durante la oración pueden activarse determinadas áreas del cerebro, la existencia de Dios no depende de que uno lo llegue a experimentar por medio de lo que los creyentes llamamos la experiencia mística. Ésta es subjetiva, mientras que Dios es para el creyente un ser objetivo independiente de él, y del que tiene serias razones metafísicas para admitir su existencia. Pero basta con esto en lo referido a la neurociencia.
Sobre el porcentaje de científicos creyentes
»El filósofo Piergiorgio Odifreddi nos argumentaba a favor del ateísmo poniendo como prueba que sólo un 7% de los científicos de altura creen en Dios. Este porcentaje tan pequeño me recuerda al número tan pequeño de sabios que creían en la Edad Media que la Tierra era redonda; era bajo el porcentaje, pero tenían razón. Y uno de los que lo sostuvo fue San Alberto Magno.
»Encuentro que lo más peculiar de la negación de Dios desde la matemática es la rotundidad de la misma. Yo no me atrevería a tanto. Sostengo que ni la física ni la matemática pueden afirmar o negar la existencia de Dios por una razón muy simple: el teorema de Gödel que limita la posibilidad de hacer afirmaciones absolutas.
»John Barrow lo expone de la siguiente manera: si se define una religión como un sistema de pensamiento que requiere una creencia en unas verdades que no se pueden probar, entonces la matemática es la única religión que puede probar que es una religión. Y la física también tiene limitada la posibilidad de hacer afirmaciones porque se basa en la matemática, aunque según algunos es posible que se den las condiciones para que no se le apliquen a la física las limitaciones impuestas por el teorema de Gödel.
»Pero volviendo a Odifreddi, no veo coherente su afirmación de que existen solo logoi en matemáticas; es cierto que la matemática contiene logoi, pero la existencia de estos logoi lleva a la existencia de un único logos, que él reconoce; las razones que él expone para [no] llamarlo Dios vienen más bien de no creer en el misterio de la Encarnación o en la historicidad de Jesucristo.
»Con razón el papa Benedicto XVI le dice que si el logos es racional y existe, teniendo en cuenta las limitaciones de la teología apofática y la analogía para hablar de Dios, podemos afirmar la existencia del Logos con mayúscula que los creyentes llamamos Dios.
»Por ello, el ateísmo de Odifreddi es más bien un rechazo del cristianismo que una negación de la existencia de Dios, pero el análisis de la coherencia de su rechazo del cristianismo no es el objeto de este artículo.
»Pero no todos los matemáticos han sido ateos. Gödel fue un hombre de fe, conocedor de la filosofía de Leibniz.
Esto le distinguió de Einstein, conocido seguidor de Spinoza. El planteamiento religioso de Einstein se puede resumir en su siguiente afirmación, que leída con atención no afirma la existencia de un Dios personal: todo aquel que está seriamente comprometido con el cultivo de la ciencia, llega a convencerse de que en todas las leyes del universo está manifiesto un espíritu infinitamente superior al hombre, y ante el cual, nosotros con nuestros poderes debemos sentirnos humildes. Gödel fue más lejos. Estudió el argumento ontológico incluyendo las modificaciones de Leibniz. Una revisión de la literatura sobre el tema indica un creciente interés en el argumento ontológico por parte de lógicos y filósofos.
Astrofísicos creyentes
Javier Igea, en una entrevista en 2002 en Sabadell, cuando le comentaban que "Stephen Hawking es agnóstico", respondía, refiriéndose a su ramo: "Él sí, pero la mayoría de astrofísicos son creyentes; por ejemplo: Paul Davis, Sandage, Milne, Lemaitre, De Broglie, Tipler y hasta el propio Einstein era creyente a su manera. La mitad de ellos Premios Nobel".
Todo esto le lleva a una conclusión en su artículo de El Mundo:
»La negación de Dios se hace muchas veces a la ligera. La fe en Dios tampoco es fácil para quien quiere tomársela en serio. El creyente tiene en la fe un tesoro que, por desgracia, no siempre vive. Pero también desde la fe el creyente aprende a ver a todos con los ojos del Dios en que cree, y asume las palabras que el libro de la sabiduría predica de Dios: «Te compadeces de todos, porque todo lo puedes, cierras los ojos a los pecados de los hombres, para que se arrepientan. Amas a todos los seres y no odias nada de lo que has hecho; si hubieras odiado alguna cosa, no la habrías creado» (Sab 11,23).
ReL
Aunque en algunos ámbitos eclesiales se le conoce por sus tareas en el Departamento de Juventud en la Conferencia Episcopal (sobre todo después de la JMJ de Madrid) o como consiliario de la Congregación Mariana de la Asunción, en la prensa generalista suele escribir como científico, a partir de su experiencia en el Observatorio Vaticano de Castelgandolfo (está especializado en el tema de la muerte de las estrellas) y aprovechando sus vivencias como profesor de Filosofía de la Naturaleza.
Recientemente ha escrito en El Mundo (diario mundano no sólo en su nombre) sobre dos aspectos que en los últimos tiempos se encuentran con cierta frecuencia en los medios de comunicación, y también en foros más informales en Internet.
1) Uno es la supuesta dificultad para creer en Dios debido a los conocimientos científicos de nuestra época, algo que se plasmaría en la supuesta "escasez" de científicos creyentes o deístas.
2) El otro tema es la relación entre experiencia religiosa y lo que descubren las neurociencias: que ciertas experiencias van relacionadas con ciertas zonas del cerebro. ¿Significa eso que hay cosas que para los religiosos son reales pero para la ciencia sólo existen "en nuestro cerebro"?
Javier Igea empieza comentando que muchos que se declaran ateos quizá serían más coherentes si se considerasen simplemente agnósticos. Copiamos su argumentación.
»Siempre me ha impresionado la seguridad con la que algunos ateos niegan la existencia de Dios. Sin embargo, he buscado en internet los argumentos más comunes para probar su no existencia y no los he encontrado. Es más, muchos ateos reconocen la dificultad de probar lo que se llama un «universal negativo», esto es, demostrar con certeza lógica que algo no exista.
»Cuando los debates llegan a este punto pasan al ya citado ataque a las religiones o a admitir que se puede ser moralmente bueno sin reconocer la existencia de Dios (por cierto, algo que me parece muy difícil viendo el panorama que nos rodea).
»Sólo he encontrado un argumento para probar que algo no pueda existir y es el de que su existencia llevase a contradicciones lógicas, como por ejemplo el famoso círculo cuadrado.
»Personalmente no me cuadra este argumento en las dos aplicaciones que se me ocurren, que son las de conjugar mi libertad con la omnisciencia divina o el problema del mal. Por ello me parecería más coherente que el ateo se declarase agnóstico antes que ateo.
Después se plantea los "puntos de diálogo entre la neurociencia y la religión" y también reflexiona sobre el porcentaje de científicios creyentes. Reproducimos aquí sus planteamientos.
Sobre el alma y el cerebro
»La primera cuestión, desde el punto de vista filosófico, es simple: alma y cuerpo (no cerebro) se relacionan como materia y forma mediante una unión substancial. Esta es la manera habitual de evitar el monismo materialista y el dualismo cartesiano salvando que en el hombre hay un componente espiritual que explica nuestra libertad y capacidad de conocimiento abstracto.
»Sin embargo, para que esto pueda ser aceptado es necesario que la materia (en este caso las neuronas, sus sinapsis u otras estructuras cerebrales) tengan propiedades que permitan una correlación alma-cuerpo. Una hipótesis sobre como este contacto puede darse es la propuesta por Beck y Eccles en 1994, quienes desarrollaron un modelo cuántico para un proceso de la exocitosis en las sinapsis cerebrales basándose en el efecto túnel de los electrones. Una física no determinista como es la cuántica posibilitaría la acción del «yo» en el cerebro. Para ser honestos hay que decir que este modelo no ha sido universalmente aceptado, pero la hipótesis es sugerente.
»La neurociencia actual indaga otras líneas de investigación para explicar los fenómenos conscientes del hombre y busca sus mecanismos. En general saca como conclusión que la postura que se debe mantener es la de un monismo emergentista. La mente sería el resultado de la interacción de miles de millones de neuronas a través de sus sinapsis en el cerebro y del cerebro con otros órganos del cuerpo y con el mundo que nos rodea. Este sería, en resumen, el modo como el cerebro crea la mente o, en otras palabras, como la mente emerge del cerebro.
»Yo sostengo que la opción por el monismo en base a unos datos científicos es una opción más filosófica que científica. El ánima es el principio que anima un cuerpo vivo, lo que distingue un ser inanimado de un ser animado. Por ello, ánima es lo que hace que exista vida.
»Y también el ánima es lo que da forma a la materia, esto es su in-formación. Por ello, no es incompatible conocer los mecanismos con los que se maneja la información en el cerebro y los mecanismos de la vida humana y creer en el alma tal como se concibe en la filosofía aristotélica: por medio de la causalidad formal.
»Es más, no me terminan de convencer las propuestas monistas para explicar el más sagrado de los elementos del hombre: su libertad.
»Por todo esto no veo ninguna incompatibilidad entre la neurociencia y la existencia de Dios.
Sobre el alma, el cerebro y las experiencias religiosas
»Otro punto que la neurociencia analiza es el de los mecanismos cerebrales que explicarían las experiencias religiosas. Se han hecho experimentos para ver qué zonas del cerebro están activas en los momentos de meditación en los que dicen experimentar la presencia de Dios. Se han descubierto dichas zonas e incluso se formulan teorías evolutivas del cerebro que explican el origen de la religión en base a estos descubrimientos. Algunos incluso llegan a decir que si se suprimieran estas áreas cerebrales desaparecería la fe en Dios.
»Sin embargo, se puede argumentar que relacionar la fe en Dios con la existencia de estas áreas es lo mismo que decir que los olores se deben a que existe la nariz. ¡Amputemos la nariz y desaparecerán los olores!
»Aun cuando es cierto que durante la oración pueden activarse determinadas áreas del cerebro, la existencia de Dios no depende de que uno lo llegue a experimentar por medio de lo que los creyentes llamamos la experiencia mística. Ésta es subjetiva, mientras que Dios es para el creyente un ser objetivo independiente de él, y del que tiene serias razones metafísicas para admitir su existencia. Pero basta con esto en lo referido a la neurociencia.
Sobre el porcentaje de científicos creyentes
»El filósofo Piergiorgio Odifreddi nos argumentaba a favor del ateísmo poniendo como prueba que sólo un 7% de los científicos de altura creen en Dios. Este porcentaje tan pequeño me recuerda al número tan pequeño de sabios que creían en la Edad Media que la Tierra era redonda; era bajo el porcentaje, pero tenían razón. Y uno de los que lo sostuvo fue San Alberto Magno.
»Encuentro que lo más peculiar de la negación de Dios desde la matemática es la rotundidad de la misma. Yo no me atrevería a tanto. Sostengo que ni la física ni la matemática pueden afirmar o negar la existencia de Dios por una razón muy simple: el teorema de Gödel que limita la posibilidad de hacer afirmaciones absolutas.
»John Barrow lo expone de la siguiente manera: si se define una religión como un sistema de pensamiento que requiere una creencia en unas verdades que no se pueden probar, entonces la matemática es la única religión que puede probar que es una religión. Y la física también tiene limitada la posibilidad de hacer afirmaciones porque se basa en la matemática, aunque según algunos es posible que se den las condiciones para que no se le apliquen a la física las limitaciones impuestas por el teorema de Gödel.
»Pero volviendo a Odifreddi, no veo coherente su afirmación de que existen solo logoi en matemáticas; es cierto que la matemática contiene logoi, pero la existencia de estos logoi lleva a la existencia de un único logos, que él reconoce; las razones que él expone para [no] llamarlo Dios vienen más bien de no creer en el misterio de la Encarnación o en la historicidad de Jesucristo.
»Con razón el papa Benedicto XVI le dice que si el logos es racional y existe, teniendo en cuenta las limitaciones de la teología apofática y la analogía para hablar de Dios, podemos afirmar la existencia del Logos con mayúscula que los creyentes llamamos Dios.
»Por ello, el ateísmo de Odifreddi es más bien un rechazo del cristianismo que una negación de la existencia de Dios, pero el análisis de la coherencia de su rechazo del cristianismo no es el objeto de este artículo.
»Pero no todos los matemáticos han sido ateos. Gödel fue un hombre de fe, conocedor de la filosofía de Leibniz.
Esto le distinguió de Einstein, conocido seguidor de Spinoza. El planteamiento religioso de Einstein se puede resumir en su siguiente afirmación, que leída con atención no afirma la existencia de un Dios personal: todo aquel que está seriamente comprometido con el cultivo de la ciencia, llega a convencerse de que en todas las leyes del universo está manifiesto un espíritu infinitamente superior al hombre, y ante el cual, nosotros con nuestros poderes debemos sentirnos humildes. Gödel fue más lejos. Estudió el argumento ontológico incluyendo las modificaciones de Leibniz. Una revisión de la literatura sobre el tema indica un creciente interés en el argumento ontológico por parte de lógicos y filósofos.
Astrofísicos creyentes
Javier Igea, en una entrevista en 2002 en Sabadell, cuando le comentaban que "Stephen Hawking es agnóstico", respondía, refiriéndose a su ramo: "Él sí, pero la mayoría de astrofísicos son creyentes; por ejemplo: Paul Davis, Sandage, Milne, Lemaitre, De Broglie, Tipler y hasta el propio Einstein era creyente a su manera. La mitad de ellos Premios Nobel".
Todo esto le lleva a una conclusión en su artículo de El Mundo:
»La negación de Dios se hace muchas veces a la ligera. La fe en Dios tampoco es fácil para quien quiere tomársela en serio. El creyente tiene en la fe un tesoro que, por desgracia, no siempre vive. Pero también desde la fe el creyente aprende a ver a todos con los ojos del Dios en que cree, y asume las palabras que el libro de la sabiduría predica de Dios: «Te compadeces de todos, porque todo lo puedes, cierras los ojos a los pecados de los hombres, para que se arrepientan. Amas a todos los seres y no odias nada de lo que has hecho; si hubieras odiado alguna cosa, no la habrías creado» (Sab 11,23).
ReL
domingo, 8 de diciembre de 2013
Inmaculada Concepción
Es la Gracia de Dios. María es así por la Gracia. Porque es llena de Gracia desde su primer instante y porque con libertad respondió siempre bien a Dios. La llamamos Inmaculada porque no ha conocido el pecado. Por especial privilegio es preservada del pecado original y durante su vida siempre responde a Dios manifestándole amor en cada circunstancia.
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