sábado, 17 de noviembre de 2018

¿Cómo conocer auténticamente a otra persona?

Citas online, apps para hacer amigos y la ilusión de conocer al amor de tu vida

Por: Santiago Benavidez | Fuente: catholic-link




No quería dejar escapar la oportunidad de reflexionar sobre un tema que surgió fruto de un reencuentro con mis amigos del colegio en Argentina, hoy lo quiero compartir con ustedes:


Todo empezó cuando estábamos comiendo y veo que a uno de ellos le suena el celular, lo mira, y dice con tono de satisfacción: «hice Match». Ante mi ingenuidad, le pregunté en qué consistía la aplicación. Me explicaron y en seguida me compartían que con este tipo de apps «Ya no existe el temor de invitar y el posterior rechazo», «no existe el cara a cara a veces tan duro y que da vergüenza», «es una gratificación instantánea. No es necesario comprometerte en serio con la otra persona».


Mientras los escuchaba, habían comenzado a aparecer varias preguntas dentro de mi cabeza: ¿Estará bien pensar así?, ¿qué es lo que buscan?, ¿dónde queda el compromiso con la otra persona?


Ante éstas preguntas, las respuestas que escuchaba eran: «Que sonrían, que tengan los ojos claros», otros como «Con barba suman puntos. Que tenga buen cuerpo y que sea creativa la foto», «Me siento en un casting, tu si, tu no, tu no, tu si», «me gusta su foto de perfil». ¿Nos suenan familiares estas frases en el mundo de hoy?


Como en la vida no todo es blanco o negro, bueno o malo, sino que hay matices, tonalidades de grises. No dudo que este tipo de aplicaciones han ayudado a conocer gente, incluso se conocen casos de personas que están casadas y han formado familia gracias a las nuevas tecnologías. Pero solo el 5% de todos los matrimonios en los Estados Unidos que se han conocido online, han podido tener una relación de más de diez años (Pew Research, Online Dating 2013).


¿Qué son las aplicaciones de citas online?


En un mundo globalizado como el nuestro, los cambios se hacen cada vez más rápido, y las aplicaciones no quedan exentas. Hay Apps de todo tipo, por ejemplo, juegos, GPS, para controlar las calorías que tiene cada alimento, redes sociales de todo tipo: Twitter, Facebook, WhatsApp, etc (ya todos las conocemos).


Han cambiado la manera de relacionarnos con los demás, hoy es más fácil y sencillo escribir un mensaje de menos de 500 caracteres, que llamar a alguien. Muchas veces lo hacemos por distintos tipos de dispositivos, celulares y tablets. Han cambiado también la manera de enamorar o de enamorarnos de la otra persona.


Las aplicaciones de citas online han crecido tanto, que una de cada diez personas en los Estados Unidos ha encontrado su pareja a través de este medio. Ya son más de 50 millones de descargas en más de 196 países.


Hay varios tipos de apps de citas. Las que más se escuchan aquí son Tinder, Happn o  Badoo. Creas un perfil, pones tu mejor foto, edad, tendencias, el radio de distancia al que quisieras encontrar a la otra persona… y listo. Pasas las fotos con tu dedo, hasta que el otro usuario te elija y logres el tan anhelado match.

En este afán por ser correspondido, el usuario se ve seleccionando con el dedo a izquierda y derecha imágenes de personas que no conoce y que tampoco lo conocen a él. El movimiento con el que se pasan las fotos se vuelve automático, casi mecánico: te gusta, mensajeas, llegas a un acuerdo y te encuentras con la otra persona. Surge una sensación de libertad, se imagina que se está abriendo puertas a nuevas posibilidades y el sentimiento de ser dueños del destino se apropia de cada uno de los usuarios que han elegido esta app para conocer a alguien nuevo.


Poco a poco hago el esfuerzo por entender este «mundo de las citas online»… y llego a la conclusión de que en estas aplicaciones, uno de los factores determinantes (no el único) de que elijas (o no) a la otra persona, o que uno sea «el elegido», es la foto de perfil. Los usuarios se sienten tranquilos cuando se «promocionan» con fotos que muestran sus virtudes físicas y tendencias a nivel social.


Uno podría imaginarse (y no estaría muy lejos) esos catálogos en donde se mira el producto, el más vendido, el mejor y lo termina comprando, para luego usarlo y terminar descartándolo.


Convierto a la otra persona en una «cosa». Tratándola más como producto de consumo, que como un ser humano. Así se hace muy difícil llegar a conocer realmente a la otra persona y llegar a formar una relación estable.


Estamos ante una sociedad en la que que se trata de interpretar al ser humano en términos sexuales. Donde se considera que vivir la virginidad, es algo anticuado (para no decir del Medioevo), donde la castidad hace parte de la prehistoria, la continencia se percibe como anormalidad, y la unión de hombre y mujer hasta la muerte, como algo insoportable.


Un mundo que dice que un matrimonio solo dura lo que dura un suspiro. Que se puede separar lo que Dios ha unido y quitar el sello de donde Dios lo ha puesto. Un mundo en el que la pureza es anormal y la carnalidad es lo correcto.


El riesgo por una búsqueda de placer o gratificación instantánea, puede terminar, sin saberlo, en lastimar a ambos usuarios.



¿Cómo conocer auténticamente a otra persona?


Algunos podrían responder, «¿Qué importa eso? solo quiero divertirme, pasarlo bien». «Sé lo que busco, y la otra persona también». Hay quienes se sienten satisfechos con estas respuestas.


Todo hombre está llamado a buscar una relación con otra persona que lo haga feliz, que sea verdadera y auténtica. Estas aplicaciones pueden ser un medio (solo un instrumento), para que realmente se pueda dar la posibilidad de construir algo serio, responsable, una relación sana y comprometida con otra persona.


Debemos recordar y tener presente en nuestras vidas, que el dolor y el placer van de la mano y están presentes en las experiencias que vivimos todos, nos guste o no, dolor y placer son inseparables. Tratar de separarlos, es inútil, porque al final, el placer desordenado termina yéndose contra el hombre y se transforma en sufrimiento y soledad, en una verdadera tragedia.


Es evidente (y nosotros lo sabemos), que el mundo de hoy, va en otro sentido. Busca la cosificación (tratar a los demás como cosas) solo usarlas para el placer mi propio y egoísta. Nosotros como cristianos, venimos a traer la verdadera revolución del amor en Cristo Jesús, amar al prójimo como a uno mismo.

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