Por: Nicolás Jouvé | Fuente: Análisis y Actualidad

Se
 considera la Bioética como un foro de debate aparecido en el último 
tercio del siglo XX, con el fin de reflexionar sobre las investigaciones
 y técnicas que ponen en riesgo la vida humana o el equilibrio de la 
naturaleza. Se trata de un ámbito de reflexión multidisciplinar
 en el que se trata de establecer los límites de la ciencia de acuerdo 
con unos principios éticos básicos. Tras su implantación en el campo de 
la Medicina no ha dejado de atender a su conocido eslogan de que «no 
todo lo científicamente posible es éticamente aceptable», Este conocido 
aserto resume el compromiso de decenas de científicos reunidos en 
febrero de 1975 en el centro de conferencias de la ciudad californiana 
de Asilomar para reflexionar sobre los riesgos biológicos potenciales de
 las primeras investigaciones sobre ingeniería genética con bacterias.
Desde su nacimiento,
 la Bioética ha sufrido continuos desafíos por parte de muchos 
investigadores que ven en esta actividad un corsé que solo sirve para 
poner trabas y ralentizar el progreso científico.  Sin embargo,
 sería bueno considerar qué hubiera pasado de no existir los foros y 
comités de Bioética ante aventuras como la clonación de seres humanos 
siguiendo la estela del logro de la oveja “Dolly”, o la desmesurada e 
infructuosa utilización de embriones humanos para obtener las células 
troncales (mal llamadas células madre) a principios del siglo XXI, o la 
aplicación de nuevos fármacos a pacientes sin ensayos clínicos previos, o
 la modificación genética de animales o plantas sin tener en cuenta los 
efectos sobre el medio ambiente, etc.
La historia se repite y de nuevo, tras
 el descubrimiento de cómo funciona un sistema inmunológico que existe 
en la naturaleza en las bacterias, llamado CRISPR/Cas9, se ha incendiado
 el mundo de la investigación biomédica al tratar de aplicarlo para la 
corrección de genes responsables de enfermedades. El debate se 
entabla entre quienes desean avanzar en las aplicaciones de esta 
novedosa técnica sin restricciones y quienes piden reflexionar sobre su 
seguridad y las consecuencias de modificar el genoma de los seres vivos,
 en un momento en que existe aun un importante rango de error. Se vea los
 “bioeticistas” no son personas contrarias al progreso de la ciencia, 
sino personas que miran más allá del éxito académico y/o económico y 
que, ante una nueva aplicación tecnológica, por muy prometedora que se 
pretenda, tratan de mantener una postura de equilibrio entre la
 regulación y la aceptación de acuerdo con unos principios morales que 
velen por la seguridad de las personas y del medio natural, y especialmente el respeto a la dignidad de la vida humana presente y futura.
La
 técnica de CRISPR-Cas9 se basa en la utilización de un fragmento de 
ARN, que es la molécula que transmite la información genética de los 
genes para ser para ser traducida durante la síntesis de las proteínas, 
con una doble función. Se diseña y prepara una molécula de ARN que debe 
corresponder al gen o región del ADN que se desea corregir. En primer 
lugar, este ARN actúa como una guía para encontrar la región de ADN que 
se desea modificar y tras unirse a ella, en el lugar del genoma donde 
esté, por complementación de sus bases nucleotídicas, a continuación 
actúa reclutando una enzima, llamada  Cas9. Esta enzima tiene como 
misión cortar el ADN como si de una tijera se tratara. Esto permite 
eliminar las regiones de ADN que se desean corregir. Tras ello, seguirá 
la restauración o “edición” de las secuencias específicas eliminadas. A 
diferencia de otros métodos de corrección de genes ensayados 
previamente, el sistema CRISPR-Cas9 es muy barato (unos 30 € por 
secuencia), rápido y de fácil manejo, por lo que su utilización se ha 
extendido en los laboratorios de todo el mundo para modificar el ADN de 
múltiples especies y para diversos fines.
En
 el caso de su aplicación en Medicina hay tres campos concretos de 
actuación: (a) en investigación básica para analizar las causas de 
enfermedades humanas y de su posible tratamiento; (b) para usos clínicos
 con el fin de tratar o prevenir una patología o una discapacidad de 
causa genética en las células somáticas (células no-reproductivas), y; 
(c) para usos clínicos con el fin de tratar o prevenir una patología o 
una discapacidad en las células de la línea germinal (células 
reproductivas).
De estas tres aplicaciones, la
 primera (a) es fundamental para la comprensión de las causas de las 
enfermedades y sus posibles remedios y en principio no plantea problemas
 éticos, ya que la mayoría de las investigaciones básicas hasta
 la fecha utilizan células somáticas de la piel, hígado, pulmón, corazón
 o sangre, cultivadas en el laboratorio. Sin embargo, un grupo de 
investigadores chinos publicó un trabajo en abril de 2015 sobre su 
aplicación en embriones humanos [1], lo que motivó que muchos biólogos 
moleculares de la talla de los Premios Nobel David Baltimore, Paul Berg,
 y otros, se reunieran en Napa (California) para debatir sobre esta 
“ingeniería genómica” y adoptar medidas inmediatas para asegurar su 
aplicación segura y con criterios éticos [2]. Su utilización con
 fines básicos en células somáticas supone la oportunidad de avanzar en 
la comprensión de las funciones de los genes, los mecanismos de 
reparación del ADN, los mecanismos de progresión del cáncer y de otras 
enfermedades con base genética. En la mayoría de los países del
 mundo desarrollado existen leyes que imponen restricciones a su 
aplicación en embriones humanos o a su financiación con fondos públicos,
 como ocurre en los EE.UU.
El
 segundo tipo de aplicaciones (b) de la CRISPR-Cas9 es de carácter 
clínico, y se dirige a corregir una región del genoma humano para 
prevenir una enfermedad mediante acciones en células somáticas de los 
pacientes que las padecen. Por ejemplo está en ejecución un 
ensayo clínico muy prometedor para corregir las células del sistema 
inmunológico en pacientes de cáncer en quienes la quimioterapia y otros 
tratamientos convencionales han fallado. Además del cáncer, la idea es tratar de corregir el genoma para tratar diversas enfermedades genéticas.
 En este caso el tratamiento se hace con células que se extraen del 
paciente, por ejemplo de la médula ósea,  se modifican en el laboratorio
 (ex vivo) y una vez corregidas se devuelven al mismo individuo. En este
 sentido ya hay ensayos clínicos en marcha para enfermedades como la 
hemofilia B y la mucopolisacaridosis. Este tipo de aplicación, 
al igual  que otras técnicas de “terapia génica” utilizadas con 
anterioridad, no plantea problemas éticos, aunque sí de seguridad para 
los pacientes. El principio a tener en cuenta es el de la “no 
maleficencia a la hora de aplicar la tecnología en los casos clínicos 
concretos que se planteen.
Naturalmente la
 discusión ética se acentúa cuando se trata es de aplicar la CRISPR-Cas9
 no para corregir o curar enfermedades, sino para potenciar o modificar 
rasgos y capacidades físicas que no tienen que ver con la salud de sus 
destinatarios, como pretenden quienes propugnan el 
“mejoramiento” humano. No ha de tener la misma consideración ética el 
intento de curar una “distrofia muscular” que potenciar la musculatura 
en una persona sana. Lo primero persigue un fin clínico cuyos riesgos en
 todo caso habrán de evaluarse, lo segundo entraría dentro del ámbito de
 las ambiciones de los transhumanistas, que entre otras cosas 
desatienden los riesgos potenciales de una tecnología todavía insegura. 
En este momento, es poco probable que las ventajas potenciales de tales 
aplicaciones compensen los riesgos que conlleva.
La
 tercera aplicación (c) del CRISPR-Cas9 está dedicada a tratar o 
corregir secuencias de ADN implicadas en enfermedades genéticas en 
células de la línea germinal, es decir células del tejido reproductor 
del que se derivarán los gametos, incluidos los embriones que aun no lo han desarrollado. La
 finalidad es detectar y corregir el gen alterado para evitar su 
transmisión a la descendencia por vía gamética. La intención en 
principio puede parecer buena pero hay que señalar varias cosas. Aunque
 algunos de los pre-ensayos en modelos animales han dado resultados 
positivos sigue habiendo un gran problema de seguridad, por los posibles
 errores en la modificación de zonas del genoma que no se desean 
corregir pero para los que la CRISPR-Cas9 no garantiza su intervención. 
El Dr. Keith Joung del Massachusetts General Hospital y del laboratorio 
Harvard en Boston ha investigado sobre los lugares en que la enzima Cas9
 puede actuar y ha detectado que provoca cortes en otros lugares del 
genoma (off-target), provocando alteraciones con frecuencias de mutación
 que van desde 0,1% a más del 60%, dependiendo de las células 
investigadas. Es una aventura que plantea grandes preocupaciones
 por la inseguridad y efectos involuntarios que en las células de la 
línea germinal podrían trascender a las generaciones futuras. Pero
 además, queda el gran problema del uso en embriones procedentes de la 
fecundación in vitro que luego se quisieran implantar, del modo en que 
se lleva a cabo el “diagnóstico genético implantatorio”. Esto, por un 
lado supone la eliminación de muchos embriones por sus características 
genéticas no deseadas, lo que se califica como “neoeugenesia”, y por 
otro siempre quedará la duda, -sin que se pudiera saber a priori-, de sí
 los embriones seleccionados son portadores de alteraciones ocultas 
causadas por la tecnología.
Respecto
 a lo que supone la tecnología del CRISPR-Cas9 acaba de publicarse un 
amplio informe titulado Human Genome Editing: Science, Ethics and 
Governance [3], editado por la National Academy of Sciences y la 
National Academy of Medicine de los EE.UU. y en el que participa un 
amplísimo elenco de investigadores de dicho país. Entre otras 
recomendaciones señalan que la tecnología del CRISPR-Cas9 debe limitarse
 a los ensayos clínicos o las terapias de tratamiento y prevención de 
enfermedades o discapacidades serias tras una evaluación de su seguridad
 y eficacia. También se insta a un estudio riguroso de los intentos de 
aplicación en la línea germinal y se señala la improcedencia de su 
utilización para el “mejoramiento” humano, o cualquier otra aplicación 
en el hombre fuera del campo de la salud
1] Liang, P. et al. CRISPR/Cas9-mediated gene editing in human tripronuclear zygotes. Protein Cell.6, 363-372 (2015).
[2] David Baltimore, Paul Berg et al. (2015) A prudent path forward for genomic engineering and germline gene modification. Science, 348, pp. 36-38
[3] Human Genome Editing: Science, Ethics and Governance. National Academy of Sciences y la National Academy of Medicine (2017); www.nap.edu.
[2] David Baltimore, Paul Berg et al. (2015) A prudent path forward for genomic engineering and germline gene modification. Science, 348, pp. 36-38
[3] Human Genome Editing: Science, Ethics and Governance. National Academy of Sciences y la National Academy of Medicine (2017); www.nap.edu.
 







