Por: Ron Rolheiser (Trad. Benjamín Elcano, cmf) | Fuente: ciudadredonda.org
Entre
las muchas enseñanzas de Jesús, encontramos esta invitación que nos
parece más bien dura: El que quiera ser discípulo mío debe negarse a sí
mismo, cargar con su cruz diariamente y seguirme. El que encuentre su
vida la perderá, y el que pierda su vida por mi causa la encontrará.
Sospecho
que es un poco visceralmente como todos nosotros entendemos esto y lo
que nos costará; pero sospecho también que muchos de nosotros entendemos
mal lo que Jesús pide aquí, y luchamos de mala manera con esta
invitación. ¿Qué quiere decir Jesús, en concreto, con esto?
Para
responder a esto, me gustaría apoyarme en algunas observaciones
ofrecidas por James Martin en su libro “Jesús, una peregrinación”. El
autor sugiere que cargar con nuestra cruz diariamente y entregar la vida
con el fin de encontrar una vida más profunda significa seis cosas bien
compenetradas.
Primera,
significa aceptar que el sufrimiento es una parte de nuestras vidas.
Aceptar nuestra cruz y entregar nuestras vidas significa que, en cierto
modo, tenemos que hacer la paz con el inalterable hecho de que la
frustración, el desánimo, el dolor, la desgracia, la enfermedad, la
deslealtad, la tristeza y la muerte son parte de nuestras vidas y deben
ser aceptadas, al fin y al cabo, sin amargura. En tanto en cuanto
alimentemos la idea de que el dolor que hay en nuestras vidas es algo
que necesitamos rechazar, nos encontraremos habitualmente amargados,
amargados por no haber aceptado la cruz.
Segunda,
cargar con nuestra cruz y entregar nuestras vidas significa que, en
nuestro sufrimiento, podemos dejar de contagiar nuestra amargura a
aquellos que están alrededor de nosotros. Tenemos fuerte inclinación, al
menos como parte de nuestros naturales instintos, a hacer sufrir a
otros cuando nosotros estamos sufriendo: ¡Si estoy amargado, me
aseguraré de que otros que están alrededor de mí no estén amargados
también! Esto no significa, como señala Martin, que no podamos compartir
nuestra pena con otros. Pero hay una manera saludable de hacer esto,
donde nuestro compartir deja a otros libres, como opuestos a un insano
modo de compartir, que trata sutilmente de hacer a otros desgraciados
porque nosotros somos desgraciados. Hay diferencia entre el sano gemido
bajo el peso de nuestro dolor y el insano lamento en auto-compasión y
amargura bajo ese peso. La cruz nos da permiso para hacer aquello, pero
no esto. Jesús gimió bajo el peso de su cruz, pero ninguna
auto-compasión, lamento o amargura brotó de sus labios o de su
maltratado cuerpo.
Tercera,
caminar tras las huellas de Jesús mientras él carga con su cruz
significa que debemos aceptar algunas otras muertes antes que nuestra
muerte física, que nosotros estamos invitados a dejar morir algunas
partes de nosotros mismos. Cuando Jesús nos invita a morir con el fin de
encontrar la vida, antes de todo, no está hablando de la muerte física.
Si vivimos en adultez, veremos que hay miles de otras muertes por las
que debemos pasar antes de que muramos físicamente. La madurez y el
discipulado cristiano tratan de nombrar continuamente nuestras muertes,
afirmar nuestros nacimientos, llorar nuestras pérdidas de cosas o
personas, aceptar lo que ha muerto y recibir el nuevo espíritu para la
nueva vida que ahora estamos viviendo. Estas son las etapas del misterio
pascual y las etapas del crecimiento. Hay muertes diariamente.
Cuarta,
eso significa que debemos esperar la resurrección, que aquí en esta
vida todas las sinfonías deben quedar inacabadas. El libro de los
Proverbios nos dice que, a veces, en medio del dolor, lo mejor que
podemos hacer es poner nuestras bocas en el polvo y esperar. Cualquier
auténtica comprensión de la cruz lo asegura. Y así, mucho de la vida
del discipulado es sobre la espera, la espera en frustración, dentro de
la injusticia, dentro del dolor, en anhelante y combatiente amargura,
mientras esperamos algo o a alguien que venga y cambie nuestra
situación. Nosotros gastamos alrededor del 98% de nuestras vidas
esperando, de una manera y otra, su cumplimiento. La invitación de Jesús
a que lo sigamos implica esperar aceptando vivir por dentro una
sinfonía inacabada.
Quinta,
cargar con nuestra cruz diariamente significa aceptar que el regalo que
Dios nos hace es con frecuencia algo que no esperamos. Dios siempre
responde a nuestras oraciones, pero frecuentemente dándonos lo que de
verdad necesitamos más que lo que creemos que necesitamos. La
Resurrección -dice James Martin- no viene cuando la esperamos y
raramente se ajusta a nuestra opinión de cómo una resurrección debería
ocurrir. Cargar con la cruz es estar abierto a la sorpresa.
Finalmente,
tomar tu cruz y estar queriendo entregar tu vida significa vivir en una
fe que cree que nada es imposible para Dios. Como James Martin indica,
esto significa aceptar que Dios es más grande que la imaginación humana.
En verdad, cuando sucumbimos a la idea de que Dios no puede ofrecernos
un camino fuera de nuestro dolor en una especie de novedad, es
precisamente porque hemos reducido a Dios al tamaño de nuestra propia
imaginación limitada. Sólo es posible aceptar nuestra cruz, vivir en
confianza y no crecer amargados en el dolor si creemos en las
posibilidades que existen más allá de lo que podemos imaginar, esto es,
si creemos en la Resurrección.
Nosotros podemos cargar con nuestra cruz cuando empezamos a creer en la Resurrección.
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