James Martin se sentía desgraciado y estresado en su exigente puesto de trabajo en la capital del mundo, Nueva York. Tanto, que
en muchas ocasiones sentía náuseas, dolor de estómago y migrañas, así
como la sensación de que no sabía hacia dónde se encaminaba su vida.
Era finales de los años ochenta en el Nueva York que Oliver Stone
inmortalizó en Wall Street o Martin Amis en Dinero, y las noches de
James Martin se sucedían entre citas en los grandes clubs de la ciudad y
altas dosis de alcohol, gracias a su empleo como contable y encargado
de recursos humanos.
Martin relata con disgusto las historias de su paso por Nueva York. En una de ellas afirma que después
de pedirle a uno de sus superiores que mostrase un poco de compasión
por el empleado que iba a despedir y que acababa de recibir el título de
“empleado del mes”, recibió como respuesta “que le jodan a la
compasión”. Sus dolores de estómago comenzaron el día que pilló
a uno de sus compañeros realizando comentarios sexistas sobre una
trabajadora. Después de estudiar en la Escuela de Negocios de Wharton en
la Universidad de Pensilvania, Martin pasó seis años viviendo la noche
neoyorquina, hasta que fue destinado a Stanford (Connecticut), donde
bajó un poco el pistón.
La luz al final del túnel
Fue allí donde tuvo la revelación que cambiaría para siempre su
vida. Una noche que se había quedado en casa, puso la televisión y
asistió a la emisión de “Merton: A Film Biography” en la cadena pública
americana. Se trataba de la historia de la vida de Thomas
Merton, un monje trapense que siguió un camino semejante al de Martin,
cuando tras vivir en Nueva York había decidido seguir la vocación
religiosa en la abadía trapense de Nuestra Señora de Getsemaní en
Kentucky. Era el año 1941, y durante los siguientes 27 años,
Merton se convertiría en uno de los grandes escritores religiosos de los
Estados Unidos del siglo XX. A él se deben obras como Las aguas de Siloé (1949), La vida silenciosa (1957) o su autobiografía, La montaña de los siete círculos (1948).
Martin ha recordado la profunda impresión que le causó la visión de la
película en aquellos momentos, como relata en su propio libro de
memorias, My Life with the Saints (Loyola Press, 2007). “Aún
recuerdo su expresión, mucho más feliz que la que veía en el espejo cada
mañana. Su vida, esa vida monástica, parecía exótica, misteriosa,
romántica”.
Al día siguiente, Martin acudió a una librería y pidió La montaña de los
siete círculos, “un libro muy bello” en palabras del propio religioso.
“Cuando lo terminé de leer una noche, a altas horas, y lo deposité en la
mesilla, sabía con seguridad a qué quería dedicarme. Para mí, esa fue
‘mi llamada’”.
La invitación del psicólogo
Sin embargo, Martin aún no estaba seguro de si debía
unirse a un grupo religioso, ya que por aquel entonces, pensaba que
“unirse al sacerdocio sería como convertirse en un cantante de ópera o
unirse al circo”. Así que, en su lugar, acudió a un psicólogo.
Un año después de comenzar su terapia, este le preguntó qué haría con su
vida si pudiese. “Sería sacerdote”, le respondió Martin, que se educó
en una familia católica aunque no muy practicante. “¿Y por qué no lo
haces?”, le respondió este.
Y al día siguiente, James Martin levantó el teléfono y marcó el número
de los jesuitas. Su vida nunca volvería a ser la misma. Martin lleva 28
años perteneciendo a la orden de los jesuitas y 17 ordenado como
sacerdote, y es el editor de la revista America, la revista católica más
importante de Estados Unidos.
Publicado en El Confidencial
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