Por: L'Osservatore Romano | Fuente: Red Iberoamericana de Estudio de las Sectas (RIES)
El sacerdote dominico François-Marie Dermine, exorcista y experto en el discernimiento de fenómenos sobrenaturales, ha escrito un artículo titulado “Superstición, exorcismo y oración de liberación” en L’Osservatore Romano del pasado 17 de noviembre. Por su interés, recogemos a continuación lo más interesante del artículo.
Superstición e influencia diabólica
El Catecismo de la Iglesia Católica define la superstición como una “desviación del sentimiento religioso y de las prácticas que impone” (n.
2111). No sólo contribuye a alejar el culto de su verdadero objeto –es
decir, Dios– y de su auténtica finalidad religiosa, sino que confiere irracionalmente un valor sobrenatural a lo que no lo tiene (el
gato negro, el número 13 ó 17 para la mala suerte) o quizás una
eficacia aplicada a medios absolutamente inadecuados de por sí y
desproporcionados con respecto a los efectos a conseguir (el amuleto
para la suerte, fórmulas específicas, etc.).
Santo Tomás de Aquino hace a este respecto una oportuna precisión: “todo
aquello que puede ser explicado por una causa cierta, natural, humana o
divina, no es supersticioso; sólo aquello que no puede ser explicado
por una causa cierta se dice que es vano y supersticioso” (De sortibus, 5).
Los daños espirituales derivados de las prácticas mágicas constituyen el objeto habitual del exorcismo o
de la oración de liberación, en tanto que a quien recurre a ellas lo
sustraen de la voluntad divina y lo entregan directamente a la influencia diabólica.
Los signos mágicos, “sacramentos” del diablo
Los intentos de conocer las cosas ocultas o futuras implican un rechazo pecaminoso de los límites de tiempo y de espacio inherentes a la naturaleza humana, creada así por Dios, y no pocas de estas prácticas comportan una intención de dañar a otros (maleficios) o de dominarlos afectivamente (encantamientos).
Ahora
bien, la razón por sí misma constata la ineficacia intrínseca de los
medios típicos de la magia: se sabe, por ejemplo, que las carta no
tienen por sí mismas la capacidad de desvelar las cosas ocultas o
futuras por lo que, al menos implícitamente, el mismo supersticioso,
después de haberse alejado de quien no ha querido procurarle el
beneficio buscado, expresa más o menos conscientemente “un deseo de
granjearse la protección de poderes ocultos” (Catecismo de la Iglesia Católica, n. 2116).
Estos
medios, en suma, “no son adoptados como causas, sino como signos”, es
decir, se convierten, como los sacramentos, en signos eficaces,
obviamente no por intervención divina, sino diabólica, y por lo tanto
implican “pactos concertados sobre la base de signos” con los demonios.
Para entender bien el exorcismo
Por otro lado, hay que decir que una mente supersticiosa expresa generalmente un enfoque mágico del exorcismo y de la oración de liberación,
atribuyendo la causa inmediata de todos nuestros males al demonio o a
un maleficio, ya sea inspirando una búsqueda errática del exorcista
“poderoso” y eventualmente sensitivo, ya sea pretendiendo una liberación
sin el camino indispensable de conversión.
Con estas breves consideraciones, estamos en grado de entender la urgente necesidad de una purificación de cualquier contaminación supersticiosa. Necesidad a la que, entre otras cosas, intenta responder el curso sobre exorcismo y oración de liberación que
ofrece cada año el Instituto Sacerdos, del Ateneo Pontificio Regina
Apostolorum de Roma, y el Grupo de Investigación e Información
Socio-Religiosa (GRIS).
Este artículo fue publicado originalmente por la RIES en: |
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