“Somos adictos a la soledad; la familia es el único remedio”. Si la familia natural fuera una organización de la ONU, Pupi Avati sería su embajador.
Pero como no lo es, desde su casa de Bolonia se parece más a un abuelo
socarrón que ha visto muchas cosas; algunas que puede mandar a la porra.
Como la pretensión de encasillar al mundo del cine como un mundo sin
valores. “¿Conoce usted el mundo de los banqueros?”. Sin embargo, para
estar seguros, él se mantiene muy lejos del mundo del celuloide o,
mejor, de sus ritos y de su aspecto social. “No vivo mi mundo, esa debe
haber sido mi salvación. Al menos la mía y la de mi esposa”.
78 años, 46 de ellos pasados detrás de la cámara narrando al hombre y todas sus facetas. Con más de 50 títulos en activo, Giuseppe Avati, llamado Pupi, es un italiano incómodo. No gusta a la jet set, a pesar de ser un director de cine, oficio ambicionado por las estrellas en ciernes y soñado por los intelectuales. Pero gusta a los italianos, que ven en sus películas un reflejo de una humanidad concreta, verdadera y perdida, que además es la que nosotros vivimos. O que hemos vivido y que desearíamos vivir: protectora como los pórticos que flanquean Via Indipendenza en su Bolonia natal, dura y dolorosa como la subida que lleva a la Virgen de San Lucas. Y que sangra como el ragù que acabas de quitar del fuego antes de inundar con él las tagliatelle.
Una esposa. Es tal vez este el título que falta en su interminable cartelera. Porque Pupi Avati ha sido extraordinaria y obstinadamente monógamo, término que en su significado etimológico más concreto significa: “Hombre que permanece fiel para toda la vida a una sola mujer y viceversa”. En su Un matrimonio, miniserie emitida por la RAI en 2014, lo cuenta como si fuera su testamento.
La miniserie Un matrimonio, dividida en seis capítulos, fue emitida por gran éxito por la RAI del 29 de diciembre de 2013 al 20 de enero de 2014. Cuenta la historia de un hombre y una mujer, su boda y su familia, desde 1948 a 2005, año en el que celebran sus bodas de oro.
Pupi Avati es testigo de un proyecto escolar presentado hace unas semanas por la asociación Non si tocca la Famiglia, que consiste en la proyección a estudiantes de la película del director boloñés, seguida por un clásico cineforum que se concluye con el testimonio de una familia. Un proyecto sencillo para contar una realidad sencilla como la familia. Pero que es muy difícil que el Ministerio de Educación tenga en cuenta dado que el fuego sagrado de la educación de género es el paso obligado para estar à la page.
La Nuova Bussola Quotidiana ha visitado a Avati, con el que no ha sabido hablar de otra cosa más que de familia. Tal vez porque es el único colosal [peplum, cine histórico clásico de aventuras ambientado en la Antigüedad, preferentemente griega y romana] que habría que restaurar, tanto en sus colores como en su sonido.
-Ahora le llaman para que hable de la familia en los colegios. ¿Cómo se siente en este papel?
-Bueno, diría que bien. Soy una persona que tiene experiencia matrimonial, he pasado 52 años de matrimonio y pienso soy competente en materia como pocos.
-Seguramente pocos directores…
-He forjado mi experiencia subiendo y bajando del andamiaje de la obra. He vivido la experiencia matrimonial con todas sus dificultades.
-¿Y su película Un matrimonio es el manual?
-Hablo de mi experiencia de vida y no quito nada: peleas, caídas, dudas. Por no hablar de la relación con los hijos.
-¿Qué relación habría que tener con los hijos?
-Tenemos la obligación de dejar nuestras huellas en los hijos.
-¿Y los hijos?
-Los hijos tienen un único derecho.
-¿Cuál?
-Un padre, una madre y hermanos. Los hermanos son una garantía. Los hijos deben sentirse garantizados por los hermanos.
-¿Cuál es su película más familiar?
-Seguramente Un matrimonio, porque es la que narra todas las fases. No he excluido nada, no hay reticencias. He hablado de adulterio, de relaciones no fáciles con los hijos. Es evidente que también en otras películas hablo de la familia, pero algunas veces de manera más consoladora y menos honesta.
78 años, 46 de ellos pasados detrás de la cámara narrando al hombre y todas sus facetas. Con más de 50 títulos en activo, Giuseppe Avati, llamado Pupi, es un italiano incómodo. No gusta a la jet set, a pesar de ser un director de cine, oficio ambicionado por las estrellas en ciernes y soñado por los intelectuales. Pero gusta a los italianos, que ven en sus películas un reflejo de una humanidad concreta, verdadera y perdida, que además es la que nosotros vivimos. O que hemos vivido y que desearíamos vivir: protectora como los pórticos que flanquean Via Indipendenza en su Bolonia natal, dura y dolorosa como la subida que lleva a la Virgen de San Lucas. Y que sangra como el ragù que acabas de quitar del fuego antes de inundar con él las tagliatelle.
Una esposa. Es tal vez este el título que falta en su interminable cartelera. Porque Pupi Avati ha sido extraordinaria y obstinadamente monógamo, término que en su significado etimológico más concreto significa: “Hombre que permanece fiel para toda la vida a una sola mujer y viceversa”. En su Un matrimonio, miniserie emitida por la RAI en 2014, lo cuenta como si fuera su testamento.
La miniserie Un matrimonio, dividida en seis capítulos, fue emitida por gran éxito por la RAI del 29 de diciembre de 2013 al 20 de enero de 2014. Cuenta la historia de un hombre y una mujer, su boda y su familia, desde 1948 a 2005, año en el que celebran sus bodas de oro.
Pupi Avati es testigo de un proyecto escolar presentado hace unas semanas por la asociación Non si tocca la Famiglia, que consiste en la proyección a estudiantes de la película del director boloñés, seguida por un clásico cineforum que se concluye con el testimonio de una familia. Un proyecto sencillo para contar una realidad sencilla como la familia. Pero que es muy difícil que el Ministerio de Educación tenga en cuenta dado que el fuego sagrado de la educación de género es el paso obligado para estar à la page.
La Nuova Bussola Quotidiana ha visitado a Avati, con el que no ha sabido hablar de otra cosa más que de familia. Tal vez porque es el único colosal [peplum, cine histórico clásico de aventuras ambientado en la Antigüedad, preferentemente griega y romana] que habría que restaurar, tanto en sus colores como en su sonido.
-Ahora le llaman para que hable de la familia en los colegios. ¿Cómo se siente en este papel?
-Bueno, diría que bien. Soy una persona que tiene experiencia matrimonial, he pasado 52 años de matrimonio y pienso soy competente en materia como pocos.
-Seguramente pocos directores…
-He forjado mi experiencia subiendo y bajando del andamiaje de la obra. He vivido la experiencia matrimonial con todas sus dificultades.
-¿Y su película Un matrimonio es el manual?
-Hablo de mi experiencia de vida y no quito nada: peleas, caídas, dudas. Por no hablar de la relación con los hijos.
-¿Qué relación habría que tener con los hijos?
-Tenemos la obligación de dejar nuestras huellas en los hijos.
-¿Y los hijos?
-Los hijos tienen un único derecho.
-¿Cuál?
-Un padre, una madre y hermanos. Los hermanos son una garantía. Los hijos deben sentirse garantizados por los hermanos.
-¿Cuál es su película más familiar?
-Seguramente Un matrimonio, porque es la que narra todas las fases. No he excluido nada, no hay reticencias. He hablado de adulterio, de relaciones no fáciles con los hijos. Es evidente que también en otras películas hablo de la familia, pero algunas veces de manera más consoladora y menos honesta.
26 agosto 2016