sábado, 25 de agosto de 2018

La cultura del descarte

Una de las grandes amenazas del siglo XXI

Por: María Fernanda Bello | Fuente: www.somosrc.mx




La cultura del descarte es un tema actual que requiere una profunda reflexión humana y social. El Papa Francisco ha insistido mucho en vigilar nuestra conducta para evitar este comportamiento.
Este “antipensamiento” implica un desgaste en la valoración del ser humano, en el cual se pone por encima el interés del capital sobre la dignidad de la persona.  


Se refiere también a una tendencia de hacer de la persona humana, y de su servicio, un objeto a desecharse.


La cultura del descarte es un fuerte problema al que se enfrenta la sociedad. Esta situación es producto del capitalismo neoliberal, y en ella todo se convierte en mercancía, incluso la persona humana. Dentro del neoliberalismo se desacredita a todo tipo de personas y se ignora su dignidad. Afirmó el sacerdote Juan Ignacio Ortega Gómez, quien se formó en el Instituto Teológico de Estudios Superiores.


En la actualidad, los efectos de esta ideología son perceptibles a lo largo de todo el globo terráqueo. Las consecuencias perjudican a todo el mundo, como individuos, ya que “destruye los valores fundamentales de la cultura occidental y de toda la cultura en general.”


Las raíces de este comportamiento surgieron en la época de la Revolución Industrial. Dicho acontecimiento inauguró el opacamiento de la industria artesanal en Europa, y promovió la acumulación de capital,  el despojo de las tierras de los campesinos y el saqueo de innumerables riquezas de América Latina. De hecho, aunque de manera más contemporánea, el economista escocés Adam Smith admitió percibir el egoísmo de los capitalistas como motor de la economía.


La cultura del descarte puede ocasionar que se adopte una de las posturas más radicales de los regímenes totalitarios:  si “no sirves” para la producción eres dejado atrás. Ejemplo de lo anterior son las personas con capacidades diferentes, síndrome de down o los ancianos que han dejado de ser valorados por la sociedad. En este sentido volvemos a ser como los espartanos de la Antigua Grecia, quienes arrojaban al barranco a los niños que nacían con algún tipo de discapacidad, recordó.
Además, la cultura del descarte significa malas nuevas para los trabajadores. Antes se hablaba de los pobres como fuerza de mano de obra. Ahora ya ni se les considera para eso porque existen robóticas y una serie de tecnologías que les han arrebatado su lugar en las industrias.
Antes, los problemas como el hambre, el desempleo, y los desplazados por situaciones de violencia eran una preocupación primordial. Ahora se va haciendo habitual y “natural” que a grandes masas de población simplemente se les ignore, se les deseche como algo que no debería de estar.
De igual manera, se convierte al ser humano en mercancía a través del tráfico de personas, la prostitución, la esclavitud en los campos de narcotráfico y de trabajos forzados; o al utilizárseles para surtir el mercado negro de órganos.
Es importante optar por distintas técnicas para contraatacar este antipensamiento y disminuir sus daños. Se debe de buscar una dirección de nuestro país más nacionalista, que siga menos los intereses del capital transnacional. Finalmente, los católicos deberán hacer un esfuerzo por defender su fe desde la práctica, dando testimonio “con rectitud, con respeto y honestidad”, concluyó.

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