domingo, 11 de noviembre de 2018

10 ocasiones donde jugar fútbol pone a prueba nuestra fe

La cancha también es un espacio de evangelización

Por: Sebastián Campos | Fuente: Catholic-link.com



El fútbol es el deporte más practicado en el mundo. No hay plaza ni parque en el planeta donde no se haya jugado un partido. Es fácil comprender su popularidad si consideramos que para poder practicarlo solamente es necesario tener algo que patear (ni siquiera tiene que ser una pelota), no se necesita un equipo contrincante ni un arco, basta patear una botella de refresco por un pasillo.



Otra característica universal del fútbol es que su reglamento y su lógica como juego es sumamente sencilla y comprensible para todos, lo que hace que puedas jugarlo sin tener un árbitro. Es tan sencillo que el mismo Papa Francisco utiliza expresiones futbolísticas para hablar de la vida espiritual: “Jesús nos pide que le sigamos toda la vida, nos pide que seamos sus discípulos, que «juguemos en su equipo». A la mayoría de ustedes les gusta el deporte. Aquí, en Brasil, como en otros países, el fútbol es una pasión nacional ¿Sí o no? Pues bien, ¿qué hace un jugador cuando se le llama para formar parte de un equipo? Tiene que entrenarse y entrenarse mucho. Así es nuestra vida de discípulos del Señor”. (Papa Francisco, JMJ Río 2013)


Esa misma simpleza en su forma hace también que ocurran muchas irregularidades en su práctica. Irregularidades que en ocasiones (cuando se juega con mucha pasión) hacen que nos resulte difícil ser buenos cristianos dentro de la cancha. 


Por esta razón queremos compartirte algunas ideas para que puedas ser cristiano en todo momento. Te advertimos que no es tarea fácil, pues probablemente los que juegan contigo no lo harán muy honestamente, pero créeme, la cancha también es un espacio de evangelización. ¡Ánimo.


1. No te quedes callado si por error cobran a tu favor. Ganar limpiamente es de hombres

Muchas veces nadie ve claramente lo que ocurrió en una jugada y solo tú sabes lo que realmente pasó. Ser honrado y decir la verdad –aunque no favorezca a tu equipo– no es fácil pero es lo mejor. Esto no solo hablará bien de ti, sino que hará que tus triunfos sean realmente producto de tu esfuerzo y no de tus omisiones. Un ejemplo de esto fue Miroslav Klose, jugador del Nápoles, quien casualmente marcó un gol con la mano, el árbitro no lo vió y cobró el gol como válido, pero él con mucha honestidad, le hizo saber al arbitro de su error.


2. No seas teatrero. Si es falta pide que la cobren sin lloriquear

Lamentablemente es una escena común en el fútbol profesional exagerar las faltas. En muchos partidos vemos a los jugadores rodar por el suelo, gritar, cubrirse el rostro y hacer un escándalo de proporciones apocalípticas cuando les hacen una falta. La mayoría de estas situaciones son caídas o golpes sin intención. Si te hacen una falta o algo que te perjudique, reclamar está bien, la justicia y la verdad son lo primero, pero rodar por el suelo hasta que cobren y luego salir corriendo como si nada, no es lo más cristiano. Recuerda que el teatro no es un deporte. Un antitestimonio de ello fue David Luiz, jugador del Chelsea, quien no solo fingió una falta que provocó la expulsión de quien supuestamente se la hizo, sino que además no pudo contener la risa cuando cobraron equivocadamente a su favor.

3. Ayuda a tu rival si lo necesita 

A veces la pasión por el juego, por el triunfo, por el honor o por lo que sea que sientas cuando estás en la cancha, hace que en vez de ver en tu contrincante a un hermano, lo veas como un enemigo, un rival, una persona antipática a la que hay que vencer. ¿Te has puesto a pensar lo agradecido que deberías estar de que el equipo de enfrente exista?, ¿cómo podrías jugar si no hubiera un equipo contrincante que esté dispuesto a competir bajo las mismas reglas que tú? Un lindo testimonio de esto lo dan estos dos equipos polacos. Mira lo que sucede

4. Anima a tus compañeros cuando se equivocan: ¿quieres ganar o solo descargar tu rabia?

Si el solo hecho de equivocarse ya es incómodo, imaginemonos cuando la equivocación sucede en público, más aun que esto signifique que todos mi equipo salga perjudicado cuando el error es un autogol. Es suficiente la pena que siente el pobre como para que vayas y le restriegues en la cara su error. Un ejemplo de esto es el portero del Ajax Mickey van der Hart, quien se equivocó garrafalmente e hizo que el pase que le dio a un compañero se convirtiera en un gol en contra que llevó a la derrota de su equipo. Solo quedaba apoyarlo, pues la tristeza y la frustración en su rostro son suficientes para comprender que no necesitaba que lo reprendan.

5. La pasión que se transforma en lisuras e insultos no aporta nada

Cuando se acuerdan de tu mamá o le mandan saludos a tu abuelita, cuando te jalan la camiseta y el abrazo que recibes no es de cariño (y todo el resto de cosas que ocurren en el campo de juego), surgen emociones no tan favorables para la buena marcha del partido. Dales la vuelta y permite que sirvan como motivación para seguir esforzándote en el juego. Debes cuidarte de no perder la cabeza para que estas no se conviertan en cambios de conducta, agresividad, faltas de respeto o violencia física contra los demás. Cuenta hasta 10, no devuelvas los saludos a la mamá de quien te los envió, respira profundo, haz tus alegatos de forma moderada, pide disculpas y recuerda que es un juego: la vida no se nos va en esto. Una conocida marca argentina retrata con humor esta realidad tan propia del fútbol.

6. Dime cómo juegas fútbol y te diré quién eres

Ser un facilitador, ser generoso, buscar que los demás saquen lo mejor de sí y usar mis dones a favor de mis compañeros es una forma de amar que se aplica tanto dentro de la cancha como fuera de ella. No se trata tan solo de aprovechar las oportunidades que me da el fútbol para demostrar mi talento sino de ayudar a los demás, y aunque suene muy eclesial, hacer comunidad en la cancha. Un lindo ejemplo, coronado por un bellísimo gol, es el de Emre Cam jugador del Liverpool, que no solo demuestra su habilidad controlando el balón, sino que además habilita a su compañero de forma excepcional regalándonos una joya.


7. No seas orgulloso. Si te equivocas, pide perdón

A veces nos equivocamos en un pase o en una recepción, otras veces no medimos nuestras fuerzas y golpeamos a alguien, o hay ocasiones en que no nos entendemos bien con nuestros compañeros de equipo. Reconocer nuestros errores no es algo que está reservado para el confesionario, hay momentos en el juego en los que debo ser humilde y admitir que podría haberlo hecho mejor. Súper conocido es el episodio donde Luis Suárez, jugador de la selección Uruguaya, muerde a un rival. Se burlaron mucho de él y lo sancionaron: él humildemente ofreció sus disculpas a todos los que perjudicó con su conducta descontrolada.

8. Corrige, coordina, alienta, ayuda, comenta: ¡comunícate con tu equipo!

Ya dijimos que convertir a nuestro equipo en comunidad es un buen objetivo por cumplir. Reconocer que –al igual que en la Iglesia– todos somos parte de un cuerpo con características particulares, virtudes y limitaciones, nos ayudará no solo a sacar lo mejor de nosotros mismos, sino que mejorará nuestro rendimiento como equipo. Comunicarse es la clave para vivir la comunión. No hay nada más triste que un equipo que se trata a gritos reprendiéndose en todo momento, equipos donde solo se ve confusión y la pelota va de un lado para el otro sin sentido. Los sujetos del video nos dan un ejemplo de comunicación, preparando la ejecución de un tiro sumamente coordinado y sin mencionar una sola palabra. Como bien enseña el Concilio Vaticano II: “Los ejercicios y manifestaciones deportivas… ayudan a conservar el equilibrio espiritual, incluso de la comunidad, y a establecer relaciones fraternas entre hombres de todas las clases, naciones y razas” (Gaudium et spes, 61).

9. No seas negativo contigo mismo: intentar tiene valor

El fútbol debe ser de los pocos deportes en donde estadísticamente se consideran los “casi”. Cuando vemos el resumen de un partido, los relatores deportivos cuentan los “tiros a portería”, los “tiros de esquina”, etc, para indicar que un equipo ha sido teóricamente más ofensivo que el otro. De hecho, consideramos que nuestro conjunto juega bien cuando intenta muchos tiros al arco independientemente si pasan cerca o no de la portería. Intentar una y otra vez, probar de cerca y de lejos, pensar en nuevas estrategias y métodos, es algo que no solo se aplica en la cancha, también se aplica en la vida.

10. ¿Cuánto se hubiese esforzado o cómo hubiese reaccionado Jesús?

El esfuerzo tiene un valor en sí mismo, muestra nuestro carácter, nuestros valores, nuestras convicciones y expresa nuestra pasión por lo que hacemos. Esforzarnos para lograr cualquier objetivo noble, ya sea un gol, un título universitario, conservar un trabajo o fortalecer nuestra familia, es algo grande. El mismo Jesús es quien nos invita a hacer un esfuerzo extra, a correr un minuto adicional y salir de nuestra comodidad. En el Evangelio de San Juan, cuando nos interpela a amar como Él nos ha amado, podríamos tomar ideas para el fútbol, podríamos decir para este caso: “jueguen como yo he jugado” y de esta manera ser como Jesús en sus formas, sentimientos, valores, empeño, lucha y amor. Imitarlo fuera y dentro de la cancha no solo cambiará nuestro juego y rendimiento, también cambiará toda nuestra vida y la de los que nos rodean. ¡Recuerda que la cancha también es un campo de evangelización! Un ejemplo de esto son todos aquellos que sabiendo que no serán súper estrellas del deporte, semana a semana, se esfuerzan y sudan hasta la última gota dejándolo todo en cada pase.



Este artículo fue publicado originalmente por nuestros aliados y amigos: Catholic-link.com

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