José Ramón Aillón
Homero imprescindible
Es posible que, gracias a Brad Pitt, nuestros bachilleres ya no confundan a Homero con Homer, el de los Simpson. Gracias a Pitt sabrán que Homero es griego y escribió la Ilíada y
Se dice que la diferencia entre el tercer mundo y el primero no la determinan las materias primas. Más bien, parece una diferencia marcada por la diversa concepción del ser humano. En concreto, por la forma de entender qué tipo de conducta es capaz de construir una sociedad donde sean posibles la justicia, la paz y el progreso. Si no se da con esa clave, la superlativa complejidad de la vida social no logra salir del caos, de la ley de
Ante todo orden
Justicia porque el ser humano es social por naturaleza, y la conviviencia necesita el respeto a unas normas de circulación: las leyes. Prudencia porque el mejor uso de la razón es llevar las riendas de la propia conducta, conducirse y acertar en cada caso concreto. Templanza porque nuestra animalidad constitutiva tiende naturalmente al placer, y ese resorte debe ser siempre moderado por la razón, como explica Platón en el célebre mito del carro alado. Las tres virtudes mencionadas no se ponen en práctica de forma espontánea y fácil, sino que necesitan la presencia de una cuarta: la fortaleza, que consiste en aceptar el sacrificio y el sufrimiento por conquistar o defender lo que merece la pena.
Este planteamiento, que discurre por Grecia y Roma y se suma al modelo cristiano, es la triple herencia que constituye la civilización occidental. El tercer mundo es, sobre todo, esa triple carencia. Sospecho que si Homero hubiera sido director de cine, no hubiera filmado la trepidante y anecdótica guerra de Troya, sino el periplo humanísimo e inolvidable del rey de Ítaca. Entre el Aquiles de la Ilíada y el Ulises de la Odisea hay una gran diferencia. El héroe de los pies ligeros es también el guerrero caprichoso y vengativo, capaz de cualquier desmesura irresponsable. Ulises, en cambio, es otra cosa. Tiene la fuerza y el poder de Aquiles, pero ambos resortes están ordenados por la prudencia y un sentido irrenunciable de
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