Por: P. Luis-Fernando Valdés | Fuente: Revista Vive
Víctimas del fanatismo religioso
En
los últimos años, por la eficacia a los medios de comunicación, hemos
seguido de cerca el dolor que la violencia perpetrada a nombre de Dios
ha infligido a personas inocentes de Afganistán, Bangladesh, Bélgica,
Burkina Faso, Egipto, Francia, Alemania, Inglaterra, Jordania, Irak,
Nigeria, Pakistán, Estados Unidos de América, Túnez y Turquía. Como
señaló en su momento el Papa Francisco, se trata de “gestos viles, que
usan a los niños para asesinar, como en Nigeria; toman como objetivo a
quien reza, como en la Catedral copta de El Cairo, a quien viaja o
trabaja, como en Bruselas, a quien pasea por las calles de la ciudad,
como en Niza o en Berlín, o sencillamente celebra la llegada del año
nuevo, como en Estambul.” (Discurso, 9 enero 2017)
La raíz del fundamentalismo religioso
Aunque
los terroristas utilizan como pretexto la defensa de la Ley de Dios, la
realidad es que tratan de implantar una “voluntad de dominio y de
poder”. Así lo explicó el Papa, y añadió que se trata de una “locura
homicida que usa el nombre de Dios para sembrar muerte”. (Ibidem)
Para
Francisco, la causa del terrorismo fundamentalista es una “grave
miseria espiritual”, vinculada también a menudo a una considerable
pobreza social. En efecto, nos damos cuenta que entre personas que
carecen de toda oportunidad de desarrollo es fácil hacer una “leva” a
nombre de la esperanza de un mundo mejor, que advendría cuando se acaben
los “herejes”.
El papel de las autoridades religiosas
Para
acabar con esa miseria espiritual que da pie al surgimiento de
movimientos terroristas pseudo-religiosos, se requiere por una parte de
mejorar las condiciones de vida (lo cual corresponde a las autoridades
civiles). Por otra, enseñar los verdaderos valores religiosos (lo cual
es cometido de los líderes espirituales).
Una
tarea que corresponde a los dirigentes de las religiones para evitar la
violencia es transmitir aquellos valores religiosos que “no admiten una
contraposición entre el temor de Dios y el amor por el prójimo”
(ibídem). Esto significa que nunca se puede atacar a los hombres bajo el
pretexto de cumplir un mandato divino. Por eso, con mucha fuerza, en
diversas ocasiones, el Papa Francisco ha hecho “un llamamiento a todas
las autoridades religiosas para que unidos reafirmen con fuerza que
nunca se puede matar en nombre de Dios”.
Educación cívica para evitar los fanatismos religiosos
También
los poderes civiles tienen una tarea en este tema. En primer lugar,
según explica el Pontífice, les corresponde garantizar en el espacio
público el derecho a la libertad religiosa y, a la vez, fomentar que no
se vean como contrarias la pertenencia social y la dimensión espiritual
de sus ciudadanos.
A
las autoridades civiles también les corresponde la responsabilidad de
“evitar que se den las condiciones favorables para la propagación de los
fundamentalismos” (ibídem). En concreto, deben establecer adecuadas
políticas sociales que combatan las raíces del problema: la pobreza y la
desintegración familiar.
Epílogo
Está
por terminar el 2017, que nos deja por una parte una gran lección de
diálogo ecuménico con motivo de los 500 años de la Reforma protestante;
pero también este año quedarán en el recuerdo las víctimas del fanatismo
religioso. Aguardemos el nuevo año con la esperanza de que las
religiones vuelvan a ser factor de paz y unidad, y de que jamás vuelvan a
ser utilizadas como pretexto para el odio.
Artículo originalmente publicado por la Revista Vive!
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