domingo, 25 de enero de 2009

La profecía de la "Fides et ratio" de Juan Pablo II

Entrevista con el filósofo dominico Mauricio Beuchot Puente.

Recientemente se han cumplido diez años de la publicación de la encíclica Fides et ratio (Fe y razón) de Juan Pablo II, donde el recordado pontífice reflexiona sobre esas "dos alas con las cuales el espíritu humano se eleva hacia la contemplación de la verdad".

QUERÉTARO, domingo 9 noviembre 2008 (ZENIT.org-El Observador)
En este contexto se inscribe esta entrevista con Mauricio Beuchot Puente, sacerdote dominico, reconocido como uno de los principales filósofos de Iberoamérica, y que se ha distinguido por sus trabajos historiográficos en el área de la filosofía y la teología novohispanas.

Es fundador de la propuesta llamada Hermenéutica analógica, avalada hoy en día como una propuesta original y novedosa en el campo de la hermenéutica filosófica. Desde 1985 es investigador de tiempo completo del Centro de Estudios Clásicos del Instituto de Investigaciones Filológicas (IIFL) de la Universidad Nacional Autónoma de México.

Juan Pablo II publicó la encíclica Fides et ratio, ¿Es un escrito para especialistas? ¿Qué ofrece concretamente el Papa Wojtyla en sus reflexiones sobre la relación entre la fe y la razón?

La encíclica no es sólo para especialistas. Lleva la intención de que todos los intelectuales interesados en la fe encuentren un camino por donde discurrir. Juan Pablo II nos ofrece allí sus reflexiones sobre la relación de la fe y la razón. Están dentro de una larga tradición, que pasa por san Agustín, san Anselmo y santo Tomás, de santificar la razón desde la fe.

A diez años de la publicación de Fides et ratio ¿es actual la doctrina ahí contenida? ¿En dónde radica esa actualidad?

La doctrina de Fides et ratio sigue siendo actual. Lo más actual puede ser la apertura con la que el Papa trata la razón y sus conquistas. No se trata de rechazarlas, sino de incorporarlas al acervo del pensamiento cristiano.

Asistimos a una época donde a algunos grupos influyentes en la vida social les parece que apelar a la fe es de "retrógrados"; pero, por otra parte, muchas veces se recurre a la fe de modo fundamentalista, ¿Cómo se pueden conciliar ambos polos? ¿Es verdaderamente la razón la única que puede ayudar a "comprender" la realidad y comprometerse con ella?

No hay que acudir a la fe ni con una actitud fundamentalista ni con una actitud de menosprecio hacia ella. Hay muchos límites que ha encontrado la razón, cada vez le son señalados más, y es donde nos queda el refugio de la fe. Más aún, el intelectual honesto y sin prejuicios contra la religión guarda una actitud modesta ante la razón; no la endiosa ni piensa que puede resolver todo en cuestión de tiempo; se da cuenta de que hay cosas que en principio no hallan respuesta racional. Sobre todo en filosofía.

Es conocida la sentencia philosophia ancilla theologiae (La filosofía-razón es sierva de la teología-fe), ¿es válida esta afirmación hoy en día? ¿Cuáles son los límites y los avatares de esta sentencia? ¿Necesita la fe realmente de la filosofía, o la fe es completamente independiente de la existencia o no existencia de una filosofía abierta en relación a ella?

Ciertamente la filosofía ayuda a la teología, pero ya no como una sierva, sino como una compañera. Desde mi punto de vista, la teología necesita acudir a la filosofía, so pena de quedarse en ese fundamentalismo al que hemos aludido y del que hemos dicho que se tiene que evitar.

Para los hombres y mujeres de hoy, preocupados "en cosas más prácticas", como la supervivencia diaria ¿dice algo este dilema de encuentro y desencuentro de fe y razón? En términos llanos, ¿En qué le afecta? ¿Cómo le ayuda a ser más humano y feliz?

Todo ser humano, por más que tenga que afanarse en las cosas de la vida diaria, tiene una vocación filosófica. Todos buscamos, nos planteamos preguntas que van más allá de las necesidades cotidianas. Aun asediados por esas necesidades, siempre nos llegan momentos para reflexionar sobre asuntos trascendentales. Y no todo se puede resolver con una creencia cómoda, con una fe establecida; hay que pensar, cuestionarse. Allí es donde cobra sentido ver la relación que guardan entre sí la fe y la razón.

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