Por: Marlene Yanez | Fuente: Catholic.Net
¿Quién
puede saber más del trabajo que Dios, considerando que es el primer
trabajador sobre la faz de la tierra creando todo lo existente? El libro
del Génesis lo relata (Génesis 1, 1:15) y hoy seguimos su ejemplo
realizando distintos tipos de labores que constituye “nuestro trabajo”.
“Dios
miró todo lo que había hecho y vio que era muy bueno. Así hubo una
tarde y una mañana: este fue el sexto día” (Génesis 1:31). Estamos
entonces llamados en nuestra constante lucha por asemejarnos a nuestro
Padre, a realizar un trabajo igualmente “bueno”. Implicaría entonces
realizar un trabajo productivo, bien elaborado, de calidad, maximizando
recursos y aquí podríamos centrarnos en una serie de otras
características para expresar en el mundo de hoy, lo que sería un
trabajo “bueno”.
Así
como José, el Padre adoptivo de Jesús, era carpintero y el mismo Jesús,
siendo el Rey de Reyes, aprendió y trabajó en el oficio de su Padre, La
Sagrada Escritura es categórica en este punto: “Porque también cuando
estábamos con vosotros, os ordenábamos esto: Si alguno no quiere trabajar, tampoco coma” (2 Tesalonicenses 3:10).
Se reprocha la pereza: “El alma del perezoso desea, y nada alcanza; mas
el alma de los diligentes será prosperada” (Proverbios 13:4). Y por
último se ensalza a quienes trabajan y obtienen beneficios: “Cuando comieres el trabajo de tus manos, Bienaventurado serás, y te irá bien” (Salmos 128:2).
En
nuestra sociedad, el trabajo es concebido como medio de obtención de
una retribución que generalmente es económica, pues mediante ésta
podemos satisfacer nuestras múltiples necesidades. Sin embargo, no basta
con trabajar para obtener una recompensa material, ya que también se
considera un medio de dignificación de la persona. La dignidad no nos lo
da el poder, el dinero o la cultura, la dignidad nos la da el trabajo, y
nos hace semejantes a Dios.
Un
trabajo libre, creativo, participativo y solidario, debería asegurar en
tanto que es verdaderamente digno. Que los trabajadores busquen la
verdadera libertad en el trabajo, a la luz de lo que ocurre con las
llamadas organizaciones esclavistas que oprimen a los más pobres,
desvalidos, personas sin educación, mujeres y niños. Creativo que dice
relación con la explotación de los potenciales de cada persona
considerando sus capacidades y aptitudes que Dios ha puesto en cada uno
de nosotros. Un trabajo participativo y solidario en tanto, consiste en
ver en el fin del trabajo el rostro del otro: “El trabajo se realiza no
sólo para beneficiar al trabajador, sino también a otros: “Seis años
sembrarás tus campos y recogerás tus cosechas, pero el séptimo año no
cultivarás la tierra. Déjala descansar, para que la gente pobre del
pueblo obtenga de ella su alimento, y para que los animales del campo se
coman lo que la gente deje. Haz lo mismo con tus viñas y con tus
olivares” (Éxodo 23:10-11).
Nuestra
sociedad tiene la responsabilidad de generar empleos dignos, con
retribuciones justas; que toda persona que pueda y desee trabajar por un
salario tenga la opción de hacerlo; sin discriminación de razas, clases
ni etnias; con inclusión laboral, con compromiso social empresarial y
respetando los derechos de los trabajadores.
El
Sumo Pontífice en el congreso en Nápoles declaraba: “Una Sociedad que
no ofrezca a las nuevas generaciones suficientes oportunidades de
trabajo digno no puede llamarse justa”. Y hace un llamado dentro del
mismo discurso a los empresarios, a ver más allá de los balances de la
empresa a favor de la generación de empleos.
No
debemos olvidar que la persona debe sentirse dignificada y satisfecha
con su trabajo.
Debemos en tanto propiciar un grato ambiente laboral, lo
que no sólo beneficia al trabajador, sino también a la empresa. Sólo
así se podría cumplir lo que la Sagrada Escritura nos señala: trabajar
por amor y para Gloria de Dios. “…
En Conclusión, ya sea que coman o beban o hagan cualquier cosa, háganlo todo para la gloria de Dios” (1 Corintios 10:31).
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