Su testimonio cuenta cómo Dios le sacó de un desierto de aridez espiritual con una potente experiencia mística, cómo después le dio hijos aunque le diagnosticaron que era estéril y cómo hoy ayuda a los demás a acercarse a Dios a través de la música y la oración.
"La verdad es que vengo de una familia disfuncional, diez hermanos y cada uno estirando por su lado. No hice la primera comunión hasta los 17 años. Llegaron unas religiosas a la parroquia, con unas evangelizaciones para adultos y jóvenes, y me movió la curiosidad. Hicimos la primera comunión en grupo. Me vi envuelto en una necesidad de encontrarme más con ese Dios que para mí no existía".
Del amor humano al divino
Un mes después conoció a una chica que le gustó mucho... pero resultó que ella ya tenía novio. Y José, reflexionando sobre esos sentimientos de amor, admitió a Dios: “Señor, eso que yo sentí por ella, yo lo quiero sentir por ti. Toda esa emoción, ese enamoramiento, lo quiero sentir por ti". "Y se salió ella y entró el Señor", explica hoy.
Muy pronto se encontró ayudando en el grupo juvenil parroquial, y luego coordinando un enorme grupo de jóvenes: unos 600. Un sacerdote le regaló su primera Biblia y le enseñó el Magisterio de la Iglesia.
"Empiezo a buscar en la Biblia y empiezo a tener hambre de Dios. Y para mí fue fundamental encontrar un capítulo y versículo de Eclesiástico capítulo dos donde dice, “Hijo mío, si quieres servir al Señor, ¡prepárate para la prueba!”.
La prueba llegó al cabo de un tiempo: él coordinaba un grupo grande y entusiasta de jóvenes con fe, pero a partir de cierto momento se encontró con una dura aridez espiritual.
Un duro desierto espiritual
"De pronto se apagó toda la emoción, absolutamente. Ya no sentía placer, ni gusto, ni interés por la Comunión, ni por cantar, ni por leer la palabra, ni por asistir a nada. Se apagó. Totalmente. Entré en un desierto espiritual. Había un momento en que dudaba de que Dios existiera. Había una voz -que después supe quién era esa voz-, una voz que me decía: “Dios no existe. Ha sido todo un engaño. En verdad, esto, déjalo por la paz y sigue tu camino”.
Él hizo una opción de "seguir pegado a Dios aunque no sentía yo la presencia de Dios". Y así pasó 6 meses de aridez.
Un día, después de apoyar con su música en la misa de una boda y de comulgar, con total aridez, subió al techo de su casa, desesperado por hablar con Dios.
"Llegué arriba, me senté y contemplaba el cielo, las estrellas y yo decía, “pero, ¿por qué? ¿por qué te fuiste? En verdad. ¿Hice algún pecado que hizo que yo no te sintiera más?”. Yo no recibía ninguna respuesta. Mi mamá me gritó me habló y dije, “Sí, ma, voy”, para invitarme después a cenar. Y cuando yo iba a bajar escuché una voz que yo nunca había escuchado y me dijo, “¿te vas a ir? Vuelve, insiste, dile por qué”. Automáticamente fui y me senté y luego rechiné, ¿qué hago, por qué vuelvo? Y escuché la voz de mi mamá, “¡Baja!”, “Si, ma, voy”. Me acerco otra vez para bajar y escucho de nuevo la voz que me dice, “¿te vas a ir? Dile, pregúntale por qué”. Y me vuelvo a sentar. "Estoy loco, ¿qué me pasa?" Y entonces miré al cielo que estaba estrellado, hermoso y dije: “Señor, ¿existes? Y si existes, dame una muestra de tu existencia. Mira, tú tienes muchos ángeles, mándame uno. Uno, nada más”.
José esperó a que apareciera algo especial. Pero no apareció ningún ángel ni nada.
Y como era una zona costera con gaviotas y albatros, José rebajó sus exigencias: “Señor, que pase un ave y sabré que tú lo mandaste y de esa manera llenaré mi vacío". Pero, como dice él con humor hoy, "¡no pasaban ni gallinas!"
Pero aquella "voz dulcísima" le repetía: “Quédate. Insístele”.
Y se sentó de nuevo por tercera vez y miró al cielo y dijo: “Señor, quiero hacer un trato contigo, un pacto para siempre. Todas las cosas que yo necesite, todas las problemas que yo tenga, espirituales, problemas familiares (porque había una separación entre mis padres), los problemas económicos, tú me ayudarás y en cambio, todo lo que tú me pidas, donde sea, cuando sea, con quien sea, a lo hora que sea, yo lo haré”. Y volteé al cielo y dije, “¿aceptas?
La respuesta de Dios
"Y entonces tronó el cielo muy fuerte. Me agaché y comencé a temblar muy fuerte, Mi mente me dijo: va a llover. Y me dije, “¿va a llover? Si acabo de ver estrellas”, y miré y vi estrellas. Y me cayó, como decimos en México, me cayó el veinte y dije, “¿aceptaste?”. Y cuando dije “aceptaste”—hoy entiendo que fue una manifestación, una visión hermosísima—de pronto se abrió el cielo y empecé a ver una luz blanca, blanquísima, que se iba abriendo y de esa luz salió un remolino gigantesco, un fuego enorme que venía sobre mí y empecé a agacharme. Me empezó a mover muy fuerte y yo empecé a llorar, a sentirme de una forma formidable. Abrí mis ojos y vi fuego por todos lados y cerré mis ojos y no sabía qué estaba pasando. Abrí mis ojos de nuevo y vi una figura de hombre que pasó por el lado izquierdo. Cerré mis ojos y de pronto sentí unos brazos de un hombre que me abrazaba y me decía, “tú eres mío, tú eres mío, tú eres mío”. Abrí mis ojos, vi fuego y ya no supe más.
"Cuando yo abrí los ojos, mi cabeza, mi ropa estaba como si me hubieran sumergido en una piscina, mojados totalmente. Desde ese momento, mi vida era otra. Miré el cielo, estaba igual, todo tranquilo. Pero mi vida ya era otra, la vida se había transformada en un momento".
"Bajé, entré en mi casa y estaba mi mamá, molesta. Y yo la vi y le dije, “ma...”, y me dice, “No, qué ma, ni qué nada”, dice, “de cuando te estoy esperando con la cena ya son las tres de la mañana ahora caliéntate la tuya, me voy a dormir”. Yo me subí antes de las ocho de la noche y ¡eran las tres de la mañana y para mí fue un segundo! Y a partir de ese momento mi vida ha sido de bendición tras bendición".
Una familia cercana al Señor
José ve la intervención de Dios también en su posterior vida familiar.
"Cuando me enamoré de mi esposa descubrí que yo tenía una enfermedad que se llama varicocele. Tuvieron que operarme y se dieron cuenta allí los urólogos que yo estaba estéril al cien por ciento". Buscó confirmación en varios médicos y el tercero le dijo: “¿por qué buscas más doctores? Lo mismo te va a salir. ¿Por qué no aprendes a aceptar que no vas a poder tener hijos”.
Pero al cabo de un año, pese al consenso médico, nacía su primer bebé. El primero de cinco. Además, José señala que Dios ha ido curando a algunos de ellos de sus diversas dolencias. "Alejandro tenía tos asmática crónica de nacimiento, pero en una oración con el Santísimo Sacramento cuando tenía 4 años, el niño tocó la custodia, él se desvaneció y cuando volvió en sí ya no tenía tos, nunca más tosió. Las gemelitas tenían un grado de epilepsia que desapareció con oración y tratamiento. Mi vida es una bendición y toda mi familia es misionera".
Evangelizando con la música
A partir del año 2000 entró con más seriedad en el mundo de la música. Conoció unos cantantes católicos al oirlos cantar en un café en Guadalajara (México) y pusieron en marcha primero un grupo musical y luego una productora, Somos Uno Producciones. "Tuve que decidir: servir al Señor a través de la música y abandonar los ferrocarriles. Y fue lo mejor que hice en toda mi vida".
Aunque usa mucho la música para evangelizar, para José es clave formar y reforzar la vida de las familias.
"Yo vengo de una familia disfuncional y vi como mis papás se separaron. Y eso duele mucho como hijo. Entonces ahora yo busco las familias. Si los jóvenes andan mal es porque la familia anda mal. Y yo necesito entonces llevar a Jesús a las familias. Si yo jalo toda la familia entonces mato varios pájaros de un solo tiro: a los jóvenes, a los adultos, a los ancianos, a los niños, a los enfermos. Y mis eventos, mis conciertos, mis recitales son cien por ciento Eucarísticos. Son siempre en un ambiente de oración, al principio desde alabanza, de animación, de fiesta y después viene el momento de la exposición y ahora viene a platicar con Jesús los problemas reales de cada comunidad. Entonces la gente que está dolida, que está enferma, que necesita, que está sola, que está angustiada se refugia en la Eucaristía a través de la música y a través del testimonio".
Con materiales de Ignacio Larrañaga
Entre los libros que más le están ayudando a evangelizar y crecer espiritualmente señala “Muéstrame tu rostro” del padre Ignacio Larrañaga. Lo usa en retiros con grandes resultados.
"Matrimonios que estaban al punto de separarse, inclusive uno de los matrimonios de eses 16 ya estaban divorciados y volvieron a casarse por el civil y se casaron por la Iglesia a partir, a raíz de que vivieron este retiro". También realiza, usando materiales del padre Larrañaga, retiros llamados “Hacia la intimidad con Dios”, donde ha visto frutos y grandes testimonios a lo largo de 10 años.
Y da gracias a Dios por haber ido atando los cabos sueltos de su familia: "Antes de morir mis padres, porque los dos ya están en el Cielo yo les vi unirse, perdonarse y murieron en la paz del Señor. Hoy mis hermanos están evangelizados, ellos han tomado el rumbo de Cristo y yo sigo esos pasos".
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